Narra Elga
Fiel a su palabra, Noah trabaja hasta tarde el miércoles y llega a casa a tiempo para el partido de Elías el jueves por la noche.
Elías se acerca, lanza su pelota dentro de su guante una y otra vez y ladea la cabeza.
—¿Vas a usar eso?
Noah y yo nos echamos a reír, y él abraza a su hijo con fuerza y le revuelve el pelo.
—¡No! ¿Por qué todo el mundo piensa que sólo uso trajes?
Noah me mira juguetonamente, y Elías y yo simplemente nos encogemos de hombros.
—Porque normalmente lo haces, papá.
—Bien. Sólo dame un segundo para cambiarme y todos podremos ir al campo.
Se gira hacia las escaleras y comienza a subir corriendo.
—¿Me he perdido algo? —grito escaleras arriba detrás de Noah.
Se detiene y se da vuelta sobre su hombro.
—Oh, lo siento. Elías quería que vinieras y
