28. Desborde de agua

1950 Words
—Eso era lo que quería escuchar —dijo ella, con expresión impúdica. Hestia extendió sus brazos para quitarle el bóxer, y lo arrojó fuera de la tina. Luego, le rodeó el cuello y se puso encima de él con sensualidad. Aplastó sus grandes pechos empapados de espuma en el esbelto cuerpo del chico. Sus blandos senos hacían contraste con los compactos pectorales de Heros. Sintió en sus muslos la firme virtud que se había despertado. Cuan perfecto había sido la creación de hombre y mujer que estaban hechos para complementarse el uno al otro en todas las maneras posibles. Sus ojos verdes, esmeralda, brillaron con intensidad al estar mirando tan cerca a su joven amante. Desde que la había conocida a las afueras de su empresa, el cambio era demasiado drástico. Heros la abrazó por la cintura. Se estuvieron viendo por algunos segundos, que pudieron haber sido minutos. Admiraba el rostro de diosa griega que tenía al frente, tan hermosa como un ser supremo, cuya belleza estaba por encima de cualquier mortal. Sentía la agradable respiración de ella al chocar en su rostro. Al detallar los rasgos de Hestia tan cerca, solo se le hacía más preciosa a cada instante que le observaba. Recibió con júbilo cuando se acercó hacia él, acortando la poca distancia que los separaba. Cerró los ojos al sentir el agradable peso de los deliciosos y carnosos labios de Hestia contra los suyos, que lo comían con entusiasmo. En la sociedad el hombre era quien era exaltado como el dominante en la relación. Sin embargo, podrían pasar las épocas, pero debía quedar en evidencia que, era Hestia Haller quien le hacía el amor y quien lo tomaba suyo; ella era salvaje, directa y actuaba como una bestia hambrienta que no sentía pena de revelar su apetito voraz y sus gustos peculiares. Adoraba a Hestia como le deidad que era y por los rasgos de líder que transmitía confianza, así como era esa avasallante personalidad libre, perversa y rebelde que la caracterizaba. Se siguieron besando, en tanto los dos enormes se aplastaban en su torso. Los atributos de Hestia solo incrementaban de forma potencial sus encantos. A pesar de tener una actitud fría y cortante, sus virtudes eran suaves y blandas, mientras que su humanidad era como un infierno en el que estabas complacido de quemarte por toda la eternidad, y nunca te cansarías ni te arrepentirías de quemarte en ese maravilloso fuego que abrazaba hasta el alma. Así, deslizó sus manos por la línea de la espalda, llegó a los glúteos y siguió por los mulos de las piernas. Apenas llevaba algunos días en la casa de Hestia, y sentía que toda su vida había estado con ella. El tiempo, junto a Hestia, se tornaba lento; le agradaba tanto y era feliz compartiendo con su diosa, que disfrutaba cada instante que pasaba con su hermosa amante. Además, esa sensación de excitación, deseo y orgasmo, era difícil de sacar de sus pensamientos. Al pasar los minutos, continuaban dándose besos y caricias. La espuma se fue mermando y agua cristalina fue llenando la tina. La fragancia del jabón y el ambiente calmado, les daba la sensación de ser las únicas dos personas en el mundo. Estaban en la privacidad de un enorme baño, sin que nadie lo molestara, porque no so se oía ningún ruido dentro del cuarto. Hestia levantó sus caderas y agarró la dura virtud de Heros, para acomodarla dentro de ella. La sensación de líquido, más el erguido talento de su joven amante, le otorgaban una experiencia nueva y grata; era exacto, lo que necesitaba y lo que más le encantaba, que era sucumbir ante la ola de emociones que le pudiera proporcionar el dulce concúbito. Acomodó sus extremidades de nuevo detrás de la nuca del muchacho, para comenzar a menear sus caderas en un lento y lascivo vaivén. Sin duda alguna, esta era la vida que se merecía, porque por primera ocasión en muchos años, era feliz. Había logrado su cometido de manchar y robarle la pureza a Heros, para librarlo de las garras de Lacey. La idea era que él se enamorara de ella y cayera rendido a sus pies, y como iban las cosas, todo marchaba por buen camino, ya que Heros ya tomaba la iniciativa y cada vez, hacía lo que ella quisiera, sin oponerse. Inclinó su cabeza hacia atrás, para detallar el rostro complacido de su lindo ángel, al que, cada día, lo quemaría más en el fuego de su infierno. Los gemidos, producidos por las cuerdas vocales de su chico, eran la mejor melodía para aumentar su lujuria. No había forma de que no quisiera comerse a ese hombre tan atractivo, amable y bueno, que la había rechazado como mujer y como empresaria. ¿Y dónde estaba ahora? Justo debajo de ella, mientras lo cabalgaba como una jinete de caballo. Nadie podía decirle que no la jefa, porque terminaría rendido a sus pies, sin importar el precio que costara o cualquier medio que tuviera que utilizar, para llegar a su fin. Heros suspiraba con pesadez. Su entrepierna ardía, como si estuviera siendo arropado, por tela de terciopelo ardiente. Cargaba el peso del cuerpo y sentía los golpes de los glúteos de Hestia, cada que vez que subía y bajaba. Sus labios, entreabiertos, expresaban que era complicado resistir las impetuosas embestidas de Hestia, que usaba sus caderas con una técnica agobiante y experta. Abrió su boca, para comenzar a chupar uno de los pezones, mientras que al otro lo masajeaba con su mano. Era casi imposible, resistirse a degustar tales manjares así de grandes y esbeltos. El sabor del jabón había quedado impregnado en ellos, pero luego fue desapareciendo, hasta que no quedó ninguno en particular. Hestia dejó de