El Monumento

2004 Words
     El pasillo de árboles era la cosa verde más bonita que mis ojos hubiesen visto hasta ahora. En un principio, cuando entramos, Alex hablo con unos vigilantes que estaban en la entrada, los cuales nos cedieron el paso a aquel fabuloso pasillo de árboles donde nos encontrábamos justo ahora; un pasillo hecho de piedra caliza, pero a su alrededor todo era puro verdor y aire limpio, tan bello y tan sereno que me hacía sentir extasiada.      La variedad de la flora era una cosa impresionante, había todo tipo de árboles y arbustos, todos arreglados, podados y hasta podría decir que, cómo todo en esta ciudad, ellos brillaban, o al menos sus hojas, sus colores verdes vibrantes daban  luminosidad al espacio.      Más tarde, cuando ya habíamos dado un buen recorrido al pasillo verde, entramos a un nuevo pasillo, uno de flores. Era sin lugar a dudas una cantidad exuberante de flores en tonos de rosado, blanco y amarillo por todas partes, el pasillo estaba lleno de árboles y arbustos a su vez que estaban florecidos, pero además habían pequeños puestos destinados a la venta de flores, esencias y perfumes, y más allá de todas las flores el camino de piedra seguía impecable. – Alex, esto es precioso – comenté. – Lo sé, siempre me ha gustado venir aquí – confesó – Por cierto, han llegado en la estación perfecta, en otoño todo se tiñe de naranja, amarillo y rojo, y se llena de hojas secas – También ha de ser hermoso. – Si, pero a mí me gusta más cuando está así – dijo sonriente – El aroma es bueno y la gente está más alegre de lo normal..      Era cierto lo del aroma, la fragancia era exquisita, entre tantos perfumes, flores y esencias era difícil que no se impregnada el aire de esos olores, pero a pesar de la variedad, en conjunto hacían una mezcla dulce y agradable que hacían que el ambiente se sintiera ligero y cómodo. – ¿Tu época favorita del año es primavera? – pregunto Lina fastidiada. – Si ¿Por qué? – respondió el guía alegre. – Eres un cursi – dijo la Ucraniana remirando los ojos. – ¿No te gusta el romance Lina? – pregunto Sonya. – Meh, – dijo restándole importancia – no es la gran cosa – ¡Que sorpresa! – soltó Zen con sarcasmo. – ¿Cuál es tu época favorita entonces Lina? – pregunto Nino. – Debo decir que me ofende que pienses que por ser chica mi época favorita debe ser la primavera.      Nino pareció avergonzado ante el comentario de Lina, lo que hizo que Zen se burlara de él. ¿Que no era ese el trabajo de Oliver?       Por lo visto, justo ahora, no. Oliver estaba muy distraído como para formar parte de la conversación, tratando de grabar en lo posible y de hablar lo suficientemente fuerte para que su teléfono captara el sonido, pero no tanto como para llamar la atención. – Yo no dije... Es decir... – trato de contestar Nino, pero no logro concretar nada. – Cómo sea Nino, soy Ucraniana, mi época favorita es el invierno. – Vaya novedad – le dije – ¿La tuya también Sonya? – No creo tener una estación favorita. – O vamos Sonya – soltó Zen – Debes tener alguna. – No, la verdad no – respondió firme. – Bueno, la mía es verano – dijo el tailandés pasando su brazo por encima de Sonya, acercándola, por lo visto ya había olvidado las burlas de antes. – Nadie te pregunto – dijo ella tratando de zafarse de su agarre. – No necesito que me pregunten Sonyi– exclamó Zen tocando con su dedo índice la nariz de Sonya – Creí que ya lo habías deducido. – ¿Sonyi? – añadió sorprendida No empiecen. – ¿Qué hay de ti Adela? – me preguntó Alex directamente a mí – ¿Cuál es tu estación favorita? Gracias Alex. – Ohhh... – pensé, la verdad es que lo tenía muy claro, no podría escoger otra época mejor – Pues, creo que es la primavera también – añadí sonriendo mientras tocaba mi guardapelo. – Otra romántica más – se quejó – Oh cállate, no se trata de eso, en esa época yo... – me corté.      