Samara.
Acomodo mi cabello como puedo porque ya voy llegando tarde y si no asisto, me va peor. Escucho golpes a la puerta y resoplo antes de verla entrar sin siquiera esperar a que yo de mi permiso para hacerlo.
— Samarita querida.
Canturrea mi amada tía (aplíquenle el tonito de sarcasmo, por favor) entra como si esta fuese su habitación, aunque, básicamente sí lo es porque vivo en su casa, con su esposo y sus hijos. Suspiro antes de voltear a verla con una leve sonrisa, es que tampoco puedo darme el lujo de quedarme en la calle.
— Dime, tía, ¿se te ofrece alguna cosa en particular?
Pregunto no dejando ver mis reales emociones, esas que me piden gritarle por todos los años de maltrato que he vivido aquí desde los siete a ocho años.
— En unos días más… será tu cumpleaños número dieciocho y estaba pensando… que tal vez, deberías modificar un poco el testamento que tu abuela tan amablemente te dejó.
Menciona con una sonrisa más falsa que el piso de mi habitación (no, en serio, porque supuestamente es de esas alfombras súper suaves, pero, creo que lo sacaron del basurero del callejón de la esquina, pica, es fea y está sucia).
Ciertamente, no me sorprende “su petición”, ella quiere que yo al acceder a esa cuenta, pueda… darles más dinero del que ya pueden “administrar” pues resulta que… les explico.
Mis padres… no están, bueno, mi madre falleció cuando yo tenía como unos seis años, a mi padre ni lo recuerdo porque nunca estuvo con nosotras, siempre fuimos, mamá y yo hasta ese día tan confuso hasta ahora en mi mente. Luego quedé en manos de mi abuela paterna, porque ella era la única que me quería en ese momento, pero, como era muy vieja terminó falleciendo de un infarto, ella me ha dejado una gran fortuna, la cual puedo administrarla una vez cumpla los veintiún años con posibilidad de ingreso a los dieciocho, es decir, independizarme y tener mi propio dinero para sobrevivir por el momento, dentro de unos días más según me ha explicado el abogado.
— No entiendo, tía, el dinero que tienen mensualmente ha podido cubrir las… necesidades de todos en esta casa.
Respondo dejando entre ver que, el dinero que cada mes sale de la herencia (que debería de ser solo para mí, pero, que ellos utilizan para sus propios beneficios), debería ser suficiente, tampoco viven en la calle y se dan el lujo de no trabajar. Su rostro se desencaja, no le ha gustado mi respuesta, ¡a la macarena santa!, ¿no pude utilizar otras palabras?
— ¿Qué dices?, ¿acaso sabes la cantidad de comida que consumes todos los días? No seas desagradecida, Samara Nicole, te dimos un techo bajo el cual dormir.
Me regaña con el entrecejo arrugado, comienza a acercarse lentamente y sé con seguridad que, si no me quedo callada, me llevaré algún golpe camuflado por las costillas, pero, como hoy creo que no amanecí del todo bien, decido sonreír de lado dejándola desconcertada.
— Lo siento tía, pero, no cambiaré nada, el dinero es suficiente como para que tu esposo se de la gran vida bebiendo todo el día en la sala, también para que tus hijos vayan de fiesta casi todas las noches, ah, no olvidemos tus hábitos de comprar cosas que ni utilizas, pero, que tú dices es necesario.
— ¡Samara!
— Tampoco debo olvidar agradecerte el que esté aquí, en el ático de tu casa, como una marginada, soportando el frío porque no funciona la calefacción aquí, porque abajo no hay problema, incluso dormir en el sofá sería más cómodo.
Digo sintiendo satisfacción de verla así de roja por el enojo, pero, así también, recibo de lleno la bofetada que me da haciendo el sonido eco en las paredes llenas de humedad de mi supuesta habitación, tenso la mandíbula, mirándola con un enojo raro en mí, apuño mis manos controlando las lágrimas que no dejaré caer en su presencia ni en la de nadie.
— Soy tu tía y al menos te di un techo cuando nadie quiso acobijarte, cuando fuiste una niñita malcriada llorando por doquier, no olvides los años de felicidad que tuviste aquí.
— ¿Felicidad?
— Sí, esas cuando…
— ¿Cuándo te pedí ir a visitar la tumba de mi mamá, pero ir al entrenamiento de tu hijo era más importante?, ¿cuándo quería una muñeca, pero, era más importante comprarle un vestido a tu hija?, ¿cuándo pude haber muerto de pulmonía porque no tenía un abrigo decente, pero, era más importante comprar una súper televisión para que tu esposo viera sus juegos de fútbol?, ¿de esos años de felicidad me hablas?
