—¿Alteza? —llamé con un nudo en la garganta. Esperé su respuesta mientras seguía tocando la puerta del baño con el último dejo de compostura que me quedaba... Respetando las normas y el maldito protocolo, pese al pánico que se estaba instalando en mi pecho; pero al no tener respuesta terminé doblegándome a mis impulsos, pateé a la altura de la cerradura, embistiéndola y abriéndola de par en par... La imagen que se presentó ante mí me hirió mucho más de lo que creí mientras era consiente de esa posibilidad tan solo segundos antes. Vistiendo una bata de seda verde, con el cabello suelto cayendo sobre su rostro y con la mirada perdida, estaba la Princesa, metida en la tina, mientras esta se desbordaba y el agua corría inundando todo el baño, arrastrando algunas pildoras junto con el envase.