Ivana no pudo evitar cuestionar.
—Entonces, ¿para qué nos casamos?
Aike se mantuvo en silencio por un momento hasta que su cerebro le recordó el motivo de porque había contraído matrimonio con esa mujer.
—Nos casamos porque nos queríamos, porque deseábamos estar juntos y en un futuro formar una familia. Ese futuro quería que fuera después de varios años, no ahora —rugió aún molesto.
—Ya está, ya viene en camino, y debemos recibirlo con mucho amor —le agarró la mano libre que reposaba en la palanca, no obstante, Aike se soltó del agarre.
Sin mirarla a ver, encendió el coche y salió del hospital. Durante el camino de regreso a casa, Ivana lloró por el repentino rechazo que su esposo mostraba hacia su embarazo, esperaba que en minutos se arrepintiera de tratarla así, sin embargo, no la miró ni le dirigió la palabra en el resto del camino. Ignoró su llanto y todo lo que ella dijo para hacerlo entrar en razón.
Tras dejarla en casa, salió a toda velocidad a su empresa. Entró en esta con cara de póker, sin saludar a nadie. Se encerró en la oficina a realizar el documento que haría firmar a Dana. Pasó toda la mañana en eso, cuidando cada detalle que no le perjudicara a él.
Cuando la recepcionista le informó que Dana estaba allí, dio la orden de dejarla pasar. Dejó el bolígrafo en el escritorio, se levantó y se sirvió un vaso de agua. Soltó un suspiro profundo y centró la mirada en la ciudad.
En cuanto Dana, apenas recibió la orden subió en el ascensor. Se recostó en el frío metal y mientras subía se reprochaba la decisión que había tomado.
¿Tenía otra opción?
No. Por supuesto que no la tenía. No tenía otra salida. Tenía que firmar ese bendito documento o perdería absolutamente todo, incluso terminaría durmiendo debajo de un puente, porque conociendo a su cuñado y lo doblegada que estaba su hermana con ese hombre, no le permitirían quedarse ahí.
Las puertas del ascensor se abrieron. Cuando la secretaria vio a Dana, le sonrió y luego la dirigió hacia la puerta.
—Señor Aike, la señorita Badawi está aquí.
—¡Gracias Paola! —la secretaria se retiró dejando a Dana dentro. Esta caminó hacia el gran escritorio contemplando todo el decorado de la oficina. Era la primera vez que visitaba la oficina de su cuñado—. Toma asiento —indicó señalando una silla.
Al acomodarse en la silla, Dana levantó la mirada y la conectó con la de su cuñado. Fueron segundos en los que se contemplaron.
—¿Dónde tengo que firmar?
Preguntó con frialdad. Ella no iba a quedarse a tomar un trago con su cuñado, menos a platicar. Lo que quería era terminar de una vez por todas con eso.
Aike rodó la carpeta hacia ella —Lee con cautela cada una de las cláusulas, si estás de acuerdo firmas.
—¿Puedo llevarme una copia y leerlo en casa? Mañana te lo entregaría.
—No —dijo de manera determinante—. Lo lees aquí, lo tratamos aquí y lo firmas aquí ¿Estamos? —. Dana suspiró. Deseaba poder responderle a ese infeliz, pero decidió guardar silencio. No tenía ánimos de discutir, menos de permanecer tanto tiempo ahí. Sin perder tiempo abrió la carpeta y empezó a leer.
-¿Quieres algo de tomar? —preguntó Aike mientras Dana leía con determinada atención el documento. Esta negó, y luego de leer la primera página refutó.
—Si me ayudas con agua, te estaría agradecida.
Aike se levantó, fue hasta el frigorífico, extrajo dos botellas, una la dejó delante de su cuñada y la otra para él. Tras abrirla, lanzó la tapa en el basurero y bebió del agua sin apartar la mirada de Dana. Cuando ella levantó la mirada, Aike no hizo por apartarla, la mantuvo fijamente.