Pregunto con una sonrisa irónica, ladeo la cabeza esperando a que contradiga todo lo que ella sabe es verdad, pero, solo la veo respirar en forma entrecortada.
— Sa… Samara, las cosas no fueron así.
Responde con lo que reconozco es el brillo de tristeza en sus ojos, tal parece que sí tiene corazón, pero, su esposo no es buena persona. No puedo negar que, al principio sí me trataba bien, bueno, soy la única hija de su única hermana que ahora ya no existe, pero, conforme pasaron los meses… se dejó influenciar por su familia.
— Me voy porque no quiero llegar tarde al instituto.
— Sa…
— No te preocupes tía, gracias por cuidarme en forma precaria todos estos años, me encargaré de retribuirte monetariamente tus esfuerzos.
La interrumpo recogiendo mi bolsa y saliendo de allí con rapidez, quiero salir de aquí, quiero ser mayor de edad, quiero poder controlar mi vida y no solo encerrarme en esta rutinaria que llevo desde que perdí a mi madre.
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Suspiro antes de abrir la puerta del despacho del director del instituto, me ha llamado para conversar conmigo de un tema del cual desconozco, camino lentamente hasta quedar parada frente al escritorio del señor Director del cual no recuerdo su apellido, mucho menos, su nombre.
— Buen día, señor director.
Hablo primeramente antes de elevar un poco la mirada hacia el señor de mediana edad, este me mira con seriedad caracterizada en él, no recuerdo haberlo visto sonriendo en algún momento, creo que seguro no tiene dientes.
— Buen día, señorita Smith, siéntese, quiero conversar con usted acerca de sus calificaciones.
Responde, asiento con la cabeza tomando asiento y esperando a que continúe con lo que quiere decir, no tengo malas calificaciones, así que, por ese lado no va, espero.
— ¿Cuál es el inconveniente con mis calificaciones?
— Ninguna, en realidad… sus calificaciones son una de las más altas, por lo mismo quiero comunicarle que será parte del listado de las alumnas destacadas en el acto de graduación.
Abro ligeramente la boca, eso no estaba en mis planes, es decir, sí estudio, tengo buenas notas, pero, siempre trato de mantenerme en un perfil bajo, es que a las “nerd” se les suele alejar de ciertos grupos, además, son principales fuentes de frases hirientes o burlescas, obviamente no quiero eso para mí, por eso, me aclaro la garganta para mirar al director.
— No quiero formar parte de ese listado.
— ¿Por qué?
— Señor director, no tengo buenas notas para ser reconocida.
Si llego por un lado más… emocional, quizás pueda lograr zafar de ese listado, es la graduación, pero, sería muy raro que justo al terminar el instituto sea una de las mejores, así que no. A mi favor, el director se lleva la mano al mentón como pensando en mi respuesta y luego asiente imperceptiblemente.
— Entonces, ¿cómo le entregaremos su certificación de buen promedio?
Es usted muy listo, señor director, pero, ciertamente ese pedazo de papel no me es muy importante, sin embargo, si le respondo eso mismo puedo ofenderlo y sería amonestada, cosa que quedaría en mi legajo a pesar de que faltan solo dos días más para la graduación. Suspiro parpadeando un par de veces antes de colocarme recta en mi asiento.
— Agradezco su preocupación, en realidad es un buen reconocimiento que puede ayudarme, por lo mismo, espero puedan entregarlo junto con mi certificado original de egreso del instituto, no quiero ser reconocida por las buenas calificaciones ante mis compañeros, en verdad, es un tema… personal, quiero seguir siendo “normal” entre mi grupo.
— De acuerdo señorita Smith, no comparto su perspectiva, sin embargo, respeto su decisión.
— Gracias.
— Puede regresar a su aula, eso era todo.
Asiento con la cabeza, me levanto cuidando mi postura, me despido en forma educada y salgo del despacho del director lanzando un suspiro de alivio. Camino por los pasillos para regresar al aula que comparto con Adara quien por cierto, querrá saber por qué fui solicitada en dirección.
— Samara.
Me llama una voz masculina, me detengo volteando a ver a… ay, no me acuerdo de su nombre, es un chico alto de cabellos castaños, sus ojos son de color verde claro, viene casi corriendo hacia mí, por su ropa de deporte, por lo menos sé que viene de un entrenamiento de futbol convencional. Se detiene frente a mí sonriéndome y yo copio la acción aunque, no tenga idea de quién es.
— Hola.
— Samara, no volviste a llamarme.
