Capítulo 1

3222 Words
La clínica La Merced de la gran ciudad de Cartagena está totalmente abarrotada de tanto paciente debido a un infortunado accidente de tránsito. La enfermera jefe está organizando y anotando los medicamentos que han sido suministrados en los pacientes, cuando el sonido bajo anuncia la llagada de la primera ambulancia que transporta a una mujer con heridas en el pecho. Son más de las once de la noche y ella se ha doblado en el turno solo para ayudar a una amiga que su madre enfermó y debió quedarse en casa cuidándola. El cansancio y el agotamiento desaparecen de ella mientras corre por el pasillo para llegar a la sala de urgencia. Llega en el mismo al momento cuando está aparcando la ambulancia frente a la puerta doble de cristal de urgencia. El personal médico corre al momento que se encendió la alarma de alerta roja debido aquel enorme accidente. Según el informe fueron veinte autos los que colisionaron entre sí causando muchos heridos tanto de gravedad como superficiales. Los pacientes fueron repartidos en varia clínicas de la ciudad de Cartagena para brindarle una mejor atención médica. Rápidamente una camilla es empujada por varios auxiliares que corren para llegar pronto a la zona de urgencia y una monja médica con mucha presteza comienza a atender a una herida. — ¡Murillo! — dice la médico con la voz calmada, pero potente y cargada de autoridad — canaliza con destroza, quiero una vena permeabilizada para cirugía. La enfermera jefe sin perder tiempo y sin discutir toma la aguja y el algodón y con destreza introdujo la aguja en la vena haciendo una canalización perfecta. —Gracias— dijo Murillo a la enfermera auxiliar que le pasó lo necesario para el procedimiento. Ella es una joven de veinticinco años, jefe de enfermeras y es muy respetada por sus colegas, a pesar de su juventud. Ella mira el procedimiento realizado y comprueba que está bien realizado su trabajo, rápidamente va a otro paciente que llega y comienza a canalizar. Es vital tener las venas lista para poder suministrar el medicamento pertinente. Para ella nada ha sido fácil, pues quedó huérfana desde muy joven y quedó bajo la tutela de una buena tía que la ayudó en todas las situaciones que ella necesitó. Mientras ella lavaba ropa ajena estudiaba de noche y se graduó con honores. Ahora se siente orgullosa por tener le oportunidad de ayudar de manera económica a su querida y anciana tía. — ¡Listo, hermana! — dice la joven enfermera a su superiora. La médico esta con un paciente y la mira de soslayo al preguntar. — El médico Morán, ¿aún no ha salido de cirugía? – pregunto la médico a la jefe de enfermera. —Aun lo está, pero ya están saturando, según se me informó — dijo la jefe con rigor. La joven miró la cara de la médico, ella era algo mayor y vestía con su hábito blanco. Era conocida como la mujer de hielo. Era tan fría al momento de atender un paciente que todos la admiraban por su certeza y responsabilidad. — ¿Qué hago? — le preguntó al verla indecisa. Algo que nunca había visto en ella. —Esta mujer necesita cirugía. Llévala al quirófano— dijo la señora a la enfermera— ve rápidamente sin perder tiempo. Tiene una hemorragia interna. Aumenta el chorro de la destroza. La enfermera no perdió tiempo y con la ayuda de un camillero llevaron a la paciente hasta el ascensor donde lentamente subieron al piso de cirugías. El gran y muy limpio pasillo se nota vacío y es cuando ve que el médico está saliendo de uno de los salones de lavado. Esta recién bañado y se disponía a bajar a la sala de urgencia, pero al ver a la joven enseguida se apresuró a recibirla. El médico cirujano Jorge Morán, un hombre ecuánime y muy trabajador viene saliendo de uno de los quirófanos donde revisa a conciencia los instrumentos que organiza la enfermera instrumentadora. Siempre está pendiente de revisar cada vez que terminar una cirugía. En esta ocasión fue una mujer joven con un derrame interno. Sale al pasillo es cuando ve a la enfermera que viene con una camilla y por la prisa sabe que es urgente. — ¿Qué pasó? — preguntó él sin mirar a la joven a los ojos. El médico se dedicó a la paciente que venía con una máscara de oxígeno y canalizada. La revisa con rapidez y destreza —Presenta una contusión cerebral. La doctora Allende se la envió para detener la