Capítulo 7

1588 Words
— Hablas mucho, mangue cale, y eso aburre ¿Sabes? ...- admitió al ver como él seguia en sus negativas.—... mis hermanas dicen que, los hombres son criaturas tan simples que, basta con un coño rosado y apretado junto a un par de mentiras que sean como la miel susurradas al oído, para mantenerlos contentos. Así que, asumo que contigo será lo mismo ¿Por qué te niegas tanto, entonces? «Mal empezamos, mi pequeña mujer de plata... Mal empezamos...» Reconoció Lawrence, con cierto desdén al oír aquellas suposiciones. Ya sabía que ella desde el principio lo estaba subestimando. Al comienzo, no le molestaba eso. Por el contrario, pese a ser muy orgulloso, encontraba actitud caprichosa y altanera como algo divertido. Hasta que ella tuvo la osadía de decir esas palabras. Odiaba que creyeran que él solo era un simple hombre. Odiaba que lo asumieran. Porque, si tenía que ser sincero, él, durante todos esos años de su vida, se había esforzado mucho en no ser justamente eso. La tomó con fuerza y la obligó a verlo a la cara. Su rostro era la viva imagen de la desilusión, aunque eso era un simple camuflaje que tapaba el enojo. Llevó una mano experta hacia su nuca y la besó con deseo, hambriento. Lamió sus labios para volver a tener aire y volvió a besarla, dejando entrever su deseo y lo peligroso que podría ser. «Si la niña no quiere entender por las buenas...» Pensó, observando en los ojos verdes de Lorette, la sorpresa y algo del miedo que él mismo había provocado. Quizás, él estaba siendo demasiado duro con ella, pero tenía que demostrarle de alguna manera que se estaba equivocando. Y si esa forma de hacerle ver el error, implicaba cobrarse la venganza por aquellas palabras, más que mejor. Se acercó a ella. Por un momento, Lorette creyó que la besaría, pero no fue así. —Siento informarte que... Los cøñøs se arrugan y se ensanchan...— le dijo en un susurro retenido y vibrante junto a su oído. En sus manos, Lawrence la sentia temblar. Tangible podía notar su miedo. Debía reconocer que, en ese momento, se odiaba a si mismo por eso, pero era lo que él queria. O, al menos de eso era lo que intentaba convencerse. — ... y las mentiras siempre terminan por saber a hiel...— sentenció con aspereza apartándose un poco para verla a la cara — Muy a mi pesar, debo admitirte que no me agrada la perspectiva de lo que tienes para ofrecerme ¿es acaso esa la imagen que tienes de ti misma, Lorette? ¿es acaso que solo persigues una relación vacía, basada en bajos instintos? Los labios de Lorette temblaban, el miedo se reflejaba en sus ojos. Si él se daba cuenta de eso, no tuvo intención de demostrarlo. Al contrario , fue más allá y decidió sonreír con malicia. Ella lo vio relamerse el labio superior en la actitud de un depredador que estuviera por atrapar a su presa, a la vez que paseaba la mirada, lascivo, sobre su pequeño cuerpo, dandole a entender que la desnudaba en su pensamiento. Como si no estuviera satisfecho con lo que ocasionaba, Lawrence, fue aun más lejos con sus propias palabras. Clavó sus ojos de mirada entornada y cínica en los labios de ella, como si ya los estuviera devorando en su mente. Eso a Lorette, le gustó aún menos. — Si es eso lo único que deseas, puedo complacerte ahora mismo. Créeme que no me seria difícil, mangue gachi.— concluyó de manera tácita y sugerente. Pero, una parte de él comenzó a hacer ruido en su cabeza, alertándolo de posibles errores por sus actitudes. Disimulando su miedo, dejó que ella se apartara de él. No dijo nada pero sus ojos seguían clavados en Lorette. Esperando lo que sabía que ocurriría. Por su parte ella lo observaba consternada y un brillo en sus ojos le indicaba a Lawrence que estaba ofendida por sus palabras. Cosa que él entendió muy bien. A fin de cuentas, le había dado muchas razones para sentirse así. Él sabia que había ido demasiado lejos, pero ¿cómo conseguir que lo tomara en serio? Su idea había sido demostrarle simplemente que lo que ella dejaba suponer, nunca llegaría a buen puerto. Quizás, había sido muy duro con su lección. Pero, las lecciones no siempre podían ser amables, a veces, tenían que ser hirientes para que se las aprendieran como era debido. Sin embargo, algo en su interior le dolía, algo en él, se arrepentía de no haberle seguido el juego... «¡Cielo santo! Esto es ir demasiado lejos ... ¿ Qué tal si ella..?》 ¿Y si ella, gracias a esa lección innecesaria, no queria saber nada de él? Lawrence era consiente de ese riesgo. Pero, recién caía en cuenta que no era eso su intención. Para nada deseaba ese resultado. Lorette frunció el ceño, asqueada y lo abofeteó con una fuerza que a él no le parecía normal, dada la anatomia pequeña que ella poseía. No respondió a aquello, sabia que se lo merecia o preferia dejar que ella se desquitara por haberle arruinado los planes. Se haría cargo de sus errores, lo tenía decidido. —¡Eres odioso!— chilló enfadada como una niña, como la niña que realmente era.—¿Cómo te atreves a tratarme como a una simple ramera? ¡Eres despreciable! Ante aquel reproche no intentó defenderse tampoco, aunque le dolia, no se lo demostraría, pues, era demasiado orgulloso para hacerlo. Se llevó una mano a la mejilla magullada y se encogió de hombros, sin dejar de mirarla a la cara con ojos frios. Sonrió irónico, altivo . —¿Qué esperabas que ocurriera si usas esas artimañas?— indagó con una tranquilidad increíble ante el silencio desconcertado de ella —¿acaso crees que solo ustedes, las mujeres, saben jugar a esos juegos? Yo también conozco esos hechizos. Así que, no te confundas y, te ruego que, no me subestimes, por favor. Sí de algo tenía que sentirse agradecido, era justamente por esa posibilidad que había provocado. Al menos, debía reconocer que, si no la hubiera hecho enfadar, quizás, no habría tenido oportunidad de mostrarle sus límites. —No soy tan fácil de contentar y, disculpa la aspereza de mis palabras, pero, si deseara un cøñø y unas cuantas mentiras, bien podría pagármelas y no estar con juegos de niños. Esto que me dices, no es un compromiso real, abre los ojos de una buena vez. Ella lo observó y bajó la mirada avergonzada. O, al menos eso era lo que a él le parecía, tanto así que, al verla morderse el labio, creyó que estaba apunto de llorar. Sintió el deseo de contenerla, mientras el alfilerazo de la culpa lo torturaba. La vio llorar y esa culpa en su interior se ahondó. Quizás, estaba cayendo en una sutil trampa, pero no le importaba. Era más la necesidad de calmarla que su propio orgullo, modo que la rodeó con sus brazos, en un gesto protector, dejándola desahogar su angustia. — Dices... — gimoteó Lorette mirándolo implorante, al cabo de un rato de llanto suave.—... dices que un compromiso así no es para precipitarse, pero ¿y si existiera la posibilidad de conocernos mejor? «Bravo, mi niña. Me has oído.» Pensó, él, con ironía. A fin de cuentas, era justo lo que intentaba decirle. Pues, lo que le sugería la carta de su padre no le gustaba en lo más mínimo. En amén a la verdad ¿A quién rayos le podría llegar a parecer una buena idea que la desposara lo antes posible? Al menos, a él, no le convencía esa orden. — Esa perspectiva me gusta más...— respondió acariciándole la mejilla con ternura para luego agregar en lo que se apartaba un poco y le extendía un pañuelo de seda para que se limpiasse la cara —... ahora, iremos a dormir, ya es muy tarde. Pero mañana, después del desayuno, iremos a hablar con tu padre. Vio que ella intentaba objetar. Pero, la detuvo, al posarle su dedo índice en los labios, como a una niña a la que se le pide silencio. A su suerte, surtió el efecto deseado y vio como apartaba la vista, enfurruñada. Él sonrió y le dio un beso en la mejilla. — Dejame terminar de hablar...— le pidió al oído, con calma — Creo estar en mi derecho de saber en donde estoy parado. Eso es lo que quiero hablar con tu padre. No te preocupes, realmente, deseo estar a tu lado, quiero conoceros mejor y que me conozcais mejor... pero todo esto, debo decirselo a tu padre ¿Te encuentras más tranquila? Ella lo miró, recelosa porque nada había salido de acorde a sus planes. O, al menos, eso entendió Lawrence, al verla a los ojos. Pero, sabía que en gran parte, podría estar subestimandola. De eso, la única culpable bien podría ser ella ¿Cómo si no? Si sé había pasado toda la velada intentando manipularlo. Suspiró resignado, decidido a dejar de lado ese pequeño rencor que todavía le quedaba pendiente. Al fin y al cabo, sabía que aún faltaba conocerse mejor, de eso, no le cabian dudas. Llamó a Mary, la vieja criada, para dejar en claro las instrucciones de los preparativos para el día siguiente. Luego le pidió amablemente a Lorette que lo siguiera. Él la escoltaria hasta su habitación. Nada podría salir mal ¿verdad?
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