—¿Quieres que viva en tu casa hasta que pague el último centavo? —moviendo la pierna que tenía sobre la otra, y sin apartar la mirada, asintió.
—¿No está claro que lo preguntas? —Dana forzó una sonrisa, e inhalando profundamente expuso.
—Creo que esta cláusula está de más, sobre todo, no podré cumplirla.
—¿Por qué?
—Porque apenas me gradué, empezaré a trabajar, rentaré mi propio departamento y me mudaré. No pienso vivir en tu casa por más de diez años, que es más o menos el tiempo en que podré pagarte esa deuda —hizo una pausa y continuó—. En esos diez años podría casarme, formar mi propia familia. No creo que quieras tenerlos viviendo a todos en tu casa.
—Fácil, no te casas hasta que me pagues —Dana frunció el ceño—. No puedo dejar que te marches de mi casa sin que me pagues hasta el último centavo. Además, la deuda no durará más de diez años. Si lees más abajo, hay un tiempo estipulado para que pagues —Dana repasó las hojas, y al leer los años que le daba lo fulminó con la mirada—. Cinco años es más que suficiente para cancelar la deuda.
—Pero lo que me estás dando son dos años para pagarte, ya que me faltan tres años de universidad. ¿Pretendes que en dos años te pague esa cantidad? Es algo ilógico, porque no podré pagarte en dos años…
—¿Por qué no? ¿No crees tener la suficiente capacidad para lograrlo? —se desafiaron con la mirada—. Porque hasta donde tú padre ha hablado de ti, ha dicho que eres una joven muy eficiente, la cual siempre logra lo que quiere. Dices que quieres pagarme el dinero que pagaré para salvar la empresa de tu padre, entonces lógralo, págame la deuda en dos años.
—Eres un infeliz. Sabes que no podré, que no tendré suficiente tiempo.
—Yo creo que sí trabajas como toda una luchona, si podrás.
Dana suspiró frustrada—. Sabía que te las ingeniarías para fastidiarme y quedarte con todo.
—¿Cuál todo, querida cuñada? Si ahora mismo no tienes nada, más que deudas y más deudas, las cuales pagaré. Pagando yo, es que logras tener algo.
Sin perder más tiempo, menos respondiendo a las ofensas de Aike, Dana firmó. Lo hizo antes de que su orgullo sobresaliera y terminara rechazando la oferta—. Listo —lanzó la carpeta hacia él—. Ahora eres dueño de la compañía de mi padre. Espero que cuando mueras, todo eso te quepa en el trasero —se levantó y salió furiosa.
Estando en el ascensor, inhaló y exhaló, sentía que había regalado el trabajo de su padre, pero ¿qué podía hacer? No tenía el apoyo de nadie, ni siquiera el de su hermana. Quizás si ambas se hubieran unido, habrían podido encontrar una solución, sin embargo, Ivana le dio la espalda. A ella solo le importaba complacer a su flamante esposo, hacer todo lo que el ególatra de Aike Lanús quería.
Cuando Aike se quedó solo, la secretaria ingresó, al verlo con la mirada perdida fue hacia él. Se paró detrás, le apretó los hombros y dijo.
—Ya está hecho —sonrió—. Donde quiera que mi padre y hermano se encuentren, estarán muy agradecido contigo —dejó un beso en la cabeza y lo abrazó fuertemente por detrás— ¡Gracias mí amor! ¡Gracias por esto que acabas de hacer!
—Lástima que ya no están para poder disfrutarlo —dijo al soltar un suspiro. Seguido, Pao se sentó frente al escritorio y expuso.
—Pero en cinco años, yo podré hacerlo, y en quince años, el hijo de mi hermano podrá hacerlo. Eso es lo que importa, Aike. Después de cinco años podrás divorciarte…
—Creo que va a ser imposible.
—¿Por qué? No me digas que te enamoraste —negó.
