Ivana por su parte, bebió agua y luego subió al auto, dejando rodar las lágrimas. Xavi la contemplaba por el retrovisor, no sabía las causas de esas lágrimas, pero dijo.
—Siempre hay una luz al final del túnel. Nunca se dé por vencida, usted puede y lo logrará.
Ivana apreció las palabras de aquel hombre y se repitió a sí misma una y otra vez que podía lograrlo, que iba a lograr que Aike abandonara a esa mujer y que se quedará por siempre junto a ella, que la mara tanto o más de lo que amaba a Paola.
Llegó a casa más tranquila, fue a la cocina y pidió un jugo, preguntó por su hermana y le dijeron que estaba en su habitación. Fue hasta el cuarto de Dana y dijo seriamente:
—Lo que escuchaste ayer solo era una broma de Aike. Cada vez que discutimos él hace este tipo de bromas…
—Sabes qué, Ivana. No me des explicaciones porque en verdad no me importa. Ayer me dejaste claro que no me metiera en tus problemas con tu esposo, y eso es exactamente lo que voy a hacer, no meterme. ¿Si dices que es una broma, quien soy yo para contradecirte?
—Es lo mejor que puedes hacer, ya que te estamos dando la mano. Así que mantente lejos de cualquier situación entre mi esposo y yo —se fue sin esperar respuesta de Dana.
“¿Dando la mano?” reprochó Dana. “No sabía que dar la mano significaba regalar la empresa de mi padre y pagar todos los gastos de la casa”, pensó para sí misma.
*
En la noche, cuando Aike llegó, lo primero que hizo fue llamar a Ivana. Esta fue al despacho, ya sabía por qué la había hecho llamar.
—¿Te volviste loca? ¿Cómo se te ocurre pelear con alguien cuando estás embarazada?
—Claro, tú y tu amante se cuentan todo…
—Sí —dijo sin dudar— Nos contamos todo. Sintió ganas inmensas de abofetearlo, pero si lo hacía, Aike se podría molestar e irse. Por eso, Ivana bajó la guardia y dijo.
—No volverá a pasar. La próxima vez que encuentre a tu amante me mantendré distante.
—Bien, puedes irte.
Apretando los labios y conteniendo las ganas de llorar, Ivana salió del despacho. Iba a subir a la habitación cuando su hermana entraba. Al verle los ojos llorosos quiso preguntar, pero recordó que no podía interferir en la vida de su hermana. Por eso, Dana subió las escaleras sin decir una palabra más que un saludo. Ivana se quedó mirándola, iba a pedirle un abrazo, pero Dana se fue y no permitió siquiera que le respondiera el saludo.
*
Pasaron los días y los meses. El vientre de Ivana crecía. Ya eran siete meses de embarazo y no podía estar más feliz. Desde que se hicieron la primera ecografía, Aike cambió su actitud hacia ella. Se volvió un esposo atento a cada cosa que necesitara.
Durante todo el día la llamaba o escribía preguntando cómo estaba, si ya había comido o como estaba el bebé. Llegaba temprano del trabajo y pasaba la tarde sintiendo las pataditas del bebé. Aún tenía sus escapadas, pero eran menos frecuentes.
Y eso es lo que Paola se estaba dando cuenta. Incluso en los últimos meses, Aike se había molestado con ella por la forma en que se dirigía a su hijo. Sentía que lo estaba perdiendo y no podía permitirse perderlo, porque si lo perdía, también se acababa la posibilidad de recuperar lo que se le arrebató a su padre.
Por eso, Paola empezó a buscar la forma de separarlos definitivamente. Caminaba de un lado a otro en su pequeño departamento. De pronto, se le ocurrió indagar en el pasado de Ivana. Y fue así como descubrió la historia amorosa que tuvo Ivana Badawi con el gemelo de Aike.
Aike se encontraba sentado tras su gran escritorio cuando recibió la llamada de su madre —Amor, esta noche realizaremos una reunión familiar.
—¿Y eso? ¿A qué se debe?
—Tu hermano y tu hermana están de regreso. No habían avisado que regresarían ese día, por eso sus familiares apenas se enteraban de que habían regresado.
—Ok. Ahí estaré —cerró la llamada y continuó con su trabajo. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio a un niño y su padre posando al lado del nuevo modelo de auto que había lanzado al mercado. Al mirar las siguientes fotografías de una mujer abrazándolo, y al ver lo felices que se veían los tres, pensó en su esposa y en Paola. Soltando un suspiro, cerró la computadora.
