-Con respecto a eso, quiero avisarle que no regreso para el próximo semestre, General.
Ya me adelanto a ponerlo en sobre aviso respecto a mis decisiones.
-¿Razones, Capitán? - frunce el seño con notoria disconformidad.
-Aún tengo pesadillas con el incidente en la misión y los disparos de entrenamiento solo hacen que sean mas frecuentes. - me excuso.
-¿No sirve la terapia?- consulta con fingido interés.
-La verdad es que no. Siento ardor permanente en el trasplante y me gustaría disfrutar de mi ciudad y buscar una familia antes de los 40, General.
-Creí que tenía prometida. - adirma confundido.
-Ya ve que no. - digo con una mueca al recordar, en primera instancia, porque mierda estoy metido acá- Resulta que me engañó y por eso accedí y lo ayudé con esto, pero quiero disfrutar del esfuerzo de mi tiempo de misión, la plata y los reconocimientos que me quedan, en mi pueblo.
-Muy bien, Vaz. Solicité un tiempo y eso es lo que va a tener. En marzo tiene asegurada la baja. En diciembre traigo los papeles para que los firme. - se compromete.
-Gracias, General.- saludo formal, con mi cuerpo recto y la mano izquierda en la frente.
-Nos vemos en diciembre, Capitán.
Se despide y se retira del cuartel tan rápido como llegó.
Ahora necesito la otra versión. Por lo poco que he visto, puedo asegurar que se han encargado de retrasar la graduación de bachillerato de Agustina. En el informe más detallado que envuentro a mano, se ve que siempre pasa algo cuando debe de presentar sus parciales desde que ingresó. Siempre queda a examen libre y siempre los pierde por pocos puntos, pero jamás llega a la parte de defensa oral.
La mayoría de los reclusos que llegan como mayores de edad, cumplen su último grado en el cuartel y luego se van a sus casas. Todos menos ella. El único tiempo de 'libertad' que se le brinda, son los 10 o 15 días que tarda el periodo de exámenes, pero siempre regresa.
Los tres días restantes al calendario de parciales, me enfoco en colaborar con el refuerzo de los estudios de los demás.
Lógicamente, hay gente en el cuartel que pasa toda la información al general, por lo que también me dedico a cuidar cada paso que doy.
De él depende mi baja por enfermedad y no una deshonrosa.
No estoy dispuesto a pertenecer a un ejército injusto, no voy a ser un sumiso a la voluntad de alguien más y tampoco voy a ser parte de seguir con las mentiras. Voy a escuchar a su familia y a esa joven. Si merece la ayuda, lo voy a intentar y sino me voy a largar de aquí lavandome las manos como hace todo el mundo.
Las familias llegan por los muchachos y los entrego a cada uno.
Ellos se despiden asegurando que van a hacer las cosas mejor y rogando que los despida de Agustina, porque le quedan al menos doce días de incomunicación. El único que se acerca es el Cabo Díaz para sus comidas y para sacarla al baño cada tres días. Órdenes explícitas del General.
-Nosotros venimos por Agustina. - la señora de la gasolinera se acerca a mi.
-¿Tienen un momento?- solicito.
-¿Que hizo ahora? - pregunta el hombre pasando una mano por su nuca.
-Cabo. Asegúrese que este bien- le hago la seña de que no se aleje de los calabozos- Ustedes síganme, por favor.
Guio a la pareja directo hasta mi oficina dentro de nuestro pabellón.
-Me presento, Capitán Cristian Vaz- extiendo mi mano a cada uno de ellos.
-Milena Silvera. Tía paterna de Agustina.
-Pablo Giménez, el esposo de Milena. La corte nos dejó a cargo de Agustina.
-¿Pueden contarme algún detalle del caso, por favor?- solicito con educación a la vez que los invito a sentarse.
-Mi hermano, Gaston, el papá de Agus, falleció cuando ella era muy pequeña de un ataque al corazón. Después del incidente, como su mamá fue declarada incapacitada por abuso de sustancias, la corte nos asignó como los tutores legales.
Analizo sus posturas. No mantienen el contacto a los ojos conmigo, pero se toman de las manos y se miran con ¿culpa?
-Necesito detalles del incidente- acomodo mis brazos en el escritorio y les sirvo una taza de café.
-¿No le dijeron nada?- pregunta Pablo incrédulo.
-Realmente no mucho, pero ya que la joven no habla, pensé que ustedes podrían ayudarme.
-Te dije que si fuera por ese señor ella no se va más de acá- recrimina entre llanto, Milena para su esposo.
-Ya, cariño. Hay que tener fe- la consuela apretando su mano.
-No creo que la fé les sea de mucha utilidad. - ellos me miran con los ojos desorbitados cuando intervengo- Justo ahora esta aislada por lo que queda de la quincena.
-¿Y sus parciales, Capitán? - pregunta ella alarmada.
-Señora, si está aislada no puede salir a hacer los parciales.- aclaro- Supongo que lo saben.
-Hicieron lo mismo que el año pasado y el anterior- el señor presiona su mandíbula.
-Si ustedes no hablan, va a seguir sucediendo hasta que el General se retire, y permitan que les avise que tiene al menos cuatro años más.
-Mi ex cuñada, después de que enviudó, tuvo muchas parejas- comienza a hablar ella- Siempre las llevaba a su casa, con Agus ahí. No nos dejaba verla, pero cuando hablábamos por teléfono, ella nos suplicaba que la sacaramos de ahí. - ella rompe en llanto negando con su cabeza y su esposo la abraza.
-Cuando ella tenía como 16, Rut se juntó con el hijo del Capitán Sosa. Era igual de alcohólico que su madre. Ahí ya no pudimos tener más contacto con ella. El la llevaba y la traía al liceo. - respira exageradamente por la boca- Un día nos llamaron para que nos hiciéramos cargo de su pena. Llevarla y traerla para acá. Ella nos dijo que se había cansado de los abusos, de los golpes y que había matado a su padrastro. Nunca dió detalles, pero dijo que estaba arrepentida de no haberse defendido antes.
El relato es crudo. Faltan muchos detalles, pero puedo notar que el General no habló con toda la verdad o hay datos que desconoce. Quien tiene la verdad es Agustina y si ella no está dispuesta a habar, no puedo hacer mucho.
Sus tíos se ven preocupados por la salud y seguridad de la joven y en este momento, comienzo a compartir la preocupación.
-¿Puedo verla, por favor?- ruega Milena entre llantos.
-Lamentablemente, no. Hay gente que le rinde cuentas al General y se va a enterar de todo lo que pase. - paso la mano por mi rostro una y otra vez tratando de buscar un camino a todo lo que esta pasando, una solución- Voy a tratar de hablar con Agustina y ver como puedo ayudarla, pero no puedo garantizar nada.
-Si le escribo una carta para mi sobrina, donde le pida que hable con usted, ¿Se la daría?
-Si, señora- le doy una hoja y un lápiz para que escriba.
La señora asiente con desicion y comienza a escribir a paso veloz, pero sin detenerse, al menos hasta cuando su esposo le dice que le escriba 'te esperamos en casa, cariño', de su parte.
Cinco minutos después, con una hoja llena de garabatos en mi mano, que no voy a leer, y su número de contacto, su única familia, abandona mi oficina y el cuartel.
-Gracias por escucharnos, Capitán Vaz. - se despide Pablo.
-Vallan con cuidado. Los llamo en cuanto pueda.