Capítulo 8

1801 Words
Las escaleras de mármol que daban a las habitaciones principales, donde ella pasaría la noche, se veían simplemente magníficas. Lorette, observaba aquella magnificencia arquitectónica con sus enormes ojos llenos de curiosidad. Durante el camino, Lawrence no pudo evitar sonreír enternecido por esa reacción de asombro que llevaba ella grabada en su rostro. «¡Y espera nada más a que veas la sala de música! O quizás prefieras nadar en la piscina del invernadero...» Se sintió tentado a comentarle, pero no se atrevía. Una parte suya todavía se retorcía de vergüenza por lo ocurrido minutos antes. Junto con otra parte que le recordaba que era de muy mala educación hablar de lo que se tenía. No fuera cosa que ella confundiera su entusiasmo por complacerla con arrogancia. De modo que, aunque la escuchaba exclamar con asombro por cada mínimo detalle que ella lograba percibir en aquel breve recorrido por la pequeña finca, él se tragó todas sus palabras y caminó en silencio a su lado, haciendo de cuenta que no se enteraba de nada. De todas formas, el viaje fue muy breve y, en un pestañeo, llegaron a las habitaciones asignadas para que ella pasase la noche. Él le abrió la puerta y la dejó pasar. Una vez más, se enterneció al ver como ella se asombraba por el lujo de la estancia a la vez que se atrevía a cruzar la puerta dando tímidos pasos. No podía dejar de sentir que todo eso era un sueño del que no quería despertar. — Espero sea de tu agrado, Lorette.— le dijo desde el umbral, reacio a dejarla sola a la vez que ella se sentaba en la gran cana con dosel y le sonreía radiante. Una parte de él no quería irse de allí y, verla radiante y sonriente, le ponía las cosas sun más difícil. Pero, sabía que no era correcto estar allí. De modo que se armó de valor y se forzó a sonreír con calma aparente. — He de irme a dormir, mañana nos espera un día largo. — insistió, solo por decir algo que le sirviera de excusa para despedirse — Te recomiendo que tú también descanses, buenas noches. Por un momento, mientras se daba la vuelta, vió como en los labios de Lorette se formaba un tierno y berrinchudo mohin, para luego sentir como si algo le tironeara de la manga de su traje. Sin asomo de sorpresa, pues intuía que era solo solo su imaginación que creaba ilusiones como aquella, miró hacia atras, por encima del hombro. Como ya lo sabía, no había nada a su lado. Nada había cambiado. Lorette se encontraba en el centro de la habitación, sentada sobre la enorme y acogedora cama de roble oscuro adornada con su dosel de terciopelo rococó, similar a sus labios. Los mismos que llevaba en un mohin, como si le estuviera pidiendo un beso. Lawrence giró todo el cuerpo y le devolvió una mirada de curiosidad. Aunque tenía cierta certeza, también tenía tenía dudas por saber qué se le estaba rogando en aquellos ojitos verdes que parecían estar gritando en silencio. Lawrence suspiró y se adelantó un par de pasos hacia ella. Comenzaba a sospechar que había algo más que solo una vaga conección espiritual entre ellos. Fue así que se preguntó qué tan consciente sería ella de lo que hacía. —¿Qué ocurre?— indagó él, acercándose con una sonrisa, haciendo de cuenta que no se enteraba de nada. Al verlo caminar en su dirección, Lorette se sorprendió. Era cierto que no quería estar sola. De hecho, a ella no le gustaba dormir sola y, por eso, solía compartir sus mantas con sus hermanas. Pero, jamás se hubiera atrevido a esperar que él se diera cuenta de algo. Menos aun, que pareciese responder a ella. Recordó lo ocurrido minutos antes y sus mejillas se encendieron. Quizás, él estaba aprovechando la situación. No era algo que le debiera de sorprender, al fin y al cabo, Lorette sabía que, por más caballeroso que fuera, él, no dejaba de ser un hombre. «Y mestizo... Cosa que todo el mundo sabe que los mestizos son mucho peores que los payos o los calorros. Los mestizos no respetan nada...» Observó desviando la vista a un costado. Al menos, eso era lo que se sabía de los mestizos, hijos de payos y calorra. De todas formas, sabía que no era buena idea que la situación se extendiera un poco más. De modo que se propuso inventar cualquier excusa. — ¡Oh! No es nada.— respondió ella con tenue rubor en sus mejillas y una sonrisa tímida en los labios, fingiendo inocencia.— Solo quería agradecerle por su hospitalidad y... Pedirle disculpas por... Dejó la frase en el aire, sin terminar, y se señaló la mejilla con actitud casual. Bien, lo cierto era que no creía que le debía disculpas por ese golpe, estaba más que segura que él mismo se lo había buscado. Pero, algo debía decirle y creía que eso era una buena excusa para buscar conversación. Porque, por más que sabía que no debería estar insistiendo en su presencia, una parte de ella deseaba que él no se fuera. Al fin podía verlo de frente y eso era lo que ella tanto había deseado en esos meses de verlo en sueños. Al fin podía tenerlo a su alcance y tocarlo. Como en ese momento quería hacerlo y por eso, extendió su mano, amagando con acariciar su mejilla magullada. Un raspón de nada, que al día siguiente no se notaria. Lo vio correr el rostro, esquivarla y tomar su mano entre las suyas. Lawrence le dirigió una sonrisa y a ella le pareció que sus ojos azul claro se iluminaron también. —¿Por golpearme?