UNA AMANTE.

3984 Words
Esa noche, toda la familia Lanús se reunió para dar a conocer la llegada del nuevo integrante de la familia Lanús. Todos felicitaban a Aike, pero este no parecía estar contento. Se alejó de la multitud para hablar con su amante y calmarla ya que estaba molesta—. Cálmate. Esta noche iré a tu departamento, ahí hablamos —aseguró. Al escuchar eso, Paola cortó y se acostó a esperar a su hombre. Aike contempló a su familia muy feliz y contenta por la noticia del primer nieto de Fabien. Jamás pensó en darles el primer nieto a sus padres, siempre pensó que serían sus hermanas las que se lo darían. Una de ellas ya estaba casada, pero no había concebido aún, quizás porque llevaban meses de casados. Al volver a casa, Aike pidió a su esposa que descansara porque él volvería a salir. Sin esperar el cuestionamiento de su esposa y decir a dónde se dirigía, salió. Ivana suspiró y procedió a subir las gradas porque no era la primera vez que su esposo dormía fuera. Aunque era fin de semana, le restó importancia a que saliera, pues Aike solía trabajar hasta los fines de semana cuando se dedicaba a un nuevo modelo. Pensó que se iría a trabajar en la empresa. Cuando estaba recargado de trabajo, se quedaba a dormir en la oficina y no llegaba hasta el otro día. Pero Aike no fue a la empresa, él fue a casa de su amante y amaneció en la cama de esta. Por la mañana se levantó, se dio un baño y una vez cambiado, dijo firmemente. —Mi padre me exigió que te dejara, de lo contrario va a arruinarme. Ante aquellas palabras, Paola apretó los labios. —¿Y piensas hacerlo? ¿Piensas dejarme? Aike se encontraba entre la espada y la pared. Había pasado toda la tarde y parte de la noche pensando en lo que haría. Conocía muy bien a su padre, sabía que cuando se proponía a algo lo cumplía. Las palabras que Fabien Lanús decía, no eran lanzadas porque sí, menos el viento se las llevaba. Cada palabra o cosa dicha por su padre, tenía peso y se realizaba. Por ello tomo la decisión de mantener oculta la relación que tenía con Paola. —No. No voy a dejarte. Pero debemos ser más cuidadosos, porque si mi padre descubre que no terminé contigo, no se detendrá y me arruinará. Y si me arruina, los planes que tenemos en contra de los Badawi se irá al carajo. Mi padre tomaría mi empresa, descubriría que salvé la empresa de mi suegro a cambio de quedarme con ella. Y si eso sucede, estoy seguro de que se las devolverá. —Supongo que también vas a tener ese bastardo ¿cierto? —se quedó en silencio y asintió— ¡Mierda, Aike! —lo empujó cuando él quiso abrazarla— Eso sí que no lo aceptaré. —Escucha, un hijo no me detendrá al lado de esa mujer. Llegado su momento me divorciaré. Tú y yo nos casaremos, nos iremos lejos de aquí. Sé que a ese niño no le faltará amor de un padre, porque tendrá a sus abuelos, tíos y mis primos. Mi familia jamás dejaría desamparado a un Lanús. Ese pequeño no será un problema. —¿Juras que no lo amarás ni te encariñarás con él? —la besó y volvieron a desnudar sus cuerpos, cayeron a la cama y se amaron hasta saciar sus ganas. Tiempo después, Aike salió del departamento de Paola y se reunió con su padre, con quien había quedado de verse. Al momento de llegar, Fabien no lo miró, simplemente continúo leyendo el periódico. —Espero que ya hayas terminado con esa mujer. Y que ahora te concentres en tu esposa e hijo. —Ya terminé mi relación con Paola. —¿Qué me asegura que sea cierto? —cuestionó dirigiendo la mirada a su hijo. —Mi palabra… Fabien sonrió. —¿Tu palabra? —Aike achicó los ojos por la ironía de su padre—. Desde ayer tu palabra dejó de tener valor para mí. —Papá. Te aseguro que no la volveré a ver, y te pido que continúes con el lanzamiento del nuevo modelo. Si lo detienes, tendré muchas pérdidas. Acabo de gastar mucho dinero pagando las deudas de mi suegro, no puedo perder más, padre. —Si así sintieras miedo de perder a tu esposa, seguro lo pensarías dos veces antes de traicionarla —Aike suspiró—. Escucha bien, Aike. Estoy muy decepcionado de ti. Siempre creía que sería Austin quien me decepcionaría con esas amistades que se consiguió en la adolescencia, pero hasta ahora no me ha dado una decepción