Eva salió corriendo con su mochila al rastro cuando le dije que Alex estaba en la puerta, ella sabia que pasaría todo el día con nosotros y que al llegar del colegio lo iba a encontrar aquí. Esperó este día toda la semana. Ambas.
— ¡Alex!— el extendió los brazos y ella se le lanzó encima. Cuando la levantó por los aires la mochila se cayó y los dos no dejaban de reírse.
Desde la primera vez se habían llevado muy bien, a ella le agradaba mucho. Estaba emocionada.
— Buenos días, Eva. ¿Lista para ir al colegio?
— Si, pero mi autobús está a punto de pasar.— recogió la mochila del suelo y yo me les uní. Alex se veía tan radiante. Mi corazón saltaba de emoción, ¿Qué haríamos todo el día? ¡Todo el día! Esto me estaba poniendo muy nerviosa.
— Buenos días, Alex. — se acercó para besar mi mejilla.
— Buenos días, Isa.
Me crucé de brazos sin saber que hacer o decir, la emoción me podía, dejándome algo atontada. El tenia su hermosa sonrisa sin dejar de mirarme.
— El autobús. — anunció Eva, sacándonos de nuestro trance.
— Si, si. El autobús. — la tomamos de la mano, cruzando la calle para llevarla a la parada. — Recuérdalo siempre, te amo Eva. Pórtate bien, nada de peleas. No chilles y deja de hablar tanto dentro del curso.
— Si, mamá. — tocó mi rostro para darme un beso. Había crecido, pero yo seguía sintiendo sus manos muy pequeñas, era mi pequeña. — Hasta luego, Alex. — agitó su mano ya en la puerta sin dejar de arrojarme besos.
El autobús se marchó y Alex y yo nos quedamos allí, viendo como se iba.
¿Ahora qué?
— ¿Has desayunado?— le pregunté, girándome para darle el frente.
— No. Tenía planeado hacerlo contigo. ¿Tu si has desayunado?
— Yo tampoco. Vayamos a casa. — los pasos eran silenciosos, cuando abrí la puerta, cubrí mi mano con mi cuerpo para que no notara el temblor de mis manos al abrir. Lo guié a la cocina y el tomó asiento. — No conoces mi casa. ¿Quieres verla?
— Claro. — salimos de la cocina, nos dirigimos hacia el salon, le mostré el baño, la habilitación de Eva y luego la mía, con la cama aun sin arreglar.
Volvimos de regreso a la cocina.
— Tengo tostadas, frutas, cereales.
— Comeré lo mismo que tu.
— Cereales. — saqué dos tazones y los llené con el cereal, extendiéndole el suyo para que se echara la leche deseada. Me senté frente a el. ¿Toda la mañana seria de tanta tensión? Sentía que mi corazón iba a explotar. Los latidos golpeaban con mucha fuerza mi pecho.
El único sonido en la cocina era el nuestro al masticar los cereales.
¡Por favor! ¿Quién podía verse tan bien masticando?
Su mano derecha viajó en mi dirección y yo me quedé inmóvil, observándolo. Intentaba ocultar una sonrisa, su pulgar se deslizó por la comisura de mis labios, retirando un poco de leche que se había escurrido.
No se si era el cereal, la leche o los nervios, pero sentía un fuerte cosquilleo en mi estomago, que lejos de ser agradable era un poco extraño.
No podía seguir comiendo, no pensé que sería tan difícil estar cerca de Alex, solo llevábamos unos veinte minutos y mi cabeza iba a explotar. Estábamos solos en casa, me sentía tan… ansiosa. ¿Por qué?
— ¿Estas bien?— rodeó la mesa, quedándose detrás de mi, sus manos se quedaron en mis hombros, tocándolos con suavidad.
— Eso creo. Quizás algo nerviosa. — tuve que admitirlo, era más que evidente.
— ¿Por qué?
— Aunque lo supiera, no sabría controlarlo.
— ¿Quieres ir a otro lugar, salir de casa?
— Tengo que tomar baño. ¿Me esperas en el salon?
— Claro.
Fue necesario bañarme con agua fría, la tensión que sentía con Alex en el salon me estaba volviendo loca. No podía controlar esa rara sensación en el estomago, ¿serían mariposas de esas de las que muchas personas hablan? ¡Pues quería que se fueran! Solo arruinarían mi mañana con Alex. Estregué mi cuerpo, frotando mis senos, solo que no parecía una manera de bañarme, ¿me estaba tocando? Mi respiración se agitaba mientras tocaba mis pezones llenos de espumas, no era mi toque lo que me excitaba, era la imagen de Alex, desnudo en el baño conmigo. Bajé mis brazos y ahora puse el agua caliente, la fría no estaba ayudando. Y aquella sensación seguía allí.
Salí del baño con miedo de los deseos de mi cuerpo.
Ya había tomado una decisión, no teníamos nada, no podíamos tener nada, yo me marcharía . No podía dejar Alex atado a un regreso que no tendría fecha.
¿Qué tal una despedida? Una ultima vez. Podría ser justo para los dos y no tenia mucho de malo, ¿o si?
Sequé mi cuerpo sin vestirme, mirándome al espejo.
Abrí la puerta del baño, salí al pasillo, sintiendo el aire frio en mi cuerpo, pronto se calentaría. Cuando Alex escuchó mis pasos, levantó la mirada.
Sus ojos iban derritiendo cada parte de mi cuerpo que observaban. El frio desapareció y allí estaba nuevamente, ese caliente.
Alex se puso de pie, sus pasos eran tan lentos que sentía mi boca secarse. Fue eterno hasta que él llegó a mi.
— Esto me trae recuerdos. — solté con lentitud, mi mano de forma involuntaria tocó mi pecho derecho, recordando aquella vez en la que me desnudé para el, la primera vez. Donde no pudimos llegar a nada por ser interrumpidos por su tío y el imbécil de Basil.
Su mano se colocó sobre la mía y yo abandoné mi pecho, dejando la suya sobre él, su mano libre recorrió mi otro pezon, subió por mi hombro y bajó por mi brazo, estremeciendo mi piel. Tocó mi cintura y se detuvo sobre mi trasero, lo apretó con ligereza y forzó mi cuerpo para acercarme al suyo. Creo que sus ojos ni pestañeaban, derretían mi cuerpo y mis piernas temblaban.
— Que yo recuerde, esa vez no terminó muy bien. — tomó mi mentón, deslizando su pulgar para acariciar mis labios. ¿Cuándo Alex se había vuelto tan atrevido? ¡Me encantaba!— Pero me llegan otros mejores recuerdos que ese.
— Siempre pueden haber mejores recuerdos.
Bajó su rostro para besar mis labios, ahora eran sus dos manos las que estaban sobre mis nalgas, pegándome contra su cuerpo, plasmándome allí, mis pies se empinaron buscando cercanía con otra cosa que ya sentía muy abultada.
— Hagamos otros recuerdos. — sus manos me levantaron un poco por mis costados y mis piernas se enrollaron a él, pensé que me llevaría a la habitación, pero no fue así. Mi espalda se vio pegada a la pared, los labios de Alex, recorrían mi cuello, soltando gemidos de mis labios. Cerré mis ojos, perdida en el placer que a Alex le iba proporcionando a mi cuerpo.
Pero faltaba algo, lo necesitaba desnudo, sobre mi o yo sobre el.