Capítulo 4

2644 Words
La mañana para la joven comenzó con tristeza y ahora estaba llena de altibajos y sinsabores. El sol comenzó a brillar con intensidad y el calor abraza a personas que van caminando por las calles. Los autos viajan a toda velocidad al igual que el corazón de la joven que camina muy rápido para salir del lugar donde se encontraba hablando con una persona que le acaba de golpear su corazón. Su dolor se transforma en furia. Antonella salió furiosa y al mismo tiempo confundida por lo que había pasado en la cafetería. Jamás imaginó escuchar una propuesta como esa, no cuando ella es tan romántica. Flores, música, vino, etc., eso y mucho más. — ¿Por qué me pasa esto? — se preguntó mientras caminaba a buscar un taxi para regresar a casa. Ella realmente entiende los sentimientos del doctor Morán. Ella sabe que él quiere hacer lo mejor para darle los últimos días felices a su mamá, pero eso no implica que tenga que utilizarla para llevar a cabo esa encomienda. Tomó un taxi y llegó rápidamente a su casa y comenzó a hacer oficios para tratar de no pensar en la propuesta de él. Era una propuesta tentadora porque así estaría más cerca de él y hasta de pronto conquistaría su corazón. Llevaba más de un año enamorada de él y sin embargo él nunca la había visto y ahora le proponía matrimonio. — ¡Deja de ser tonta! — exclamó la mujer mientras lavaba el baño — él solo está buscando una enfermera privada y que de paso sea esposa para que su mamá esté contenta. Se decía una y otra vez cuando llegaba a su mente el pensamiento de la propuesta de Morán. — ¿Qué es lo que tanto murmura y te quejas? — preguntó a Eunice al ver a su sobrina refunfuñando en el baño. La joven estaba tan concentrada en lo que hacía en lo que pensaba que no escuchó a su tía llegar por eso cuando escuchó la voz de la mujer se sobresaltó. — ¡Ay, tía! Me asustaste — dijo la joven llevándose la mano al pecho— mira que mi corazoncito puede sufrir un colapso. La vieja que ya conocía también a su sobrina vio las intenciones de cambiar la conversación por eso coge el palo de la escoba y la amenazó. —Colapso es el que te voy a dar con esto — le señaló el palo de la escoba — Ahora dime qué es lo que tantos mascullar ahí en voz baja. La joven se levantó y la miró a los ojos y dejó escapar un largo suspiro. —¿Te acuerdas del doctor Morán? — le preguntó la joven a su tía y está con asentimiento de cabeza afirmativo te dio entender que sí —bueno el hoy durante el desayuno me hizo una propuesta. La vieja conocía los sentimientos de ella por ese médico. Llevaba más de un años suspirando por él. —Suelta todo esto y vamos a la cocina. Esto se arregla con un café— dijo la vieja mostrándose interesada en aquella conversación. La chica soltó los implementos de aseo y se fue detrás de su tía. Mientras la veía preparar el café ella se dedicó a contarle todo lo que había sucedido esta mañana en el desayuno. La mujer se sorprendió mucho al oírla. —¿El doctor Morán te propuso eso? — le preguntó la mujer casi incrédula —es increíble el amor que siente ese hombre por esa mujer. Antonella sostenía la taza de café entre sus manos nerviosa. —Lo sé, tía — dijo la joven apabullada— dicen que cuando un hombre ama a su mamá ama a la mujer que va a ser su esposa y a sus hijos. Eso habla bien de él ¿Verdad? Eunice sonrió complacida. Ella sospechaba que el médico gustaba de su sobria, solo que el pasado aun lo tenía atado. —Sí hija mía. Eso habla muy bien, de un hombre que está interesado en los beneficios de su adorada madre, eso es muy valioso. ¿Qué es ella para él? Es su mayor tesoro y es por eso por lo que quiere concederle que sus últimos días sean de felicidad y cumplirle el deseo de verlo casado— dijo la mujer de manera pensativa y romántica. —Si, así es tía— dijo la joven pesarosa. —Ahora, lo que no entiendo es porque no se casa con su prometida y tiene que contratar a otra mujer que él prácticamente no conoce— la mujer mayor no quitaba la mirada de su triste sobrina. La pregunta de la mujer mayor era válida pues ella no conocía lo que sabía Antonella sobre el pasado doloroso que había tenido el doctor Morán con esa modelo Llamada Carla. Así que suspiro y tomó la palabra. —Él estuvo comprometido para casarse con una modelo muy reconocida llamada Carla, apodada la reina del hielo y sinceramente no sé qué pasó. Según me dijo hoy en el desayuno su mamá no la quiere—le comento la chica a su tía. —¡Wow! — exclamo la tía sorprendida. — Este hombre si adora su mamá, dejar