Fue el peor mes para Salomé, tenía ojeras, la mirada decaída y los cabellos desarreglados. Eran vacaciones por fin de año de la empresa RobertÚnico dedicada a la alta gama del diseño de joyas y accesorios lujosos para el hogar, pero ella parecía no tenerlo. Regresaba con su jefe en avión privado a la ciudad de New York. Al pasar como asistente de Cristian Roberts o el león rojo como algunos de sus amigos y competencia lo conocían, su vida estaba limitada al trabajo y sólo a eso. El hombre no soló aparentaba ser uno, era uno, uno que estaba por cumplir los cuarenta años, pero apenrentaba tener menos. Sus rasgos profundos, cuerpo atlético y cejas pronunciadas lo hacían ver como de veintiocho, joven y un maldito sensual.
Muchos lo temían por su autoridad y grandes destrezas en el ámbito laboral. Él veía al mundo como una jungla y como león había que poner orden. Cada paso era una huella que nadie podía eliminar ni siquiera lo intentaban.
Las agendas, reuniones, llamadas, informes, libros, ir por su ropa a la tintorería, cancelar citas y lo peor de todo, recogerlo a altas horas de la noche en las discotecas como si fuera su chofer personal cuando podía conducir muy bien era parte del trabajo de Salomé.
El primer encuentro entre ambos no fue el mejor de todos. Ella en ropa interior de diferente color saliendo de uno de los baños tras haber destruido su uniforme por unas manchas de café y él completamente uniformado de traje oscuro chocaron en la puerta.
- “No baje la mirada. - le dijo sin despegar sus ojos pantanosos de los azules del hombre.
- ¿Sales en pelota y me pides que no te vea? – su voz fue profunda que golpeó en los oídos de Salomé al igual que su aliento con olor a menta y cierto anís se percibía. Tenía su misma edad, era musculoso, de tez blanca y alto. - ¿Tratas de seducirme? ¿Es así cómo se consigue el trabajo aquí? – preguntó molesto y disgustado.
- No. Todo se trata de una confusión. Mi uniforme fue manchado y lo lavé. - respondió ante sus palabras acusadoras. - Yo me gané el trabajo dignamente.
Él le dio una sonrisa vacía sin despegar sus ojos azules de los verdes de Salomé. La mujer estaba realmente mal de la cabeza si pensaba que él iba a creer su cuento.
La puerta de la sala se abrió y con ello todos los ejecutivos incluyendo al señor Roberts que dejaría el cargo.
- Salo. - llamó su amiga sin poder creer lo que miraba.
- Señor Roberts. - dijo uno de los asistentes.
- Cristian ¿Qué haces con la señorita Salomé? - preguntó su padre, el señor Wilson Roberts.
Salomé se aferró a Cristian para cubrir parte de su desnudes, no podía seguir perdiendo sus trabajos y menos por malentendidos.
Cristian al notar la gran cantidad de personas dentro y a una mujer semidesnuda aferrarse a él, le entregó el saco.
- Cúbrete. – dijo como una orden. – no daré detalles al respecto. Por favor demos inicio a la reunión.
Todos quedaron en silencio, no dejaban de mirarse. Tomaron sus lugares en la gran mesa incluyendo a Salome y prestaron atención al nuevo jefe.
- Algunos ya conocen a mi hijo, es la segunda vez que toma la empresa. La primera se retiró por razones personales. – explicó el señor Wilson Roberts. – espero y puedan adaptarse a él, sobre todo los nuevos.
La mirada de Cristian no miraba a otro lado que no sea Salomé, eso la ponía incómoda. El no saber lo que pensaba o planeaba.
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- Le devuelvo el saco, gracias. – dijo Salomé al entrar en la oficina, mientras posaba sus ojos en el hombre que ignoraba por completo su presencia, aun así, se mantuvo firme. Tuvo la suerte de que su amiga le entregara un uniforme de repuesto. Le quedaba algo pequeño debido a la diferencia de cuerpos entre ambas.
Cristian no la miró, trabajaba en la laptop.
- Déjalo en la silla. – ordenó. – toma esos informes y ponte a trabajar.
Salomé quedó paralizada por aquella orden y mandato, y más por ver la gran cantidad de informes sobre el escritorio, era el trabajo de toda una semana. No dijo nada, no podía seguir perdiendo más empleos. Tomó los portafolios del escritorio y sin decir palabras empezó a salir. Cristian alzó la mirada y la vio caminar con el uniforme pequeño que parte del interior era visible.