Ya estaba decidido: pondría punto final a su relación con Paola y se dedicaría por completo a su hijo. No amaba a su esposa, pero creía que, si se esforzaba, podía llegar a amarla. Ahora que iban a tener un hijo, se esforzaría para que su corazón correspondiera al amor de Ivana.
Ella era una mujer muy buena, aunque a veces un poco mimada y consentida lo sacaba de quicio. Pero eran detalles que podía soportar, como lo había hecho durante los años que habían pasado juntos. Pensando en eso, le envió un mensaje.
“Prepárate, esta noche cenaremos en casa de mis padres”. Luego de enviar el mensaje, guardó el móvil, arregló su traje y salió. Cuando subió al coche, se dirigió directamente al departamento de Paola. En cuanto ella lo vio, se lanzó a besarlo.
—No te esperaba, mi amor —dijo Paola mientras Aike ingresaba y observaba todo el lugar en completo desorden.
—¿Qué pasó aquí?
—La empleada se fue porque le grité y no hizo la limpieza del departamento —dijo mientras arrojaba algunas prendas al otro mueble e invitaba a Aike a sentarse a su lado— ¿Me extrañas tanto que me visitas durante la semana? ¿No habíamos acordado que solo nos veríamos los viernes?
Aike no se sentó, solo suspiró y dijo—. Pao, solo vine a decirte que esta relación no puede continuar.
Al escuchar esas palabras, Paola quedó en shock. Ella creía que Aike estaba completamente enamorado de ella y que nunca la dejaría, siempre le había hecho saber lo importante que era para él.
—Estás bromeando, ¿verdad? —Aike negó, dejando a Paola completamente confundida—. No puedes hacerme esto, no puedes abandonarme. ¿Qué pasó? ¿Tu padre nos descubrió? ¿Es por eso que has venido a terminar conmigo? —Aike negó—. Entonces, explícame, Aike, porque no estoy entendiendo.
—Es por mi hijo, Pao —eso enfureció aún más a Paola—. No pienso abandonarlo a su suerte. Antes de que nazca, quiero fortalecer mi matrimonio y que mi hijo crezca en un hogar como yo crecí.
—¡NO! —gritó Paola rabiosa—. ¡NO LO ACEPTO! No puedes dejarme por ese bastardo —golpeó el pecho de Aike, quien la sujetó de ambas manos y la sacudió.
—¡Cálmate!
—¡NO ME PIDAS CALMA CUANDO DICES QUE VAS A DEJARME POR ESE BASTARDO! —Aike le agarró el rostro con fuerza y rugió.
—Estoy harto de que te refieras a mi hijo como un bastardo, cuando sabes perfectamente que su madre es mi esposa —la soltó, dejando su mandíbula adolorida. Lágrimas gruesas escaparon de los ojos de Paola, ya que Aike nunca la había tratado de esa forma. Él siempre había sido cariñoso, amable, tierno y obediente con ella, pero ahora parecía otra persona.
—Te enamoraste de esa zorra, ¿verdad?
—Me gustaría decirte que sí, que me enamoré de mi esposa, pero no es así. No la quiero, pero pienso dedicarme a amarla por mi hijo.
—No me engañas, desde hace meses que no te siento completo en la cama, es como si estuvieras pensando en alguien más mientras tenemos relaciones. Y la única que podría ocupar ese lugar es esa zorra de Ivana. Pero me encargaré de que abras los ojos y te des cuenta de que esa mujer te engañó desde el principio —le lanzó una carpeta sobre la pequeña mesa—. Ábrela, te darás cuenta de que esa mujer es una cualquiera. Aike agarró la carpeta y solo encontró fotos de Ivana con él. Cuando Aike frunció el ceño, fue porque reconoció a su hermano besándose con su esposa.
—Ese hombre es tu gemelo. Esa zorra tuvo un romance con tu gemelo, Austin Lanús, durante los primeros semestres —Paola le agarró el mentón y le movió ligeramente el rostro para que la mirara a los ojos— ¿Sabías esto?
—¿De dónde sacaste esto?
—Lo investigué. Te vi extraño en los últimos meses que…
—Eso no puede ser cierto. Mi hermano me lo hubiera dicho.
—¿Dudas de mí? —No podía creer hasta dónde había llegado el cambio de Aike.
