Pov Dimitri.
Al cabo de unas horas, y como si lo hubiera invocado con mis pensamientos mi padre entra a mi oficina.
Y por la expresión en su rostro sabía que no está para nada contento.
Klaus era un hombre un poco más bajo que su hijo, pero como dos gotas de agua físicamente a su hijo y en los negocios, este en su tiempo había sido un buen empresario.
Aunque no como su hijo, puesto que este era letal, el hombre tenía un cerebro que funcionaba a la velocidad de la luz para los negocios, aquello le había hecho el hombre de negocios que era hoy en día.
Pero a diferencia de su hijo, era un más flexible en cuanto al trato con sus empleados.
Si bien su hijo era muy educado con sus empleados, pero jamás se había detenido a conversar con alguno ni un segundo, al menos que fuera algo sobre el trabajo.
. — No te permitiré que despidas a Alexia. -
Fue lo primero que dijo mi padre, el cual físicamente era muy parecido a su hijo mayor, exceptuando este era mucho más alto y tenía los ojos de su madre.
Miro a mi padre y una pequeña sonrisa en los labios, actuaba como amo y señor, claro que lo hacía la empresa era totalmente de él.
Había dejado la policía para convertirse en un hombre de negocios, desde entonces había creado un imperio, y se había hecho una reputación muy conocida, y temida, no solamente en el mundo de los negocios.
En las revistas y sus pares lo apodaban, EL TIBURÓN DE LAS FINANZAS. Siempre sonríe cuando lo denominaban así.
Estoy bien papá, gracias por preguntar. — suelto con gracia
—Deja tu sarcasmo para otro, a mí no me vengas con tus juegos de palabras. — me reprochó.
¿A qué debo el honor de tu visita? — preguntó mirando un documento.
— Ya hablamos del tema. — me dice mirándome con enojo.
— entonces sabes que ya tomé la decisión. – informo de forma despreocupada ya que le había informado por teléfono mi decisión sobre Alexia.
— No la puedes despedir. — me dice y recién lo miro.
— No la quiero aquí, no es una persona apta, menos capaz, lo ha demostrado una y otra vez, para estar en el puesto que está, es únicamente una carga.
Levanto la voz, si había alguien en este mundo que lograba sacarlo de sus casillas, era su padre.
Pero fuera de la oficina, para ser más precisos detrás de la puerta, un pánico invadió a la joven chica, no podía quedarse sin trabajo, que iba a hacer, sus niños dependían de ella. En todo sentido.
—Soy tu padre- me hablo en el mismo tono.
Perdón. — no quería faltarle el respeto a mi padre, amaba aquel hombre, siempre había sido buen padre y según su madre un excelente esposo.
Ambos hombres tomaron asiento, tenía que explicarle la situación a su padre y que tome conciencia de que aquello era lo mejor.
—Cuáles son tus razones para despedir a la joven.
Ahora el viejo era su abogado o que, pensó Dimitri con ironía, aunque no lo dijo. Tenía que morder su lengua.
. — primero: Le mandé a cancelar mi cita de las 9, no lo hizo y cancelo otra estuve a punto de perder un cliente importante. según ella confundió los nombres.
Si tienes tiempo, puedo contarte todo lo que ha hecho mal. No quiero pensar en las otras cosas que ha hecho.
Eso es lo de menos. Solo perturba mi mente. — digo tratando de sonar serio.
. — mira, Eso es interesante, hasta ahora no he conocido una persona que sea capaz de perturbarte. — dice sonriendo con una extraña mirada.
No es divertido, no la quiero aquí. — digo tajante.
—Tal vez solo es necesario cambiarla de puesto, es una joven muy aplicada. -me hizo callar con un gesto cuando iba a protestar.
Déjame terminar hijo, esa joven necesita este trabajo más de lo que puedas imaginar, tú siempre tuviste todo, pero no todo el mundo tiene esa suerte.
Con un suspiro, pensó en las palabras de su padre, y si tenía razón nunca les había faltado nada. Incluso después de la pérdida del negocio, su padre había asegurado la casa y el futuro de sus hijos, no se habían quedado en la calle y en cuanto a afecto tenía unos padres amorosos y una familia muy unida.
Bien, veré que puedo hacer. — le respondo.
—Sabía que recapacitarías, eres un muy buen hombre. Conozco a mi hijo, y a pesar de todo lo que dicen de ti. Ogro. — dijo a la vez que se ponía de pie riendo.
