Samara.
Es hoy, el día de la graduación es hoy y yo… me miro al espejo viendo a la chica de cabello gris plateado con un hermoso vestido color beige, primero debo ir por el despacho del abogado, hoy coincidentemente es mi cumpleaños, mi graduación y la fecha en la que puedo tomar posesión de una parte de la herencia (ya que la parte empresarial, podré a partir de los veintiuno), una vez más la puerta de la habitación que ocupo (un ático) se abre dejando pasar a mi tía con un pequeño pastel, volteo a verla, ella me sonríe mientras se acerca.
— Feliz cumpleaños, Samarita.
— Gracias.
Respondo como si nada, ayer cuando llegué por la mañana antes de prepararme para ir al instituto, no me dijo nada, actuó como si yo hubiese despertado aquí, lo curioso (no tan curioso después), es que no me regañó, no hubo castigo, ni insultos, ni golpizas y ahora lo entiendo, es que hoy ya puedo hacer lo que quiera, por lo que, no le convenía hacerme enojar ayer, ni hoy y de ahora en adelante, ningún día más.
— Anda, hija, sopla las velitas.
Dice con un tono alegre, mis ojos se cristalizan levemente, pero, parpadeo tratando de disimularlo, me acerco a apagar las velas después de desear, mejor vida para mí. Ella deja a un lado el pastel y me extiende un obsequio, la miro arrugando el entrecejo, de ella… es raro, rarísimo que me de un obsequio, con mucha duda lo agarro.
— Gracias.
— ¿Puedes abrirlo ahora?
— ¿Por qué?
— Samarita, no es algo malo, solo es… es importante.
Su respuesta parece… sincera, asiento con la cabeza abriendo de a poco lo que reconozco como una carpeta de investigación, la miro con duda, con confusión, ella asiente esperando a que lo abra, pero, decido guardarlo de nuevo.
— Lo veré después, debo salir un momento.
— ¿A dónde?
— Debo ir al instituto, dijeron que necesitaban que firme el listado de certificados que entregaran hoy.
Miento, a ella no debería de interesarle a dónde voy, asiente con la cabeza, miro el pastel, no me comeré eso, solo me llevo mi bolso y esta carpeta que acaba de darme. Me despido saliendo de allí, gracias a Diosito, no me encuentro con ninguno de los otros integrantes de la casa.
Tomo un taxi, en casi treinta minutos llego al edificio, subo al piso donde el abogado tiene su estudio jurídico. Me presento con la recepcionista y me hace pasar directamente a la oficina del señor Mitchell.
— Señorita Samara, feliz cumpleaños.
Saluda extendiéndome la mano, la estrecho.
— Gracias, señor Mitchell.
— Tome asiento por favor, debo hacer lectura del contrato de testamento que ha sido dejado por su difunta abuela, la señora Magda Sanz.de Smith.
Asiento con la cabeza sentándome frente a él, saca unos documentos y comienza a leer que tengo acceso a las cuentas bancarias, hasta un limite bastante elevado mensualmente, tengo acceso a las empresas y puedo ir a verificar cada que quiera hacerlo, además puedo escoger estudiar en las mejores universidades del mundo, en el área de negocios, jurídica incluso… de baile, eso me dio un vuelco al corazón, mi abuela sabía de mi pasión por el baile, ella llegó a llevarme a varias clases antes de su partida, luego me tuve que conformar con los que veía en las r************* , en los programas de televisión y aprenderlo sola.
— Eso es todo. Puede leerlo usted también, si tiene duda me lo consulta y luego puede firmar cuando esté de acuerdo.
— Gracias.
Respondo tomando los documentos, comienzo a leer, porque no firmaré nada que no haya leído, una vez conforme, firmo en cada una de las hojas, el abogado me hace entrega de varios sobres cerrados, sellados con logos de bancos diferentes y me explica que son los que puedo utilizar y que están ligados a la cuenta mencionada en el contrato.
— Cualquier duda, consulta, puede contactarme, señorita Samara.
— Gracias, señor Mitchell, me gustaría contar con su ayuda para comprar un inmueble, quiero mudarme lo más pronto posible de la casa de mi tía.
— Claro, ¿ha pensado en algo en específico?
— Sí, en este.
Digo sacando un papelito donde anoté la dirección y varias características del lugar que me gusta, el abogado asiente con la cabeza.
— Puedo encargarme de esto.
— Se lo agradecería mucho, ¿tiene el otro contrato?
— Claro.
