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—Sí… —uno de sus dedos comenzó a acariciar su labio inferior seco, porque de pronto quería ver esas lágrimas bañarle el rostro, y lo abultado de sus labios y su estado le distrajeron de su tarea—. La muerte para ti sería un regalo y no quiero darte ese regalo aún. Eres débil y apegada a la gente, eres buena y no soportas vivir con el pecado horroroso que cometiste, porque eso dice tu religión —alejó sus manos del rostro de la muchacha, en serio quería verle su bella cara cubierta por su pena y culpa—. Me pagarás con tu culpa, y para eso debes ser mi huésped, así que siéntete cómoda, esta es tu habitación. Será fácil para mí mantenerte aquí porque nadie se acordará de ti, no tienes a tu familia, pero eso no quiere decir que yo no pueda encontrarla —sonrió, haciéndole saber que podría encont

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