Capítulo 10

1717 Words
Al salir de su habitación, le ofreció el brazo para conducirla al comedor menor, donde tomarían el desayuno. Ella lo aceptó, sonriendo con coquetería, al posar sus manos en él. Mientras caminaban por el pasillo, Lawrence notó como ella tanteaba su brazo y no pudo evitar sonreír divertido mientras ponía los ojos en blanco y hacia de cuenta que no se enteraba de nada. Para él, Lorette, parecía una niña que estaba buscando su próxima travesura. Y, eso le provocaba curiosidad. De modo que esperaría a ver qué sería lo que estuviera por decir o hacer. Solo por darle el gusto, tensó el músculo de su brazo, casi por casualidad, notando como el rostro de Lorette mostraba lo que parecía ser la sorpresa. — ¡Oh!¡Vaya! A simple vista, no pareces tan fuerte, Lawrence.— comentó Lorette sin dejar de caminar, completamente ajena a la sonrisa burlona de Lawrence. Una sonrisa que, por cortesía, intentaba reprimir una carcajada de burla. Pero que , por falta de costumbre, no pudo evitar reprimir su sinceridad ante aquel halago. — ¿«Un par de mentiras que sean como la miel susurradas al oído, bastan para contentar a un hombre»?— quiso saber con su característico tono de burla. Sorprendida por aquella paráfrasis, Lorette, se detuvo para encontrarse con su rostro que ese momento se encontraba arqueando las cejas en un cinismo propio en él. El mismo cinismo que ya se estaba haciendo a la idea de que era su carácter habitual. —¿Disculpa?— indagó ella sin entender muy bien a qué se refería. Por toda respuesta, Lawrence solo encogió de hombros. Ya sabía que, quizás, ella no le mentía sobre su apariencia. Sin embargo, por la falta de costumbre y de auto confianza, no podía evitar sentir que ese halago no era otra cosa que mentira. —¡Oh! Nada importante , en realidad...— reconoció como si tal cosa mientras volvía la vista al frentr— Solo que, si tu intención es lo que me has dicho anoche, dejame decirte que deberías aprender a mentirme mejor. No lo tomes a mal, Lorette... soy, lo que parezco: un hombre de contextura delgada, alto y que no tiene demasiada fuerza, lamento decepcionarla, mangue gachi e lamma... Lorette frunció el ceño, haciendo un mohin enfurruñado, apartando la vista de él. Ella solo intentaba ser amable y, si podía ser sincera, no le había mentido en ningún momento. Realmente, para ella, él se veía en muy buen estado físico ¿Por qué tenía que decir algo tan desdeñoso como eso? Lawrence pareció percatarse de que sus palabras no fueron bien recibidas. La entendía , quizás, él había sido demasiado directo al decir eso. Aunque en realidad solo era una simple broma. «Pero ella no tiene forma de saberlo, si no me conoce realmente...» Observó comprensivo. A decir verdad, incluso a sus más allegados conocidos les era difícil saber cuando bromeaba y cuando hablaba en serio. Sonrió divertido. Si prestaba atención, hasta cuando mostraba ofenderse, se veía hermosa. Además, él no quería que ella se ofendiera por tan pequeño mal entendido. Algo debía hacer para calmarla. Sin pensar mucho, se inclinó sobre Lorette, quedando a la altura de su niveo rostro de porcelana. Le dio un fugaz beso en la mejilla y le susurró algo al oído que la hizo ruborizar. —Sin embargo, tú, estás más hermosa que anoche.— se le oyó comentar con naturalidad a la vez que llegaban a las sinuosas escaleras de caracol. Pero ese alarde de galantería espontáneo pareció no agradarle a Lorette, quien, enfurruñada, lo apartó de un pequeño empujón. Sin decir nada, Lawrence, la vio bajar un par de peldaños. — ¡Tamaña osadía, la tuya, mangue garlochin!— exclamaba enojada sin mirar hacia —¡Vaya que eres ingrato! Y, lo que es peor: ¡Te estás burlando de mi! Siguió quejándose mientras bajaba las escaleras. Lawrence por su parte, parecía estar más que acostumbrado a que ese tipo de situaciones le ocurriese, pues solo la seguía en silencio. Parecía estar más ocupado en observar el movimiento de sus faldas que de toda la retahila de reproches. En esa actitud un tanto ausente, esperó con paciencia a que se calmara, a fin de cuentas, nada de lo que le estaba diciendo era un agravio. —Pues, no... no estás en lo cierto, Lorette...