POV ISABELLA ROMANOVA
—¿Qué pudiste averiguar, Lyonya? —pregunté, observando su expresión con detenimiento.
Su mirada no me gustó para nada, y me preparé mentalmente para lo que vendría a continuación.
—Está bien que desconfiara, Vladik se ha reunido con tres de los brigadieres más antiguos de la bratva. Han intercambiado llamadas, pero aún no tengo claro qué están tramando. Puede que sea alguna estupidez —informó.
Fruncí el ceño mientras procesaba la información y negué levemente con la cabeza, comprendiendo la gravedad de la situación.
Mientras permanecí unos minutos más escuchando la conversación entre Lia y Artem, me di cuenta de la habilidad de Vladik para manipular la situación a su favor, sembrando la semilla de confianza en la mente de Artem.
—No, no es una estupidez. Quieren arrebatar el poder a mi hijo y ni siquiera ha pasado un mes desde que lo asumió. —Fijé mi mirada en él con determinación y emití una orden clara—. Nadie debe enterarse de esto, queda entre nosotros dos.
—Le soy leal, usted lo sabe.
Asentí con aprobación. Sabía que podía confiar en él; se había convertido en algo así como un hermano para mí, lo quería mucho.
—Quiero que los traigas ante mí, a los tres. Necesito hablar con ellos hoy mismo.
—¿Puedo preguntar qué pretende hacer? —indagó antes de que me marchara.
Antes de salir del estudio, respondí sin detenerme.
—Lo necesario para evitar que mi hijo salga herido y para proteger los intereses de la bratva.
Salí de la habitación y me encaminé hacia la cocina, sintiendo la necesidad imperiosa de tomar una taza de café para relajarme y pensar con claridad.
—¡Aléjate de mí! —escuché el grito de Alina y me alarmé al instante. Estaba a punto de doblar por el pasillo y dejarme al descubierto, pero entonces escuché la voz de mi hijo Adrik y me detuve un momento.
—Es mi maldita casa, ¿cómo demonios quieres que lo haga? —se defendió él, con un tono desafiante.
Alcé una ceja y crucé mis brazos, escuchando la escena con atención.
—No tienes por qué venir a la cocina, solo... pide lo que quieras y se te será llevado —propuso, tratando de calmar la situación.
—¿Por quién? ¿Por ti? —la pregunta de Adrik dejó un silencio denso en el aire, y me atreví asomarme, sorprendiéndome nuevamente por lo que estaba empezando a descubrir en la cocina—. No te conviene entrar a mi habitación, no prometo que salgas igual que como entres.
—¿Cómo entre? —su dulce voz temblaba.
—Virgen. —Su hermoso rostro se encendió por completo—. Tranquila, no follo con niñas asustadizas y menos niñas que tengan dieciséis años.
Alina lo empujó y al ver la sonrisa de Adrik, me recordó a su padre; a veces eran tan parecidos.
—Aléjate de mí, Adrik, o le diré a tu padre. —Lo amenazó, pero se encogió de hombros—. Entonces a tu madre.
—Hazlo y te juro... —advirtió, pero lo interrumpí antes de que continuara.
—Alina, ve con tu madre, cariño —la llamé, cruzando el umbral de la puerta.
—S-Sí, Isa —respondió saliendo de la cocina con rapidez.
Observé a mi hijo, quien comenzaba a acercarse con los brazos extendidos.
—Adrik —advertí, pero hizo caso omiso y me abrazó—. No evitaras que te regañe por uno de tus dulces abrazos.
—Pero si son únicos y solamente dirigidos a ti —lo rodeé también, notando lo pequeña que ya era a su lado.
—No quiero que vuelvas a molestar a Alina, es muy tranquila, dedicada y dulce, mantente alejada de ella.
Me alejé lentamente y esperé a que respondiera.
—Mamá, solo me gusta joder su existencia, pero si quieres que no lo haga...entonces no lo volveré hacer. —Alce una ceja y bufó—. Lo prometo, joder.
Sonreí y agarré sus cachetes apretándolos mientras me empinaba para dejar un beso en cada uno de ellos.
—Ese es mi niño.
—Tu niño esta triste porque su malvado padre aun no activa sus tarjetas. —Sacó su teléfono y tecleo unas cosas antes de mostrarme una foto de un automóvil—. ¿Me lo podrías comprar, mamma? Te lo pagaría después de unos trabajitos que tengo a final de mes.
—¿Qué trabajos? —Me observó como diciendo "no quieres saberlo"—. Adrik.
—No puedo depender siempre de papá, ni de ti así que...me llegó una oferta de trabajo y la acepte. Personas quieren ver a personas muertas, yo hago que ese deseo se cumpla.
