La partida de sus tíos me deja acongojado. No me cabe en la cabeza todo lo que está chica debe de haber sufrido. Como alguien tan respetado como el General se posiciona en el lugar de la familia y no en el de la justicia.
Está mal matar gente. Todos lo sabemos ¿pero quien soy yo para juzgar una acción de defensa, cuando nosotros apretamos el gatillo para defender armas y comida?
A parte de todo, está formalizada, por lo que escapa de las manos del General y lo que está mal es que intervenga con la única finalidad de mantenerla recluida y limitarla en todo lo que hace.
Dejo a Díaz cuidando el calabozo y me voy a buscar golosinas, ya que las que tenía se me terminaron.
Allí vuelvo a encontrar a la señora sola y me recibe como si me conociera desde siempre. Cigarros y golosinas después, estoy completo para otro mes más.
Un par de horas en la ruta y ya estoy de vuelta. Hoy puede salir y tengo planeado todo el acting.
Preparo tres mochilas, mis botas de campamento y las armas de pintura para el Cabo, para ella y para mi.
-Salga, reclusa. Ahora va a aprender a no golpear gente- tiro su mochila a sus pies sin titubear- Andando ¡Ya, jovencita!
Los que pasan frente a la puerta del calabozo miran asombrados.
-Guíe, Diaz. - ordeno.
Sin medir más palabras, comenzamos a caminar hacia nuestro último lugar de campamento. Cada tanto tiempo doy la orden de apresurar el paso, pero nosotros continuamos caminando a la misma velocidad.
Una hora después, descargamos las cosas y Diego se retira a buscar leña.
-Esto es suyo- le entrego la carta que escribió su tía y una bolsa con gomitas - En su mochila tiene sus auriculares. No se aleje mucho porque con binnculares la ven desde el cuartel.
-Gracias. - busca sus cosas en la mochila- ¿Porque hace esto?
-Porque todos tenemos el derecho a ser escuchados, Agustina.
Me observa buscando algo, no habla, pero se coloca los auriculares y se marcha.
Yo acomodo la tienda y armo el fuego. Vamos a estar hasta mañana, nada más, pero tampoco vamos a pasar frío ni dejar que nos coman los mosquitos.
Media hora después, Diego regresa con leña suficiente para la cena y el café de mañana temprano.
-Ojalá que hubieran más personas como usted, Capitán. - murmura.
-Solo Cristian, Diego. Estamos solos. No es necesario.
- Sigue dándome razones para creer que estoy en el lugar equivocado, Cristian. - hace señas detrás de mi- Valla tranquilo que yo cuido el fuerte.
-Gracias, Diego. - palmeo su hombro en señal de agradecimiento.
Me acomodo la bota, elevó el volumen del implante y camino a paso decidido en la dirección a donde se fue.
Unos doscientos metros más abajo de la tienda en orientacion opuesta al cuartel, comienzo a escuchar una melodía de ¿rap?
"Siento tu calor con mis manos frías
Si viviera como sueño, siempre te tendría
No puedo sentirme solo
Sería una mala compañía"
Se mueve de derecha a izquierda, abrazándose a si misma con la carta en una mano y los ojos cerrados, mientras se acaricia los hombros con los brazos cruzados.
"Me duele tanto que no veo
Quiero quedarme contigo aquí (eh)
También hay cosas que no creo
Sé que algún día podré ser feliz (eh)"
Salta en la roca y abre sus manos como si quisiera volar a la vez que retrocede dos pasos cortos y rápidos.
"Ahí está, bailando sola
Quitándose todos los males del cuerpo
No sé como darle las gracias
Si la encuentro, me pierdo"
Gira sobre su eje mirando el piso, el cielo y empujando a alguien que no está ahí.
Sus ojos rojos hacen contacto con los míos y de detiene abruptamente.
-Mierda- su voz esta rota, seña de que ha llorado.
-No quería asustarte- me siento en una roca que sobresale y ella saca su dispositivo para pausar la melodía.
-No me asusta- la miro a los ojos cuando ya bajé la media. - Usted no me asusta.
-Cristian. -Levanta una ceja sin entender nada- Mientras estemos acá vamos a ser solo Diego, Agustina y Cristian ¿que te parece?
-Me da igual, honestamente.
Comienza a caminar hacia la carpa y veo que está decidida a marcharse, pero yo necesito saber su historia.
-Me hirieron con una granada- menciono al recordar que si yo hablaba ella también lo haría.
-¿Cómo? - se detiene justo detrás de mi a aproximadamente dos metros.
-Trasplante del músculo e implante en el oído. -vuelve sobre sus pasos y se sienta enfrente de mi con sus piernas pegadas al pecho- Cubrí a tres niños del impacto de una granada. Fue la última misión en el Congo.
-¿Te duele?- sus ojos están en mis cicatrices.
-El implante no, pero la pierna suele despertarme. El dolor es real, pero la sensación de que la carne se quema,- hago una mueca al rememorar el sentimiento- es parte del trauma psicológico- toco mi sien con el dedo índice y medio.
-¿Y como llegaste acá?
-Por pedido del General- hace una mueca- El Capitán anterior se fue y nadie quiere venir tan lejos. Es un buen lugar para los incapacitados.
-No creo que esté incapacitado.
-Mi ex no pensaba lo mismo, dejame decirte. - la señaló con el dedo negando.
-¿Y todo esto que hace, porque es?- señala el espacio- Digo, venir acá.
La observo comportarse tranquila, dispuesta a escuchar lo que valla a decir y parece alguien totalmente diferente. Como si tuviera dos personalidades, la retraída y explosiva y esta, tranquila y curiosa. ¿En realidad cual de ellas es? me pregunto para mi mismo dispuesto a saberlo.
-¿Porque no? - cruzó los brazos.
-Si esto es por el General, haga lo que tenga que hacer sin culpas. Yo lo tengo asumido, Capitán.
-¿Te arrepientes de algo?- la cuestiono directamente.
-No. Lo volvería a hacer. Asique si busca que exprese arrepentimiento, desde ya le digo que se equivocó y mucho.
Se para dispuesta a irse y yo hago lo mismo, pero tomo su muñeca impidiendo que avance. Sus ojos observan el agarre y levanta su mirada para encontrarse con la mía.
-Quiero saber tu historia. No lo que otros cuentan, Agustina. - sus ojos se cristalizan- No se si tu tía te lo dijo, pero estuvimos hablando. No estoy de acuerdo con las injusticias y la razón por la que no aprobaste el bachiller en estos días, es una de ellas. - le hago recordar el incidente en el comedor.
-No sienta culpa, capitán. Solo sigue órdenes.
-No quiero seguir órdenes a las que no estoy de acuerdo, Agustina - me justifico- Quiero ayudarte a salir de esto, porque como le dije a Milena, si es por el general, tu calvario puede durar al menos cuatro años más.
Espero que vuelva a hablar mientras yo mismo la observo retaerse. Los gestos en su cara cambian a cada minuto que trancurre. Abre y cierra la boca en varias oportunidades hasta que encuentra las palabras que necesita.
-¿Qué me asegura que no es uno más de ellos?- murmura en un hilo de voz, con brazos cruzados bajo su pecho y una postura que dice que a la mínima, huye- ¿Qué va a creerme lo que le diga?
-Lo único que tengo. Mi palabra y mi honor de hombre y de soldado, Agustina. Puedes creerme o seguir en este mismo camino.