—Lo siento, pero no voy a creer en esas montas —volvió a mirar la carpeta—. Sé que estás dolida, y cuando estás dolida eres capaz de hacer cualquier cosa —lo iba a cachetear, no obstante, Aike se hizo hacia atrás—. No te atrevas —dijo mirándole de forma fulminante—. No ha nacido la mujer que ponga su mano sobre mi cara.
—¿Crees que voy a saber que esa zorra estudió en esa universidad?
—Dices que la investigaste ¿no? Pudiste haber armado las imágenes de acuerdo a la universidad, en estos tiempos Paola, podemos estar parados aquí, y si queremos eliminamos este edificio y podemos aparecer en el páramo.
—¿Tú me crees capaz de tomarme el tiempo para hacer todo ese trabajo? —asintió—. Eres un hijo de perra —aquello lo volvió a enfurecer.
—Un insulto más hacia mi madre o hijo, y te juro que te dejo viviendo en la calle —Paola tragó gruesa saliva.
—¿Piensas también fallarle a la palabra que le diste a mi hermano antes de morir?
—No. No pienso faltar a mi promesa. Llegado su momento te entregaré las acciones de esa empresa, velaré por ti hasta que puedas obtener lo que se le arrebató a tu padre. Pero será solo eso, ya no existirá una relación de por medio —Paola limpió las lágrimas.
—Espero que no te arrepientas de la decisión que has tomado, y luego no vengas rogando.
—Jamás me he arrepentido de mis decisiones.
—Estoy seguro de que en esta sí te darás contra la pared, porque esto —le golpeó la carpeta en el pecho—. Es verdad. Ahora lárgate de aquí, y espero que cumplas con tu palabra y sigas velando por mí y mi sobrino.
—Lo haré —dijo y salió. Antes de cruzar la puerta, Paola le lanzó varias cosas. Cuando la puerta se cerró, ella se tiró al suelo y lloró hasta que no pudo más
En cuanto Aike subió a su auto y se dirigió a casa, sintió que se había quitado un peso de encima. Llegó a casa y cuando iba a entrar, vio un auto estacionarse delante de su casa. Desde su coche observó a su cuñada despedirse de aquel joven. Apartó la mirada cuando los vio acercar el rostro aún más, siguió avanzando, estacionó el coche y al bajar se adentró a la mansión.
Subió directamente a la habitación, encontró a Ivana recostada en la cama, estaba decidido a preguntarle sobre lo que Paola le había mostrado, pero cuando la mirada se posó en esa barriga, se olvidó de todo y sus ojos brillaron.
—¿Cómo se ha portado hoy mi príncipe? —preguntó al darle un beso. Ya sabían que era un niño.
—Ha estado muy inquieto —Aike acarició la panza de Ivana. Cuando aquellos ojos verdes la miraron, sonrió.
—La he dejado —dijo—. No quiero que haya un tercero, pondré de mi parte para que este matrimonio dure muchos años. Mi hijo debe criarse en un hogar lleno de amor.
Ivana no podía estar más feliz con esa noticia. Se sintió dichosa al escuchar que esa mujer acababa de salir de sus vidas, que su esposo quería estar por siempre junto a ella.
—Gracias mi amor, gracias —lo besó.
Cuando se alejó preguntó— ¿Ya estás lista? —ella asintió— Iré a darme un baño —se levantó y fue hasta la ducha. Desnudó su cuerpo, abrió la ducha y esperó a que el agua se calentara, al segundo siguiente se metió. Dejó que el agua rodara por su cuerpo, cerró los ojos y suspiró profundamente. Iba a poder, sí que iba a enamorarse de su esposa, por su hijo lo haría. Porque no había nada más hermoso que crecer con ambos padres. Él había tenido esa dicha, no podía negarle a su pequeño la oportunidad de crecer con sus padres.
Salió de la ducha, buscó su ropa y procedió a vestirse, roció algo de colonia. Se dio una última mirada en el espejo y salió—. Vamos —la ayudó a levantarse.
—Estás muy guapo —lo halagó.
—Tú también lo estás —se dieron un beso en la mejilla y procedieron a salir de la habitación. Bajaron despacio las escaleras y al llegar a planta baja, Dana ingresaba.
¿No había llegado cuando él llegó? ¿Acaso se quedó hablando con ese hombre hasta ahora?
—Dana, no cenaremos aquí, así que dile a la empleada que te prepare algo —asintió. Seguido pasó sin mirar a Aike.