—Sabes que no podría hacerte eso —suspiró—. Pero fallé. Te fallé. Ivana está embarazada.
Ante aquella confesión, el pecho de Paola se afligió.
—¿¡Por qué tuviste que embarazarla?! — reprochó indignada—. No puedes tener ese hijo ¿Qué pasará con nosotros? —su sangre invadió su cabeza. Que esa mujer se embarazara no estaba en los planes.
—¡Nunca! —la atrajo hacia él—. Tú siempre serás mi mujer, por la que soy capaz de hacer cualquier cosa. Eres mi diosa, Pao… la única que me vuelve loco —le cubrió la boca y la besó apasionadamente. Caminaron hacia la habitación que se encontraba en la oficina, donde se amaron como los amantes que eran.
«Paola Langbernd era el amor de la vida de Aike Lanús. Llevaban una relación de más de tres años. La conoció cuando su mejor amigo, el chico becado de la universidad, se la presentó. Ella era hermana de él y, casi dos meses después, comenzaron una relación. Paola permitió que su hombre se casara con otra persona porque así podía recuperar lo que el padre de Dana e Ivana le había arrebatado a su propio padre. Estaba planeado que Olger Langbernd regresara a Estaquía para recuperar lo que le habían arrebatado. No obstante, murió antes de terminar la universidad. Mientras moría, Aike le prometió que tomaría su lugar, ya que en el pasado tuvo una corta relación con Ivana Badawi, y así sería más fácil entrar en la vida de los Badawi y destruirlos desde dentro.
Estando en la cama, después de haberse amado insaciablemente, Paola cuestionó.
—¿Vas a hacerla abortar, no es así?
Esa pregunta dejó desorientado a Aike.
—Es mi hijo, Pao, no podría hacer algo así.
—Quizás no sea tuyo —dijo mientras hacía círculos con sus dedos sobre el pecho—. Puede que al igual que nosotros estamos aquí, ella esté con alguien más. Ella también podría estarte traicionando.
—No, Ivana no es así. Ella está perdidamente enamorada de mí. Jamás se atrevería a engañarme, teme perderme. Estoy convencido que esa mujer, sería incapaz de traicionarte con alguien más.
—¿Y tú? ¿Temes perderla? —ante esa pregunta, volvió a besarla, pero Paola lo apartó —He notado que cada vez que te pregunto sobre las hermanas Badawi me besas. ¿Qué pasa, mi amor? ¿Acaso te has vuelto a enamorar de tu esposa? —Aike negó.
—No. No la quiero.
—¿Lo dices porque sabes que es lo que quiero escuchar?
—Lo digo porque es verdad. Ivana Badawi no me importa en absoluto. Yo nunca la he amado y jamás la amaré. Lo que sentí por ella fue en la adolescencia, y fue solo un flechazo del momento. Porque ni siquiera me importó irme cuando apenas empezábamos a salir. No dudes por un segundo de que te quiera ¿Ok? —volvió a tomarla, esta vez con más vigor, tras regarse en el condón, se levantó, fue hasta la ducha y se dio un baño.
Y no mentía, Ivana no le interesaba, su corazón ya estaba ocupado por alguien más. Quería a Paola, con ella tenía planes, planes que consistía en arruinar a los Badawi y quedarse con su empresa. Para que todo saliera perfecto, debió actuar con naturalidad, fingir que estaba muy enamorado, ser el esposo amoroso como lo había venido siendo. Solo así, su plan no fracasaría.
Si Ivana no se hubiera quedado embarazada, mañana mismo le pediría el divorcio, puesto que Dana ya había firmado el documento pasándole la empresa a su nombre, y era lógico que ni en veinte años podría pagarle lo que él gastaría para sacar de la quiebra a esa empresa. Sin embargo, acababa de enterarse de que iba a ser padre. Eso siempre le había emocionado, pero su sueño era tener hijos con la mujer que amaba, no con alguien que solo usó para llevar a cabo una venganza, sobre todo, con alguien que también decidió convertirse en su esposa para sacar a la empresa de su padre de la quiebra.
