Capítulo 15

1633 Words
En el rostro de aquel hombre, Lawrence, creyó ver el asomo de la inconformidad. Como si estuviera juzgando su sola presencia. Como si viera en él a alguien indigno de la mano de su hija. «Sabe a que he venido, es evidente que lo sabe... y quiere que le tema o mejor dicho, que me vaya ¿Está ofendido conmigo? Eso parece.» Decidió al creer que había descubierto el mensaje oculto detrás de aquel pesado silencio. No le sorprendía que lo juzgara una ofensa. A fin de cuentas ¿Qué gitano, en su sano juicio, aceptaría el trato de casar a su hija con el hijo de un payo? Si lo pensaba mejor, lo que no tenía sentido era que él se encontrara allí para confirmar el trato que había hecho su padre con ese hombre. Trato que, tampoco se explicaba que hubiera salido de su padre. Entre más lo pensaba, menos sentido tenía aquella situación. Pero, sea, así eran las cosas y, en ese momento, él se encontraba de pie tapando la entrada de la carpa, observando a un hombre que parecía despreciarlo y que buscaba, con su lenguaje corporal, dar a entender el mensaje de que más le valía darse la vuelta e irse por donde vino. Sin embargo, Lawrence debía admitir una sola cosa: él no era una persona que hiciera lo que otros quisieran de él. Así pues, sonrió de lado, altivo, indomito y esperó por ver quién se cansaría primero de esa situación. Estaba seguro que eso molestaría al padre de Lorette. Quizás no le convenía llevarle la contraria. Pero, también podría albergar la posibilidad de que esa actitud sirviera para medir el temple de su posible suegro. A fin de cuentas, el carácter orgulloso de un hombre era una característica muy bien valorada entre los gitanos. Tenía que serlo. Si lo que se pretendía era dar la seguridad de que, en caso de necesidad, el hombre, bien podría llegar a dar la vida con tal de defender a los suyos, pues, estaba más que obligado a ser orgulloso y terco. Cualidades que, en su familia, no eran muy bien vistas, pero que a él le sobraban. -¿Vas a pasar de una vez, mocoso? O ¿es qué acaso piensas echar raíces en la entrada de mi hogar?- sondeó la situación aquel hombre, para luego esbozar una leve sonrisa burlona-... Vaya, no me esperaba que fueras tan parecido a tu madre... Lawrence. Lawrence levantó una ceja, intrigado al escuchar aquel comentario que llamó su atención. «Así que, al parecer, era cierto lo que esos borrachos habían dicho al verlo: este hombre, cuyo nombre es Joel, sí, conoció a mi madre... Interesante...» Vagamente recordaba que, en una ocasión, su madre le había comentado como era su vida antes de conocer a su padre y casarse con él. Si su memoria no fallaba, podía estar seguro que había mencionado el nombre de un tal "Joel". Más ¿Cuál era su relación con ese hombre? Váyase a saber uno pues. Ocultando de su rostro, todo rastro de curiosidad, se acercó en silencio y se sentó con descuido. Gracias a tener que hacerse cargo de los negocios de su padre, aprendió que, a veces, el silencio y la observación, valían más que las corazonadas precipitadas. En especial si se queria conseguir un mejor precio a favor de uno mismo. Pues bien, adaptó esa postura. No dijo nada, esperó, sin dejar de mirarlo a los ojos, inexpresivo. Si deseaba entender en dónde se encontraba metido, debía jugar ese absurdo rol y esperar. El hombre bufó cansino. Tal lo visto, a Joel le aburría ese juego. Vio como le extendía un estuche viejo y oxidado de habanos de baja calidad. —Espero sean de tu agrado. Aunque estoy seguro que has probado mejores...— informó con un tono sarcastico, a la vez que le alcanzaba una caja de cerillos. A decir verdad, a él no le apetecía fumar ningún tipo de tabaco. Nunca lo hacía fuera de su oficina. No obstante, aceptó el habano y los cerillos en absoluto silencio, para luego, encender uno y fumar con naturalidad. Aquel abano era un mensaje, simple y contundente: "si lo desprecias, me estas despreciando a mi y eso te costaría caro". Quizás, ese hombre, solo estaba probando de qué estaba hecho el joven que estaba allí para pedir la mano de su hija. Por eso lo intentaba intimidar, buscando cualquier excusa para rechazarlo. Por su parte, Lawrence, dejó que lo intimidara todo lo que quisiera o, mejor dicho, que lo intentara. Conocia de sobra aquella actitud. Dio una bocanada y expiró el humo en unos anillos que se perdían en la lona del techo. La idea habría sido hartar a su oponente. Pero, a decir verdad, hasta él mismo debía reconocer que la situación comenzaba a ser absurda. Quizás, ya era hora de hablar. — ¿Debo comenzar a hablar, Joel?