- Trata de combinar la ropa interior. – le dijo cuando sus ojos vieron la minifalda. – es de mal gusto andar así. Creería que si estás tratando de seducirme.
- En la ropa interior yo decido. Y jamás trataré de seducirlo porque no es mi tipo. – Salomé respondió dejando al hombre fuera de sí por sus palabras que se escucharon como una contradicción a lo que él acostumbraba. Antes de cerrar la puerta lo llamó. - Señor Roberts.
- Señorita Ferguson. – respondió Cristian a su llamado”
El avión estaba por aterrizar en el aeropuerto personal Roberts, Salomé ni siquiera descansó en Navidad, tuvo que acompañar a su jefe a reuniones, proyectos y negocios. De los cuales uno aceptó y el resto fue desechado a la basura. Su humor había cambiado a pésimo hace quince días cuando recibió la llamada de una mujer que por desgracia Salomé se la pasó en la línea, era su ex novia y a penas ese día se enteró que tenía pareja.
- Puede descansar este día. – dijo Cristian cuando ambos bajaron del avión. – nos vemos el dos de enero, feliz año. – dejó de verla, subió al carro donde esperaba su chofer, Facundo y se marchó dejando a Salomé con la palabra en la boca al igual que otras ocasiones.
Ella saltó, quería hacer rabietas y destruir los papeles que tenía en sus manos.
- Sólo cinco meses más y habrás completado el año seis meses, tú puedes Salo, tú puedes. – dijo, necesitaba al menos ese tiempo para ir en busca de otro trabajo. Retiró los tacos de sus pies y empezó a caminar descalza hasta tomar un taxi e ir a visitar a alguien.
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Llegó a “Grandes y lujosos departamentos” estaba cansada, pero quería visitar a su novio. Tenían un año juntos y ultimadamente estaban distanciados por la carga de su trabajo con Cristian. Subió el ascensor, caminó hasta abrir la puerta y entró. El lugar estaba vacío al menos eso parecía hasta que escuchó unos mormullos venir de la habitación. Decidió ir y cada vez que se acercaba el murmullo se convertía en jadeos y súplicas lujuriosas que invadieron todo el lugar. Temerosa con la respiración acelerada que le costaba respirar y pensado en mil cosas abrió la puerta, lo que sus ojos vieron fue a su pareja tener sexo con una mujer rubia.
- Alexander. – llamó. Por primera vez Salomé experimentaba desilusión y dolor en una cruda realidad. Aquella persona que juró una y otra vez amarla y esperarla, la estaba traicionando.
Alexander regresó a mirarla, no la esperaba hasta el dos de enero.
- Bebé. – dijo, tomó una almohada para cubrir sus partes e intentó acercarse. – yo…yo.
Salomé lo abofeteó.
- Un año de noviazgo y lo mandaste a la basura. – habló con mucha rabia.
Él sonrió bufón.
- Tú lo has dicho, un año y no hemos pasado más que un par de besos. Me cansé de esperar, me cansé de tus pretextos, ya no podía. Siempre pasas trabajando, pasas más tiempo con tu jefe que te has convertido en su novia. Para ti él y el trabajo es primero y por eso te quedaras sola Salomé Ferguson. Deberías de acostarte con él, debería de acostarte con Cristian Roberts. – acusó.
- ¡Eres un idiota! – volvió a bofetearlo. – no sé cómo pude fijarme en ti.
- Porque te convenía. Sé que estabas conmigo por interés. Nunca vas a llegar hacer nada, en esta relación, yo era el que tenía dinero y tú sólo una pobre asistente con sueños tontos.
Salomé estiró sus labios, el coraje y la rabia que sentía podía más que un corazón roto.
- El mundo da muchas vueltas, recuérdalo y esto sólo es una lección para mí. – de su bolsa sacó una fotografía. – Quédatelo, lo vas a necesitar a futuro cuando te arrepientas de tus palabras. – empezó a caminar de espalda y antes de dar la vuelta le enseñó el dedo del medio. – feliz año nuevo, idiota.
- Salomé, espera. – llamó Alexander cuando ella estaba por salir. – quiero que sepas que estaba contigo para tratar de olvidar a una mujer, pero ahora esa mujer me eligió antes que a mi primo.
Ella estiró sus labios, pero no regresó a mirarlo.