Quise compartirles que yo había vivido hermosos momentos en esa época. En todos mis recuerdos estábamos cinco personas presentes; mi padre, mi madre, mis dos abuelitos y yo. La primavera era la época más melancólica a su vez para mí, pues siempre me embargaban los recuerdos de mamá; cortando flores en el jardín y llenando la casa de fragancias, llevándome al parque y a los viveros, todos ellos se apoderaban de mi mente. Pero esos recuerdos eran algo demasiado personal. – Entonces – dijo Lina esperando una respuesta – ¿Por qué? – Ah... Creo que solo me gusta ver las flores y ya – dije a modos de respuesta – En mi casa hay rosales, por lo que cuando llega primavera la casa se llena de olor a rosas. – Y dices no ser cursi – continuo mofándose. – Déjala en paz Lina – dijo Zen defendiéndome. – No hay flor más cliché y cursi que la rosa – añadió la Ucraniana. – No lo sé, que me dices de los... – dijo Nino comenzando a hablan con Lina sobre flores. Yo ya no prestaba atención, mi mente se llenaba de los recuerdos y luego las preocupaciones de no saber qué estaba haciendo mi padre. Sentí el impulso de llamar a Coney o a Nuria ¿Con que señal mi ciela?       Mi impulso y pensamientos fueron puestos en pausa bruscamente al observar a los militares que tenía en frente. – A partir de este momento debemos procurar guardar silencio o hablar más bajo ¿Okay? – Dijo Alex, poniéndose delante de nosotros – Cómo ya les había dicho, este es un lugar sagrado, ¿Ven hacia allá? – Dijo señalando a una especie de arco – Esa es la entrada que nos llevará al centro de la plaza, dónde se encuentra el «Monumento de la Alianza», por lo cual, a medida que nos acercamos debemos guardar nuestros respetos, haciendo el mayor silencio posible– finalizó.       Retomamos nuestro paso en silencio, íbamos avanzando poco a poco, luego tras ver al umbral del arco hacerse cada vez más visible, me dispuse a acercarme a Oliver que ya había dejado de hablar con la cámara y solo intercambiaba susurros conmigo. A medida que nos acercábamos más comenzábamos a sentirnos tensos  al ver cada vez con mayor frecuencia guardias, militares y vigilantes por todos lados; los hombres vestidos de uniforme, caminaban pacíficamente acompañados de algunos compañeros, otros marchaban en fila, aunque sus pasos eran silenciosos y lo más curioso de la situación no era la cantidad de seguridad en el área, ya Alex nos lo había advertido, lo más impresionante era ver qué entre tantos, tal vez de cuerpos de seguridad, solo había hombres, ni una sola mujer. – Chicos – dijo Alex, alzando ligeramente la voz para captar nuestra atención, haciéndonos señas de que nos acercáramos a él.        Cuando ya estuvimos a su lado, procedió a hablar en un susurro que solo nosotros podríamos escuchar. – Nuestra costumbre dicta que al entrar al monumento, mostramos nuestros respetos y hacemos un pequeño rezo. – ¿Rezo? – Susurró Nino – ¿Para qué o qué? – Rezamos para que Velum vuelva a ser unificada. – ¿Y a quien se supone que debamos rezarle? – susurro Oliver – A quien deseen, no importa la religión a la que pertenezcan, siempre que el deseo sea de corazón – susurro Alex a todos nosotros – Y pues, estoy en la obligación de decirles que Velum les estará agradecida por sus oraciones,      El arco no era una cosa cualquiera, era bello, toda una obra de arte. Tenía adornos en distintos tipos de metales, unos eran flores, otros pájaros, otros eran hojas, algunos incluso eran ramas y árboles pequeños, era como un mini bosque, la persona que lo había diseñado no había escatimado en detalles, cada uno de los adornos era tan realista a excepción de su color metalizado.      