Capítulo XXII C APÍTULO XXIIEl robo —¡Hola! —exclamó una voz ronca apenas hubieron entrado. —No armes tanto escándalo —dijo Sikes, echándole el cerrojo a la puerta—. Alumbra un poco esto, Toby. —¡Ah, amigo! —respondió la misma voz—. ¡Alumbra, Barney, alumbra! Enséñale el camino, pero despiértate antes, si te parece. Quien hablaba apareció para tirarle un sacabotas o algo así a la persona a la cual se había dirigido con el fin de sacudirle el sueño, ya que se escuchó el golpe violento de un objeto de madera que caía y luego el murmullo indefinido de un hombre entre dormido y despierto. —¿Me oyes? —gritó la misma voz—. Bill Sikes está en la entrada y no hay nadie para recibirle; y tú ahí durmiendo, como si lo más fuerte que tomaras con tus comidas fuera láudano. ¿Ahora estás más espabi