como la que acabas de darme tú. Nunca pensé que fueras tan manipulable y que un par de piernas te hicieran perder la cabeza. —Soy hombre, me dejé llevar… ¿vas a juzgarme por eso?, ¿acaso nunca lo has hecho? —Pues no, no lo he hecho y nunca lo haré. Porque cuando decidí llevar a tu madre al altar, fue porque la quería para toda la vida, y ella sería la única mujer que dormiría a mi lado hasta el último día de mi vida. —Pero yo no me he casado por la iglesia. En algún momento puedo divorciarme y elegir a la mujer que quiero para toda la vida —Fabien ladeó la cabeza, sin creer lo que acababa de escuchar. No podía entender cómo su hijo, siendo tan inteligente para los negocios, tenía ese pensamiento sobre el matrimonio. —¿El matrimonio es un modelo de tus coches, que hoy lanzas y mañana se te ocurre otro y de igual forma lo lanzas? ¿Es así como vez el matrimonio? —Papá, hoy en día los matrimonios no duran más de dos o tres años. No soy el primer infiel, mucho menos seré el único que se divorcie. —Escucha, me importa un carajo cómo estén los demás matrimonios hoy en día, pero el tuyo lo reparas y continúas, porque un Lanús no se casa para divorciarse, mucho menos si es por otra mujer. Tú elegiste a esa muchacha como tu esposa, nadie te la impuso, fue tu elección, así que, ella será tu esposa hasta el final de sus días. Solo muerto podrías liberarte de ella, ¿está claro? —No puedes obligarme a estar con alguien a quien no quiero. —Y si sabías que no la querías, ¿por qué te casaste? O más bien, ¿por qué la embarazaste? —Ella se embarazó sola... —¿En serio? ¿Se embarazó sola como la virgen María? ¿Es que tu no hacías nada? —Me refiero a que dejó de cuidarse para embarazarse. Yo le dije que no quería hijos por el momento, pero ella se embarazó adrede —Fabien se levantó, arregló su traje y dijo. —No importa cómo se embarazó, si lo hizo a propósito o no. La cuestión es que vas a ser padre, y tienes que darle un hogar a mi nieto como yo te lo di a ti. Que no me entere, de que sigues con esa mujer, porque de lo contrario, te quitaré mi apoyo y verás cómo te las arreglas. Y si abandonas a tu esposa e hijo para irte con esa mujer, estarás muerto para mí —sentenció y se marchó. Aike suspiró aliviado al escuchar a su padre. Aunque sintió remordimiento por la mentira que dijo, no se arrepintió, porque gracias a eso no perdería el apoyo de su padre. * Dana había pasado una noche sensacional con Dalery, quien luego de varios años había regresado al país. Aunque su familia no volvió, ella lo hizo porque extrañaba a sus amigas y a su país. Quería empezar una nueva vida lejos de sus padres ahora que era mayor de edad. Se había hospedado en un hotel hasta conseguir un departamento y mudarse en él. Dana se despidió con un abrazo y beso, seguido salió, pasó por la clínica donde se encontraba su padre—. Danita —saludó el doctor con un beso y abrazo— ¿Y tu hermana? ¿No viene hoy? —No. Está algo indispuesta —mintió, pues Ivana andaba bien, pero lastimosamente no había querido acompañarla a visitar a su padre. El doctor no cuestionó más, seguido caminaron hacia la habitación del paciente— ¿Ha mostrado algún signo de mejoría? —el doctor negó. Suspiró profundamente al ver a su padre allí. Una vez que se quedó sola, le tomó la mano, acarició su cabello y dijo—. Recupérate pronto, te necesito. Te juro que estoy tratando de sobrevivir, pero no sé si pueda lograrlo. Ese hombre es tan despreciable que no sé si pueda pasar cinco años en su casa —Los ojos se le empañaron— Lo siento, papá. Siento no haber podido salvar la empresa y dejarla en manos de ese hombre. Pero no tenía otra opción, era eso o quedarme en la calle, porque Ivana, Ivana no estaba dispuesta a contradecir a su esposo —se aferró al cuerpo de su padre, deseando que la abrazara—. Ahora que Delary volvió, podía mudarme con ella, pero ese maldito contrato me lo impide. Si incumplo esa cláusula, pierdo todo, y aun tengo una mínima esperanza de poder recuperar la empresa —le contó todos sus problemas a su padre. Estuvo allí algunas horas, luego se dirigió a casa. Al llegar, escuchó una discusión entre su hermana y el esposo de esta –¡Ya te dije que estuve