Dice como reprochándome algo, pero tratando de no sonar como si realmente lo estuviera haciendo, abro y cierro la boca sin decir nada, como si me tomara por sorpresa, sé que salimos, incluso tuvimos… nuestro rollo como le dicen los hombres, pero… no recuerdo su nombre, miércoles.
— Eh… mira… guapo, es que yo no recuerdo haberte dicho que iba a llamarte.
Utilizo mi voz un poco seductora para evitar enojarlo, arruga un poco el entrecejo, pero, luego se acerca a rodear mi cintura con una sonrisa, me pega a su cuerpo medio sudado, en serio que si fuese otro chico lo alejaría, pero este es lindo, así que se lo perdono.
— Te perdono, pero, ¿hoy salimos a algún lugar?
Pregunta igual de seductor que yo, remojo mis labios sonriéndole de lado, ¿por qué no? Subo mis manos por sus definidos antebrazos acariciándolo.
— Mmm, no lo sé, podría pensarlo, es que… debo regresar al aula.
— No te arrepentirás, lo prometo.
Lo sé, contigo no me arrepentí de nada, solo que… te apegas muy rápido y yo no estoy para parejas, baja su rostro para besarme, pero me alejo antes de que lo logre.
— No, no, la diversión no puede comenzar todavía, guapo, mejor nos hablamos en la salida, ¿de acuerdo?
Me alejo de su agarre al notar que otros chicos vienen del entrenamiento, aparentemente sus compañeros de equipo.
— ¡Hey, Mason!
Grita uno de esos chicos hacia el chico que tengo en frente, así que Mason, eh, este voltea a ver a quien lo llamó y le hace una seña de que lo espere, esta es mi oportunidad de irme.
— Debo regresar al aula antes de que noten mi ausencia.
— Está bien, te veo más tarde, Samara.
— Adiós, Mason.
Respondo intentando retomar mi camino, pero, me detiene del brazo, lo miro con clara confusión, todo pasa muy rápido, me acerca a él, baja su rostro y me da un beso en los labios con un tinte de… romanticismo, ok, esto fue raro. Cuando se aleja me guiña un ojo y se va corriendo por donde fueron los demás. Parpadeo un par de veces antes de caminar de nuevo hacia mi destino.
— Ok, Mason, ya recordé por qué no te llamaba, querías más de lo que quiero dar.
Susurro asintiendo con la cabeza, suspiro sonoramente antes de entrar al aula con el permiso de la maestra, tomo asiento a un lado de Adara que rápidamente me toquetea el costado, la miro haciéndole una señal de ¿qué pasa?
— ¿Por qué fuiste a dirección?
Hago un leve amago de querer llorar con un movimiento de labios, es decir, hago sobresalir más mi labio inferior.
— Nada malo, solo que sí pasé las materias y que me graduaré contigo.
— Sami…
— Shh, no necesito otro reporte.
Susurro mirando a la maestra que sigue explicando un tema del cual no entiendo, pero, finjo que sí, Adara asiente con la cabeza prestando atención también, supongo que ella tampoco sabe de mis buenas calificaciones, bueno, en realidad… hay mucho que no sabe de mí, ni siquiera Arya, el único que podría decir que me conoce a la perfección sin temor a equivocarse, ese es Alex y solo porque es un hijo de su mamá que no me deja tranquila a pesar de que no lo veo siempre.
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— ¿Y qué crees? Se supone que debo estar todo tranquila, pero, con ellos no se puede, son bien insistentes, muchas veces, me dan ganas de no sé… de hacerlos nada.
Dice Adara mientras aprieta su puño derecho, estamos caminando hacia la salida del instituto, me está hablando del acoso que los hermanos Williams provocan por querer saber de Arya.
— ¿Y por qué no les decimos que pueden irse a plantar cebollitas en un huerto?
Bromeo logrando que se ría a carcajadas, he logrado mi objetivo, no es bueno que ella tenga tanta tensión, sé que haría lo que sea por el bienestar de Arya, no la culpo, porque en su lugar, también haría lo mismo, solo que no tengo poderes y a mí sí me pueden matar en un segundo.
— Sami, Sami.
Canturrea en medio sermón, sonreímos mientras vemos que el auto de su padre ya está esperando por ella y él señor Alves dentro con su rostro serio, a veces creo que le falta un poco de diversión para relajarse, pero, no le digo eso. Nos detenemos para mirarnos de frente.
— ¿Quieres que te acerquemos?
— No, debo ir a un lugar primero.
— ¿Dónde?