— indagó Lawrense divertido.—Oh, deja eso. Es un honor que lucire con orgullo. Algo que me lo tenia bien merecido, a decir verdad. Si, fue mi intención asustarte un poco, para que me escucharas. Sin embargo, soy consiente que, fui demasiado lejos. Tienes todo el derecho de estar enojada por ello. Lorette lo observó un momento, buscando algo más que decir. Como si estuviera intentando retenerlo de alguna manera. «No quiere que la deje sola...» Observó él, mientras veia como ella volvía a amohinar sus labios con tozudez. Quizás, el asunto no se debía solo al hecho que no quería estar sola. Por ahí, él no se equivocaba al pensar que, también, sentía algo de culpa por lo ocurrido. —No debí haberlo golpeado...— respondió ella observándolo con terquedad — insisto en implorar su perdón. Internamente, Lawrence, no pudo evitar sonreír. La situación era un poco absurda. Como la que podría llegar a ocurrir cuando dos niños orgullosos se resistían a seperarse. Fácil para él sería extender esa comedia absurda. Aun más fácil le sería dejarse llevar por sus anhelos y quedarse a su lado toda la noche, si así ella lo quisiera. A fin de cuentas, él también lo deseaba. No obstante, a su edad, sabía muy bien que, lo que se deseaba, no siempre sería lo que debía. — Perdonada estas, pues...—respondió intentando zanjar la discusión—...dejalo ya... Vio, en ese par de ojos verdes, como ella se preparaba para insistir. Cosa que, lejos de exasperarlo, lo alagaba. A ella le debía reconocer el mérito de la perseverancia. Pero, reconocía también que, si ella era insistente, él lo era aun más. No pensaba dar el brazo a torcer, menos a una mujercita a la que, en teoría, le debía obediencia. Sin embargo, en esas cuestiones, él no tenía nada de determinación. Solo un absurdo orgullo que lo hacía insistir en algo que ambos sabían no tenía sentido. De modo que, si quería dar a entender quien mandaba, debía jugar de otra manera. — Espero que duermas bien, mi dulce dama. Dispensame que me marche y te deje sola. — le adelantó, mientras dejaba que su mano se posara en la barbilla de ella para que lo viera a los ojos y supiera que hablaba en serio — Aunque yo deseara quedarme aqui contigo, creeme que seria demasiado peligroso para ti. Acto seguido, la intentó besar en la frente. Pero ella fue más rápida y alzó el rostro lo suficiente para que la besara en los labios. Sorprendido por su descaro, la oyó reír divertida ante aquello. — Me disculpará usted... No me gusta que me besen en la frente, mi señor.— fue su inocente respuesta, añadiendo al final, con una sonrisa juguetona.- ademas, tus labios son los suficientemente deliciosos como para conformarme con besos castos. Sin saber que decir, Lawrence rio entre dientes, nervioso al verse tan expuesto. Lorette lo estaba conociendo demasiado bien. Esta vez, su jugueteo era genuino. Eso era algo que a él le gustaba más que lo ya demostrado. Le generaba más confianza verla ser sincera y espontánea. Al menos, no se sentiría manipulado si reaccionaba a ella. —¡Oh! Vaya... Así que quieres jugar a ser una niña mala ¿verdad?— le susurró con suavidad al oído. Con regocijo, notó como ella se estremecía de sorpresa. Sonrió con malicia, mientras una de sus mano la tomaba por la nuca y la otra bajaba hacia la cintura. —Creo que ya tendrás tiempo para eso... — le recordó sin dejar de mirarla con calma—... pero, ahora, deberias intentar dormir, Lorette. Vio como ella estaba en su poder y no hacía nada por impedirselo. Al contrario, parecía estar gritando con su mirada que hiciera de ella lo que quisiera. Sin saber cómo ni cuándo, la besó, sintiendo como ella le ponía las manos en el pecho y lo dejaba estrecharla contra él. Cayeron en la cama, enredados en ese beso, sin preocuparse de posibles problemas que podrían ocurrir después. Se quedaron así, en silencio, tendidos sobre la cama, por un largo rato. Escuchando el latido de sus corazones que parecían retumbar en la habitación. Él, la observó un momento, para luego estirar la mano y acariciar su rostro. De esta forma, la volvió a besar con gentileza. Un beso suave y largo, sintiendo como ella lo abrazaba por los hombros, como si quisiera impedirle, de esta forma que no se fuera de su lado. Pero, él no podía quedarse, al menos no esa noche. De modo que, con acopio de valor, se separó y le sonrió satisfecho al ver las mejillas de Lorette arreboladas y sentir su respiración jadeante. —Que descanses, mangue gachi e lamma.— dijo en un susurro tenue antes de salir de la habitación sin mirar atrás. «Dios mío, dame fuerza y templanza, esto no será nada fácil...» Pensó al entrar en su habitación y tirarse sobre la cama. Sabia que no iba a lograr dormir, pero al menos lo intentaría.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD