La propuesta del Jefe

2956 Words
Salome abrió los ojos, se dio cuenta que todo era blanco y de colores neutros. No era su habitación definitivamente, esa era la habitación de un caballero y la colonia que invadía el lugar le daba una idea. Revisó debajo de las sábanas, se encontró con un camisón blanco sobre su cuerpo y un diminuto short la cubría. Lo que hizo que pueda respirar tranquila. Sólo así recordó que lo vivido a noche no era un sueño, en realidad su jefe fue por ella al antro, escuchó su discurso y existieron dos besos de por medio en el baño al llamarlo gay ¿Estaba en problemas? Salió de la habitación despacio, quizás él no estaba y le daba tiempo para abandonar el lugar. Bajó al segundo piso observando el lujoso departamento, fue hasta la gran puerta e intentó abrirla, Al hacerlo se topó con unos hombres quienes la detuvieron. Sonrió e intentó salir como cualquier otra persona invitada. - Lo siento mucho, pero no puede irse. – le dijo uno de los hombres al colocarse frente a ella. – el señor Cristian quiere hablar con usted, es mejor que entre. Intentó hablar, pero cuando se dio cuenta ya estaba dentro del departamento y con la puerta cerrada en sus narices. Respiró y caminó hasta la sala en busca de algo que pueda ayudarla a derrotar a aquel guardia y poder salir sin problema. Al escuchar un ruido venir de una de las habitaciones decidió ir a ver. Encontró a su jefe practicando ejercicio hasta que los músculos pedían clemencia y los huesos trataban de llevar su ritmo. El sudor recorría por todo su húmedo cuerpo e incluso en la frente donde era poco notable una pequeña cicatriz que solo aquellos que miraban a detalle podían notarlo. Sus ojos estaban concentrados en no parar y hacía gestos de fuerza absoluta cuando las pesas eran levantadas una y otra vez. Salomé se dio cuenta por primera vez que sobre el pecho descansaba un tatuaje con el símbolo de la cabeza de un león. Jamás imaginó que su jefe tendría uno y menos cuando se veía tan serio. Las ropas que usaba lo ocultaban y ahora que lo sabe entiende que su apodo tiene un origen y significado. - Salomé, pasa. – su voz fue un llamado que la despertó por completo. Huir de la escena del crimen ya no era una opción. Caminó algo apenada por lo sucedido y se puso frente al hombre. Ya no importaba, la había cagado y si iba ser despedida le diría unas últimas palabras con eso Cristian se disgustaría y podría salir del departamento. - Sí llegó a escuchar mi carta, usted tiene la culpa por ir a un antro sin ser invitado. – dijo firme y segura ante él. – y lo del beso, fue un error. El licor hace hacer cosas que nos podemos arrepentir. Cristian la miró, no dijo nada. Observó sus piernas seguían descubiertas. Respiró, dejó las pesas en su lugar, limpio el sudor con la toalla, cruzó los brazos y le dijo. - Te dejé ropa en la habitación, ve a ponértela. – ordenó y empezó a caminar. – te espero en la sala. Hablaremos de algo importante, esto te conviene, nos conviene. Sus palabras dejaron desconcertada a Salomé que por un momento pensó que seguía dormida. Piñizcó su brazo y estaba tan despierta como él. - Iré ahora mismo. – respondió, respiró al no sentir la presencia de Cristian y caminó devuelta a la habitación. Cristian le había dejado en una bolsa de regalo un vestido de color amarillo patito, zapatos bajos, chaqueta para el frío y lo que hizo que sus mejillas se enrojecieran, ropa interior de un solo color. Se puso todo lo que había dejado y bajó hasta la mesa donde la esperaba. Sus cabellos negros azabaches estaban húmedos, la piel fresca por el agua y tenía nuevas ropas, unas que no eran el mismo uniforme de siempre, se había dado un baño rápido. Él no la miró cuando Salomé se acercaba, parecía estar ocupado revisando un documento en sus manos. - Tiene buen gusto. – dijo ella calmada. - Facundo fue quien compró las prendas. Le dije que combinara los colores. – respondió seco y volvió a decir al señalar con su mano una de las sillas frente a él. - Toma asiento. – Salomé asintió y obedeció. Dejó de ver los papeles, los puso sobre la mesa y los desplazó donde ella. – Iré directo al grano. – habló al mirarla a los ojos. – Quiero que estes conmigo por seis meses, Salomé Ferguson. Por ese tiempo estarás cautiva a mí, serás solo mía. – estiró sus labios despacio y le dijo. - Esto es un contrato sin amor, al finalizar te daré el doble más una recompensa. – dejó caer la espalda hasta topar la silla y volvió a decir. - En cuanto a la intimidad, yo me encargo de convencerte y cuando estes listas, firmarás otro contrato donde me darás tu autorización por completo. – sonrió. - Ayer me demostraste que lo deseas tanto como yo. – ella abrió sus ojos, no podía creer la propuesta de su jefe. Iba a decir algo, pero Cristian la retuvo. – no me respondas ahora, tienes media hora para hacerlo y tomar una decisión que espero escuchar un sí. En caso de que sea un no, veré la forma de retenerte. - Señor. – se atrevió a decir, tenía que levantar su voz y no seguir callándose ante Cristian. – Esto es una locura, yo no soy la mujer que busca, no lo voy a aceptar. Lo de ayer fue una confusión que agradezco que no haya pasado más que un beso – desplazó la hoja de regreso para decirle. - No voy a firmarlo, busque a alguien más. - Fueron dos besos. – dijo corrigiendo las palabras de Salomé. Ella sólo pudo respirar y tragar saliva. Cristian sonrió ante el silencio de Salomé y tomó el documento para decirle. - Para esto tuve tres candidatas, entre ellas estabas tú. Ayer te llamé diez veces, respondiste ebria y colgaste. Decidí averiguar tu paradero e ir por ti. Cuando llegué me encontré con un emotivo discurso. – dejó ver la nota que Salomé había escrito en un momento de arranque, desilusión y frustración. Sus ojos se concentraron en las palabras escritas y la leyó ante ella. – la crema para las hemorroides no es necesario, mi trasero se encuentra bien y el odio no deja de ser un sentimiento. – habló al terminar de leer la nota. – podría tomar esto y llevarte a los tribunales por hablar mal de tu superior, usarlo como una ventaja para mí y obligarte a estar conmigo. Hubo testigos y un par de grabaciones para tu mala suerte, pero no lo haré, no levantaré cargos en tu contra. No voy a utilizar esto para que firmes, es por eso por lo que te ofrezco una oferta. - regresó el contrato muy bien preparado. – sé que tienes un proyecto en mente y no cuentas con dinero, es un gran gasto. También sé que buscas un patrocino para la buena imagen. Yo seré tu patrocino y te daré el dinero siempre y cuando firmes. Salomé se quedó en silencio. Era una gran oferta la de su jefe al querer ser el patrocino de su proyecto. Ella tenía la brillante idea de montar una empresa dedicada a organizar bodas. Las mujeres eran vanidosas que querían lo mejor para ese día tan especial, dinero seguro. Quizás podía aceptarlo y utilizar el dinero para emprender su negocio, no puede ser tan malo. Él sólo quiere compañía y ella dinero, podía hacerlo. - ¿Y si decido no aceptarlo? – preguntó Salomé algo curiosa por saber la respuesta de Cristian. Él sonrió y respondió. - He revisado tus estados de cuenta, tienes muy pocos ahorros para un proyecto tan grande. A ese paso lo lograrás en cincuenta años. – cruzó los brazos esperando que el documento sea firmado. – con mi ayuda la imagen de tu empresa será reconocida. – inclinó su cuerpo hacia delante para decirle. – míralo como una oportunidad, tu compañía a cambio de mi apoyo financiero. – dejó escapar una pequeña sonrisa. - Y, por otro lado, si decides no aceptarlo pienso secuestrarte y retenerte aquí. Te quiero seis meses para mí y los voy a tener. Soy un león y siempre cazo a mis presas. Lo hacemos por las buenas o por las malas, al final te llevas el dinero y todo lo prometido, decide. - ¿Por qué yo? – preguntó Salomé al sentirse en presión. - Porque no me puedo quedar sin pareja y porque me obsesioné con tu cuerpo. - ¿Qué? - También porque te prendo. El silenció invadió en el lugar por unos segundos. Salomé se dio cuenta que Cristian tenía una obsesión con ella que dejarla ir no estaba en sus planes. Él nunca ha perdido en nada y ella tampoco. No pudo evitar morder parte de su labio inferior. Su jefe era estúpido y muy sensual que era demasiado visible e irresistible que ha soñado despierta, pero sólo eso. Quizás esa fue la única traición que le hizo a su novio, que le fue imposible no evitar recordar las sucias palabras de Alexander al acusarla de salir con Cristian, le silenciaría su boca y le daría la razón. Tal vez era otra persona la que hablaba cuando dijo. - De acuerdo, voy a firmarlo siempre y cuando mis puntos sean anotados dentro del contrato y respetados, entre ellos: no va a obligarme a trabajar más de la cuenta, me dejará descansar los fines de semanas sin excepción, no preguntará de mi familia, dejará que hable cuando yo quiera y como quiera, no me impedirá nada, me va a tratar como su novia y no como un objeto, no quiero que me mienta, y también un seguro de cosas, lo vale. En cuanto a la intimidad, no será necesario. Seis meses estaré con usted, pero no pasará nada entre nosotros. No voy a negar que lo detesto y que tampoco es mi tipo, señor Roberts. Él sólo sonrió. - Yo no estaría tan seguro de lo último, ayer estabas dispuesta hacer mía sin excepciones. – Salomé sólo pudo respirar con fuerza, ni ella sabía de donde salieron esos deseos. Cristian cruzó sus brazos y preguntó. - Salomé ¿Qué te hace pensar que voy a aceptar tus puntos? - Porque acaba de decirme que era una de las tres candidatas. Lo más lógico es que las otras dos no aceptaron o que realmente me necesita para esto, señor Roberts, usted me necesita mucho más que yo a usted. Y antes que hable déjeme decirle que podrá retenerme por seis meses aun en mi contra, pero no voy a obedecer, siempre veré la forma de escapar y de hacer todo lo contrario. Si acepta mis peticiones, lo hago por las buenas. – Salomé había encontrado una falla en el contrato, juntó sus manos y le dijo. – En un juego de dos, uno siempre pierde y yo no pierdo. No más desilusiones, no más amor, no de mi parte. – habló al recordar su rotura. - Si vamos a hacer esto, seremos como dos socios y terminaremos el contrato tal y como está escrito, yo lo acompaño como su novia por seis meses y a cambio deberá cumplir con su palabra. También necesito un adelanto de lo que me va a dar. – tendió su mano. - ¿Tenemos un trato? – preguntó con una sonrisa en su rostro. Cristian volvió a sonreír, había subestimado por completo a Salomé. Era muy inteligente, más de lo que se imaginaba hasta incluso desafiante y arriesgada. Ignoró la mano tendida, observó, sacó un cheque, lo firmó y se lo entregó. - ¿Suficiente con esto? – preguntó. - Lo es. – respondió contenta. - De acuerdo, pondré tus puntos y respetaré tus decisiones, pero. – levantó su mano. – tienes que leer el punto número dieciocho, soy exigente con esa clausura. Salomé decidió leer. “La parte B no puede investigar la vida de la parte A. En caso de incumplir, la parte B tendrá que salir de la ciudad y no buscarlo” así de simple y exigente era ese punto. - No se preocupe, no soy curiosa. - Confío que no lo eres. Ahora necesito que vengas a vivir conmigo. - Podré mudarme con usted cuando tenga una habitación lista para mí y respete mi espacio personal. - Lo tengo. – respondió satisfecho. Sonrió y ella tragó saliva. – hay dos habitaciones, una en la que vas a dormir y la otra donde los dos dormiremos cuando se de paso al siguiente contrato. - Ya le he dicho que no pienso acostarme con usted. - No vas a resistir seis meses, Salomé. Tarde o temprano te tendré en mis brazos y bajo mi cuerpo. - No es mi tipo. – volvió a decir al dejar ver una sonrisa. – no lo es, olvide esa idea. Cristian estiró sus labios y recogió los documentos que estaban sobre la mesa. - Mañana lanzaré