12 Caminata.

1280 Words
Dejé que hablarán entre ellos como si no les prestara atención, pero en realidad comparto su misma preocupación. Nadie habla de porque esa chica que parece tranquila, fue capaz de matar a alguien. De todos modos estoy dispuesto a averiguarlo. Los chicos lavaron las tazas en la orilla del arroyo y acomodamos las cosas para dar una caminata. Puede que ahora no se dejen verme pero pueden haber comadreja, zorrillos, algún zorro de campo y ratas. Incluso aves de rapiña que ronden la zona. Un alimento mordido o tocado por cualquiera de esos animales, es un alimento que no está apto para consumir. Guardamos todo en los tacho, con bolsas y todo y cerramos lo más hermético que se puede antes de la nueva aventura. De día puedo ubicarme, por lo que camino al frente del grupo con mi botella de agua siguiendo la cresta del cerro y alejándonos del lugar donde si vislumbra el blanco del campamento a lo lejos. Vamos detallando lo que vemos y cada tanto tiempo paramos a descansar para hidratarnos. Mi pierna lo agradece. -Cuidado que eso a la derecha es aruera.- habla Agustina retirando un auricular. -¿Puedes reconocerla?- Le cuestiono porque en realidad yo no lo sabía. -Si. El año pasado la usamos para hacer fuego y varios tuvimos una reacción alérgica- miro sus ojos que hoy parecen más celestes que grises- Después de no poder dormir por la comezón y la fiebre, aprendes a reconocerla. -Gracias- me giro al resto del grupo y señaló el arbol- Aruera, súper alérgica. No la usen para el fuego y eviten tocarla. -Oh. En la escuela nos enseñaron una leyenda de ese árbol.- Laura parece emocionada. -Cuentala- le incentiva Lorenzo y el resto le secunda. -Pues parece que una mujer llamada Aruera, se despidió de su amor antes de irse a la guerra. Siempre recibía cartas de su amor de que la esperara, que nunca se iba a olvidar de ella y que ella no la olvidara. Si, como no, pienso para mi mismo. -¿Luego?- Michael parece ansioso. -Déjame tomar agua ja ja - todos rieron con ella- Luego ella deja de recibir sus cartas y va a esperarlo al puerto. El que estaba a cargo le dice que no ha regresado, pero ella vuelve a insistir. Siempre va a preguntar y el general siempre le pone escusas. Que se perdió en la guerra, lo mataron, regresa en el próximo barco y así, hasta que un día le dice que su mujer lo vino a buscar hace mucho tiempo y no era ella y lloró por días. Ya no le creía nada, entonces echó raíces en ese lugar y cada vez que pasaba un hombre le lloraba y después él se hinchaba. -No te creo- se emociona Lorenzo. -Dicen que hay que mentirle para que no llore y te de alergia- acota Jaime. -De ahí viene el dicho "No digas buenas noches, que no soy Aruera y todavía hay sol" ja ja ja - Laura se ríe y el grupo la acompaña. Ellos siguen comentando sobre la leyenda durante el camino de regreso. Ponemos a funcionar la fogata y envuelvo papas y boñatos, que lavé en el caice de agua con un cepillo, en papel aluminio y condimentos para ponerlos directo en las brasas. Una parrilla desmontable es suficiente para soportar el peso de la carne. Laura trae la olla con agua para hacer arroz y nos sentamos un rato. Diego y yo aprontamos un mate para alargar el día mientras los chicos siguen recolectando leña y hablando de las leyendas que conocen sobre la flora de la región. En un momento me paro para ir al baño y hago el mismo recorrido que ayer, ya que los muchachos buscan leña para el otro lado. Hago mis necesidades y cuando me regreso siento una comezón en la pierna izquierda. Apoyo mi pierna en una roca que sobresale de la superficie y desprendo la bota. Los cordones Dan trabajo, pero nada a lo que no esté acostumbrado. Al bajar la media, el color rosado de la cicatriz me impresiona como la primera vez. Siempre tengo que estar pendiente de su color, por lo menos por un año más, sino... -¿Qué te pasó ahí?- Agustina señala mi pierna con una mueca rara. Miro para todos lados a ver si alguien más la vio, pero está sola. -¿Vas a decirme porque estás acá?- refuto. -Esta en el informe.- cruza sus brazos decidida. -Todos hablaron con detalles, hace rato. ¿Porque tu no?- contra ataco. -Porque no importa lo que diga. Ya soy culpable ¿O no?- hace un ademán de manos y me incorporo después de poner un poco de antibiotico, arreglar mis medias y la bota. Ella retrocede dos pasos de espaldas y entrecierro mis ojos. Su actitud siempre está a la defensiva, cosa que me llama la atención. -Yo quisiera saber que pasó para que llegarás a ello- negocio. -¿Usted me va a contar como llegó a eso?- señala mi pierna y mi oído derecho. Medito sus palabras un buen rato. No considero ser capaz de hablar de nada de eso. Necesito dejarlo atrás y ya comprobé las consecuencias de recordarlo, justo esta mañana. Tampoco me gustan las miradas de lastima y asco que hacen las personas cuando se cuentan estas historias, por lo tanto, tampoco pienso exponerme a que me vean así. Ni ella ni nadie. -No va a pasar- hablo decidido. -Pues yo tampoco voy a hablar, Capitán. Se quedará con la duda. - sonríe con suficiencia y cruza sus brazos. -Siempre hay alguien dispuesto a hablar, Agustina- reto convencido de mis palabras. -Y yo le puedo asegurar que nadie lo va a hacer. - mira mis expresiones- ¿Usted cree que el General le va a contar? O sea que el general Miguez si sabe lo que pasó. Quizá si no hubiera solo abierto puertas para los castigos, sino que me hubiera dados más datos, agora no me sentiría a ciegas, porque más que curioso, siento que se me ocultan cosas. -No es el único que sabe ¿o me equivoco?- hablo pensando en Sosa y regresando a la carpa por mis pasos anteriores, pasando justo a su lado, pero respetando su espacio personal. -Sosa es el que menos le va a decir. Es el menos indicado- habla antes de colocar sus auriculares y regresando a paso veloz. Confirma mis sospechas, Sosa también lo sabe. Debo reconocer que sabe analizar lo que tiene enfrente. Por supuesto que reconoció al Cabo Díaz y analizó mis actitudes. De un modo u otro, voy a averiguar que pasó. Siempre fui una persona curiosa. No me agrada no saber donde estoy metido y esto no será la excepción. Al sentarme en mi lugar reviso la comida y comienzo a trazar planes mentales. Planes que me den una respuesta de los echos. Estrategias para que compita siempre y descubrir cada uno de sus secretos. Por lo que he observado, se puede decir que es un secreto a voces. Algunos de sus compañeros tienen indicios, los reclutas del pabellón uno y dos, también tienen conocimiento. Podría asegurar que cada m*****o de este lugar, que tenga al menos seis meses de antigüedad, sabe a mayor o menor medida porque Agustina está aquí. No quiero supuestos. Necesito echos. Trato de enfocarme en no hacer pasar un mal rato a los demás y me distraigo entre actividades y charlas. El fin de semana se termina y regresamos a nuestro pabellón con todo el campamento, nuevamente con Díaz en la punta y yo en último lugar, guardando en mi retina cada paso para poder regresar.
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