Narra Noah
No puedo evitar reírme del descaro de Elga. Mientras la miro, con el cuerpo de ella presionado contra el mío, sé que no he terminado con esto.
Quiero más, me sonríe y volvemos a colocar las cosas en la cama, acostándonos uno al lado del otro.
—Quédate.
Ella me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—Quédate. A Pasar la noche. Pondremos la alarma temprano y nos despertaremos antes que Elías.
Es estúpido, pero quiero que se quede conmigo. Quiero tenerla en esta cama toda la noche. Ella me mira fijamente durante lo que parece una eternidad, pero luego una suave sonrisa adorna su hermoso rostro.
—Bueno. Tendremos que encontrar una excusa para mi ropa, pero... está bien.
La aprieto fuerte y meto la cabeza de Elga debajo de mi barbilla.
—Puedes usar una de mis camisetas negras.