—Un asesino. —Hizo una mueca y asintió—. Y si son personas inocentes, ¿te has puesto a pensar en ello?
—Para mí son un blanco mamá, no me interesa si son inocentes, son un nombre en una lista y ya.
—No, solo trabajaras para la bratva y punto. —Observé que quería responder, pero negué para que se mantuviera callado—. Hablaré con tu padre para que se les asigne trabajos y mantengan activos. Ahora ve y coge una de mis tarjetas y compra ese automóvil y de paso uno a Akin, por favor.
Sus ojos brillaron y empezó a besarme por todo el rostro.
—Puta mierda, tuve suerte con esta hermosa mujer que me tocó como madre. Grazie.
—Pensavo che tu avessi la lingua arrugginita per l'italiano, non lo parli quasi mai. (Pensé que tenías oxidado el italiano, casi nunca lo hablas)
—È la lingua dell'amore, mamma. La parlo solo nei momenti speciali con te. (es el idioma del amor mamá, lo hablo solo en momentos especiales contigo)
Rodeé los ojos y fui hasta la cafetera para hacerme una taza de café.
—Ve antes de que cambié de opinión. —Me giré para verlo—. Por lo que vi esos dos automóviles saldrán caros.
—Jamás lo harías —me tiró un beso y se fue.
Inhalé hondo, mientras sentía las lágrimas a punto de salir. Mis hijos eran mi debilidad, haría cualquier cosa por ellos que ni siquiera pudieran imaginar.
Me preparé mi café y empecé a trazar un plan, esos viejos no podían hablar, pero antes tenía que saber que tanto Vladik les había dicho y si ellos habían hablado con alguien más sobre el tema. Cuando terminaba, unos brazos me rodearon e inmediatamente mi pulso se disparó, aun lograba tantas emociones en mi cuerpo a pesar de los años que era una locura.
—Café a esta hora —susurro—. ¿Qué ha pasado?
Odiaba que me conociera tan bien. Tranquilice mi cuerpo y mis expresiones, porque era difícil mentirle, siempre sabía absolutamente todo y en ocasiones como esta, era complicado.
Volteé a verlo, con mi taza en mis manos y negué levemente.
—Solo se me antojó, mi amor. —Alcé mi taza y la acerqué a sus labios—. ¿Quieres?
—Si quieres que te desvele hoy, está bien. —Una sonrisa torcida se abrió pasó y bajé lentamente mi taza—. Eso pensé.
—¿Lia? —pregunté, bebiendo un poco.
—Quedó con Akin, van a ver una película. —Asentí lentamente—. Está bien, mejorará y te prometo que nada malo le sucederá.
—Tienes que acabar con esa mafia, mátalos a todos, que no quede nadie vivo. —Mordí mi labio inferior para evitar el temblor—. No puedo soportar pensar que no están a salvo, tengo miedo de perderlos.
—No Zayka. —Agarró mi rostro entre sus manos y negó—. No pasará. Nadie volverá a tocar a mis hijos, haré lo necesario.
—Yo también haré lo necesario —confesé, viéndolo fijamente.
—Lo sé, amor —me besó y un suspiró salió de entre mis labios. Como amaba ser besada por él.
—¿Has sabido algo de los niños? —pregunté ansiosa.
Darko me miró con ternura antes de responder.
—Artem y Aleksey ya no son niños —corrigió suavemente, dejando un beso en mi nariz—. La reunión salió tan bien como cabía esperar, Alek se comportó adecuadamente.
Bebí todo el contenido de mi taza y negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de frustración y descontento.
—Esa decisión sigue sin gustarme. Artem no debió hacerlo, sabiendo lo que eso significaría para Alek. Andrea me llamó y está furiosa, y tiene toda la razón.
Me observó con seriedad, considerando mis palabras.
—¿Quién crees que hubiera sido la mejor opción? —preguntó, con una expresión de genuina curiosidad en su rostro.
—Las únicas opciones eran Akin y Aleksey, porque no puedo quitarles a mis otros hijos la oportunidad de encontrar el amor, como yo lo encontré contigo —respondí con firmeza—. Akin no habría sido una opción confiable, y Aleksey... podría ignorarla y no hacerle daño.
Asintió.
—Sé que este tema ha sido difícil, pero es bueno ver que lo respetas y lo aceptas.
—Solo no quería que ninguno de los dos saliera herido, porque lo harán, y tú lo sabes.
—El amor es incierto, tendremos que evitar entrometernos.
—Pero si ella se entera de lo de Artem, si descubre lo que hiciste, la perderemos... su corazón no lo soportaría —susurré, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de mí
—No lo sabrá, tranquila, nena —intentó calmarme—. Estás muy preocupada, por favor, cuéntame. Lo arreglaré, como siempre lo hago.