CAPÍTULO 23

1430 Words
POV ARTEM ROMANOV —¿Y esa sonrisa? —Sergei arqueó una ceja, su mirada penetrante clavada en mí. Encogí los hombros, tratando de aparentar indiferencia. —¿Acaso no puedo sonreír? —mi voz resonó con una nota desafiante, aunque sabía que él era capaz de percibir la falsedad en mis palabras. —Rara vez lo haces, y siempre que lo haces, tiene un nombre y empieza por la L. Una risa apenas audible escapó de mis labios. Había pasado una noche placentera durmiendo junto a mio fiore (mi flor), y estaba claro que eso influía en mi buen humor ese día. —Si ya lo sabes, ¿para qué preguntas? —Intenté desviar la conversación, centrando mi atención en el reporte de la nueva mercancía de armas que había llegado. Pero la mirada de Sergei sobre mí era como una losa pesada que impedía cualquier intento de concentración—. Habla. —Creo que deberían de ser cuidadosos. No estamos en un buen momento ahora que Vladik murió, y tuviste suerte de que Lia no recordara lo que le dijiste. Nadie puede saber que hay algo entre ustedes, ni mucho menos tu condición. —No haría nada que pudiera afectar aún más la salud de mi padre. Sé cuáles son mis límites, Sergei —mis palabras salieron más firmes de lo que me sentía, tratando de demostrarle que estaba en control de la situación. —Pero no Lia, ella no conoce de límites, y no queremos que la bratva se fracture desde adentro cuando tenemos una guerra en la puerta de entrada. La seriedad en su tono me hizo apartar el informe y obsérvalo fijamente. Quería golpearlo por ser tan malditamente sincero, pero sabía que sus palabras eran un recordatorio necesario de las consecuencias que tendrían mis acciones. —Esperaré a que papá esté bien y que esta guerra con los yakuza haya terminado para revelarlo —declaré con determinación. —El ganarla hará que nadie cuestione y te seguirán sin pensarlo. —Por esa razón ganaremos. Con la información que la Cosa Nostra tiene sobre ellos, podremos golpearlos en varios frentes sin darles tiempo para reaccionar. Sergei asintió, pero su preocupación no disminuyó. —Creo que la boda de Aleksey con Vittoria debería ser lo más pronto posible. Aleksey es impredecible. —Ya dio su palabra y yo la mía. Nuestro padre le ha enseñado el valor de ella, así que estamos bien por ese lado, pero tienes razón —inhalé hondo mientras pensaba en mi hermano. —Supe que no vive solo en Rusia, tiene compañía y al parecer es su pareja. ¿Qué piensa hacer cuando se case? ¿Vivir con ambas mujeres? Maldición. Sabía que tenía que abordar ese tema con él. Había prometido al Don que su hija sería tratada con respeto y cuidado, pero lo que veía venir no auguraba nada bueno. —Vittoria es... una mujer diferente, inocente. Empiezo a temer que haya cometido un error al proponer a Aleksey como su esposo, pero en realidad no había muchas opciones. Froté mi sien con frustración mientras Sergei continuaba con su evaluación. —Si tanto te preocupa, podrías haberte casado con ella —sugirió, dejándome perplejo ante sus palabras. —La veo como una hermana, no como mujer —aclaré. —Ahora él tiene que responder por ella. Tú ya tienes demasiados problemas como para sumar las responsabilidades de Aleksey a tus hombros, y yo ahora tengo más responsabilidades. Sabes que siempre te apoyo en todo, pero no tengo tiempo para Verónica. No es mía, es tuya, y si estás cansado de ella, simplemente envíala lejos, lejos de ti... de todo esto. —¿Sí estoy cansado? Que mierda te sucede a ti, ¿Qué está pasando? —quise saber, no podía creer que hablara enserio. —Ella no es lo que crees, es envidiosa, celosa, no eres su puta propiedad. —Tiene razones para ser envidiosa y celosa, pero no volveré a darle más razones para serlo. Asintió para nada convencido y frunció su ceño. —Y para que ella crea que no eres su propiedad? Jodida mierda. —Sergei, Verónica no se ira de mi vida, no lo hizo en estos cuatro años que llevamos juntos y menos será ahora. —Entiendo muy bien el amor que le tienes a ella, es justificable, pero