en la oficina trabajando! —Fui a la oficina a llevarte el desayuno, pero el guardia dijo que no habías llegado por ahí. Le dije que me dejara pasar porque debías estar ahí, pensé que no te había visto ingresar. Y resultó que cuando subí y llegué a tu oficina en verdad no estabas ahí, no estuviste durante toda la noche —Aike la fulminó con la mirada, porque esa mujer se había atrevido a ir hasta su oficina. Eso lo puso de muy mal humor. —¿En verdad quieres saber dónde estuve? Pues bien, te lo diré —hizo una corta pausa hasta que decidió decirlo— Estuve con la mujer que quiero. Con mi amante —aquellas palabras enviaron un dolor en el corazón de Ivana— Ya sabes donde estuve toda la noche espero estés contenta con mi respuesta. Dana, que se había quedado escuchando la discusión en el recibidor, esperaba escuchar que su hermana le diera una cachetada, no obstante, Ivana solo bajó la mirada y lloró. Escuchar a su hermana llorar la llenó de impotencia y una inmensa ira la invadió que no pudo quedarse de brazos cruzados e hizo acto de presencia. Cuando Aike la vio, curvó las comisuras en una media sonrisa. —Tú, ¡eres un maldito desgraciado! —reprochó al lanzarle la cartera. Aike se esquivó y la cartera se estrelló contra un candelabro, el cual cayó al suelo y se hizo pedazos. —¡No te metas, Dana! —reprochó Ivana con los ojos enrojecidos. —¡Pero Ivana! —¡Vete!, déjame sola con mi esposo… Dana ladeó la cabeza porque su hermana le impidió que desarmara a Aike. —Lo pondré en tu cuenta —dijo al momento que la vio marcharse. Se refería al candelabro roto. —¡Por favor, dime que lo dicho es una broma de mal gusto! —¿Broma? No es ninguna broma, es la verdad, tengo a otra mujer, y la tengo desde antes de casarme contigo. Las palabras de Aike golpearon abruptamente y dolorosamente el corazón de Ivana, quien se negaba a aceptar que fueran ciertas. En su inocencia, creía que Aike mentía porque estaba enfadado por lo del embarazo, pero este se lo repitió y sintió cómo su corazón se desmigajaba por dentro. —Tengo una relación con mi secretaria —decía Aike mientras Ivana se cubría los oídos. Se negaba a escuchar más. Pero Aike apartó sus manos para que escuchara todo lo que quería decirle—. Es la mujer que quiero, y siempre he querido. —No —lo empujó, pero luego se arrepintió y volvió a acercarse a él, lo rodeó por la cintura y suplicó—. Por favor, no sigas. No te das cuenta de que me estás matando con esa verdad. Ella ya lo sospechaba. Ya se imaginaba que él salía con otra mujer y que esa mujer estaba muy cerca. El olor a perfume de mujer en su camisa, las manchas de lápiz labial, esos chupones que solía encontrar en su cuello. No le importaban estos últimos porque le aparecían desde que empezaron a salir. La estaba engañando desde entonces. Pensar en eso la destrozó aún más. Sin ganas de seguir escuchando lo que su esposo decía, corrió escaleras arriba, entró en la habitación y se dejó caer en la cama llorando. Mientras tanto, Aike se quedó mirando fijamente a la nada. Sabía que había sido cruel, pero no podía seguir fingiendo que amaba a esa mujer cuando no era así. Además, ya estaba todo hecho. Dana ya había firmado, solo era cuestión de tiempo hasta que su esposa y cuñada quedaran completamente desamparadas. Dana llegó a su habitación y se duchó para sacar de su cabeza lo que había escuchado. No iba a abrumarse por los problemas de su hermana, se concentró en sus tareas universitarias. Si Ivana no quería su ayuda, tampoco iba a interferir en esa relación. No entendía cómo Ivana podía llorar mientras su esposo le confesaba que tenía una amante, en vez de caerle a golpes por lo cínico y descarado que era. Pensar en eso la indignó. Quería salir, ir donde estaba Aike y golpearlo hasta que pidiera perdón a su hermana. Sin embargo, eso solo le traería problemas. Su hermana ya se lo había dicho, que no se metiera en sus asuntos, y eso era lo que iba a hacer. Mantenerse alejada de los dos. Por la noche, ninguna bajó a comer. Aike cenó solo. La soledad no le molestaba, ni le causaba temor. Todo lo contrario, cenar sin la presencia de su esposa le traía paz y tranquilidad. Después de terminar la cena, subió