Dice sacando otra carpeta con documentos, lo leo y asiento con la cabeza, es donde le p**o una “indemnización” a mis familiares por haberme “cuidado” todos estos años, en una de las clausulas también dejo claro que después de esto ya no tienen derecho a buscarme, pedirme o siquiera reclamarme nada.
— Gracias.
— ¿No cree innecesario este contrato?
— No, lo creo realmente necesario.
— De acuerdo, como usted diga.
— Ahora si me disculpa, debo regresar para ir a mi graduación, demás está decir que está invitado.
— Gracias, señorita Samara, pero, no creo poder llegar, igualmente, la felicito.
Asiento con la cabeza, me despido y salgo de allí suspirando, tengo dinero, ahora puedo… comprarme mis propias cosas, una cama decente, un guardarropa nuevo, un auto, sacar mi registro de conducir, viajar, estudiar lo que siempre quise, ahora puedo y no me van a detener, nadie lo hará.
************* **************
— Vaya, creí que ibas a tardar más.
Dice esa voz, miro rápidamente hacia la ventana del ático, chillo de emoción y al instante me tapo la boca para callarme, sonríe de lado negando con la cabeza, cierro la puerta con seguro y si eso es poco, coloco la banca que tengo en frente para que nadie pueda ingresar sin anunciarse, luego corro hacia los brazos de él, me recibe alzándome y girándome en volandas.
— No puedo creerlo, debías venir más seguido.
— Lo lamento, no pude, pero ya estoy aquí.
Responde bajándome al suelo de nuevo, toma mis manos besando cada una antes de vernos con una sonrisa, lo he extrañado mucho, de repente suspiro soltándome de él y comienzo a darle manotazos por los brazos.
— Auch, auch, oye, eso duele.
— A ti no te duele nada, te aguantas.
— Sami…
— Sami nada, Alex, ¿quién te crees para desaparecer de esa forma? Ni un solo mensaje, ni una sola llamada, nada, eres cruel.
— Pero…
— Ya silencio, no puedo creerte, no vuelvas a irte sin dejar nada en tu lugar.
— Mujeres.
Suspira, lo fulmino con la mirada, pero me guiña el ojo sacando algo del bolsillo de sus pantalones.
— Ten te traje un pequeño regalo de graduación o bueno, uno de ellos.
— ¿Regalo?, ¿para mí?
Salto como niña pequeña viendo su sonrisa divertida cuando asiente con la cabeza, me da la pequeña cajita que abro rápidamente viendo que es una pulsera dorada brillante que tiene como una medalla un copo de nieve, me río negando con la cabeza, mis ojos se humedecen un poco.
— Copo de nieve.
— Como en los viejos tiempos, Sami.
— ¡Gracias!
Chillo abrazándolo, él es una de las grandes razones por las cuales no estoy tan cuerda y tampoco me dejé caer, ha estado junto a mí desde que murió mi mamá, él sabe lo que ocurrió, pero, se niega a decirme algo hasta que esté “preparada”.
— Ahora debes de prepararte para ir al instituto jamás me perdonarías si te hago llegar tarde.
Dejo escapar una risita por su comentario, asiento con la cabeza dándole la razón, pero antes saco de mi bolso todas las tarjetas que me dio el abogado y se las enseño.
— No creo que debas tener todo esto tú sola, podrías solo utilizar una o dos y las demás guardarlas en un lugar seguro que obviamente no es aquí.
— ¿Lo guardas por mí?
— Sami…
— Solo confío en ti, Alex, en nadie más.
Él suspira antes de asentir con la cabeza, toma en sus manos las que son de crédito, dice que mejor me quedo con las de débito así no caigo en la tentación de las deudas.
— ¿Y desde cuándo sabes tanto de economía?
— Sami, tengo varias profesiones.
Pongo los ojos en blanco restando importancia con un movimiento de mano, él se va diciendo que me verá después de la graduación, que desde hoy ya puedo irme de aquí si quiero y ciertamente sí quiero, pero primero debo hacer firmar a mi tía y a su familia este único contrato que tengo conmigo.
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Me muevo al compás de la canción que suena a gran volumen dentro del salón de eventos del instituto, celebro, festejo mi graduación, mi libertad, mi cumpleaños… todo sin una sola gota de alcohol, no puedo permitirme estar ebria, pero, los demás no tienen por qué saber eso.
— ¡Feliz cumpleaños Sami!
— Gracias Adara, es la… décima vez que me lo estás diciendo.