no la conocemos muy bien y eso será un problema. Negué levemente, sabiendo que no llegaríamos a ningún punto en esta conversación de Vero. —Si sabes algo que yo no sé, dímelo —dije, observándolo fijamente—. Porque siento que a esta conversación le falta algo. —No, Artem, no sé nada —respondió—. Pero incluso si lo supiera, no te lo diría. Tienes una venda en los ojos cuando se trata de Verónica. No pienso perder mi tiempo hablando o ayudándote cuando se trata de ella. Sergei se marchó sin decir una palabra más, dejándome sumido en mis propios pensamientos. Conocía demasiado bien a Sergei para dudar de su sinceridad. Si él pensaba que algo andaba mal con Verónica, era así. Ahora necesitaba averiguar qué era exactamente. Saqué mi teléfono y marqué rápidamente el número de Yarik. —Pakhan —respondió al otro lado de la línea. —No es necesario ser formal, Yarik. Artem está bien. —¿A qué debo tu llamada... Artem? —Necesito espiar a una persona. Necesito saber a dónde va, con quién habla, sus llamadas... todo. Sé que conoces personas eficientes en ese campo. —Lo haré. Inmediatamente me pondré en contacto con alguien de confianza. —Esto queda entre nosotros. Nadie más lo sabrá —aseguré antes de colgar. Me recosté en mi asiento y cerré los ojos por un momento, tratando de organizar mis pensamientos y preocupaciones. No podía dejar que todo me abrumara al mismo tiempo. Solo esperaba que todo estuviera listo en mi nueva casa; necesitaba privacidad y seguir viviendo en la casa familiar no me otorgaría nada de lo que deseaba. Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos, y me enderecé en mi silla. —¿Quién es? —pregunté. —Akin —respondió desde el otro lado. —Pasa —indiqué, sorprendido de que viniera a verme—. ¿Qué sucede? Lucía un poco alterado, algo poco común en él, ya que solía mantener sus emociones bajo control. —Mamá sigue insistiendo en que Adrik y yo vayamos a la universidad, y tú eres el Pakhan, así que podrías... —comenzó, pero lo interrumpí de inmediato. —No —respondí tajante, sin darle oportunidad de terminar su sugerencia. Cruce los brazos sobre mi pecho, mi expresión firme, mientras lo observaba con incredulidad—. ¿Crees que papá, siendo el Pakhan, le impuso algo a ella? Vaciló por un momento. Sus ojos se desviaron por un instante antes de volver a encontrarse con los míos. —No, claro que no, pero... podrías sugerir, es algo muy diferente —insistió él. —¿Qué sugeriría? —pregunté con escepticismo. Akin pareció reflexionar por un momento antes de proponer su idea. —Déjame ir a Rusia con Aleksey —propuso, y fruncí el ceño mientras negué con la cabeza. —Te necesito a mi lado. —Adrik se quedará contigo, pero yo necesito irme... necesito estar en Rusia cuanto antes —insistió con urgencia, sus palabras saliendo casi como un susurro desesperado. Lo observé en silencio durante varios segundos, intentando procesar lo que acababa de decir. Miles de pensamientos cruzaron mi mente, pero no lograba identificar el problema. —¿Qué sucede? —pregunté finalmente—. Puedes decirme cualquier cosa. Respiró hondo antes de responder. —Necesito estar solo. Hay demasiadas personas a mi alrededor, y en la universidad habrá aún más —explicó. Alcancé a percibir cómo sus ojos, que estaban normales segundos antes, se dilataban un poco—. Antes de ayer, maté a cinco personas. Ayer fueron quince, y hoy... —se rió suavemente y asintió—. Bueno, aún es muy temprano. Mis ojos se abrieron ligeramente ante su confesión, pero rápidamente recuperé mi compostura, aunque por dentro una alarma sonaba con fuerza. Solo unas pocas personas eran conscientes de la condición de mis hermanos y de lo difícil que fue para mis padres criarlos con esas desventajas en diferentes aspectos, tan distintos a un niño normal. La mente de los gemelos, sus emociones, su forma de aprender, todo era muy diferente a los de una persona común. Por esa razón, cada uno de ellos buscó un pasatiempo para canalizar todo.
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