Este y su esposa procedieron a salir. Una vez que estaban en el auto, Ivana cuestionó— ¿Y en qué consiste esta cena? —sabía que la familia de su esposo se reunía en momentos importantes.
—Austin y Florence regresaron —cuando escuchó el nombre de Austin, el cuerpo de Ivana se tensó y se dio cuenta de ello Aike— ¿Qué pasó? ¿No te agrada que tu cuñada y cuñado hayan regresado?
—No es eso, solo que me tomó por sorpresa el regreso de…
—De Austin —Ivana lo miró extrañada, Aike sonrió—. Sé que tiene malas amistades, pero mi hermano es un buen tipo —el resto del camino lo pasaron en silencio. Aike no podía quitarse de la cabeza las fotografías que había visto en las cuales juraba que no era él. Pues nunca estuvo dentro de esa universidad.
Ivana, por su parte, trataba de mostrarse tranquila, pero le era imposible. Deseaba pedirle a su esposo que regresaran a casa, incluso fingió que se había mareado y que le faltaba el aliento para que regresaran. No obstante, Aike dijo—. Al llegar a casa de mi madre, te recuestas.
Cada segundo se llenaba de más dudas. Aike empezaba a sentir que lo dicho por su ex era cierto. Pero si era así, ¿por qué él nunca supo eso?
Recordó que no le interesaba la vida de Austin, odiaba que hubiera alguien idéntico a él. No odiaba a su hermano, pero detestaba tener que compartir el rostro con alguien más.
Al llegar a la mansión de sus padres, Aike abrió la puerta para su esposa. Desde lo alto de la mansión, Austin los contemplaba. Sus ojos verdes se entrecerraron y suspirando se dijo a sí mismo. “El momento ha llegado”.
Empezó a descender lentamente las escaleras, como midiendo el tiempo en el que se encontraría con su hermano y su cuñada al entrar. Una vez que la puerta se abrió, las dos miradas de ojos verdes se encontraron, era como ver el reflejo del uno en el otro. En esta ocasión no había distinción, esta vez Austin también lucía un elegante traje, la ropa casual había quedado a un lado.
Aquel en la puerta sonrió, y aquel que acababa de bajar el último escalón también, pero cuando miró a la mujer que acompañaba a su hermano, la sonrisa desapareció—. Tu esposa está pálida —dijo mirándole el vientre.
—Sí, es que se mareó mientras veníamos —dijo Aike y se acercó a saludar a su hermano—. Bienvenido de regreso —Cuando lo abrazó y Austin quedó frente a Ivana, la miró fijamente, esperando que los sentimientos que esta mujer una vez le provocó no volvieran a despertar. Y así fue. Por fin había dejado de sentir cosas por la esposa de su hermano, definitivamente esos dos años y medio le sirvieron de mucho.
Amaya y Florence aparecieron, esta última saludó a Aike con un fuerte abrazo, igualmente a Ivana.
—Vamos a la sala, ahí están los demás-, propuso Amaya.
—Es que quería pedirte una cama para Ivana, está un poco indispuesta.
—Sí, claro. Ven, te acompañaré a la habitación de la planta baja.
—Yo estaré en la sala —dijo Aike, le dio un pequeño beso y se alejó junto a Austin y Florence—. Cualquier cosa, solo toca la campana y vendremos de inmediato —tocó la barriga de su esposa y sonrió.
Quedándose sola, Ivana dio vueltas en la habitación. Se paró en la ventana y vio que todos empezaban a salir al jardín. Logró ver a su esposo junto a su cuñado y se angustió aún más. Vio que Austin se alejaba de su esposo, lo siguió por la otra ventana y lo vio dirigirse hacia el interior, entonces decidió salir.
Austin se dirigió al bar, cuando estaba a punto de volver con dos botellas en la mano, se encontró con su cuñada atrás.
—¿No estabas indispuesta?
—Lo estoy —miró a un lado y a otro, luego lo jaló hacia la esquina donde comenzaba el mural del bar—. Estoy indispuesta por tu presencia aquí.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me vuelva a ir solo porque mi presencia te perturba? No querida ex, no volveré a irme, porque esta es mi casa, mi ciudad y mi país, y no volveré a abandonarlos.
—¿No piensas decírselo a Aike?
—Pues fíjate que volví precisamente para eso.
