Alexia.
Suspiro cansada y muy adolorida. Continúa lavando su rostro, tratando de sacar todos los restos de sangre de él, para después colocar una gruesa capa de base líquida y en polvo para ocultar la maravillosa obra de su padrastro.
Pero una nueva lágrima se deslizó, por su adolorido rostro, ya no pálido, sino con tonos rojizos y verdes.
Miro su reflejo, pero solo veía a un cascarón de una mujer rota y perdida. Sin luz, ni fuerzas.
Pero en su interior todo era diferente, cada golpe, cada insulto hacían que ella día con día se derrumbara, aquello no era nada comparado con lo que sentía en su interior, un conjunto de emociones amenazaba con salir.
Solo quiero gritar y correr.
Mis pensamientos nuevamente viajaron, para que pueda revivir lo de la noche anterior, con solo eso recordar lo que su padrastro le hizo y que intento hacerle.
Las manos me tiemblan y un miedo me surca por mi espalda, Al revivir los acontecimientos de la noche anterior, le hace pedirle nuevamente a alguna deidad que esta pesadilla se acabe.
Cada día, cuando camina hacia el colegio de los niños, trataba de buscar una salida.
Era un infierno vivir allí, no sabía cuánto tiempo iban a soportar, sus fuerzas estaban mermando.
Pero no podía caer, tenía que sacar a sus niños de ese lugar primero, ellos debían ser su prioridad.
Su padrastro la había golpeado brutalmente, solo quería salir de ese lugar, pero no sabía qué hacer, estaba atada de pies y mano.
Cada día que pasaba su ensañamiento hacia ella era peor, el hombre se tornaba más violento.
Analizaba los acontecimientos de la noche, pre golpiza, estaban cenando, se entretuvo jugando con sus hermanitos, cuando sintió ruido no había podido llegar a tiempo a la habitación para refugiarse de la furia del hombre.
Ellos vivían en una casa rentada en un espacio muy pobre en nueva York, y ella no podría irse y dejar a sus hermanos solos con ese animal.
Aun que quisiera llevárselos, no tenía dinero y debía tener un techo en donde cobijarlos, aquel lugar era el más barato.
No podían ir una casa de acogida. Porque les quitarían a sus niños y sin casa ni dinero jamás le darían la custodia de los niños.
A veces ella no tenía para comer y lo poco que lograba reunir y esconder de John lo usaba para comer. Y Con lo poco que lograba esconder de su sueldo, compraba alimentos y guardaba algo para el bus de vuelta después de ir a retirar a sus hermanos.
John decidió esperarla frente a la puerta los días de p**o y le quitaba casi todo el dinero.
Cada día Estaba más cansada de aquel hombre, lo odiaba con todo su ser.
Lo único que la mantenía cuerda y en pie eran sus hermanos.
Sus hermanos son lo único que tiene seguro en esta vida, Felipe tiene once años, siempre es de ayuda y una que otra vez ha salido herido por salir en mi auxilio.
El mediano es Alan, de ocho años, el más retraído y un poco callado, pero siempre servicial. Y el más pequeño de los niños es tom con tan solo cuatro años estaba viviendo la mierda que su padre le encanta. Y La más pequeña de todos, Sara, de tan solo tres años de vida.
nuestra madre no fue la mejor de todas, Felipe y yo no somos hijos de John, y con él tuvo a los tres más pequeños. Cuando estaba embarazada de Sara ella arranco del hospital cuando John le dio una paliza. Desde entonces nadie sabe de ella. dejándome todos los niños y con aquel maldito monstruo.
John nunca había sido un tipo agradable, pero nunca antes nos había pegado, es más, ni siquiera nos miraba, pero madre no corría con la misma suerte.
Él, jamás, nunca se ha preocupado por sus hijos. Yo por ser la mayor había tenido que cuidar de ellos.
Salgo de mis pensamientos, y trato de olvidar todo lo que paso anoche, pero eso es imposible porque solo respirar duele.
Pensar que, teniendo solo 23 años, el peso de todo había caído sobre sus hombros.
Y de nada ayudaba que fuera la viva imagen de su madre, quizás por eso mi padrastro se desquitaba conmigo cuando llegaba borracho o drogado, o ambas cosas a la vez. Lo que era más recurrente.
Cuando ya terminó de arreglarme, su pequeña aún dormía a gusto a un lado de la cama.
Los niños ya estaban despertando. Ellos solían cerrar la puerta con llave en cuanto su padrastro llegaba.
Siempre he tenido miedo que les hiciera daño a ellos o a la pequeña, aunque eran hijos suyos los más pequeños. Siempre despotricaba contra todos.
Desde el día del nacimiento, de Sara ella se había hecho cargo. La pequeña era una niña tranquila, y eso le facilitaba las cosas.
Al terminar escucha una suave risa y de inmediato supo que ella había despertado. Era la niña más sonriente que conocía. Excepto con gente extraña, y más con el género masculino, aunque la niña para ser muy pequeña entendía lo que sucedía, estaba claro que todo aquello le afectaba. Claro que sí.
—Buenos días, cariño. -saluda a su pequeña.
Ella me mira y yo sonrió, la levantó para cargarla. Cuando la tengo ella balbucea alegre.
—Hola, mi vida. — le digo dándole un abrazo.
—Hola, mami— responde la pequeña mirándome con ojos de amor.
Debía protegerla, los niños no tenían la culpa de los errores de sus padres. Había tanta inocencia en su mirada, precisamente por eso debía hacer algo, rápido.
Minutos más tarde estaba lista.
Felipe, se encargaba de ayudar a cambiar a sus hermanos. Por ser el mayor, siempre ayudaba en lo que podía.
Ella quitó el seguro de la puerta y siempre le había advertido que si ella estaba fuera y si escuchaban un ruido extraño no salieran de la habitación. Por ningún motivo.
Cada día era la misma rutina. Ella les preparaba un desayuno los llevaba a la escuela.
Saberlos en un lugar ajeno de aquel monstruo, le daba un poco de tranquilidad, al menos, para poder Trabajar, gracias a dios que la jornada de la escuela era completa, lo cual le daba tiempo para pasar a buscarlos cuando salía del trabajo.
Con la pequeña en sus brazos y los bolsos listos, camino con temor por el living para podernos ir.
Con miedo de que él hubiera regresado. Ya que Después de la golpiza que le propino sin razón, el salido gruñendo insultos al viento. Pero todo estaba tranquilo.
Suspiro de alivio.
—¿Papá no está?
La vocecita temblorosa le hizo girar. Dejó la pequeña en su silla y luego tomo al pequeño Tom en brazo. El niño tenía unos impresionantes ojos verdes, pero en ellos solo reflejaban terror. Con cuatro años era un muy pequeño para entender, pero eso no evitaba que escuchara los insultos de su padre y los gritos de su hermana. Y después viera los resultados.
—Él no está. No te preocupes, nunca dejaré que te haga daño a ti, ni a ninguno de ustedes. okey— cuando iba a responder Felipe se le adelantó.
—Como te lo hace a ti verdad. - dice llenó de rencor Alex.
No supe que responder, solo suspiré con tristeza.
Felipe le acusaba de lo que sucede, y él odiaba no poder terminar con aquella situación. Pero ella no podía hacer más de lo que ya hacía y podía.
—Cállate, ella no tiene la culpa— le reprocha Alan. Quien, a sus 8 años, sabía todo lo que pasaba, si bien es un poco retraído, pero con una inteligencia muy notoria.
—Es su culpa, ella no lo evita. Anoche la golpeó otra vez-grito furioso. Mirando a su hermana con el ceño fruncido.
—Cállate, harás que se vaya. Ella no tiene la culpa, hace todo lo que puede, y nos protege-grito el pequeño Alan con ojos con lágrimas.
*
Ella apretó los dientes e hizo acopio de toda su fuerza para mantenerse firme delante de ello.
Felipe miró a su hermana con odio, pero en realidad no lo hacía. El solo Odiaba el hecho de que no podía ayudarla.
Odiaba tener que escuchar como sufría en mano de aquel hombre, mientras él estaba encerrado sin poder hacer nada.
—Basta niños— dijo con firmeza— jamás los dejaré. Vamos a salir de esto. Solamente necesito un poco más de tiempo.
Ajena a aquella situación, Sara solo jugaba en su silla. Tom en sus brazos, quien la abrazaba con fuerza.
—No te vayas— sollozaba— no nos dejes, mamá. No nos dejes solos, por favor.
—Tranquilo mi vida, no me iré, jamás lo haré - les dice mirando a todos mientras le acaricia su cabello.
Felipe, solo aparto la vista, se sentía avergonzado por lo que había provocado. Pero a veces no podía controlar sus sentimientos de enojo.
La noche anterior había escuchado sus gritos, había escuchado los insultos de su padre. Había intentado salir, pero como siempre la puerta estaba cerrada.
Alan solo lloraba en ese momento y Tom se había escondido bajo las sábanas. Como si hubieran sido un gran escudo, Y él. Él no había podido hacer nada ni siquiera dormir después de aquello.
Ya no lloraba como los primeros meses, él solo había guardado todo el dolor en su interior.
—Vamos o llegaremos tarde. La voz de su hermana le saco de sus pensamientos.
Dejo al pequeño tom en el piso Y tomo a la pequeña Sara en mis brazos.
Junto a los demás caminaron hasta la escuela, la cual no estaba tan lejos de casa.
— cuídate y Cuídalos, por favor, pasaré por ustedes más tarde. Los amo mucho.
Los besó y le dio un abrazo a cada uno y luego retomo su marcha a sus labores.
Felipe observa con tristeza la marcha de su hermana y se dio cuenta de que tenía una leve cojera. Amaba a su hermana y tenía que ayudarla de una u otra forma.
A cada uno de sus hermanos los encamino a sus respectivos salones de clase.
Ya solo con Sara en sus brazos se dirige a su trabajo, Gracias a Dios que el señor Ivankov había construido una guardería para los hijos de sus empleados.
Y con esto comienza un nuevo día de trabajo.
Continuará…