Capítulo 3

2281 Words
Jorge desde su auto mira a la chica caminar hacia el apartamento y suspiró sonriendo ante la idea lujuriosa que le llegó a su mente. —Esa mujer tiene un hermoso culo— murmuró sonriendo— dichoso el que sea el dueño de ella. Arrancó el vehículo y se fue a su casa donde se encontraba su madre. Cómo hace todos los días él realizaba la bala de oxígeno y el pequeño monitor que la registra y lleva la frecuencia cardíaca de su madre que debido a la enfermedad terminal está postrada en una cama. —Hola, cariño — dijo la mujer al verlo revisar las máquinas. — ¿Qué tal te fue hoy? Esta vez te ausentaste dos días para venir a casa. ¿Piensas matarte con tanto trabajo? — le dijo ella amorosamente. Solamente la miró sonriendo se le acercó y le dio un beso en la frente. —No madre hermosa— le dijo con picardía — solo he estado de cacería buscando una chica con quién casarme. Los ojos cansados de la mujer lo miraron con atención y una enorme sonrisa le iluminó el rostro. — ¿En serio? — dijo ella emocionada al oírlo— ¡Por fin sacaste a esa Carla de tu corazón! — dijo la mujer emocionada. Él acomoda las almohadas y ella sigue con el ataque de preguntas. — ¿Cuándo la vas a traer? Quiero conocerla. Quiero darte mi visto bueno – la mujer hablaba rápido y con entusiasmo. Él al oír aquel ataque de pregunta y la emoción solo le sonrió. — ¡Calma mujer! —le dijo en broma— deja que hable con ella y sí me da el sí, entonces te la traeré a la casa. Solo quiero que sepas algo, no presiones porque entonces me arrepiento. — ¡No te atreves Jorge Elías! — le dijo en voz alta— o me paró de esta cama y te doy unas nalgadas — dijo la mujer con una voz dulce y llena de amor. Él salió riendo de buena gana y por eso después de atender a su madre llegó a la cocina y se preparó algo de alimentos, ya que la señora Mercedes que la cuidaba se había marchado a hacer alguna compra. Se dio un baño y se fue a dormir. Rato después una mano le tocaba el hombro y lo llamaba con desesperación. —Doctor, doctor — llama la enfermera encargada de cuidar a su madre lo despierta desesperada — la señora Alba está presentando pulsaciones aceleradas. Jorge se levantó rápidamente y corrió a ver a su madre y les da los primeros auxilios y verifica que no hay peligro. —Mamá, es necesario que estés en la clínica. Allá están todos los instrumentos que yo necesito para poderte dar una mejor atención— le tenía la mano sostenida. Alba miró a su hijo y sonrió de manera cansada. Ella sabía que muy pronto iba a morir y lo único que quería era que él no quedará solo. —Bien sabes tú que yo no voy a salir de esta casa— dijo la mujer con una voz cansada— Yo sé que esa mujer está pendiente para meterse aquí. No voy a permitir que Carla se vuelva a acercar a ti para hacerte daño. Jorge se pasó la mano por la cabeza y la cara. Se sentía realmente desesperado y cansado de la situación que había causado Carla. Cuando conoció a la mujer se mostró ingenua y desinteresada. Ella tenía aspiraciones de convertirse en una modelo y él costeó cada uno de sus estudios. Cuando ella comprendió que se había hecho importante le dio la espalda alegando que él era un hombre aburrido y sin interés por el mundo. Él la había llegado a amar de manera desinteresada y le hubiese dado el mundo si ella se lo hubiera pedido. Por eso ahora se sentía desconfiado de acercarse a una mujer pues pensaba que todas lo iban a volver a lastimar y de paso lastimaría a su madre y él no estaba dispuesto a permitirlo. —Bien sabes que ella no va a volver a este lugar— le dijo para tranquilizar a su madre. —Cariño esa mujer es ambiciosa y cuando ustedes compraron esta casa lo hiciste porque te ibas a casar con ella— la mujer suspiró y lo miró a los ojos. —Ella es tenebrosamente — la mujer siguió al verlo en silencio— piensa que es la dueña de