Capítulo 6

2010 Words
—Me disculpará, usted que sea demasiado sincero con esto...— habló Lawrence, a la vez que arqueaba una ceja en una expresión cínica y desdeñosa que a Lorette no le agradó en lo más mínimo — ...Pero... Presiento que me disgustará lo que leeré en ella. Verá, mi relación con mi padre no es muy buena. Y, honestamente, no quisiera amargarme la velada... Escucharlo hablar con aquel tono natural que indicaba ya estar acostumbrado a evadir ciertas normas de decoro y responsabilidades familiares, a Lorette, le generaba rechazo e indignación. Tentada estuvo de reprenderlo, pues en su vida había visto tanto descaro. Para un gitano, no había nada más importante que la familia. En especial, el respeto a los ancestros y a los padres. No obstante, se obligó a recordar que, él, a fin de cuentas, no dejaba de ser un simple mestizo criado entre payos de alta sociedad. —Chamuya, ostre, balsami misto la chippi cali, mangue garlochin...— susurró entre dientes, casi para sí misma, sin poder evitarlo, demostrando todo su disgusto mientras bajaba la mirada hacia la bandeja de los alimentos — Ne, reblina, ostre, a daracos e rati cali... Aquellas palabras, muy para su desgracia, Lawrence las pudo escuchar con gran nitidez. Fueron para él el equivalente a una bofetada. Se quedó en silencio, observandola roer el trozo de queso, como un tierno ratoncito. «Habla muy bien la lengua, mi corazón. Pero, no respeta, usted, las costumbres de los gitanos... » Resonaron en su mente el significado de esas oraciones. Aunque, aquello no dejaba de ser un tanto ofensivo, por la calumnia que suponía, en realidad, él, no sabía cómo reaccionar a su hiriente observación. Quizás, ella tuviera razón y, él, estaba faltando el respeto a su familia. Sin embargo, tenía que admitir que tenía motivos para eludir sus responsabilidades. Motivos que no tenía sentido hablarlos, no en ese momento. Se forzó a sonreír, como si esas palabras no le hubieran dolido. —¿Eso crees tú de mí, mangue gachi e lamma?— Indagó indiferente mientras cruzaba la pierna con elegancia — Puede que te equivoques. Mas, no pienso debatirlo en este momento. Realmente, no miento al reafirmar que no tengo interés en lo que él me diga... Aunque él quería aparentar que aquellas palabras no le importaban en absoluto, Lorette se dió cuenta de lo frágil que era en esos temas. Vió como hacía una pausa para tomar un poco de vino y luego añadir, en lo que dirigía su mirada hacia ella, con una sonrisa sugerente. Supo así que él cambiaría de tema. — ... En cambio, me interesas tú. —le dijo con sinceridad —Quisiera conocerte mejor. Cuéntame algo de ti, por favor... Ella lo observó un momento, sopesando lo que diria a continuación. Hizo un mohin con sus labios y jugueteó distraídamente con la copa que llevaba en sus manos. Ya se estaba haciendo a la idea que ese hombre no era para nada sencillo de sobrellevar. Sí por ella dependiera, lo dejaría ser y hablaría de otras cosas. Pero, por desgracia, a ella la habían enviado para, justamente, hablar de lo que esa carta, que él no quería leer, explicaba. De modo que, tendría que ser creativa y buscar la manera de obligarlo a hacerlo, sin que él se diera cuenta. — Pues...— comenzó hablando con una voz aparentemente inocente.— ¿Qué debería decir? Solo soy una chavala calorra que ha sido prometida a un apuesto calé bari... Aunque , debo reconocer que, este, es un poco testarudo en algunas cosas. Decir que, aquella confesión, lo había tomado desprevenido, era quedarse corto y subestimar la capacidad de decepción de Lawrence. Más que seguro, sería admitir que, para él, aquello fue el equivalente a un baño de inmersión en agua helada... Y en lo más crudo del invierno. «Ya me lo decía yo... demasiada suerte para mi... y menudo problema tendré si sigo con esto...» Se dijo con desgano sintiendo que algo en su interior se derrumbaba. Apartó la vista en gesto hosco, apuró su copa, la vació hasta un poco más de la mitad. Con el orgullo herido, se obligó a sonreír. — Pues...