nuestra relación. – dijo de repente. - ¿Por qué tan rápido? - Porque necesito que llegue a los oídos de mis padres. - ¿Piensa llevarme a conocer a sus padres? - En cuanto te compre un anillo de unión que será mañana iremos a una cena en la mansión Roberts. Tú, mis padres, yo y alguien más. Salomé entendió que lo tenía todo preparado. Anotó su dirección y se la entregó. - Vaya a recogerme mañana a mi departamento, hoy empaco mis cosas. - Descuida, todo lo que vas a utilizar está aquí. Sólo necesito tu presencia. – se puso de pie. – te enviaré el contrato por correo más los nuevos puntos. Mañana en la mañana Facundo irá a recogerte. Iremos a seleccionar un anillo. - ¿Por qué un anillo? - Es en representación de nuestra relación. - De acuerdo, señor Cristian. - Cristian, me dirás Cristian y yo te diré Salo desde ahora en adelante. Salomé asintió, se puso de pie, caminó en compañía de Cristian hasta la salida, y antes de cruzar la puerta, él tomó su mano y la arrinconó en la pared. Se acercó a ella hasta que sus colonias fueron una sola mezcla y sus respiraciones fueron al mismo ritmo. - ¿Estás segura de que no soy tu tipo? – preguntó muy cerca que logró que ella tragara saliva y sus piernas temblaran aun en su contra. Esos ojos azules nunca la habían visto de esa forma. Se enfocaban en sus ojos y luego en los labios. – hueles bien. – tocó sus mejillas con mucha suavidad, recorrió sus labios con las yemas de los dedos. Después sus manos se deslizaron con sutileza en los muslos, mientras apegaba su frente con la de ella. – Salo ¿Has estado con algún hombre en tu vida? Porque si es así, yo me encargaré de borrar esas huellas de tu piel. Salomé tragó saliva. - Le… le he dicho que tenía novio, puede responderse así solo. – Ella no sabía que decir, la cercanía de Cristian se volvió acalorada y poco educada. Tenía que resistir a esa seducción. – Tengo que irme, lo veré en la mañana. – dijo al recomponerse y separase. Caminó y antes que las puertas se cerraran, se miraron a los ojos. - Cristian. – llamó ella. - Salo. – dijo Cristian y las puertas se cerraron por completo. . . . . . . . . . . . . . . . Salomé entró en su habitación, necesitaba un baño en cuanto antes y apagar aquel fuego provocado por Cristian. Despojó sus ropas y entró en el agua. Tocó sus mejillas, quemaban y ardían como nunca al igual que parte de sus muslos. Cerró los ojos y sus manos caminaron hasta llegar a su intimidad, por alguna razón su cuerpo se lo pedía. Con la otra mano cubrió sus labios y dejó que la imaginación fluya, florezca y vuele. En su mente estaba una persona, la odiaba, pero logró que la prendiera de mil formas. Sus caderas empezaron a retorcerse, el cuerpo a quemar como nunca y las paredes se contrajeron hasta hacer presión en ella. Ahogó sus gritos al apretar los labios con fuerza, al no poder contenerlo lo soltó. - Cristian…. . . . . . . . . . . . . . . Después de aquel desliz, Salomé se apresuró a leer el contrato en su correo. • La parte B tendrá que acompañar a la parte A a todos los eventos y viajes sin excepción alguna. • Ninguna de las dos partes puede estar con otras personas. • No pueden hablar ni mencionar el contrato. • La parte A respetará los puntos propuestos por la parte B al pie de la letra. • Se mantiene absoluta y total responsabilidad con este punto, la parte B no puede investigar la vida de la parte A. En caso de incumplir, la parte B tendrá que salir de la ciudad y no buscarlo. • Si llegara a consumirse algo entre ellos, la parte B deberá firmar otro tipo de contrato, uno s****l y apegarse a las clausuras de dicho contrato. • Al finalizar el contrato la parte A pagará lo acordado a la parte B y ambos tomarán caminos diferentes. En caso de llegarse a encontraran a futuro, la parte B será ignorada por la parte A. Leyó cada punto, todo parecía razonable. Ahora tenía que ver la forma de evitar la seducción de su jefe.
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