―Ella es Mirian, el ama de llaves que me ayuda en casa. Dante habla. ―Un gusto, Mirian ―digo mirando a la mujer que me ve con curiosidad. ―Estaré en la oficina, por si me necesitas. Asiento con seriedad. Quiero decirle que no. Pero sé que no es el lugar. Lo veo salir y Celina entra. ―Supongo que vas a hacerte cargo dela cocina. Sus palabras son casi burlonas mientras se sienta en uno de los taburetes. ―Prepárame un té de tila ―ordena en tono petulante. La mujer se apresura cumplir la orden de Celina. ―Vieras que sí. ―Por supuesto. Entre la prole se entienden. Imbécil. ―Soy la esposa de Dante y creo que Mirian estará bajo mis órdenes. Ella arquea la ceja. ―Mirian ―la llamo sin quitarle la mirada de encima a Celina. ― ¿Señora? ―Vamos al salón y hablemos de lo que me gusta.