Pasados el arco se veía una plaza enorme, con un suelo de piedra blanca del mismo material brillante que había en, por lo visto, todo Velum. El suelo lucía recién pulido y olía a hierba fresca, penetrante. Alrededor podían verse las zonas verdes del camino de árboles previo a llegar al monumento, y el monumento en sí, pues me dijo sin palabras.      El monumento consistía en dos estatuas gigantes, tan altas que no podría decir cuánto, hechas de un metal dorado que era tan brillante, impecable y precioso.      Las estatuas eran dos hombres, un monje o algo así, acompañado de un hombre de traje con una solapa llena de estrellas. Ambos estrechaban sus manos, cómo en señal de fraternidad, en sus manos podía contemplarse un dibujo a relieve de diferentes tonalidades metálicas. El dibujo se trataba de  tres mapas, cada uno con sus fronteras trazadas, pero unidos por una línea del color de las estatuas, que las remarcaba por fuera.       Tras enfocar más la vista, pude detallar mejor los mapas, por ello logré reconocer a uno de aquellos tres dibujos como el mapa de Velum, había visto esa forma muchas veces cuando realizaba mi investigación sobre este lugar.       El dibujo del mapa de Velum era el más grande, además de ser el que se encontraba en medio de los tres; por ello concluí que el dibujo se trataba de los tres países del «Antiguo Continente», a la derecha, en una tonalidad de dorado más cobriza, estaba Gratiae, el aliado;  a la izquierda, en tonalidades de un dorado más opaco, estaba el renegado, el traidor o el enemigo Vilibertas. Y en el centro, con una tonalidad que  resaltaba de entre las tres, que solo podría describir como un dorado más... Intenso y atrayente, el que de los tres sería el primero que captaría la atención de cualquiera, allí estaba Velum. – «Por un futuro renovado, como una sola nación, un solo pueblo, una sola República. Que se haga la paz y cesen las divisiones.  Larga vida al Comandante» – tradujo Sonya del letrero ubicado en la parte inferior del monumento, en voz baja para nosotros, que era casi un suspiro por la medida que nos dijo Alex. – Es precioso – dije en un susurro. – Nunca había visto nada igual – dijo Zen – Debo admitir que esta gente está Dada para el arte. – En definitiva, el arco, la plaza, el muelle y este... Este monumento – Dijo Nino – China moriría de envidia. – ¿China solamente? – comentó Lina, todo en susurros. – No tiene el nombre del creador – susurro Oliver. – No creo que pudiese hacer esto una sola persona – comenté yo en un tono bajo.  – Bueno, podemos preguntar – dijo en voz baja en portugués – Oye Al... – empezó, pero se interrumpió a sí mismo al ver a nuestro guía con los ojos cerrados y las manos juntas, estaba rezando.      Cierto, Alex nos había dicho que rezáramos, era parte de la costumbre. Qué lugar más hermoso y raro.      Al ver a Alex tan enfocado, todos tomamos la posición del mismo en señal de respeto,  cada quien dio sus plegarias en silencio.      No sabía bien como hacer esto en un lugar así, la última vez que había ido a una iglesia había sido para enterrar a mi abuelo, por lo cual los recuerdos no eran muy agradables, solo me límite a rezar como recordaba que se hacía, junte mis manos y recite en mi mente lo que Alex me había dicho que pidiera, aunque cuando ya estaba terminando, cómo buena m*****o del club, me tomé el atrevimiento de añadir unas peticiones más. Por favor, permíteme encontrar a mi madre y llevármela conmigo, y permite que mi padre se recupere pronto y volvamos a estar juntos los tres, como antes. Amén.

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