— Por cierto, tu madre te espera para cenar el sábado, no faltes, ya sabes cómo se pone cuándo se enoja.
—Dios, nos ampare — digo fingiendo terror.
Se despidió de su padre y pensó, un momento, la forma correcta de solucionar aquella situación.
Las palabras de su padre, llegan a su mente cuando, vio ingresar a su oficina a Alexia, estaba pálida y sus ojos expresaban pánico y rojos por llanto y algo más que no supo o más bien no quiso descifrar.
Sabía que su secretaria había escuchado parte de la conversación o bien la parte de donde quería echarla, ya que su escritorio está al ingresar a su oficina y por primera vez había gritado como un loco.
—Tome asiento, por favor. — le indicó una silla delante de él, su expresión daba la impresión de que se desmayaría en cualquier momento.
—Debido a los accidentes y errores ocurridos, se le cambiará de puesto de trabajo. Si usted acepta estará en el departamento de archivo, su sueldo continuará siendo el mismo.
Su mirada le dijo algo que se asustó, ya que sintió mucho deseo de tomarla en brazos, no de manera s****l, sino de protección.
Otra vez aquel sentimiento, pero lo bloqueó.
—¿Entonces no va a despedirme?
No, puede regresar a su puesto, a partir de mañana iniciará su trabajo en el departamento de archivo. Daré la orden para que hagan el traslado.
—Muchas gracias, señor.
Él asintió y con aquel simple gesto dio por terminada la reunión.
Desde que la conocía era la primera vez que la veía sonreír y ese gesto cambio su rostro.
Tenía una sonrisa hermosa. Observándola bien, no era nada fea, tenía un hermoso pelo rubio y unos impresionantes ojos azules, unos labios voluptuosos, que cualquier hombre desearía besar, pero no él. No yo.
A partir de mañana la tendría lejos de él.
Ella sería trasladada al primer piso, al cuarto de archivos, no tendría que verla al menos que fuese allí.
—Señorita Guzmán - la llamo antes de que saliera.
Antes de llegar a la puerta, ella se da vuelta y justo choca con el fuerte pecho de su jefe.
Su pierna, supongo, volvió a salir con sus amigos a tomar.
—Yo… yooo…— intenta explicarme, pero la detengo.
—No salí con amigos, de hecho, nunca he ido a un club ni a un cumpleaños. Mentí el otro día por obvias razones— dice atropelladamente.
Ella no me mira, pero su voz me dice la verdad, si mis pensamientos son los correctos, porque mentía y a que se debía su comportamiento.
—¿entonces Por qué me mintió?
Sus ojos se clavan en los míos con tanta intensidad que pienso que me diría un secreto mortal.
Usted lo sabe mejor que nadie, señor, al final, no dejan de recordarme lo torpe que soy.
— No siempre digo lo que siento— digo en tono de disculpa.
¿Puedo retirarme? — me pregunta mirándome con curiosidad.
Sus palabras habían sonado casi como una disculpa, lo cual sería casi imposible, aquel hombre no era de los que se disculpaban.
¿Alguien le hizo eso? — pregunto con ira corriendo por mi sangre.
Veo que su mandíbula se tensa y en sus ojos un miedo se cuela.
-No, fue un accidente de camino a casa.
¿Cómo?
— No tengo que responder a eso, es parte de mi vida privada. — protesta con un poco de valor.
Pero lo hará, suelo ser muy insistente cuando quiero. Un hombre como yo no llegaría hasta donde está sin ser persistente, no lo cree. — digo con amabilidad.
—Corrí para evitar llegar empapada, caí y me doblé el tobillo.
Ya. Debe tener más cuidado la próxima vez— le aconsejó.
—Sí, señor, así lo haré. — me responde.
Lejos de su jefe…
Alexia y sus hermanos pudieron descansar y dormir, sin insultos y sin golpes, una noche de paz, que tanto necesitaban.
Su jefe era muy observador, tenía que tener cuidado de que no descubriera su secreto. La mentira que le había contado sobre sus salidas con amigas, había funcionado en parte, pero se había dado cuenta de que aquello ponía en peligro su trabajo y la dejaba a ella como una mujer de poco respeto e irresponsable y no quería dar esa imagen por eso había dicho la verdad.
Su trabajo era lo único que tenía, no podía perderlo, aquello sería un gran golpe para todos. Una sonrisa surca en sus labios al saber que no perderá su puesto.