— inició con un gesto tenso que indicaba que aquello no le gustaba en lo más mínimo, pero que intentaba disimularlo.— ¡Enhorabuena, mi bella dama! menuda suerte la de su prometido. Por respuesta obtuvo unas risitas de parte de su ella. Unas risitas que indicaba una broma que no queria ser contada. Arqueó las cejas, confundido por eso ¿Acaso había dicho algo malo? No estaba seguro. —¿No piensas leer la carta? ¿Verdad? Lawrence— fue la respuesta que ella le dio ante su mirada inquisitiva. La sola mención de esa carta horrorosa hizo que Lawrence rodara los ojos en una reacción por demás caprichosa. Lorette volvió a reír divertida. Debía reconocer que se la estaba pasando en grande. —Ni tú piensas decirmelo...— replicó él con cierto recelo, no le gustaba el matiz que estaba tomando la situación.— ... y, sin embargo, he de reconocerte que, muy a mi pesar, me estás siendo ingrata y te burlas de mi. Ella no hizo ademán de responder, pero algo en su mirada divertida le decía que debería leer aquella carta. Observó el papel con desconfianza, no queria arruinarse la noche con aquellas palabras, conocía a la perfección la actitud de su padre y todo lo que viniera de él era una gota más en el enorme vaso que simbolizaba su paciencia. Se tomó su momento, mostrando su determinación a no leerla... pero, al final la curiosidad pudo más que su tozudez y rompió el lacre dorado... Lorette reia a carcajadas sin poder disimularlas, ante un Lawrense desconcertado. Él por su parte la observaba en un silencio sorprendido para luego releer la carta y volver a verla, repitiendo así la misma escena dos veces más. — Esto...— consiguió articular en un susurro dificultoso, olvidándose del decoro y la cortesía que ameritaba la ocasión .— esto es una locura... La joven dejó de reir, consternada y desconsertada ante aquellas palabras. Lo observó con pesar, haciendo un mohin con sus labios, como a una niña que le hubieran dicho que no al pedir un dulce. Eso lo vio el hombre, ese gesto en aquel rostro fue una puñalada para él. «Cuidado con lo que dices, idiota.» Se reprochó con fastidio. Apartó la misiva y la tomó de las manos, mirándola de frente. Sabia lo que decían aquellos hermosos ojos verdes, tenia que buscar la forma de hacerles entender sus preocupaciones. Le sonrió con cautela y acarició su mejilla. Ella se sorprendió ante aquel tacto, pero no hizo ademán de rechazarlo. «Parece tan cerca y tan fácil de tenerla... que hasta desconfío y siento que todo esto no es más que un estúpido teatro.» Se admitió a si mismo con un poco de pesar y le dio un ligero beso en la frente, aunque debía admitirse que su objetivo real eran sus labios. Pero, sabia muy bien lo que podría pasar si lo hacia y no deseaba correr ese riesgo, no si sus intenciones eran otras. — No me malinterpretes, mangue chavela... — comenzó hablando en un susurro tenue. Mirándola con seriedad a los ojos.— no me disgustas, en lo más mínimo solo que... Hizo una pausa, dándose cuenta de esas incongruencias. Solo que... ¿qué era lo que realmente se lo impedía? — ¿Solo que...?— indagó apremiante Lorette, mas fastidiada que curiosa, odiaba cuando las cosas no salían tal como ella quería.