esta casa y en la primera oportunidad que tenga se va a meter y ahí si no va a ver poder alguno que la saqué de aquí — dijo la mujer con seriedad — Ahora quiero dormir un poco. Jorge apretó los labios y se atragantó con su dolor. —Descansa— le dio un beso en la frente y salió de la habitación que parecía un habitación de hospital. Jorge caminó hacia su habitación y vio que tenía serios problemas. Lo que dijo su madre con respecto a Carla era muy cierto. Ella en su mente pensaba que esa casa le pertenecía porque él la había comprado para el matrimonio. Por eso tenía que hacer todo lo posible por sacar a Carla de una vez por todas de sus vidas. — «Podría matar dos pájaros de un solo tiro» —pensó mientras miró el teléfono y marcó los números que se había aprendido de memoria desde hacía unos meses atrás cuando comenzó a idear un plan que comenzaba a echar sobre ruedas. Espero que la persona interesada le contestara —Hola— dijo la joven. —Hola, Antonella soy Jorge – le dijo él nervioso. — Disculpa que te llame tan tarde, necesito pedirte un favor muy importante y… pienso que tú eres la única mujer que me puede ayudar en estos momentos— terminó de hablar el hombre. Él necesitaba que ella aceptara la loca idea que tenía en mente. —Si, dime—respondió ella y la dulce voz de la mujer a él le gustaba oír. —Mañana tienes el día libre, ¿cierto? — le preguntó el hombre nervioso. Tendría que poner todo de su parte para convencerla. Llevaba meses observándola en silencio. Y sabía de antemano que ella era muy buena. Él de manera anónima le hacía llegar los medicamentos para la atención del corazón de la tía. — Sí, mañana lo tengo libre y el miércoles entró en el turno de las seis— respondió. Ambos tendrían el mismo turno para ir a trabajar este miércoles. Esto le hizo sonreír al saber que compartirán tiempo juntos y al darse cuenta se puso muy serio. — «Parezco idiota»— Se reprendió molesto el hombre. Dejó escapar una bocanada de aire. Deseaba con todas sus fuerzas que ella aceptara su plan. —Entonces mañana pasó por ti y desayunamos juntos y así te explico lo del favor. Solo confío en ti— confesó el hombre. —Gracias Jorge por la confianza— respondió emocionada— y cuenta conmigo en ese favor. Él sonrió todo iba muy bien. —Si, deseo de todo corazón que me puedas ayudar en esto. Gracias, eres una amiga muy buena y especial. — «¿Qué?» —se dijo. —Si, seré tu mejor amiga—dijo la chica muy tranquila— pero yo llego a la cafetería donde desayunamos. — «¡Soy un estúpido!» —Se reprochó cuando la escuchó decir que ella sería su amiga. No quiero que sea mi amiga. El pitido del teléfono sonó. Se levantó muy temprano y se vistió como siempre lo hace en el rancho al que tiene que ir muy pronto y piensa que podría ir con ella. Desde su costoso auto la ve bajar del taxi y la admiro. Estaba muy hermosa y fresca. Esa mujer estaba escalando dentro de él sin darse cuenta. Suspiro para tomar aire y al mismo tiempo valor. Esa chica lo ponía a mil, y aún no sabía cómo describir lo que le pasaba con ella. Era una mañana cálida muy brillante debido al día que se nota limpio. Cartagena era una ciudad muy transida y a esa hora ya había muchas personas en la calle y en la cafetería donde ellos se habían citado. — ¡Buenos días! — le dijo él con el rostro muy serio. — «¿Por qué vino tan linda?» — se dijo cuando vio que un hombre la miraba con codicia y deseo. Él la detalla con cierta inquietud y mira hacia el hombre que no le quita los ojos a su chica. —Buenos días, doc., ¿Cómo está? — aunque ella lo saludó con una sonrisa hay algo en su manera de hablar que lo pone en alerta. Él al oírla hablar tan seca frunció el ceño. —¿Doc.? No habíamos quedado que me llamarías por mi nombre— le extendió la mano para saludarla y llevarla a dentro y así el hombre que la mira se dio cuenta que ella viene