POV LIA ROMANOVA
No dejé de apuntarlos hasta que se fueron, el arma aún firme en mis manos temblorosas. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, alerta ante cualquier movimiento sospechoso. ¿Qué mierda estaba pasando? Me pregunté una y otra vez, tratando de encontrar sentido en el caos que me rodeaba.
Nada bueno venía de alguien como Kai. Su presencia solo significaba problemas, intriga y traición. Sabía que debía mantenerme en guardia, estar preparada para lo peor.
Mis pensamientos se enredaban en un torbellino de incertidumbre y desconfianza mientras observaba el lugar donde Kai y sus hombres habían desaparecido. Una sensación de peligro inminente se apoderó de mí.
—¡Lia! —Escuché el grito de Anastasia y suspiré aliviada al saber que estaba bien—. Oh mierda, Lia.
El cansancio y el dolor se apoderaron de mí de repente, como si todas las fuerzas me abandonaran de golpe. Mis piernas cedieron bajo el peso de mi agotamiento, y me desvanecí al instante, cayendo en la oscuridad sin saber qué más sucedería.
Fin del flashback
Abrí lentamente mis ojos, encontrándome con el rostro fatigado de mamá. Sus ojeras pronunciadas hablaban de la noche de insomnio y angustia que había pasado. El terror estaba grabado en cada línea de su expresión, pero también había un destello de alivio al verme consciente.
—La mia amata e dolce figlia —susurró con tanto amor que me estremecí—. mai prima d'ora ho desiderato tanto qualcosa come adesso, poter vedere di nuovo i tuoi occhi.
(Mi amada y dulce hija, nunca antes había deseado tanto algo como ahora, poder ver tus ojos nuevamente)
Sus palabras resonaron en mi alma, llenándome de una calidez reconfortante incluso en medio de la oscuridad que nos rodeaba.
—Estoy bien —susurré, intentando calmar sus preocupaciones con mi tono de voz, aunque sabía que mis palabras no bastarían para aliviar su angustia.
Ella negó levemente con la cabeza, pudiendo ver a través de mis intentos de tranquilizarla. Se acostó a mi lado y me atrajo hacia su pecho, como si quisiera asegurarse de que estaba realmente allí, viva y a salvo.
—Raspones, costillas rotas. Jodidamente no estás... bien —su voz tembló ligeramente, y su declaración estaba cargada de un dolor que me partió el corazón.
Me culpé por cada herida que llevaba. Sus lágrimas amenazaron con desbordarse, y eso me hizo odiarme aún más. Verla llorar era un tormento que no podía soportar, una punzada de dolor que se clavaba en lo más profundo de mi ser.
La toqué con suavidad, tratando de transmitirle mi amor. Me concentré en dar respiraciones lentas y cortas, tratando de encontrar un poco de calma en medio de la tormenta emocional que nos rodeaba.
—Sanaré —dije con una leve sonrisa, aunque sabía que mis palabras sonaban huecas en comparación con la gravedad de la situación—. Pero me enfermaré al verte llorar, es algo que no puedo soportar.
—Y yo no puedo soportar ver a mis hijos heridos —respondió, sus palabras ahogadas por el sollozo que amenazaba con romper su voz nuevamente. Me estrechó con más fuerza contra su pecho, como si pudiera protegerme de todo mal con el simple poder de su abrazo—. Te juro que pagarán por ello, los haremos arrepentirse.
—Lo sé, ¿Anastasia? —pregunté con un nudo en la garganta, preocupada por mi prima y necesitando saber que estaba a salvo.
—En casa, recibió golpes, pero sanará rápido —asentí lentamente, sintiendo un alivio momentáneo al saber que estaba a salvo, pero también una punzada de culpa por no haber podido protegerla mejor—. Cuando todo esto termine, nos iremos de vacaciones, tú y yo.
La idea de unas vacaciones tranquilas y lejos del peligro me reconfortó, aunque fuera solo por un momento. Sonreí y asentí.
—No creo que papá le guste esa idea, al día siguiente estará en nuestra puerta —comenté con una sonrisa irónica, imaginando la reacción de mi padre. Se volvería completamente loco al tener a mamá tan lejos de él.
El pecho de mamá vibró con una risa ahogada mientras empezaba a masajear mi cuero cabelludo, y sus palabras llenas de cariño resonaron en mis oídos.
—¿Al día siguiente? Estará ahí solo unas horas después —añadió con complicidad.
Nos quedamos en silencio, y me concentré sus caricias reconfortantes, que poco a poco me llevaban a un estado de relajación absoluta. Mi cuerpo no dolía tanto como esperaba, y sabía que era gracias a los medicamentos que me habían administrado. Era un alivio temporal, pero lo aceptaba.
—Tu papá me comentó sobre el falso embarazo —susurró con voz suave—. Eres muy valiente y leal, estoy tan orgullosa de ti, amore mio.
—¿No estás enfadada por mentirte? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta ante la idea de haberla decepcionado.
—Estoy asombrada de lo que eres capaz de hacer por las personas que amas y me aterra un poco —fruncí el ceño ante su respuesta y murmuré un porqué—. Puedes salir dañada y aun así lo harías.
