Aquel beso fue el mas dulce de todos, porque fue el de nuestra reconciliación. Este lugar, esta oficina, mi Alex y el perfecto ambiente, con sus manos sobre mis caderas, mi trasero pegado al escritorio y el cuerpo de Alex empujando al mío. Retenía mis manos, para no quitar aquella chaqueta que él hace poco se había puesto. Debajo sentía su chaleco, camisa blanca y ese color azul que tan bien le quedaba. Tuve que apartar mi rostro para admirar a este hermoso hombre. El aprovechó para retirar su chaqueta y mis manos se aventuraron a tocar su pecho, recorrer el chaleco y sus brazos. —¿Has estado haciendo más ejercicio?—pregunté. —En algo tengo que gastar toda mi energía. — tan solo responder y volvió a besarme. Escuché la puerta abrirse y Alex se apartó con lentitud. —¡Lo siento! Le di