— indagó con voz queda e inexpresiva.— Si a usted le place, claro está... En el rostro de Joel vio el esbozo de una media sonrisa cínica, que hizo que se le helara la sangre sin motivo alguno. Aunque, quizás solo era su impresión, pues todavía no estaba seguro con lo que se podría encontrar. —Pues, si... me place y mucho que vayamos al grano, mocoso...— respondió tajante, para luego agregar en tono aun más molesto, asqueado ante la sola mención de las circunstancias —... aunque ya me supongo que podrá ser y, te lo advierto, yo le especifiqué a tu padre, aquel idiota insolente, que te trajera aqui en el momento que se pactaron las cosas. Ya eres mayor y es a ti al que le concierne esto, no a ese ballena gorda con patas. «Ah, eso es bueno saber... No esta ofendido... al menos, no conmigo.» Reconoció el Lawrence, entre bocanadas lánguidas de humo. Aquello suponía un punto a favor. Lo usaria para ganarse al viejo con más facilidad. Si es que todavía no se lo había ganado, claro estaba. —Descuide, no me cabe duda alguna que este inconveniente es cosa de mi padre... nunca fue bueno en los negocios— respondió con sincero desinterés. En amén a la verdad, su padre siempre había sido un imbécil que seguía sin ver que su primogénito había crecido y, por lo tanto, ya venía siendo hora que le dejara las decisiones a él. De eso ya no le quedaba ninguna duda. Se echó hacia adelante, observando fijo a su interlocutor. No era un gesto casual, era adrede, pues, con esa actitud se aseguraba el ser escuchado. —Sin embargo, desearía saber la situación en la que me ha puesto...— repuso con toda seriedad— No me malinterprete, por favor. No quisiera ofenderlo, su hija, es hermosa e ingeniosa, una mujer interesante... pero, este pacto... Tan inusual y repentino... no lo entiendo y albergo dudas al respecto... Notó como Joel se sonreía divertido por lo que acababa de admitir. Lawrence podría jurar, que lo que lo divertía en realidad era la vulnerabilidad que le mostraba al hablar. Vio como servia vino en dos tazas desportilladas, le extendia una y bebia de la otra. No podia rechazarla, así que la tomó entre sus manos y bebió unos sorbos para contentarlo. Aunque, en realidad, él odiaba el vino y no tenía cabeza para el alcohol. —Debo admitir, que estoy complacido al ver que el hijo de Helena tiene más de su sangre que la de aquel payo idiota.— reconoció Joel con brusca sinceridad— y más sentido común que ambos, claro está... Tanta sinceridad que, si se lo preguntaban, Lawrence no sabía con certeza si estaba halagado y ofendido por eso. Aunque, por rigores de protocolo, prefirió decantarse por lo primero. —Pues bien, te diré que ocurre. Para ser rápido, vuestro padre me debía un favor desde antes de que nacieras y me lo he cobrado en este momento... —siguió explicando entre sorbo de vino — El pacto es con tu sangre, con la sangre de tu madre y con la de mi hija, mi sangre. Él no pinta nada aqui. Así pues, si no piensas casarte con ella en la prontitud, al menos haz el favor de tenerla bajo tu techo. Necesito que te quedes con Lorette, por su seguridad. Que no se encuentre aqui. No creas que es algo que me agrade mucho este asunto. Pero esto es peligroso para ella... Cada cosa que Joel decía, hacia formular nuevas incógnitas en la mente de Lawrence. Su cabeza comenzaba a doler y el olor del tabaco lo mareaba. Se llevó una mano a la sien, posando dos dedos en ella, intentando concentrarse y dar con las palabras precisas. —Intento entender esto, pero...— admitió con dificultad—... Pero no está usted siendo claro... ¿De qué pacto me habla? ¿Cómo es que conoce a mi madre? Y ¿Qué peligro corre Lorette? No lo entiendo... Al oírlo, Joel no se contuvo y esbozó una mueca de disgusto. Saltaba a la vista que no estaba seguro de hablar con franqueza de todo el asunto. —Veo que no te han contado nada...—le respondió el hombre bufando fastidiado— ¿Te han hablado al menos cómo tu padre consiguió la mano de Helena? Lawrence esbozó una mueca de incomodidad. Había cosas que, mejor no compartirlas. Ese pequeño pasaje de su memoria, era uno de ellos. — Sí. Cuando ella vivía, a él le gustaba alardear de aquello...— comunicó inseguro. Hizo una pausa, buscando cualquier excusa para no tener que contar esa anécdota familiar. Fuera cual fuera el motivo que unía a su madre con ese hombre, Lawrence no estaba seguro que, lo que le preguntaba, fuera algo que le gustase escuchar.
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