—Por favor, Austin, no arruines mi matrimonio. Mira, Aike y yo vamos a tener un hijo, si le dices lo que pasó entre nosotros, él jamás me lo perdonará y tu sobrino quedará desamparado.
—No veo cuál es el problema en ocultárselo. Total, eso pasó cuando no estabas con él. Además, si te ama sabrá entender —Iba a irse, pero Ivana lo detuvo y con ojos brillantes volvió a suplicar—. Está bien, no diré nada, pero déjame ir —se sacudió del agarre y salió. Al llegar al jardín, no encontró a su hermano.
Después de escuchar esa conversación, su hermano se fue a la cocina, sacó a todas las empleadas, llenó un vaso de agua y lo bebió de un solo trago. No le dolía en absoluto que esos dos hubieran tenido un pasado. Su ira era más porque su ex tenía razón, se había aprovechado de él y él como un imbécil intentando estar con esa mujer. Sintiendo sus venas arder, apretó el vaso, seguido lo lanzó contra la pared. Ante ese golpe, Ivana se sobresaltó, y junto a Amaya que estaba ingresando, fueron a ver qué había caído. Al llegar a la cocina, vieron a un Aike con el rostro carmesí.
—¿Se te cayó la copa?, cuestionó su madre. Era absurdo preguntar eso si su hijo estaba a dos metros de los vidrios. Aike no respondió, solo miró a esa mujer con desagrado. Esa mirada la aniquiló.
—¡Nos vamos! —tomó de la mano a Ivana, esa maldita mujer que lo había hecho recoger las sobras de su hermano. No le hubiera importado si fuera otro hombre, pero era su hermano. Eso era algo que nunca aceptaría, quedarse con las sobras de su gemelo.
—¡Aike!, Amaya fue tras él. No le gustaba cómo jaloneaba a Ivana, sobre todo porque estaba embarazada. Pero ni siquiera con su llamado, Aike se detuvo.
—¿Qué pasa? —cuestionó Ivana al verlo completamente loco. Aike no respondió, solo lanzó la puerta y procedió a subir. Estando adentro arrancó a gran velocidad sin decir una palabra hasta llegar a la mitad del camino.
—Eres una maldita mentirosa, me viste la cara de idiota, ¿qué creías? ¿Qué nunca me iba a dar cuenta? —Ivana no comprendía.
—¿Qué hice mal? —cuestionó llorando.
—No te hagas la víctima, ¡odio tu victimismo! ¡Lo detesto!, rugió sintiendo cómo su sangre se calentaba. Lo escuché, escuché cuando le dijiste a mi hermano que no me contara nada —Ivana sintió como la sangre se le caía a los pies—. Tuviste un romance con mi hermano en el pasado y no me lo dijiste —continuó recriminando mientras manejaba.
—Aike, eso fue cuando…
—¡ME IMPORTA UNA MIERDA CUANDO FUE, LO QUE DETESTO ES QUE ME VEAN LA CARA DE IDIOTA! ¡ODIO TENER QUE COMER DE LAS SOBRAS QUE MI GEMELO DEJÓ! ¡ES ALGO QUE ME JURÉ NUNCA HACER!
—¡Perdón! —se acercó a él, pero con la mano libre Aike la apartó—. Perdóname Aike, te juro que estoy contigo porque te amo, porque eres mi vida, él sonrió como un maniático y pisó más el acelerador.
*
Por otra parte, Dana, al sentirse sola en casa, aceptó la invitación de su jefe. o, mejor dicho, pretendiente. Se encontraban cenando en un lujoso restaurante. Cuando Luciano intentó tomar su mano, ella la apartó de inmediato.
—¿Te estoy incomodando?, negó.
Es que se me hace extraño estar aquí, cenando con mi jefe en uno de los locales de la cadena para la que trabajo —había conseguido un trabajo de medio tiempo. Por la mañana estudiaba, por la tarde trabajaba y por la noche realizaba sus tareas.
—Solo es una cena, Dana. Soy un jefe encantador —le dijo guiñándole un ojo y sacándole una sonrisa.
—¿Te parece si vamos otro lado? —asintió.
Salieron y se dirigieron a cualquier otro lugar. Cuando Dana sintió algo feo dentro de su pecho, solicitó la llevará a casa. Luciano la llevó a casa, al despedirse le dio un beso cercano a los labios. Nos vemos mañana, hermosa, con el rostro sonrojado, Dana salió del coche. Abrazada a su cartera, corrió hacia el interior de la mansión, mientras tanto Luciano la observaba, soltó un suspiro al verla detenerse en la puerta y frunció el ceño.