hemorragia— ella dio el informe conciso y claro. Rápidamente metieron a la mujer dentro del quirófano y él tomó de la mano de la enfermera el historial clínico y rápidamente leyó. —Muy bien— dijo él rápidamente — por favor ayúdame a vestirme, no hay tiempo para llamar a una auxiliar de cirugía. —Si, doctor— dijo ella con una voz muy profesional. La enfermera Murillo trago cuando vio al médico desnudo delante de ella. Sus ojos devoraron aquel cuerpo bastante moreno y atlético que llevaba mucho tiempo amándolo en secreto. Ella sin perder tiempo busco una bata y lo ayudo a vestir. Ató el cordón para ajustarlo. Su aroma a limpio invadió sus fosas nasales que se mezclaron con el olor de los antisépticos que hay en el lugar. Sin perder tiempo le coloco el gorro, el tapa boca quirúrgico y por último los guantes cuando él terminó de lavarse las manos con el antiséptico. Ella lo vio ingresar al quirófano y lanzó un largo suspiro. Ella se quedó en la parte de afuera de aquel inmenso y grueso cristal. Sus ojos se deshacían al ver aquel hombre alto de ojos negros y cabello corto. Él era un hombre demasiado callado debido a que su corazón fue traicionado por su exnovia. Antonella suspiro melancólica y lentamente se retiró de aquella ventana que lo separaba de ella. No era solo ese cristal que la separaba de él, sino un amor tan grande que él aun siente por Carla. Una despampanante mujer que se dedicaba al modelaje. Esta lo abandonó cuando vio que el médico no la atendía como ella quería. Esta solo pensaba en fiestas y diversión, mientras él solo en el trabajo. Un cirujano con prestigio y dueño de uno de los ranchos más próspero de la región de Terra Nova. A él solo le importaba tener más ganado y ayudar a los más necesitados. Después de la ruptura con Carla él se fue a vivir y a trabajar a Cartagena. Solo para poner distancia de la mujer que aún lo hacía sufrir. Él nunca andaba de fiesta en fiesta y eso fue lo que más le molesto a la hermosa Carla. Él ahora está solo y por lo que había visto no le gusta estar rodeado de mujeres pues se había convertido en un hombre solitario y hasta podía decirse que un poco amargado. Antonella bajó la escalera que la llevaba al piso inferior con el corazón dolido y llegó de nuevo a la sala de urgencias donde trabajó por muchas horas olvidando su amor no correspondido. Ya eran más de las siete de la mañana cuando la joven enfermera entregaba su turno y cansada camina por la avenida para buscar el transporte que la llevara a su pequeño y acogedor apartamento. El sonido de un claxon la saca de sus profundos pensamientos y al insistir ella gira su cabeza y se sorprende al ver al doctor Jorge que le hace señas con la mano y lo mejor de todo, una sonrisa en su rostro. — ¿Acabaste de salir? Pensé que ya estabas en su casa — le pregunto de manera casual mirando su fino reloj —vamos sube yo te llevo. Debes estar muy cansada. Aquella propuesta le sorprendió tanto, que Antonella sintió que su corazón brincaba de alegría. —Gracias doc., no hace falta —le dijo ella con una dulce sonrisa en el rostro. —Eso es lo que más me gusta de ti — dijo él desde el auto que no ha dejado de andar lentamente por la vía— que no importa cuánto estés cansada, siempre hay una hermosa sonrisa en tu rostro— él hablo con soltura. Nunca él había pronunciado más de dos palabras con ella y mucho menos que la halagara. — «¡Esto era fantástico!»— la joven brinca de manera mental y da dos volteretas. Las mejillas de la chica se enrojecieron al oír aquellas palabras. Nunca imaginó que ella tuviera algo que a él le gustará. Él al verla en silencio insistió con amabilidad. —Vamos, debes estar muy cansada y necesitas descansar— detuvo el auto y bajando del auto se acercó caminado y se detuvo frente a ella. Ella al ver lo que está pasando simplemente trago con nerviosismo la saliva de su boca y humedece sus tiernos labios. Él arqueo una ceja ante aquel gesto tan inocente y provocativo. Sus ojos negros brillaron. —Vamos, somos compañeros de trabajo, no veo porque no te puedo dar un aventón a tu apartamento— le insistió. En silencio Jorge la detallan con cuidado. Sin darle tiempo a que ella se negara la toma del brazo y la guía dentro del vehículo. Ella tiene las manos sudadas y siente como su corazón se desboca sin control. —Sabes que no