de lado a la mujer que ama solo porque su madre no gusta de él. Eso en estos tiempos es inaudito. Anto, ese hombre realmente es muy especial y, sobre todo, buena persona que se sacrifica por amor a su madre. Antonella al oír las palabras de su tía la hizo sentir un poco mal. A ella no le costaba nada sacrificar unos cuantos días en compañía de la señora Alba que aparte la conocía porque en varias ocasiones había ido a la clínica La Merced y ellas dos habían cruzado palabras. Y a ella le caía muy bien la señora Morán. —La verdad es que yo no acepte porque el doctor Morán a mí me gusta —le confesó a su tía — y me da miedo qué me siga enamorando de él y después cuando venga la separación voy a sufrir mucho. La tía estaba muy mayor y su mayor temor es morir y que ella quede sola en la vida. Ella sabe cuan enamorada esta del médico y en los ojos de ese hombre ella vio algo muy valioso que él siente por su sobrina. —Hijita mía— la mujer mayor tomó la mano de su sobrina entre sus manos —nunca lo has tenido y si sigues con actitud de miedo, nunca lo tendrás. Esta es una oportunidad para tenerlo cerca y tal vez la cercanía, el trato, los detalles que tú hagas con su madre logres enamorarlo. Piénsalo no estoy diciendo que lo hagas, solo que medites que puedes lograr si estas al lado de él por más tiempo. Además, tendrías la oportunidad de estar con él, conocerlo mejor y saber si realmente él el hombre de tu vida al tú amaras y no vivir solamente en un espejismo de sueños y el añoranza. La joven después que tuvo la charla por su tía se limitó a seguir haciendo oficio para mantener su cabeza fría y no pensar más en el doctor que todos los días y noches le robaba sus sueños y uno que otro suspiro de melancolía. Mientras se peinaba su cabello se miró en el espejo y se propuso. —Si el doctor Morán me insiste en ese trato acepto— dijo la joven y voy a hacer mi mejor esfuerzo para enamorarlo y cuando llegue el momento del divorcio sabré qué he hecho lo que debido a hacer y no esconderme en mi caparazón de miedo y soledad. A la mañana siguiente la joven llegó a su turno de las seis y comenzó a laborar revisó pabellones, medicamentos, pacientes, personal y miró la lista de los médicos de turno y se llevó una gran decepción al descubrir qué el médico Morán durante toda esta semana no estaría con él. —Bueno esto parece una señal —dijo ella pesarosa en voz baja—al no encontrarme durante toda esta semana significa que él y yo no tenemos ninguna oportunidad — colgó la tablilla y viró sus pies para salir de la zona de enfermería cuando se tropezó de frente con el doctor Morán casi tocándose. Ella se tropezó y casi cae, pero los brazos de Morán la rodearon con fuerza por la cintura y la pegó a su pecho. —¡Uy! Cuidado no te vayas a lastimar, porque yo seré tu médico de cabecera— le dijo él con una mirada y una sonrisa pícara en el rostro —Buenos días, jefe— dijo él sin quitar sus manos de la cintura de ella. A ella se le encendieron las mejillas rojas de la emoción y al mismo tiempo de vergüenza. —Buenos días, doctor Morán— dijo ella con la su voz dulce— ¿Qué hace usted por estos lares? Se supone que usted no tiene turnos a estas horas. Él la observó a los ojos manteniéndola cerca de él. —La verdad fue que hice varios cambios con algunos médicos, porque necesito convencer a cierta persona de un proyecto que tengo en mente —dijo él sin dejar de mirarla a los ojos y aun la sostenía por la cintura poniéndolos en una posición bastante romántica. Ella trató de alejarse de él, pero la mantenía sujeta con firmeza. —Suéltame que nos pueden ver y nos pueden sancionar— dijo la joven preocupada por su empleo— tal vez usted no tenga necesidad de trabajar, pero yo sí. Él la soltó y la miró a los ojos y vio que aquellos ojos miel brillaban hermosos y reconoció que le gustaban. —Ya una vez te dije que no te preocuparas por trabajo. Yo te puedo mantener— soltó la risa al ver la cara de la joven de horror que había hecho— Almorzamos juntos — le dijo y se fue dejándola a ella con la palabra en la boca. Él sabía que ella no podía hablar duro ni discutir con él en el lugar porque las monjas lo podían reprender. — «¿Este hombre que se cree?» — pensó la joven al verlo caminar por el pasillo. Él no tenía ningún turno esta mañana, sin embargo, había hecho el cambio para poder estar con ella y eso a ella le encantó. La joven siguió trabajó con una flamante sonrisa que iluminaba el rostro y a la hora del almuerzo se encontraron en la cafetería de