Aike e Ivana habían llegado minutos antes. Él bajó molesto del coche, se adentró a la mansión y su esposa lo siguió. Sosteniendo su barriga, Ivana subió las escaleras.
—Aike, ¡por favor!, hablemos.
—¡No voy a hablar contigo! Ya sabes lo que voy a hacer, me voy a divorciar de ti —ella negó—. Sí, me divorciaré, y cuando mi hijo nazca, te lo quitaré.
—No, no puedes dejarme.
—Lo haré, claro que lo haré. No pienso seguir estando con las sobras que mi hermano dejó —escupió con ira.
—Si me dejas, me mato. Me mataré y no conocerás a tu hijo…
—Haz lo que te dé la gana, dijo al girarse.
—Me mataré —dijo acomodando la mayor parte de sus pies fuera del escalón—. Si me dejas, me mataré —Aike la miró.
—No caeré en tu chantaje —en el momento en que ella se soltó de la baranda, Aike dio un paso para agarrarla, pero el agarre quedó vacío. Al verla caer, se quedó estupefacto, no pudo ni moverse.
La mujer embarazada, rodó por las gradas. Tras escuchar aquel grito, empleados corrieron hacia el lugar. En lo alto de las gradas, con mirada espeluznante se encontraba, Aike Lanús, quien a pesar de haber visto caer a su esposa, no movió un músculo para correr hacia ella.
Cómo si del mismo demonio se tratase, los empleados retrocedieron al momento que lo vieron descender de las gradas.
En ese mismo momento, la puerta principal se abrió, y cuando la joven que ingresaba vio a su hermana en el suelo desangrándose, levantó la mirada para posarla en el desagradable hombre que bajaba.
—¿Qué le hiciste? ¡Infeliz! —se fue contra él, manoteándole con sus débiles brazos.
En trance, con los ojos bien abiertos y la mirada fijada en su esposa, recibiendo los golpes de su cuñada, los cuales no le dolían ni un poquito porque estaba en shock; se había quedado Aike Lanús.
Dana dejó de golpear a su cuñado y se lanzó al suelo. Sus delgadas manos temblaron en el aire y con los ojos iluminados observó el cuerpo de su hermana que yacía en el suelo. Un nudo en la garganta le impedía gritar. Tras soltar un sollozo, gritó fuerte:
—¡ASESINO! —levantó la mirada y lo miró iracunda.
Aike continuaba con la mirada perdida. Tal escena le daba escalofríos, tanto así que perdió el equilibrio y cayó de rodillas al suelo, impactando su mano en el mismo.
Todos se quedaron estupefactos, observando a la mujer que se desangraba en el suelo. No fue hasta que se quejó que Dana suplicó.
—¡Una ambulancia por favor! ¡Por favor, una ambulancia!
Los bomberos estaban cerca de la mansión Lanús, por lo que la ambulancia llegó en solo unos minutos.
—D-a-n-a —musitó en un susurro.
—No hables —colocó el dedo temblando en sus labios temblorosos—. La ayuda ya está aquí.
La colocaron en la camilla y rápidamente la metieron en la ambulancia. Dana ingresó con ella. Lo primero que hicieron al subirla fue revisar los signos vitales tanto de ella como del bebé. Al ver que aún latía, procedieron a detener el sangrado. El doctor miró el reloj y luego pidió que se colocara la bocina de emergencia, se necesitaba llegar lo más rápido posible para sacar al bebé.
Observó a la mujer con dolor, ya que sus signos vitales eran muy bajos y dudaba que sobreviviera. Su cabeza estaba abierta y la sangre no cesaba.
Tan pronto como llegaron al hospital, la indujeron al quirófano porque había perdido demasiada sangre. Ivana quedó sumamente débil. Al culminar la operación, el doctor salió y dijo:
—Familiares de la paciente Badawi.
Dana, que temblaba en una esquina, se acercó al doctor. Con los ojos cristalizados, cuestionó:
—Lo lamento, señorita, pero su hermana no sobrevivirá. El pequeño está en observación…
—¡No me diga eso, doctor, por favor!
Los ojos de Jeffer se iluminaron.
—Perdió mucha sangre y fue imposible detener el sangrado. Si quieres despedirte de ella, es mejor que pases al quirófano y te despidas lo más rápido que puedas, porque tiempo es lo que menos tiene.