Digo entre risas donde me acompaña, es que, según ella, debimos reunirnos por la mañana para celebrar, pero, teníamos cosas que hacer, así que ahora es el momento. Claro que Iván hizo su aparición jactándose de ser uno de los beneficiarios del instituto, pero, lo mandé a volar utilizando manipulación, nunca falla.
— ¿Nos vemos mañana para celebrar?
— Claro, querida, no te… preocupes.
— ¿No estás bebiendo demasiado?
Pregunta un poco preocupada, sonrío internamente, entonces si funciona, niego con la cabeza como toda ebria que se respeta, haría. Ella me dedica una mirada, pero, le guiño un ojo bailando de nuevo, se disculpa porque debe irse junto a sus padres y una vez que le digo que no hay problema, me deja sola unos minutos en los que aparece Mason bailando, mañana ya se irá, me acerco a besarlo apasionadamente.
— Samara, si sigues así no querré irme.
Lo sé, pero, necesito liberarme un poco, lamento utilizarte de esta forma, pero, eres buen chico y me sentiré menos mal al saber que mañana ya estarás lejos y podrás olvidarme, ¿qué si soy egoísta? Claro que sí, pero no se lo diré de esa forma.
— Oh, lo siento… solo quería despedirme.
Digo mostrando mi expresión de inocente, él me mira fijamente, sus ojos parecen brillar con intensidad antes de acariciar mi mejilla con lentitud.
— Me vuelves loco, mujer.
Susurra antes de besarme de nuevo, sonrío mientras bajo mi mano por uno de sus hombros hasta su mano, la tomo y lo jalo para salir de allí, gracias a Diosito, todos están muy concentrados en el alboroto que es la fiesta, en cambio yo…
— ¿A dónde me llevas?
Pregunta, seductor rodeándome, pegando su pecho a mi espalda y esparciendo besos en mi cuello, sonrío mordiendo mis labios porque él sabe a dónde lo llevo y para qué también.
— Si no quieres…
— Oh, sí, claro que quiero, vamos.
— ¡Mason!
Chillo riendo cuando me carga en sus brazos como una princesa y me lleva al sanitario de las chicas, trancamos la puerta antes de que comience a desabotonar su camisa y él se enfoque en quitarme el vestido.
— Esto será rápido.
— Sí.
Susurro antes de recibirlo con sus ansias, con su deseo, con su cuerpo, ¡a la macarena santa! Extrañaré esta parte de él.
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Miro la expresión de mi tía mientras tiene las hojas del contrato en su mano, mi tío me mira con enojo, los hijos de ellos están sentados a un lado sin decir nada, además de que me miran con fastidio, a un lado de mí, tengo a Alex quien se disfrazó de señor, (en serio lo hizo tiene un traje, peluca con canas y unos anteojos de pasta gruesa), finge ser abogado para darle más seriedad al asunto y para evitar que me hagan algún daño.
— ¿Y por qué quieres que firmemos esto?
Pregunta mi tía un poco ofendida al parecer, me cruzo de brazos manteniéndome recta en mi lugar, llegamos como hace veinte minutos de la fiesta de graduación del instituto a la casa y en todo el camino estuve de risitas haciéndoles creer que estaba ebria, pero, no.
— Señora, es importante que lo haga, si no quiere quedarse en la calle.
— Pero, usted qué se mete si no es de la familia, señor.
— Soy un abogado reconocido, señora, no me insulte.
Replica Alex con la voz un poco más gruesa para camuflar su identidad, me rasco la cabeza mirando a otro lado para evitar alguna sonrisa burlona por esto, luego regreso la mirada a mi tía.
— En ese contrato te ofrezco una suma de dinero por todos los años que te sacrificaste por mí, además de las veces que me diste de comer, me llevaste al hospital y por darme un techo.
— Samara, hablas como si fuera que eres huésped y no parte de la familia.
— Es que no lo fui.
Digo encogiéndome de hombros, sonrío con un poco de tristeza porque ella jamás me trató con el mismo amor con el cual trató a mis primos, ellos han sido mimados desde siempre, todas las cosas que tienen son de marca, de lo mejor, en cambio mi ropa, casi es de los locales donde venden con rebaja, solo que, con mi estilo eso no se notaba, pero, duele de igual forma, no lo material, sino lo sentimental, la atención, el cariño que no tuve… todo eso duele.
— Eres una desagradecida, niña.
— No soy desagradecida cuando estoy ofreciendo una suma de dinero, tío.