y encontró a Ivana todavía llorando en la cama. Ella había llorado toda la tarde. Sus ojos estaban irritados y su garganta quemaba. Aike se sentó a su lado, sin mirarla, solo miraba una fotografía del día de la boda que se veía perfecta, incluso él parecía feliz. Pero su felicidad no se debía a haberse casado, sino al comienzo de su promesa de destruir a los Badawi. —Si sigues llorando, afectarás al bebé —dijo. aunque no lo había planeado, él era el padre y no querría que ese niño sufriera. Estaba convencido de que era su hijo, de eso no tenía duda a pesar de que le hizo la pregunta a su esposa. El bebé ya estaba, ya venía en camino, ya estaba en el vientre de su esposa y no podía hacer nada para evitar su nacimiento. Por mucho que no amara a su esposa, no podía matar a su propia sangre. —¿Vas a dejarme por esa mujer, Aike? —preguntó Ivana arrodillándose detrás de él y abrazándolo con sus delgados brazos—. Por favor, no me dejes —suplicó ocultando el rostro en la espalda de él. —No voy a dejarte —aseguró. No podía dejarla ahora, aún tenía que esperar cinco años. La necesitaba cerca porque si tenía a Ivana cerca, también tendría a Dana cerca. Pensar en ella le hizo soltar un suspiro—. Me quedaré a tu lado, pero con una condición —dijo al girarse y mirándola a los ojos, porque cuando hacía un trato le gustaba mirar a los ojos—. Lo que haga o deje de hacer fuera de esta casa no debe molestarte. —Me estás diciendo que… ¿vas a seguir con esa mujer y quieres que acepte que tengas una amante? —preguntó con la voz quebrada— ¿Es eso lo que me estás diciendo, Aike? —este no asintió, porque sus palabras eran obvias. —Mis padres no pueden saberlo, porque si lo saben, mi padre me arruinará, y si me arruina, tus lujos se acabarán, sobre todo, nos divorciaremos y no volverás a verme nunca más, ¿entendido? —Aike, eres muy cruel. No puedes pedirle a tu esposa que te permita tener una amante… —Es eso o todo esto se acaba, Ivana —se levantó para ir al baño, pero Ivana lo detuvo creyendo que abandonaría la habitación. —Está bien. Lo acepto, pero también debes prometerme que estarás presente en cada etapa del embarazo… y que, esa mujer no será más importante que yo y tú hijo. —Lo estaré —dijo al soltarse. Fue al baño, se duchó y al salir se puso un holgado calentador y camisa. Se recostó en la cama dando la espalda a su esposa. —Aike —ella lo abrazó por detrás. —Estoy cansado —dijo con los ojos cerrados. Ivana regresó a su lugar. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras pensaba en lo que estaba haciendo su esposo con esa mujer en la oficina cuando iba al trabajo. Su instinto le decía que esa mujer deseaba a su esposo, pero no pensó que él también la deseara tanto, sobre todo, que fueran amantes desde antes de casarse. Entonces, si ya estaban juntos desde antes de Casarse ¿Por qué se casó con ella? Ivana tenía terror perder a Aike, por esa razón no cuestionó. Si lo hacía podría enojarse y terminar dejándola. Se hizo a la idea que la amaba más a ella y que por eso la eligió como esposa. Prefería creer eso a que solo se estuviera vengando de ella, por lo sucedido con Austin. Recordar las palabras de Aike solo hacía que su corazón le doliera más. Cuando pensó en su hijo, acarició su vientre y se calmó. Estaba convencida de que ese niño o niña llegaría a sus vidas para fortalecer su matrimonio. Dejaría de atormentarse por esa mujer que quería quitarle a su esposo y se concentraría en traer sano y salvo a su pequeño para que Aike jamás quisiera abandonarla. Dana bajó a cenar a partir de las doce de la noche. Llegó a la cocina, sacó algunas frutas y las picó, luego roció yogur sobre la copa y subió a su habitación. Allí comió tranquila, sin miedo a que su cuñado la descubriera comiendo a esa hora, ya que decía que en esa casa no se comía después de las siete. Por la mañana, salió temprano hacia la universidad. Corría hacia la vía principal cuando el auto de Aike se estacionó a su lado—. Sube —Dana se negó. —Gracias, pero no subiré —Aike no era de los que les gustaba rogar, pero también odiaba los rechazos, así que volvió a decir. —Sube, te daré un adelanto. —Ya te dije que no quiero —rugió al