debería haberte molestado. Según sé dentro de dos horas tiene otra cirugía— le dijo ella con candidez. Él sonrío cansado y se masajeo el cuello. —La cancelaron —dijo el médico— Menos mal, porque realmente estoy cansado. Te juro que estoy agotadísimo y pienso en serio tomarme unas vacaciones. El auto comenzó a andar por la carretera y los dos iban escuchando música clásica. —Pues bien, merecidas las tienes— dijo ella sobre las vacaciones que él se negaba a tomar. —Sí, ya van dos años y medio que no tomo esas merecidas vacaciones — dijo él mientras se concentra en la carretera— quiero tomarla para algo especial. De pronto él ingresa a un parqueadero de una cafetería que queda muy cerca del pequeño apartamento la enfermera jefe. Ella lo mira sorprendida. —Primero vamos a desayunar porque realmente tengo hambre. Así que te invitó a desayunar —le dijo él con una sonrisa que derritió el corazón de la joven. Antonella está tan emocionada que no piensa en las consecuencias de sus actos. Sin embargo, muy en el fondo un grito de cordura le hace un llamado de atención. Ella suspira y lo enfrenta. —Bien sabes que los empleados de la clínica tienen prohibido tener relaciones por fuera de la clínica— le recordó ella el reglamento. Aquella insignificante salida a desayunar podría ser vista de malas formas por las monjas que administran la clínica. Pues ellas son muy rigurosas con respecto a la moral y a las maneras exageradas de la nueva forma de vivir. Ambos llegaron y se sentaron una frete al otro. El corazón de Antonella se quería salir corriendo de su pecho de la misma alegría que sentía de estar con él. Llevaba mas de un año enamorada de él desde la distancia y ese era su primer acercamiento como dos personas comunes y no como colegas. Él la miro a los ojos y bajó la mirada a la carta. —No te preocupes— le respondió y le restó importancia al comentario de la chica. — ¿Estás seguro? —dijo ella emocionada y al mismo tiempo nerviosa — Usted sabe que si nos ven comiendo juntos pueden malinterpretarlo. Él la miró a los ojos y le sonrió. —Que piensen mal de nosotros —le dijo con cierta desparpajo. Luego le sonrió y mirándola a los ojos le hizo un guiño — Al fin y al cabo, usted no tiene novio y yo tampoco tengo novia, así que no hay nada malo que nosotros estemos aquí. Ella se sonrojó por la mala interpretación que les dio a sus palabras. Ella no habla de que ellos tuvieran un romance y los vieran juntos. —No. Lo digo por las hermanas de la clínica— digo ella con una sonrisa tierna — sabe que ellas son demasiado estrictas con respecto al reglamento. Él se la quedó mirando y luego soltó una carcajada. — ¡Que nos despidan esas mujeres! – dijo él en broma. — ¡Válgame, Dios!, no— exclamó en medio de la risa— yo necesito mucho mi empleo. Él la miro y sonrió sin dejar de mirarla a los ojos. —No hay problema, yo te mantengo y te vas conmigo para el rancho El olvido. Ella lo miro a los ojos. Su corazón quería salir corriendo de su pecho. —Bonito chiste —Dijo ella sin dejar de sonreír— bien sabes que no sé nada de ranchos. Una camarera llegó e interrumpió la conversación que tenía muy nerviosa a la joven. Nunca él antes le había dicho algo y ahora hasta broma le hacía sobre vivir en el mismo rancho. No quería ilusionarse. Eso le destrozaría y mucho. Después de pedir unos panecillos de mantequilla con chocolate siguieron conversando. — ¿Cuánto tienes trabajando en La Merced?— le preguntó Jorge a la chica. Ella lo miró y le sonrió. —Ya casi voy a cumplir un año —dijo la joven y tímidamente mientras comía sus galletas— Esto está realmente riquísimo —dijo porque se siente demasiado nerviosa en compañía de él. Sus ojos la miran de tal manera que siente que la quiere desnudar. Ella desde el momento que lo vio en la clínica se enamoró sinceramente de él, pero en esos tiempos él estaba comprometido en matrimonio con su adorada Carla. Así que no había ninguna esperanza, pero después Carla destruyó el corazón de él y él se cerró hacia el amor de otras mujeres, dejándola sin esperanza alguna —Sabes Antonella, eres una buena chica y según he escuchado una muy buena hija, aunque no eres hija de la mujer a quien cuidas mucho— él interrumpió sus pensamientos. En ningún momento ella pensó que él supiera de su vida privada. —Mamá ha estado un poco