- Espero que el capricho te dure muy poco. – respondió e indicó el dedo anular.
Alexander sólo sonrió y miró la foto. Eran ellos abrazados ¿Cómo podía arrepentirse? se preguntó. Dejó de mirarla y fue a darse un baño con la rubia que se escondía tras las sábanas.
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- ¡Salo! – Lorena su amiga ya estaba en la puerta con un hermoso vestido azul sobre el cuerpo. – he venido por ti para la fiesta de fin de año. – le dijo con una gran sonrisa. Era una tradición que tenían los empleados en la empresa.
Salomé no tenía ni deseos ni ganas de ir. Todavía asimilaba la separación con Alexander y sus duras palabras al decirle que tomaba el trabajo primero antes que cualquier cosa.
- Este año no iré. Estoy cansada y pasado mañana tengo trabajo con el estúpido jefe. – su voz se escuchó desanimada y algo triste.
- Pero es dos y no se trabaja.
- Para él todos los días son lunes.
- No, a ti te pasa algo. – Lorena la miró hasta poder analizarla. Salomé estaba cansada, pero sus ojos demostraban una gran desilusión. – Alexander ¿Verdad? – preguntó al tener una idea de lo que le sucedía.
Salomé asintió despacio. Era Alexander y también su trabajo. Quizás había algo de razón en sus palabras.
- Vine por ti y no me iré sin ti. – Lorena sonrió para animarla y entró. Iba a darle un cambio. – Alexander era un idiota, se lo pierde. Y por un día que no trabajes no se acaba el mundo.
Llevó a Salomé hasta la habitación. Observó una fotografía del jefe como poste en la pared siendo sostenida por un consolador color melón.
- Se lo merece. – dijo ella y se dejó caer en la silla. Tenía días que no se arreglaba que dejó de importarle y, además, era culpa de Cristian que su vida social esté en cero.
- No preguntaré. – Lorena tomó maquillaje, seleccionó un vestido de color rojo para la fiesta y algunos accesorios. – ahora relájate, deja todo en mis manos.
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A la fiesta llegaron dos hermosas mujeres con vestidos sensuales, era un antro donde la música y las luces no dejaba de fluir.
- Bienvenida, Salo, pensamos que no ibas a llegar. – dijo Edgar, compañero de la empresa, joven y apuesto, quien le entregó un trago en sus manos.
Era un grupo de diez empleados, todos ellos amigos de Salomé.
- Lorena fue quien me trajo, estaré aquí hasta las once. Tengo algunos documentos por revisar. – respondió ella con una gran sonrisa, pensaba entre tomar o no, pero al sentir que su celular vibró y al mirar el nombre de “Estúpido jefe” en la pantalla ignoró la llamada y tomó de aquel trago con todas las ganas del mundo. – salud. – dijo con gran felicidad sintiendo que ese día nadie podía darle órdenes.
No se dio cuenta de cuantos tragos había tomado, ya cuando quería parar era muy tarde, su cuerpo estaba vivo y con ganas de seguir bailando. En el celular tenía más de diez llamadas perdidas de su jefe, cansada de su insistencia decidió responder.
- Jefe, jefe, jefe. – dijo entre risas perdida por completo en el licor. - Salomé está disfrutando de esta magnífica noche y no quiere ser interrumpida como lo ha venido haciendo desde que nos conocemos. Le pediría que no me moleste. Si le urge algo resuélvalo usted mismo, está grande para hacerlo solo. – dijo y colgó de inmediato sin darle la oportunidad de que le respondiera. Después de eso decidió apagar el celular.
La música continuó y con ello el licor.
- Vamos a escribir una nota de fin de año. – dijo Lorena y entregó papeles verdes a cada uno de sus amigos. – escriban algo que quieran decirle a esa persona que no soportan, lo dicen en voz alta y luego se liberan por completo de él o de ella.
Todos escribieron y empezaron con la tarea. Pasaban al frente y decían sus desahogos en voz alta, eran aplausos y gritos que se escuchaban al final como una forma de festejo. Era el turno de Salomé y tenía mucho que decir.
Caminó al centro y empezó a leer en voz alta. No se dio cuenta que la música se apagó y el micrófono fue encendido. Su voz era arrastrada por la fusión del licor y su cuerpo se balanceaba cuando dijo.