Miro a Adara quien tiene la ceja elevada y los brazos cruzados, justo cuando voy a responderle, un brazo se posa sobre mis hombros, al instante mi cabeza voltea a verlo, Mason, me mira sonriente y baja su rostro a besar mis labios.
— Hola, hermosa, te estaba esperando.
— Eh…
— ¿Samara?
Interrumpe Adara, la miro abriendo y cerrando la boca un solo segundo antes de sonreír como si nada, mi mano se posa encima de la de Mason haciendo que este me atraiga más a su cuerpo.
— Saldré con Mason, iremos por un… helado a la plaza.
Respondo con voz alegre, para que se pueda ir sin preocuparse. Mason se presenta, además, le dice que me cuidará y todo ese tema, luego ella se despide haciendo que me quede a solas con él.
— Samara, creí que no ibas a esperarme.
— ¿Y por qué no lo haría si ya te dije que hablaríamos a la salida?
— Lo siento.
Responde un poco apenado, toma mi mano para dejar un beso encima, este chico es aparentemente un romántico, por lo mismo, debo aclararle bien las cosas antes de que se haga ilusiones.
— Mason… creo que debemos dejar las cosas claras.
— Vamos a la heladería de la esquina, aquí no podemos hablar.
Dice mirando alrededor, asiento con la cabeza dándole la razón, apartando mi mano de la suya fingiendo que veré algo súper interesante en mi móvil, vamos hasta la heladería. Escogemos una mesa un poco apartada, pero, lo suficientemente visualizada en caso de algún escándalo.
— ¿Qué quieres dejar claro, Samara?
— Esto… entre nosotros solo fue lo sucedido.
Respondo un poco acelerada, él me mira fijamente sonríe, pero con un poco de tristeza antes de asentir con la cabeza, toma una profunda respiración.
— Lo sé, hermosa, pero, me gustas, ¿qué puedo hacer contra eso?
Su respuesta me toma por sorpresa, creí que los chicos en su mayoría solo querían… divertirse, hago una pequeña mueca de lástima que rápidamente reemplazo con un poco de seriedad.
— Yo no te he dado a entender nada que pueda fundamentar tus ilusiones.
— Lo sé.
— Mañana es el último día de clases.
— También lo sé.
— No es buen momento para declararte, Mason.
— Eso también lo sé, pero, al menos debía hacerlo, eres una excelente chica, Samara.
— Gracias.
— Qué modesta.
Comenta y reímos juntos negando con la cabeza. Conversamos de otros temas, él se irá a otro estado por una beca deportiva que le dieron, solo espera a la graduación y luego se va, se despide de mí, me desea buena suerte y que, si en algún momento necesito un amigo, él estará para mí, no todo está perdido en el mundo masculino, eh.
— Te llevo a tu casa, sé que no tengo algún vehículo, pero, podemos caminar o ir en taxi.
Se ofrece, entonces recuerdo la forma en la cual le hablé a mi tía, esto puede no terminar bien si decido ir, así que… ya qué.
— ¿Vives solo?
— Eh, si, ¿por?
— ¿Puedo quedarme hoy contigo?
Pregunto elevando una de mis cejas, él sonríe primero cálidamente y luego de lado.
— Samara…
— Oh, vamos, será una despedida, además, en mi casa las cosas no están muy bien que digamos. Te prometo que avisaré que me quedo responsablemente en la casa de una amiga.
— Oh, gracias.
Dice medio ofendido por denominarlo “amiga”, sin embargo, reímos, asiente con la cabeza, paga por los helados y tomándome de la mano nos vamos a su edificio que está a unas calles. Una vez dentro le envío un mensaje a mi tía diciéndole que me quedo en lo de Adara y a esta le digo que me cubra, que mañana la digo.
— ¿Y quieres comer algo?
— A ti, ¿se puede?
Respondo mirándolo con voz seductora, él sonríe de igual forma acercándose, rodeo su cuello elevándome un poco para poder besarlo, en medio del beso me encamina hacia su habitación.
— Samara, es un poco cruel torturarme de esta manera.
— Lo cruel sería no terminar lo que ya inicié.
Digo mirando su gran paquete, esto será interesante, niega con la cabeza sonriente antes de quitarse su camiseta dejándome ver su abdomen bien marcado, me muerdo los labios, me quedo quieta y le hago la señal de que venga por mí.
— ¿Lo quieres?
— No me dejes esperando.
— Samara, te quiero.
Dice antes de besarme y acostarme sobre su cama, me dejo llevar por el placer que me da, por un momento solo debo desconectar lo racional de lo instintivo y ahora solo quiero estar tranquila, en sus brazos.