Capítulo 2

1828 Words
Antonella bajó del auto con el corazón bailando dentro de su pecho y una sonrisa cálida iluminaba su dulce rostro. Caminaba con suavidad porque sabía que él aún la estaba mirando. — ¡Me está mirando! — exclamó emocionada la mujer en esos momentos no se cambiaba por nadie. Llegó hasta su pequeño apartamento que compartía con su tía Eunice y le sonrío de oreja a oreja al verla. Eunice al verla solo sonrió. Era muy notaria la felicidad en el rostro de aquella niña tan adorada para ella. —Vaya, vaya— comenzó la anciana a fastidiarla— al parecer la señorita ya encontró su media naranja. Antonella la miró muy risueña. —Tía, ¿de qué hablas— dijo con una sonrisa tonta. Tenía la mirada brillante de la alegría que sentía al haber compartido un simple desayuno con el hombre que ella amaba. —Mi niña, esos ojitos brillan como farolas en medio de la oscuridad— la vieja se acercó y la abrazó con cariño— lo que más deseo antes de morir es verte feliz y sobre todo organizada con el hombre que tanto amas. Antonella se imaginó ese deseo de su tía y era maravilloso verse con Jorge Moran formando una hermosa familia. Ella soñaba con una familia. La joven ayudó a su tía con unos quehaceres y después se fue a dormir. En las horas de la tarde fue al supermercado y realizó las compras de la semana y llegó a su apartamento. — ¡Tía! – la llamo al no verla como siempre, pero la anciana que salió un poco pálida y estaba muy helada — ¿Qué tienes? Se alarmó y sin perder tiempo la revisó. —Vamos a la clínica— le dijo con autoridad. La vieja frunció el ceño y torció la boca. —Ya estoy mejor— la anciana era terca y además sabía que cada ida a la clínica significaba que su niña tenía que gastar su dinero. —No señora— dijo ella con severidad— ya dije que nos vamos. Antonella hablaba y al mismo tiempo organizaba a la mujer y llamaba a un taxi. La dos llegaron a la clínica donde ella trabaja y el médico de turno, Álvaro la atendió. —Tu tía no debe estar esforzándose. Su corazón está muy cansado y el azúcar no es que ayude mucho— le dijo el galeno a parte para que la anciana no escuchara el diagnóstico. Antonella miró a la mujer con mucho amor. Ella era lo único que sabía de familia y si ella partía quedaría muy sola. Este pensamiento la entristeció. —Me encargaré de ella— dijo la joven mirando al médico. Antonella iba saliendo con su tía y al pasar por la recepción vio a una rubia de ojos azules discutiendo con la enfermera auxiliar de turno. —Señorita— decía la joven enfermera algo exasperada — ya le dije que el médico Morán, no está en este momento en la clínica. La rubia pataleo el suelo de manera infantil e impertinente. — ¡Me urge hablar con él! — dijo la mujer en un tono de voz un poco alto — yo soy su prometida y supe que doña Alba tuvo una recaída y está muy mal. Debo estar con mi suegra y mi prometido. Antonella al oír aquello se sintió muy mal por Jorge por lo de su madre, pero le dolió el corazón al saber que había vuelto con Carla, la mujer que él amaba. — ¡De verdad, lo lamento! — dijo la auxiliar— el médico Morán no ha traído a su madre a esta clínica. — ¿Mi niña? — Eunice llamó la atención de su sobrina que noto muy distraída — ya llegó el taxi. La joven suspiro y la miró con amor y sonrió. —Si, tía vamos— la ayudó a caminar y llegar al taxi ambas subieron, pero los ojos de la enfermera estaban en aquella hermosa que buscaba a Jorge. Las mujeres llegaron al apartamento y la chica hizo que su tía se acostara. Ya eran las nueve de la noche y ella tomaba un vaso de leche para ir a dormir cuando su teléfono sonó. Ella de inmediato imaginó que la llamaban para que hiciera un turno nocturno, pero iba a pasar por la pena de negarse. Ella no iba a dejar sola a su tía. —Hola— dijo al responder. —Hola— dijo una voz algo tímida— Antonella soy Jorge. Ella tembló de emoción al oírlo. — Disculpa que te llame tan tarde, necesito pedirte un favor muy importante y… pienso que tú eres la única mujer que me puede ayudar en estos momentos— terminó de hablar el hombre. Ella sentía que la cara se ponía roja. —Si, dime— ella respondió con rapidez— «debe ser que quiere que cuide a la señora Alba»— pensó la joven tensa. —Mañana tienes el día libre, ¿cierto? — le preguntó el hombre nervioso. — Sí, mañana lo tengo libre y el miércoles entró en el turno de las seis— le respondió ella con cierta ansiedad. Ella escuchó el largo suspiro. Ella percibió la desesperación en él. —Entonces mañana pasó por ti y desayunamos juntos y así te explico lo del favor. Solo confío en ti— confesó el hombre. Estas palabras le dieron confianza a ella. —Gracias Jorge por la confianza— respondió emocionada— y cuenta