enferma, pero ya gracias a Dios con el tratamiento a mejorado mucho— dijo ella con una sonrisa muy nerviosa. —Y cómo hiciste con el tratamiento según sé era un tratamiento muy caro —los ojos de él no perdía detalles de la joven que hablaba y se notaba muy nerviosa. —Un donador anónimo compró todos los medicamentos y me los mandó por correo hasta la casa —dijo ella con una sonrisa en el rostro— estoy muy agradecida con él o ella. Él se quedó en silencio un buen rato y luego sonrió de medio lado como si algo le preocupara al médico. —Sabes, yo también soy hijo único— le comentó— y mi madre está bastante enferma. Ella tiene cáncer terminal y son muy pocos los días que le quedan. La chica sintió un dolor muy profundo en su corazón. —Oh doc. Lo siento tanto — dijo la joven con tristeza. Él la miro de una manera extraña que hizo que la joven se estremeciera. En ocasione cuando él la miraba parecía la mirada de un amigo y en otras era la mirada de un amante. — ¿Sabes cuál es el sueño que tiene mi madre? — le preguntó a la muchacha que lo miraba con esos enormes ojos miel. —Dígame— ella está feliz de que él se haya interesado en hablar con ella aquella conversación tan íntima y personal. Ella en esos momentos se sintió importante para él. —Quiere verme felizmente casado antes de morir— dijo él con una sonrisa pesimista. Antonella trago con fuerza el bocado que bajaba por su garganta. —Doc., aun eres joven y puedes hacerlo y así no estarás más solo— concluyó ella con madurez Él tomó un sorbo de su chocolate. —El problema es que yo no tengo novia, yo no confío en las mujeres —le dijo mientras habla la mira a los ojos. La joven sintió que su corazón se entristece pues ella ingenuamente sueña que él en algún momento se fije en ella, como una mujer y no como una compañera de trabajo. —Es difícil confiar —dijo la joven con tristeza— aun después que a una le han roto el corazón. Él frunció el ceño. — ¿Te rompieron el corazón? — pregunta él con curiosidad. Sus ojos negros la miran con mayor intensidad. La joven se remueven su silla nerviosa y no sabe cómo decirle que su corazón está roto porque él no la mira a ella con amor. Ella suspira muy profundo para desviar la conversación que le hace daño solo a ella. Sus ojos miel miran hacia la salida de aquella hermosa cafetería. —Se nos está haciendo tarde y debo regresar a casa – dijo ella y él notó el cambio de humor en ella. Él suspiro. Al parecer ese día no iba a ser posible hacerle la propuesta que tiene en mente. —Sí, mi querida Antonella— dijo él dándole la mano— vamos yo te llevó hasta tu casa. Ella se puso roja como un tomate. —No hace falta – se estremeció de emoción al ver aquella mano frente a ella — ya estoy cerca, puedo llegar caminando. Él se inclinó y tomó la mano de ella y se la llevó consigo. —No. Yo la acompañó a usted hasta su casa— le dijo —eso es lo que hace un caballero con una dama. Riendo subieron al auto y él la llevó hasta la puerta de su casa. Ahí detuvo el auto y bajo primero y la espero pacientemente a que ella bajara. —Gracias doctor, ha sido usted hoy muy amable conmigo— le agradeció ella su amabilidad— y muchas gracias por ese delicios desayuno. Él miró con fascinación aquel rostro, tenía unos ojos miel que se llenan de luz siempre que sonríe, aquella boca pequeña era muy sensual y de repente nació en su interior un deseo loco por poseerla. De saborearla a profundidad. De hincharles los labios por sus besos de pasión. —Dime Jorge, cuando estemos a solas— le recomendó el médico y con cuidado tomó una de las hebras de cabello que se habían escapado de aquel riguroso moño donde siempre acomodaba su cofia de enfermera— me gustaría que volviéramos a desayunar juntos. Ella está tan emocionada y sonríe llena de alegría. Y debido al nerviosismo que siente baja rápido del auto. —Claro Jorge, cuando tú quieras —dijo ella y camino unos pasos para alejarse de él— nos vemos pasado mañana. Él la miro y veía como la joven movía sus caderas al caminar. Lo hacía de manera elegante. —Tal vez antes— se dijo él cuando la vio abrir la puerta de su pequeño apartamento. Sus ojos negros brillan con intensidad — tal vez mucho antes de lo que tú piensas nos volvemos a ver— dijo ya para sí mismo— y me ayudas con mi plan perfecto.
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