moverse y se puso de espalda a Heros. Se apoyó en los bordes de la bañera, quedando a gatas. Giró su cuello, para verlo a él, en tanto le regalaba el rosado paisaje de su humanidad. No habría forma de que se resistiera, ni que la olvidara, ni mucho menos de que la sacara de su cabeza; el único deseo que tendría Heros Deale, era el de estar con ella, para hacer suya a una sola mujer, no nadie más. No era suficiente con robarle la castidad y la inocencia, también tenía que ultrajar el amor y los pensamientos de Heros, para que no lo que alguna vez sintió por Lacey, desapareciera de la existencia, y si era posible, que todo rastro de que alguna vez la amó se esfumará de la faz de la tierra. Era su naturaleza vil de usurpar los bienes de los demás, eso le causaba tanto satisfacción y placer, como llegar al clímax. Heros se puso detrás de Hestia y reposó sus manos en la cintura de Hestia. En breve, volvió a introducirse en el interior de ella, para seguir asaltándola, con vigor y pasión. Acoplarse con ella, era algo tan fantástico y maravillo que le nublaba la razón. Apretó su agarre y tensó la mandíbula. El aura blanca de ángel inmaculado, iba cambiando de color a una más rojiza, ya que toda la energía perversa y lasciva de Hestia, se iba combinando con su ser. El agua se desbordaba de la tina ante la agitación de los amantes, que volvían a entregarse a la pasión que enardecía en sus cuerpos. Así, horas más tarde, ambos estuvieron bañados y con ropa distinta. Disfrutaron del desayuno en el comedor de lujo de la suite. Heros movía sus manos, mostrando su diestra habilidad para usar los cubiertos. Miró con disimulo a la hermosa mujer que estaba sentada del frente. Al haberla conocido, podía decir que, había mejorado en cada uno de los aspectos de su vida, como a nivel físico, carácter y de etiqueta; todo había sido transformado para bien, propiciado por Hestia Haller. Era por eso que se mencionaba, que buscarás tener buenas compañías, que fueran mejor que tú, porque así, también estabas obligado a evolucionar con ellos. Luego, agachó la cabeza por un instante; ella lo había ayudado a superar sus complejos, mientras que, para él, era difícil brindarle un regalo que no tuviera. A pesar de compartir con Hestia Haller, no dejaba de pensar en la brecha económica, social, y en menor medida, de edad, que los separaba y que colocaba una distancia invisible entre ambos. —¿Hay algo que te guste? O, más específico, ¿hay algo que quisieras y que todavía no tengas? —preguntó Heros, con tranquilidad. Alzó la taza de té, y bebió un pequeño trago. Hestia acomodó un mechón de su ondulado cabello rojo, para apartarlo de su cara. La interrogante era interesante, y hasta complicada de responder. Intercambió miradas con el bello muchacho, que la observaba con insistencia. Los ojos cerúleos resplandecían con un brillo diferente, más maduro, varonil y lleno de confianza. Su deseo era tenerlo a él, por lo que ya no se lo ocurría otro asunto que quisiera poseer, y no tuviera, o que necesitara. Reflexionó por algunos segundos, hasta que un destello en sus pensamientos, recordó el detalle que le iba a dar Heros a la insípida de Lacey, para celebrar su aniversario. —Nunca nadie me ha regalado flores, chocolates y un oso de felpa —contestó Hestia, con más recelo acerca de su desleal secretaria que, respondiendo con sentimiento, ya que eso era algo tan cursi, que no le causaba ningún tipo de emoción recibirlo. Aunque, era claro que, si Heros estaba preguntado, era para llevarlo a cabo. No se negaría si él lo hiciera. —¿Y qué animal te gusta? —preguntó Heros, queriendo indagar más sobre los gustos de Hestia. —Un conejo pardo, está bien —dijo Hestia, reteniendo la sonrisa rígida en sus labios cincelados. —¿Y la flor? —De hecho, me gustan las plantas carnívoras, por lo que capturan y se comen a sus presas —respondió ella, de forma juguetona—. Aunque las rosas negras, también me agradan. —Todos gustos son peculiares —dijo él, satisfecho de obtener la información que buscaba. —Me llama la atención lo excéntrico y lo diferente. Es mejor lo ordinario. —Tienes razón. El desayuno llegó a su final para, luego de algunas horas, dedicarse a hacer ejercicio. En la tarde estuvieron conversando, leyendo y viendo películas en el televisor. Así, hasta la noche no ocurrió más nada de relevancia, hasta el anochecer, cuando ya estaban acostados. —Hoy nos tomamos un pequeño descanso —dijo Hestia, con sutileza—. Demain nous irons à une fête masquée. Ce sera en France —comentó en un cantado tono, que se oyó armonioso—. Prepara tu mejor acento francés. Heros escuchó a Hestia, y se sorprendió un poco. Pero, al mismo tiempo, le llamaba la atención tal evento y el país donde se realizaría. —À quelle heure? —preguntó él, sin contener su emoción. Heros sentía que, durante toda su vida, se había estado reprimiendo sus verdaderos sentimientos. Sin embargo, con Hestia Haller podía mostrarse como en verdad era, sin temer a exponerse, ya que ella no se enojaría, no se burlaría, ni tampoco lo juzgaría para mal. Había encontrado en Hestia Haller, todo lo necesario para avanzar en el mundo, y también para mejorar como persona. —Será en la noche. Pero no iremos en la mañana —dijo Hestia, con arrogancia, ya que tener todo planeado y controlado era parte de su esencia perversa—. Allá está todo listo para comerte. Traducciones: Demain nous irons à une fête masquée. Ce sera en France: Mañana iremos a una fiesta de máscaras. Será en Francia. À quelle heure?: ¿A qué hora?
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