detenerse— ¿No sabes entender lo que es un no? —Aike curvó las comisuras en una media sonrisa, segundos después la fulminó con la mirada y aceleró, dejando un torbellino de aire a esa malagradecida mujer. Se preguntaba ¿Quién se creía que era para hacerse de rogar? Debería estar agradecida por lo que él estaba haciendo por ella. Le había salvado de quedarse en la calle, la tenía viviendo en su casa, y ahora le ofrecía transporte, pero aun así le respondía de esa forma. Definitivamente era una malagradecida que no valoraba lo buena persona que estaba siendo con ella. Y eso lo puso de muy mal humor. Al llegar a la oficina, no encontró a su secretaria, debía conseguirse a alguien más. Era preferible que Paola se mantuviera alejada de ese lugar y así poder continuar su relación. De lo contrario, sus planes y todo por lo que había trabajado en los últimos años, lo perdería. Aike se acomodó en el escritorio y le escribió a Paola. Esta le respondió de inmediato. Estuvieron chateando hasta que ella salió de casa. Había decidido salir de compras y gastar mucho dinero de la tarjeta que Aike le había dado. Ivana también salió de compras. Después de enterarse de que su esposo tenía una amante, decidió hacerse algunos cambios en el cabello y comprarse ropa más sexy para lucirle a su esposo. Entre tantas tiendas a las que entró, terminó encontrándose con la amante de su esposo. Paola ya sabía que Ivana había aceptado que su relación con Aike continuara, por eso se burló de esa mujer que no tenía amor propio. —¿Acaso viste algún payaso? —resopló Ivana molesta. Deseaba poder arrastrar a esa mujer por el suelo, pero pensó en su bebé y eso evitó que cometiera ese error. —No a un payaso, pero sí a una payasa —se mofó—. Y la tengo en frente —Paola también deseaba golpear a Ivana hasta el punto de hacerla abortar por haberse embarazado de su hombre, sin embargo, después de las amenazas que Aike recibió por parte de Fabien, no podía darse ese lujo—. Eres una pobre y triste payasa que, para no ser abandonada por su esposo, acepta que este continúe con su amante. El corazón de Ivana dolió al escuchar lo que Paola dijo. Le dolía saber que Aike ya le había contado a esa mujer lo que hablaron en la noche. Eso dejaba en evidencia que le contaba todo lo que pasaba en su matrimonio. Pero no iba a dejarse derrotar por la amante de su esposo, porque en realidad quien saldría perdiendo era ella. —Más payasa eres tú, que te prestas para ser la amante de un hombre casado… —Querida, Aike es mi hombre… —Si es tu hombre como dices, ¿por qué soy yo la que lleva un anillo de matrimonio y no tú? —Ivana le mostró la mano, esperando que eso ofendiera a Paola—. Soy su esposa, y tú solo eres la mujer que se acuesta con él en cualquier esquina. Paola se rio en la cara de Ivana. —No en cualquier esquina. Lo hacemos en su oficina, mi departamento y en los mejores hoteles tanto en el extranjero como en el país —la mano de Ivana se levantó para estrellarse en la cara de Paola, sin embargo, esta la detuvo evitando que aquella palma golpeará su rostro—. Aike es tu esposo porque yo permití que lo fuera, y así como permití que se fuera a vivir contigo, así mismo puedo lograr que deje de hacerlo. —No podrás maldita perra. Y suéltame. —se sacudió. —Ya verás que ni ese bastardo que llevas en tu vientre detendrá a Aike a tu lado. Él es mío y ninguna estúpida como tú me lo quitará. La soltó bruscamente, se giró para irse, no quería terminar peleando con esa mujer, porque si le daba un mal golpe y la hacía abortar, Aike podía enojarse. Pero Ivana no se quedó de brazos cruzados, sin perder tiempo la agarró del cabello para luego sacudirla. Los guardias de la tienda las separaron y pidieron a Paola que saliera. Esta se fue a toda prisa, no quería ser la causante de que Ivana abortara, pues estaba hecha una furia. Si eso sucedía, Aike jamás se lo perdonaría, lo conocía muy bien y sabía que cuando alguien le fallaba, no tenía una segunda oportunidad con él. Si bien era cierto que lo volvía loco, eso no quería decir que ese hombre le perdonaría fácilmente que fuera la responsable de su ruina.
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