— No veo el drama, si es dinero acepta y ya.
Responde mi primo poniendo los ojos en blanco, mi tía los mira a ellos, luego a mí, luego a Alex.
— Este contrato no equivale a mi sobrina.
— Señora, es un acuerdo donde aceptan una suma considerable de dinero a cambio de no formar más parte del entorno de mi cliente.
— ¿Cuánto dinero?
Pregunta mi tío más que interesado, miro a Alex, este sin dudar le dice.
— 3.5 millones de dólares.
Los ojos de mis primos y de mi tío casi se salen de orbita, este jala el contrato de la mano de mi tía, ¿recuerdan cuando dije que no era buena persona? Bueno, aquí un poco de demostración.
— Debe firmarlo cada integrante de la familia, es un contrato privado y deben cumplirlo si no quieren terminar en la cárcel.
Recuerda Alex mientras mis primos ya van firmando y solo falta mi tía quien parece estar con lágrimas en los ojos, se levanta para acercarse a mí.
— Samara, ¿tan mal crees que te he tratado?
— Tía, no eres mala, pero influenciable, ¿cuántas buenas acciones recuerdas que hiciste por mí en forma desinteresada?
Replico y deja caer sus lágrimas, siento la humedad en mis ojos, pero, respiro profundamente para no dejarlas caer, ellos no me verán llorar, eso no pasará.
— Lo siento, de verdad, lo lamento mucho.
Dice entre sollozos, asiento con la cabeza dándole a entender que la perdono, ella me abraza y en muchos años, la siento sincera, es un abrazo real que me descoloca totalmente, con manos temblorosas le correspondo.
— Lo siento mi niña, lo lamento, mi hermana… ella estaría decepcionada de mí.
Se lamenta con un llanto amargo, miro hacia arriba para evitar derramar las lágrimas que se van formando más y más, tomo una profunda respiración.
— Tía…
— Puedo hacerlo mejor, lo prometo, pero no te alejes, yo…
— Es momento de que me vaya, si quieres hacerlo bien ahora… firma ese documento.
La interrumpo alejándola de mí, me obligo a mantener la postura porque ya tengo decidido irme de aquí, no me quedaré ni aunque llueva caramelos. Ella se cubre la boca tratando de silenciar su sollozo, me mantengo seria. Segundos después asiente con la cabeza secando sus mejillas.
— Lo haré, perdóname por el daño que te hice.
Habla, asiento con la cabeza perdonándola, espero que tenga buena vida, deja su firma en el documento y Alex lo agarra guardándolo en un portafolio.
— Eso es todo, mi cliente se retira inmediatamente de la casa.
— ¿No te quedarás a dormir?
Pregunta mi tía, niego con la cabeza viendo de nuevo sus ojos tristes, intenta acercarse de nuevo, pero, doy un paso hacia atrás.
— Gracias por todo.
— Samara…
— Adiós, no me llevo nada, gracias por dejarme vivir aquí.
Interrumpo con una sonrisa de boca cerrada, miro a Alex, este asiente levemente y con mi bolso que guarda unos cuadernos y pocas pertenencias que adoro, salgo para siempre de esa casa. Conforme voy alejándome siento un nudo en la garganta, uno que no me deja respirar, uno que me ahoga, mis ojos ven borroso, entonces mi labio inferior sobresale más de lo normal y con la respiración irregular dejo caer mis lágrimas.
— Mechitas.
Me dice Alex, esa es la palabra de cariño que me dedica a mí, por todas las mechas de color que ya me había hecho en el cabello y finalmente decidí dejarlo en el gris plateado, niego con la cabeza sin decir una sola palabra, él me ayuda a meter mi bolso en el auto, luego abre la puerta del copiloto para mí, pero, antes de que pueda subir, me detiene, sus ojos me observan.
— Ven.
Dice y me tiro a sus brazos mientras sollozo sin motivo alguno, bueno… tengo muchos, dolor es uno de ellos, dejo salir mi tristeza, ya no tengo un hogar, nunca lo tuve, pero por lo menos estaba cerca de mi tía, mi familia y ahora… ahora soy nadie, no soy nada.
— No tengo a nadie.
Susurro con la voz rota, siento los besos en mi cabeza.
— Me tienes a mí, Samara, siempre me tendrás a mí, a Arya y a Adara, somos una familia, mechitas.
Me río un poco en medio del llanto, asiento con la cabeza dejándome consolar por él, con el único con quien puedo ser yo misma.