— Si no te disgusto... no puedo entender el motivo por el que no quieres esta unión ¿o no eran esas tus propias intenciones al decir que me buscarías? Lawrence, por su parte, seguía intrigado ¿cómo hacia aquella jovencita para pasar de la timidez a la osadía de una manera tan rápida? No pudo reprimir una sonrisa de lado en la que indicaba satisfación de verse atrapado en un momento de dudas internas. Le gustaba ese juego que ella era capaz de crear con ese carácter caprichoso y travieso. «Es más astuta de lo que aparenta... Aunque me atrevo a decir que me subestima un poco...» Se admitió mientras le acariciaba la mejilla. — No nos conocemos realmente... esa es la cuestión para mi..... —informó tajante, a la vez que se encogía de hombros.— ¿Acaso sabemos si tú me podrás acompañar cuando las cosas que vivo en el día a día me sobrepasen? ¿Yo podré realmente cumplir mi promesa de respetarte, cuidarte y amarte hasta que la muerte nos separe? Bien hablaba en serio. Esas eran, en resumen sus preocupaciones y quería que ella lo entendiera. La observó a los ojos, sintiendo cierta ternura por ella y aun más ternura intentó impregnar en su voz al hablar. —No, mangue gachi e lamma, neo nos engañemos, te lo ruego. No nos conocemos y esto es algo que no se puede tomar a la ligera. Entre nosotros, no hay nada... solo una chispa... Ella entorno los ojos, adoptando una actitud que a Lawrence le olía a peligro. Aquello no le gustaba en lo más mínimo. No era para menos, sentía que todos sus esfuerzos por hacerla entender su postura, eran en vano. Odiaba sentir que le hablaba al aire. Vio como ella cambiaba de postura y se acercaba aun más. Él, por su parte, aunque sabia que esto era jugar con fuego, le admitía tener cierta curiosidad de ver hasta donde podría llegar aquella muchacha, así pues, la dejó hacer lo que quisiera. Vio como Lorette posaba una mano juguetona en su pecho amplio y le sonreía, seductora. Él, sonrió a su vez, ladino y satisfecho por lo que ocurría. Conocía aquel juego, no se dejaría engañar con facilidad. Vio como ella se aproximaba aun más a él y lo besaba en los labios, saboreándolo con la torpeza que da la falta de experiencia, mientras le tomaba las manos y las conducía hacia su cintura. A decir verdad, no lo hacía tan mal. Debía reconocer que, ella tenía su encanto. Él dejó que aquello pasara, aunque , en su interior, se encontraba rogando por no perder el autodominio que necesitaba en aquel momento. Ironicamente, se sentía, por una vez en su vida, el hombre con más suerte del mundo al tener esas atenciones. Decidió así, darle un poco de lo que ella deseaba y estrecharla contra su cuerpo, correspondiendo a aquel beso. — Pero una chispa puede encender una gran hoguera, mi amado calé...— le susurró ella languidamente al oído. Ahí, justo ahí, fue cuando él cayó en la cuenta de que, otra vez, ella, volvía a intentar aquel hechizo. Pero, al menos, en ese momento, Lawrence ya estaba precavido, de modo que, no le fue muy difícil cerrar de nuevo su conexión con ella y centrarse en su propia energía. Lastima que en esa oportunidad el problema era él y sus deseos. —Una hoguera que puede apagarse en cuestión de minutos si no se la sabe mantener...— le respondió sintiéndose absurdo ante su propia explicación, con muchas ganas de mandar todos sus argumentos al carajo y poseerla en aquel momento. —Venga, déjate de juegos y usa la cabeza, esto no es cosa de precipitarnos... Ella, por respuesta, solo se acurrucó en su cuello, mientras lo acariciaba distraídamente entre el lóbulo de la oreja y el cuello, sintiendo la suavidad de su piel. Se mordio el labio inferior en una mueca de disgusto e impaciencia. Algo que a Lawrense, no le pasó desapercibido. Con ello, se atrevió a creer que ya casi la tenia en su trampa. — Hablas mucho, mangue calé...— admitió al ver como él seguia en sus negativas.— ... Pero, mis hermanas, bien dicen que, los hombres, en realidad, son criaturas tan simples, que basta con un cøñø rosado y apretado junto a un par de mentiras, que sean como la miel, susurradas al oído para mantenerlos contentos...
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