conmigo en ese favor. Ella lo escuchó suspirar. —Si, deseo de todo corazón que me puedas ayudar en esto. Gracias, eres una amiga muy buena y especial. — «Eres una amiga, solo eso eres para él. Una simple amiga»— pensó dolida y con las ilusiones destrozadas. Antonella sintió como literalmente un balde de agua fría le cayera en la cabeza y bajará por todo su cuerpo, causando un estremecimiento de dolor y desesperanza. — «Solo soy una estúpida»— estaba que lloraba de dolor, pero apretó los labios y siguió con aquella conversación – «prometo que a partir de hoy sólo pensaré en ti como mi amigo». —Si, seré tu mejor amiga— respondió al momento de colgar. La joven llegó a su habitación y lloró con amargura de corazón. Lloró tanto que se quedó dormida. A la mañana siguiente ella con el rostro hinchado de tanto llorar se lavó la cara con agua fría para bajar la hinchazón. Después se dio un baño y preparó el desayuno para la tía que solo la mira en silencio. La nota triste en comparación al día anterior. —No vas a desayunar— Eunice la mira muy seria y con mucha tristeza. La joven la miró a los ojos. —No, tía— le dijo mientras se tomaba un café— voy a desayunar con un amigo. Él tiene un problema y quiere mi ayuda. —Hum, a bueno— dijo la mujer pensativa — mientras tú vienes... —Usted va a descansar— la interrumpió la joven al levantarse y le dio un beso en la frente— por favor sé obediente si de verdad me amas. La mujer la miró y refunfuñó. — ¡Hum, tocará! — dijo la mujer mayor— Esos chantajes deberían ser penalizados— dijo molesta. Antonella rió de buena gana, así era como ellas se chantajeaban. Luego entró en su habitación y se arregló con mucha dedicación no para que él la viera bonita, sino para esconder las ojeras y su tristeza. Cuando llegó al lugar indicado ella estaba de pie en la entrada de la cafetería mirando por el vidrio para ver si había llegado el médico y se sorprendió cuando lo vio vestido de vaqueros, una camisa a cuadros y bota. Su sombrero no le dejaba ver sus hermosos ojos negros. — ¡Buenos días! — le dijo él con el rostro muy serio. Él la detalla con cierta inquietud. —Buenos días, doc., ¿Cómo está? — dijo ella con una sonrisa en su rostro. Él al oírla hablar tan seca frunció el ceño. —¿Doc.? No habíamos quedado que me llamaras por mi nombre— le extendió la mano y ella miró esa mano y no la recibió. Él solo se limitó a observar. La notaba molesta. — ¿Entramos? —pregunto la chica— aprovechemos que aún hay mesas vacías— la chica miraba dentro mientras hablaba. Ella siguió adelante y escogió la mesa. No espero que él sacará la silla como en la ocasión anterior. Ella no se iba a ilusionar con un imposible, esos pequeños detalles la hacían imaginar tonterías. — «Estúpida romántica empedernida»— pensó la chica molesta consigo misma. Temblaba de emoción de solo verlo frente a ella. Él se puso tenso al ver la actitud tan lejana de la chica. —Anoche estuve en la clínica— dijo la joven nerviosa para hacer conversación. Aunque ella no quiera, él la pone muy nerviosa. Él la miró a los ojos. — ¿Estas enferma? — pregunto preocupado. —No, mi tía tuvo un bajón de azúcar— sonrió al camarero y a él no le gustó ver esa sonrisa para otro hombre— pero todo salió bien. Lo que te quería decir fue que supe que tu mamá se puso mal. Él dejó escapar un suspiro. —Si, tuvo una recaída y no quiso ir a la clínica. Tuve que llevar todo un equipo médico para atenderla en la casa— comentó mirando mal al joven que tomó el pedido. Ella comprendió porque su prometida no lo encontraba en esos momentos en la clínica. —Por eso quería hablar contigo— dijo y espero que el desagradable camarero que coqueteaba con ella se fuera. La joven le dio las gracias al camarero después que los atendió. —Si, dime— dijo la joven ahora mirando por la ventana — que favor necesitas. —Es algo muy importante para mí madre y ella está en fase terminal— los ojos de Jorge se llenaron de dolor— ella es la mujer más maravillosa que puede existir. Y la amo con todo mi corazón. Ella lo miró y vio todo ese amor por ella. —Ella fue una buena madre— continuó él sin dejar de mirarla — por eso quiero cumplirle su último deseo. Ella sentía en él un sentimiento de amor muy grande por su madre. Ella no tuvo madre, pero el amor por su tía debía ser igual al de una madre, por eso se identificaba con él en esos momentos. — ¿Qué desea tu mamá? — la joven al notar lo difícil que era para él hablar. —Quiere que me casé— la miró a los ojos. Él tomó la mano de Antonella— el favor que te quiero pedir es que te cases conmigo. — ¡Qué! — gimió la joven sorprendida por aquella extraña petición.
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