Narra Soledad. Cuando desperté él estaba allí, sentado en la cama. Me estaba mirando con una sonrisa divertida en su rostro, era demasiado guapo. Mis mejillas ardieron, recordando lo que me había hecho sentir. —Hola, espero que hayas descansado—mencionó. Luego se acercó aún más a mí y deslizó la manta que me cubría, luego deslizó su mano entre mis muslos. Traté de retroceder, pero no tenía ningún lugar adónde ir. Esta vez no pasó los dedos por mí, sino que metió un dedo dentro de mí. Su toque era demasiado placentero—. Eres muy hermosa— dijo mientras quitaba el dedo y se lo llevaba a los labios. Mi humedad brilló en su dedo —. Pruébate—dijo colocando sus dedos en mis labios, de mala gana, lo dejé entrar y me probé el dedo invasor. Fue algo diferente. Nuevo como dulce y suave como la mie