— reconoció aprovechando un momento en el que ella se detuvo a tomar aire— Me burlo de tu halago, más por lo que has dicho en la noche. Pero sin mala intención. No me burlo de ti. Y por nada del mundo, deseo serte ingrato, así pues ¿Me disculparías? Si es que mi pequeña y absurda observación, te ha ofendido, Lorette. Sin moverse del lugar, aferrada a la barandilla de oro, Lorette lo observó por un momento, por encima del hombro y con cierto recelo. No se lo diría, pero no le veía la gracia a su pequeña y supuesta broma. Lawrence aprovechó la quietud para salvar las distancias y quedar a su lado otra vez. La tomó de la mano, con un gesto sutil, sintiendo como ella se daba cuenta de lo que intentaba hacer. Supuestamente, Lorette seguía ofendida con él. Pero, aun así, no lo rechazaba. Eso lo hizo sospechar de que su hermosa mujer de plata estaba tramando algo. «Veamos qué hará a continuación...» Se dijo un tanto divertido y, otro tanto, movido por la curiosidad. Deseoso de seguirle el juego, tanteó el terreno y volvió a inclinarse sobre ella. Por su parte, Lorette, volvió la cara con rapidez, al notar que él estaba a punto de robarle otro beso en la mejilla. Sin embargo, esta vez, el truco no le salio nada bien. En su lugar de un beso en los labios, como tanto deseaba, solo vio como Lawrence se detenía ante ella a unos escasos centímetros de su rostro. Lo vio reír con suavidad, disfrutando de haberle malogrado los planes. — ¡Oh, Dios mío! ¿Tanto quieres esos besos?— escuchó que él le preguntaba. Aunque a simple vista, aquella pregunta parecía ser una burla, Lorette pudo notar que, bajo ese tono de voz irónico, había una gran sinceridad. Lo vio bajar un par de peldaños y ponerse justo en frente suyo. Él se inclinó de nuevo, pero esta vez, solo para besarle el dorso de la mano. Sin dejar de mirarla a la cara. En sus ojos de cielo claro y limpio, Lorette, pudo entender que él lo preguntaba en serio. Según tenía entendido, pocas veces en la vida, se llegaba a conocer una conexión entre dos almas como lo estaba sintiendo ella, en ese momento. Verlo a los ojos, era como si estos le prometieran todo lo que ella desease de este mundo. Pero, para eso, solo tenía que ser sincera y darle lo poco que él le pedía. Ahora bien ¿Qué sería eso poco que él le pedía? Ella no lo sabía. — Ven a buscarlos, entonces...— sentenció sin dejar de sostener su mano, ni de mirarla a los ojos con actitud mansa— De ti no me iré... Aquello era demasiado profundo y, aunque no lograba entender cómo era posible que toda la situación había tomado ese matiz, Lorette, sabía que no eran palabras duchas al azar. Titubeó un momento. No exageraba si reconocía que aquellas palabras la habían tomado desprevenida. Quizás, había ido demasiado lejos al jugar con tanta liviandad. Aunque ese beso era justamente lo que ella deseaba en ese momento, por alguna razón, se sentía acorralada. Una parte de ella comenzó a sentir miedo de lo que él le proponía. Otra parte, le recordó todas las advertencias que su hermana mayor le había dado antes de dejarla allí. Bajó la vista, pensativa. «Esto es absurdo... A fin de cuentas, mangue bato me ha dicho que él será mangue ró ¿A qué tanto le temes?¿Eh?¿Chiquilla tonta?» Se amonestó molesta, mientras tomaba y hacía acopio de valor para volver a verlo a la cara. Era cierto, él se mantenía en el mismo lugar, esperando con una sonrisa paciente a que ella se decidiera. Lorette estiró la mano libre para tocarle la cara, allí donde se veía la magullada que le había dejado en la noche anterior. Lo besó con timidez, dejando que él la tomase por la cintura y la alzase unos centímetros del escalón mientras se incorporaba en su extensa altura. Del tierno beso, pasó a uno apasionado y hambriento. La necesidad y el deseo eran demasiado fuertes para disimularlos. Y, al menos en ese momento, a él no le importaba en lo más mínimo. De mala gana se separaron, el aire faltante en sus pulmones se los exigía. — Será mejor que desayunemos y empecemos el día...— comentó con un tono suave, bajando el ultimo peldaño que quedaba de la escalera y depositandola en el suelo con delicadeza. Lorette asintió y sonrió un poco embobada. Ella parecía estar hechizada por su actitud. Lo siguió por los pasillos como si caminara en un sueño, aferrada a su brazo. Se sentia cómoda, más de lo que él se hubiera atrevido a esperar. Ese detalle no dejaba de sorprenderlo, estaba siendo espontaneo, por primera vez en su vida y notaba como a ella parecía no incomodarla. No queria pensar demasiado en el asunto, sin embargo... «Ja, ja ¿y cuánto tiempo, crees tú, que durará esta farsa? ¿Eh? Seamosnos sinceros ¿realmente crees que ella te querrá tal cual eres al cabo de una semana? ¡No seas idiota, Lawrence!» Observó una voz pesimista en su cabeza. Él, por su parte, suspiró, tratando de quitarle importancia, ya parecia demasiada suerte que no lo hubiese fastidiado en todo el día de ayer. Sabía que, si lo pensaba bien, eso solo era el comienzo. Ella a lo conocía. De modo que debía cantar victoria. No todavía, cuando lo único que había entre ellos era una simple conexión espiritual. Una chispa que, así como fácil prende, así fácil se apaga. Pero ¿qué más daba? Se sentia complacido con toda la novedad del momento ¿Y si esa era una mentira dulce como la miel en sus oídos? ¡Pues, que así lo fuera! Por una vez, no pensaría tanto.
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