—Los vi a ustedes dos haciendo todo para que siempre estuviéramos bien, crecí con amor y supongo que también haría lo que fuera por las personas que amo —respondí con sinceridad, recordando los sacrificios que mis padres habían hecho por nuestra familia.
—Dios, no puedo creer que mi princesa ya es mayor —gimió mamá con un tono entre risueño y nostálgico—. ¿Puedes volver a ser una bebé? ¡Necesito un bebé!
—Siempre podrían intentar otra vez —sugerí con una sonrisa traviesa.
—Oh por favor, no le des esas ideas. —Ambas volteamos a ver a papá, quien estaba en el marco de la puerta con mis hermanos detrás de él—. Ya con ustedes es más que suficiente.
Los cuatro hombres entraron y cada uno se acomodó en una punta de la cama, papá se acostó a mi otro lado.
—Les prohíbo tener otro hijo —se quejó Akin con una mueca divertida—. Quiero ser el menor por siempre.
—Siempre serás mi bebé —dijo mamá con ternura—. Todos ustedes siempre lo serán.
—Este bebé. —Se señaló Adrik con un gesto juguetón—. Desea acceso a...
—No, Adrik, no tendrás acceso a bombas potencialmente devastadoras, ¿acaso ahora quieres acabar con una maldita ciudad? —se quejó papá con una mezcla de exasperación y diversión.
—No sé de qué estás hablando, papá. —Se encogió de hombros, mientras me observaba con preocupación—. ¿Cómo te sientes?
—Estoy arriba de morfina, así que estoy muy bien —respondí con un intento de humor, aunque la presencia de Artem hacía que un vacío se instalara en mi estómago.
—¿Segura? —me preguntó Artem con una mirada cargada de preocupación, y su sola presencia me recordó lo frágil que era nuestra realidad en medio de todo el caos.
—Sí.
—Debemos dejar que Lia descanse. —Papá me dio un beso en la frente y se levantó con gesto serio—. Vamos.
Todos empezaron a despedirse, abandonando la habitación uno a uno en un ritual silencioso de despedida. Sin embargo, hubo uno que permaneció en su sitio, inmóvil como una estatua en medio de la habitación. Artem se quedó en su lugar, sus ojos clavados en los míos con una intensidad que me hacía sentir desnuda ante su mirada penetrante.
Fue solo cuando estuvimos completamente solos que se levantó y tomó el lugar que momentos antes había sido ocupado por mamá. El espacio entre nosotros parecía cargado de electricidad, como si el aire mismo vibrara con la tensión palpable que había entre nosotros.
Sus manos recorrieron mi espalda con ternura, atrayéndome hacia su cuerpo con delicadeza. La suavidad de su tacto era un bálsamo para mí, mientras me sumergía en la calidez reconfortante de su abrazo.
—Alguien puede entrar —susurré, preocupada por ser descubiertos en un momento tan íntimo.
—Nadie entrará, y muy pronto no importará —respondió con seguridad, su mirada fija en la mía como si quisiera grabar cada detalle de ese momento en su memoria.
Fruncí el ceño ante su respuesta enigmática, intrigada por lo que estaba insinuando. ¿A qué se refería con "muy pronto no importará"? ¿Qué estaba planeando?
—No entiendo —busque desesperadamente una explicación en su rostro sereno, pero guardó silencio, como si estuviera sopesando sus palabras con cuidado antes de revelar más.
—Cuando revele que soy adoptado, muchos no querrán seguirme, pero escucharán a Vladik. Él es el más viejo y, por ende, el más sabio. Me ayudará a evitar una masacre innecesaria de nuestros hombres —explicó finalmente.
Mi corazón se detuvo por un momento ante la revelación, procesando la magnitud de lo que significaba. La idea de que Artem estuviera planeando una revelación tan impactante me llenaba de preocupación.
No llevaba ni un mes como Pakhan, era muy pronto.
—¿Vladik? ¿Confías en él? Siempre me pareció que era muy duro contigo —comenté, tratando de comprender mejor la relación que tenían.
—Él vio las cámaras, borró el contenido para que nadie pudiera observarnos aquella vez en la cocina —reveló con una sonrisa significativa, y de repente todo cobró sentido.
Un destello de comprensión iluminó mi mente ante sus palabras. La lealtad de Vladik hacia Artem era más profunda de lo que había imaginado, y su gesto de borrar las imágenes de las cámaras de seguridad fue una prueba de su compromiso con la familia.
—Oooh —murmuré, reconociendo la importancia de ese gesto.
—Sí —confirmó, y me estrechó un poco más entre sus brazos—. Oh.
—Aun así, no lo sé —dije, sintiendo la duda arrastrarse en mi mente.
—Si todo es una mentira, haré que se arrepienta y mataré a su familia, pero no quiero hablar sobre ello —suspiró, desviando su mirada hacia mis labios con intensidad.
—¿De qué quieres hablar?
—Quiero que empecemos a salir, juntos, como una pareja —dijo de repente, su tono suave y cálido lleno de una ternura que me hizo sonreír involuntariamente—. ¿Eso es un sí?
—Eso es un: Tienes que proponerme ser tu novia o de lo contrario no aceptaré —respondí con picardía.
—No será ningún problema —susurró, y entonces, sin más preámbulos, me besó.