- Estúpido y sensual jefe, eres un maldito Dios del trueno que a veces dudo de su sexualidad porque sería un gran desperdicio de hombre. Ha logrado que tiemble y más cuando lo vi salir de la alberca en bañador. Pero eso no le quita que sea una persona horrible, un puñete en los ovarios duele menos a verlo todos los días. Mis sentimientos han sido erradicados hacia usted hasta el punto de que puede estarse ahogando y yo no haría nada por salvarlo. Ha logrado que mi vida social no exista, por su culpa me quedaré sola. Su voz me provoca dolor de cabeza, Su olor me embriaga y Su presencia me abruma, no lo soporto. Tengo una fotografía suya en mi departamento y no es para inspirarme, le puse un consolador en la frente para recordar que cada día debo sobrevivir a su mal humorado humor. No soy creyente, pero cada domingo dejo una velita en la iglesia con el milagro que desaparezca. – un hipo salió y continuó. - Le recomiendo una crema para las hemorroides que puede untársela en el trasero, verá como lo amargado se le quita. Lo odia, Salomé Ferguson. - sonrió al terminar de leer. Esperaba aplausos y gritos de parte de sus compañeros como era la costumbre, pero ellos estaban totalmente inmovilizados y en silencio mirando de tras de Salomé. Un escalofrío recorrió por todo su cuerpo cuando sintió un aire pesado que conocía muy bien.
- ¿Así que una crema para las hemorroides? - escuchó la voz de su jefe venir desde atrás. Se había colado a la fiesta. - ¿Dudas de mi sexualidad?
Salomé se dio la vuelta muy despacio con la esperanza de que fuera otra persona, pero lo encontró a él con la mirada dura y rostro amargo, el demonio se le había presentado.
La cabeza dio muchas vueltas, el estómago se le revolvió y finalmente, terminó por vomitar en los zapatos del hombre.
Cristian respiró, recogió sus cabellos para que no los manchara al igual que los zapatos y ofreció un pañuelo.
- No me arrepiento de mis palabras. Por su culpa me quedaré sola. – acusó al mirarlo como una zombi.
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Cristian llevó a Salomé hasta el baño, la mujer no paraba de reírse y de hablar tonterías.
- Jefe ¿Hace ejercicio? – preguntó al tocar sus grandes brazos.
Él ignoró por completo su pregunta y dejó que el agua de la ducha la mojara.
- ¿Por qué me baña? – volvió a preguntar. El agua estaba fría y Cristian la tenía rodeada para que no escapara de la ducha.
- Estás ebria hasta las patas, esto ayudará. – dijo sin liberarla de la cárcel de sus brazos.
Salomé sonrió ¿Por qué ella tendrá que mojarse sola? Se preguntó y decidida tomó a Cristian de la cintura hasta acercarla a ella y que el agua también lograra mojarlo.
- Compartamos el baño. – le dijo sin dejar de mirarlo a los ojos. Algo de culpa tenía el alcohol en su sistema que lo veía seductor.
Cristian se sintió atraído, la mirada de Salomé, su perfume y cuerpo húmedo lo invitaban a besarla. Al no soportar más cortó distancia y selló sus labios con los de ella. La aferró a su cuerpo rodeando por completo toda la cintura con sus brazos hasta que sus manos se apoderaron de su firme trasero. El agua recorría y con ello el placer que el frío era chiste para ambos. Las puntas de los senos de Salomé tocaron su pecho, lo que provocó que se calentara. El beso fue una explosión nunca antes vivida para ambos. Al cobrar la conciencia se separó de ella.
- Tienes alcohol en tu sistema, será mejor que me vaya. – dijo.
Trató de caminar, pero Salomé lo detuvo al tomar su mano.
- ¿No puede hacerlo? – preguntó ella algo decepcionada por su actitud. - Mi novio acaba de dejarme por su culpa. – lo miró tratando de explicar su distancia. - ¿Es gay?
- Te enseñaré quien es gay.
Cristian frunció el ceño, se acercó a ella y volvió a besarla con mucha pasión hasta que sus cuerpos vibraron por segunda vez dejando en claro su orientación s****l ante ella. Se separó de los labios de Salomé y sin despegar sus ojos supo responderle.
- Espero y esto haya respondido a tu pregunta, Salomé. – dejó de verla y antes de salir del baño le dijo. – te haré mía cuando estes con tus cinco sentidos. Yo no cojo solo, no es divertido.
Salomé quedó como piedra, el segundo beso de su jefe logró prenderla, pero sus palabras finales la dejaron confundida y hasta pérdida.