con él. Pero ella lo rechazó y se mostraba molesta. — «¿Sería con él su enojo?» — preguntó el hombre. — ¿Entramos? —pregunto la chica sacándolo de su pensamientos — aprovechemos que aún hay mesas vacías. La vio entrar al lugar sin esperarlo. En silencio la vio escoger la mesa y se sentó muy rápido. La miro a todos lados para disimular su incomodidad. Parecía como si a ella le molestara estar con él. Él se puso tenso al ver la actitud tan lejana de la chica. —Anoche estuve en la clínica— dijo la joven. Él la miró a los ojos mientras se acomodaba en la silla. — ¿Estas enferma? — pregunto preocupado. —No, mi tía tuvo un bajón de azúcar— sonrió al camarero. A él no le gustó ver esa sonrisa para otro hombre y se negaba a mirarlo a él. Todo lo que tenía planeado para esa mañana se estaba yendo por el retrete. Ella siguió hablando y él suspiró al oírla. Él dejó escapar un suspiro. —Si, tuvo una recaída y no quiso ir a la clínica. Tuve que llevar todo un equipo médico para atenderla en la casa— comentó mirando mal al joven que tomó el pedido y que le mostraba todos los dientes a la joven. Sin embargo, la misma conversación de Antonella le dio la oportunidad para poder hablar lo que él quería. —Por eso quería hablar contigo— dijo y espero que el desagradable camarero que coqueteaba con ella se fuera. —Si, dime— dijo la joven sin prestarle atención a él — que favor necesitas. Eso le indignó y mucho. —Es algo muy importante para mí madre y ella está en fase terminal— los ojos de Jorge se llenaron de dolor— ella es la mujer más maravillosa que puede existir. Y la amo con todo mi corazón. Él noto como los ojos de la chica se volvieron comprensivos hacia él. —Ella fue una buena madre— continuó él sin dejar de mirarla — por eso quiero cumplirle su último deseo. Él tragó. — ¿Qué desea tu mamá? — la joven lo mira a los ojos— si está en tus manos, hazlo. Él sonríe al oírla. —Quiere que me casé— la miró a los ojos. Él tomó la mano de Antonella y llenó sus pulmones de aire para soltar lo que se le hacía difícil hablar — el favor que te quiero pedir es… que te cases conmigo. — ¡Qué! — gimió la joven sorprendida por aquella extraña petición. ¡Con brusquedad le quitó la mano— ¡Estas loco! Él la miró y bajó la mirada a la taza de café. —Sí, sabía que no me ibas a ayudar— dijo apesadumbrado— es una idea loca, y es mi madre a la que quiero darle ese último deseo. Ella humedece sus labios muy nerviosa. —Lo siento doctor, pero es que lo que pides es imposible— dijo ella con los nervios de punta. Si tan solo él suspira como se encuentra la chica. —De verdad lamento haberte molestado— dijo con una mirada triste— la verdad es que estoy desesperado. Y tú eres ideal para que ella sea feliz. Las palabras de él solo hacían que ella se alejara más. —Lo siento— dijo ella y apretó los labios. —Su prometida Carla estuvo ayer en la clínica buscándolo— le dijo ella— debería hablar con ella y adelantar la boda… —Ella y yo ya no somos nada— la interrumpió con cierta brusquedad— además mi madre la odia. Río con tristeza. —De verdad lo siento mucho— dijo el médico— llevo muchos días pensando en que tú eres la persona ideal para que me ayudaras a ser feliz a mi mamá en estos últimos días. Ella tragó y se sintió muy mal. —Doctor Morán, de verdad lo lamento muchísimo, pero es algo que yo no puedo hacer— se levantó y lo miro— gracias por el desayuno y salió dejando a un hombre al borde del enojo y del desconcierto. —Aun la última palabra no se ha dicho— p**o la cuenta y vio que venía el mesero que coqueteaba con su chica. Sonrió ante el pensamiento de que Antonella fuera su chica. — «Mi chica»— saboreo ese pensamiento. El camarero le dio la cuenta y él pagó. — Gracias — y salió de la cafetería con un nuevo pensamiento y con un nuevo plan.
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