POV ARTEM ROMANOV
Lo miré con desagrado, el ceño fruncido y los labios apretados en una línea firme, porque tenía razón. No podía arriesgarme a que alguien descubriera eso y pusiera en duda mi autoridad.
—Ellos podrían adoptarlo —sugerí con cautela, mientras una mueca de incertidumbre se dibujaba en mi rostro—. Me adoptaron a mí, ¿por qué no a él? De esa manera, no sería extraño que le llamara hermano.
Alzó una ceja con escepticismo y se encogió de hombros, su gesto un claro reflejo de su incredulidad ante mi propuesta.
—No creo que tu padre acepte, pero podrías intentarlo.
—Bueno, ese es un tema para más adelante. Ahora hablemos de lo importante. —Me acomodé en el asiento con un suspiro cansado—. Tengo que eliminar al líder. Es la única solución para que Lia esté a salvo.
—¿Recuerdas que tiene dos hijos?
—Uno. —Mis labios se curvaron en una mueca de desagrado—. El mayor murió en la explosión de la academia.
—Maldita sea.
—Lo bueno es que no hay evidencias que incriminen a los gemelos, pero aun así hay quienes piensan que fueron ellos, aunque no hay evidencias. Sin pruebas sólidas, es difícil culparlos —añadí, evaluando la situación.
—Esos malditos son realmente hábiles. Estoy deseando que se unan a nosotros oficialmente —asentí en acuerdo, una chispa de anticipación brillando en mis ojos—. Para eliminar al líder, necesitamos todos nuestros contactos. Ni siquiera sabemos en qué ciudad vive.
Observé el cielo a través de la ventana, los nudillos apretados contra el cristal mientras un suspiro pesado escapaba de mis labios, llevando consigo el peso de las decisiones que se avecinaban.
—La Cosa Nostra lo sabe, estuvieron en guerra hace un año y a pesar de que terminaron perdiendo, le dieron una buena batalla —comenté en voz baja, recordando.
—La bratva y los italianos en general no es que nos llevemos muy bien...el pasado es sangriento. ¿Cómo harás para que consideren ayudarnos con las ubicaciones?
—Porque necesitan de nosotros: dinero, cargamentos... Lo haremos a su estilo, una boda representando una alianza —afirmé, aunque pronunciar esas palabras había sido como tragar vidrio—. Temporal, al menos.
Sergei me observó atónito y negó con vehemencia.
—Puta madre, Artem, no puedes estar hablando en serio. ¿Tu padre lo aceptará?
—Claro, todo sea por Lia.
—¿Quién se casará?
—Adrik está fuera de discusión, es capaz de asesinar a su prometida y Akin... —Me detuve unos segundos, reflexionando sobre las opciones disponibles—. Akin mataría todas sus hermanas para asegurarse de que no hubiera posibles candidatas.
Noté la sonrisa maliciosa de Sergei y le lancé una mirada de reproche.
—Aleksander solo tiene diecisiete, es muy joven aún y además no creo que su padre Xander quiera que se case con alguien que no sea de su país.
—Solo queda Aleksey, tiene diecinueve y ... —negué levemente, sintiendo una punzada de dolor al considerar la posibilidad.
—Y aprovechará la oportunidad para matar un par de docenas de italianos. Ese niño me preocupa, sé que su padre murió a manos de un italiano, pero odiarlos a todos...por favor, no le digas que tienes sangre italiana o intentará matarte —,bromeó, aunque la preocupación brillaba en sus ojos.
—Solo quedo yo —susurré, enfrentando la realidad de nuestras opciones limitadas.
—¿Serías capaz?
—No, si tengo que secuestrar al Don y hacer que hable, lo haré sin importarme otra guerra.
—Casarse sería lo más fácil, evitaría bajas —sugirió.
—Con la única mujer que me casaré es con Lia, con nadie más —afirmé con convicción, rechazando cualquier otra opción que pudiera comprometer mi corazón.
—Entonces tendrás que obligar a Aleksey —afirmó Sergei encogiéndose de hombros—. Él lo hará.
No, él no lo haría, pero era la única solución para obtener rápidamente las ubicaciones de los Yakuza. No veía cómo podríamos salir victoriosos de esta situación, incluso si eliminábamos al líder y su familia. Aun así, saldríamos perdiendo. Pero por Lia, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario.
—Muchos morirán. —Lo miré fijamente—. Pero te prometo que no seremos nosotros.
—Aún quedan muchas cosas por hacer —sonrió arrogante—. Gente que eliminar, disfrutar de la soltería, tantos placeres...
Negué levemente, no quería disfrutar la soltería ni tener placeres.
—Quiero tener lo que tienen mis padres —confesé, mis ojos desviándose brevemente mientras una oleada de anhelo me inundaba—. Siempre lo he deseado, y he estado solo durante tanto tiempo que ya no quiero seguir así.
—Igual, siempre supe que de los dos, tú serías el primero en enamorarte.
Ambos soltamos una risa áspera y tensa, mientras nos ajustábamos los cinturones ante el anuncio de que estábamos por aterrizar.
Principio del formulario
En cuanto pisamos tierra firme, fruncí el ceño al ver la cantidad de automóviles que esperaban en la pista, más de los que esperábamos.
—Mierda —susurré, intercambiando una mirada de complicidad con Sergei, ambos conscientes de lo que eso significaba.
Papá.
Darko Romanov emergió de uno de los vehículos, su semblante extrañamente calmado.
—Adelántate, me quedaré charlando un rato con él —murmuré, volteando hacia Sergei, quien asintió en silencio—. Ya sabe que estuvimos en México.
—Iré a organizar el viaje a Rusia, donde deberíamos estar —respondió con voz áspera.
Inhalé profundamente antes de acercarme a Darko, preparado para el inevitable encuentro.