11 Otro día.

1281 Words
-¡Mierda!- grito con fuerza. Me siento de golpe y trato de enfocar a mi alrrededor. El dolor en la pierna es intenso y llevo mis manos allí para frotar. Me cersioro que todo este cubierto de piel palpando y presionando por encima de mi pantalon, con esa rara sensación que tengo en algunas oportunidades, de que voy a encontrar un hueco en lugar de un músculo trasplantado. La capa de transpiración me cubre el cuerpo completo y me siento aturdido. -Capitán. - El Cabo pone una mano en mi hombro me sobresalto. -Estoy bien, estoy bien. Tranquilo, Diaz. - levanto las dos manos para que las vea antes de que el comience a retroceder. Aún no ha amanecido. Mi reloj me indica que son las cuatrocientas treinta y cinco. Agustina se sienta mirando a todos lados y revisa su sobre mientras mi colega me alcanza agua. El resto continúa durmiendo tranquilamente. Bebo el contenido del agua y me calzo las botas para buscar un baño. Ya no vuelvo a dormirme. Mucha charla del tema antes de dormir, me llevó soñar con el día en el que mi condición física me obligó a regresar a casa. Siempre pasa lo mismo al despertar. El sueño es tan vívido, que es como vivir una y otra vez la misma situación. El mismo dolor, el mismo olor, todas las malditas sensaciones una y otra vez. Camino guiándome por el sendero en el suelo y cruzo el cauce de agua a favor de la corriente, hasta debajo de los coronillas para hacer mis necesidades. Acá no hay animales salvajes, pero si las hago lejos del campamento me aseguro de que cuando el sol caliente, no valla el olor hacia el lugar donde nos encontramos. Demasiado tiempo a la intemperie, te dan las herramientas para pasar desapercibido. Debo de haber recorrido unos trescientos metros perdido en mis pensamientos, porque al levantar la vista veo la coronilla del cerro, y puedo asegurar que nosotros estamos a este nivel por el otro lado. Cuando termino se subir, el amanecer se hace presente, llenando de color todo el campo, con el lucero en el horizonte y la vista lejana del cuartel a la derecha y el sonido del cauce de agua a la izquierda. Al llegar al campamento, Diaz y Agustina avivan la fogata y ponen el agua herbida en una cafetera de antaño, mientras el resto se despereza o se despierta, mejor dicho. -Cafe, Vaz- me ofrece Diaz. -Gracias. Necesito su nombre, Cabo. -Diego, capi. -Bien. Lejos del pabellón que sea Diego y Cristian. - ya estoy aburrido del capitán y el haber soñado de nuevo todo eso, me hace querer huir de este lugar. -Oookeey- responde con dudas antes de dirigirse hacia los muchachos - Vamos chicos. A desayunar que vamos a recorrer un pedazo de tierra, después. -Buen día- se escucha por todas partes. Todos parecen emocionados por la aventura que nos trae el nuevo día. -Supongo que me dejé llevar por mis amistades y traté de llamar la atención de mis padres de la forma equivocada- Jaime mira sus manos mientras habla- ¿Tu como llegaste acá, Laura? -En realidad mi padre me obligaba a acompañarlo a robar motos porque como era menor no me iba a pasar nada. -¿Tu padre te obligaba?- Jaime parece incrédulo y yo disimulo que escucho toda la charla. -Sep. Si no lo acompañaba se desquitaba con mi hermanito, José. Me enseñó a manejar desde los 15 años y luego a acompañarlo. -¿Y como caíste? - curiosea poniendo sus antebrazos en sus rodillas flexionadas hacia su pecho. -Sabía donde vivía un soldado y su novia manejaba una moto. Siempre la dejaba destrancada y le avisé a mi padre que iba con una moto nueva. Solo tuve que romper la tranca y manejar a donde estaba. - gesticula el movimiento de 'romper' con sus dos manos- Dos horas después estábamos rodeados de policías. Me procesaron por el robo y a él también. -¿Declaraste en contra de tu padre? No te creo. - Lorenzo extiende sus brazos hacia atrás y las piernas hacia adelante. -Estaba por cumplir 18 en menos de un mes, Lorenzo. Si yo no buscaba la forma de salir de eso, iba a terminar mal. En un ligar peor que esto. -Yo me entregué. -Agregó Jaime en un susurro- Con mis "amigos" - remarca las comillas con sus dedos- atacamos a una anciana a la salida del Red pagos y uno de ellos usó la navaja para cortarle la mano. La señora se desmayó de la impresión y como había mucha sangre me quedé a ayudarla. Cuando llegó la policía y la ambulancia dijo que era diabetica. Mi abuelo era del ejército y le dieron de baja por eso. -¿Solo por ser diabetico? No te creo- intervino Lorenzo -Cualquier herida lo puede dejar con una extremidad de menos. - levanto un hombro con desinterés, pero tiene los ojos cargados de lagrimas- Me sentí mal por la doña y dije que había sido yo. Mis amigos ni se aparecieron. -¿Y quien te mandó para acá?- cuestiona Laura. -De echo, mi abuelo. Conoce al General y el le dijo que iba a ser mejor acá que en el internado de menores. -Y te puedo asegurar que es verdad- interviene Michael- Ahí te roban lo que tienes. Si no te defiendes de toman de hijo y para colmo vives en una celda de tres por tres. -¿Cómo llegaste a este lugar? Yo tengo a mi abuelo, ¿ustedes? - Jaime los mira a cada uno de ellos y a nosotros por el rabillo del ojo. -Algo así como protección a testigos- aclara Laura- Entregué a mi padre y sus socios. No puedo volver a casa. -Me escapé del hogar de menores y también entregué a alguien- Lorenzo habla- Era mi tutor porque no tengo padres, asique la jueza me quizo mandar a un lugar del que no pueda huir. ¿Michael? -Yo denuncie a uno del hogar que tocaba a las mujeres. Como tenían miedo de que me maltrataran, me mandaron para acá. El mismísimo juez me trajo porque tengo un tío que está en servicio en El Congo. Se miran entre ellos. La única que no ha hablado es Agustina. Sus auriculares grandes tapan por completo sus oídos y aunque no les da la espalda, solo observa el paisaje con sus manos en la taza de café. Con un gesto disimulado, muevo la perilla de volumen del implante y solo puedo deducir que escucha música. Bajo el volumen nuevamente porque los sonidos me aturden y se vuelven pitidos, como esos que se emiten en la radio cuando hay interferencia. -¿Sabe que está invadiendo su privacidad?- Diego habla y yo miro directo a los ojos. -Podrías haberme detenido antes. ¿Porque ahora? -Porque su movimiento fue muy notorio. Ja ja ja Me rio con el mientras niego con la cabeza. Para ser que es muy joven comparado conmigo, es bastante buena onda, serio y respetuoso. -Cuéntanos que haces vos acá- insiste Jaime tocando el brazo de Agustina, que se saca un auricular para escuchar lo que le hablan. -No les voy a decir nada. No molesten. - Agustina se vuelve a colocar los auriculares y los ignora, ahora si, dándonos la espalda a todos por igual unos metros más allá. -Se dice que mató a su padrastro, pero nadie dice porque. - susurra Michael para el resto del grupo- Puedo tratar de averiguar, pero no me comprometo a nada. -Si estaría bueno. Si mató a alguien es algo demasiado grave. - aclara Lorenzo- Y no podemos molestarla.
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