la clínica. Ellos lo hicieron juntos. —Quiero disculparme por mi forma de pedirte ayuda— le dijo el médico mientras comía de su ensalada— no tuve tacto. Fui un bruto. Ella lo escuchaba y sonreía. —Yo también me disculpo— dijo comiendo— lo que pasa es que no esperaba algo como eso— le sonrió— y ¿ya conseguiste a la persona para que te haga ese favor? Él dejo de comer y la observó y se perdió en esa mirada dulce. —Yo la encontré solo que ahora debo convencerla— le dijo— y que me perdone por ser un bruto. Ella suspiro profundamente y bajo su cubierto. —Yo te pudo ayudar, pero debemos tener las cosas muy claras— le dijo ella con algo de incertidumbre— si en la clínica se llega a saber que tenemos algún tipo de relación, bien sabes que nos botaran. —Tú no te preocupes— le sonrió. — si no quieres que nadie sepa de lo nuestro me mantendré mudo. — ¿Lo nuestro? Lo haces ver como si fuera una aventura o algo por el estilo dijo ella con burla. Él se quedó pensativo por un instante. —Es algo por el estilo— dijo más tranquilo— entonces ¿si nos casamos? Ella bajo la mirada. —Si vamos a hacerlo, pero por favor que no se enteren en la clínica, de verdad necesito mi trabajo— le rogo al hombre. —Yo no te voy a dejar desamparada— prometió el hombre entusiasmado— y si no quieres que sepan que eres mi esposa, guardaré el secreto— le dijo— esta tarde hablamos con tu tía y mañana almorzamos con mi madre. Te voy a presentar como mi novia y en una semana nos casamos. Además, debemos solucionar lo del contrato, donde pondremos cláusulas para protegerle después del divorcio. Ella se sintió muy emocionada. Sabía que era un matrimonio falso, pero aun así le gustaba saber que sería su esposa de mentiritas. Antonella Morán. — «¡Solo confió que todo salga bien! »— la joven pensó llena de euforia. Él termino de almorzar y se levantó de la mesa y dio unos pasos, luego se giró y le dijo con la voz muy ronca. —Muchas gracias— le sonrió— te has ganado mi corazón. Las mejillas de la joven se pusieron rojas de la sensación que invadía su rostro al oír aquella frase, para ella en esos momentos subió al cielo, sin saber que, al bajar, bajaría directamente al infierno. Ella terminó de almorzar y siguió con su trabajo en un estado de euforia que fue notorio para muchas enfermeras y en especial para la hermana Allende. El tiempo se hizo largo y dispendioso para la joven enamorada de la vida. Hasta que por fin llegó la hora de la salida. Emocionada por contarle a su tía su decisión no vio que alguien la seguía. Caminó hasta la parada de buses y de repente una mano la sujeta del brazo. —No pensaras que voy a dejar a mi novia subir en un autobús— dijo Jorge en un tono burlón. — ¡Me asustaste! — exclamo la joven y trato de saltarse de aquel agarre firme— por favor me sueltas. — ¡No! — y la guio a su costoso vehículo— a partir de hoy nos vamos juntos. Ella lo observo y se dejó guiar. —Espero que no se te haga costumbre— dijo ella molesta. Después a ella le iba a costar olvidarlo sino funciona sus planes para enamorarlo— las malas mañas cuestan quitarlas. Él solo sonrió. Estaba tan feliz de poner tenerla a ella como esposa, aunque a un no sabía lo que sentía por la hermosa enfermera jefe. Unos ojos vieron a la pareja feliz subir al auto. Los veía charla y reían muy íntimamente. Rápidamente la dueña de esa mirada perversa marco un número telefónico. — ¡Querida Carla! — dijo la dulce voz ponzoñosa— ya veo que tu mediquito ya tiene un nuevo romance— se burló – estas de lo más feliz con una enfermera. —¿De qué hablas? — dijo la modelo molesta. Ella no va a permitir que ninguna mujer le quite el puesto en la vida del millonario. Lleva meses tratando de recuperarlo y otra mujer no se lo va a hacer imposible – ¡Estas mintiendo! Siempre me has tenido envidia. Por eso haces estas llamadas, modelito de pacotilla. La carcajada de la línea molestó más a Carla. —Bueno, si tienes alguna duda— tomó una foto cuando Jorge se inclinó a cerrar el cinturón. Desde la distancia de donde estaba la mujer parecía como si la pareja se estuviera dando un beso muy comprometedor— ahí te envié una fótico, para que te diviertas. Cuando Carla vio la imagen de Jorge con los ojos llenos de felicidad y la sonrisa del hombre que le iluminaba el rostro, sintió que la sangre bullía dentro de ella. —Jamás serás nada para él— miraba a la mujer y noto que tenía uniforme— ya se dónde trabajas y muy pronto me encargaré de ti, maldita zorra.
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