Porque, Aike sabía perfectamente que, con esas intensiones, Ivana aceptó casarse pronto con él. A pesar de que ella lo amaba, Aike estaba seguro de que su unión también tenía que ver con el interés. Era de su conocimiento que el padre de Ivana, despreciaba a los Lanús. Nunca supo los motivos, pero en más de una ocasión escuchó a su padre y tíos platicar sobre los problemas que se traían con aquel hombre. Y después de años, repentinamente permitía que su hija mayor se casara con el hijo de uno de los hombres que detestaba en ese país. Cuando investigó a fondo los negocios de su suegro, supo porque le permitía que fuera parte de su familia.
—¿Qué vas a hacer con ese niño? —le preguntó Paola al momento que salió del baño—. Te recomiendo que la lleves a abortar.
Ante aquel consejo, Aike dejó rodar gruesa saliva.
—Está prohibido abortar, además, estamos hablando de mi hijo.
—Un hijo que no quieres, ¿verdad? —se cruzó de brazos y lo miró fijamente—. Aike, responde ¿No quieres a ese hijo, cierto? —este continuó en silencio, sin saber que decir—. Escucha bien Aike Lanús, no pienso criar los hijos que tengas con otra mujer, así que te pido que te deshagas de él. Y cuanto antes, mejor —Dicho eso salió. Al momento que abrió la puerta y posó la mirada en frente, se quedó atónita.
—Señor Lanús —Fabien que miró a Paola con desdén, apartó la mirada de esa mujer y la posó en Aike.
—Papá —musitó este con los ojos bien abiertos—. ¿Desde, desde cuándo estás aquí? -casi no encontró fuerza para articular las palabras.
—El tiempo suficiente para descubrir la aberración que estás realizando– rugió posando la mirada en Paola. Fulminándola con la mirada solicitó—. Pídele a esta… señorita que salga de aquí, también de la empresa. Y que no se le ocurra volver —La mandíbula de Fabien palpitó, estaba conteniendo las ganas de ir hacia su hijo y golpearlo.
Con un movimiento de cabeza, Aike indicó a la mujer que saliera. Ella bajó la mirada y se marchó. Una vez solos y sin la presencia de Paola, Fabien miró a su hijo de forma fulminante.
—No recuerdo haberte enseñado esto —Al momento que Aike rodó los ojos, Fabien se acercó y le giró el rostro con una mano. Lo direccionó en su dirección y apretándole fuertemente bufó— Tú vas a romper cualquier tipo de relación que tengas con esa mujer y te dedicarás a tu esposa, ¿entendido?
—No puedes decirme qué hacer —resopló soltándose del agarre de su padre—. Ya no soy un niño, si no te has dado cuenta, soy un adulto y tomo mis propias decisiones—. Fabien enfureció aún más.
—Es cierto que eres un adulto, pero actúas como un inmaduro. Regresaste hace más de dos años, te casaste en cuestión de semanas y ahora traicionas a tu esposa. ¿Qué diablos tienes en la cabeza?
—Padre, te pido que no te metas en mi vida.
—Me voy a meter en tu vida y en la de tus hermanos cada vez que hagan estupideces como la que estás haciendo. Si no estabas seguro de que tu esposa sería la mujer de tu vida ¡NO DEBISTE CASARTE, CARAJO! —estalló—. Y no pienses ni por un segundo en deshacerte del hijo que espera tu esposa solo porque esa deplorable mujer te lo pide, porque si te atreves a acabar con la vida de mi nieto, juro que sin tocarme el corazón te arruino, y dejó de considerarte mi hijo —dicho eso, salió como alma que lleva el diablo.
Había ido a felicitar a su hijo por la gran noticia que lo convertiría en abuelo, sin embargo, no esperaba encontrarse con la oficina vacía. Pensó en irse inmediatamente, pero escuchó voces provenientes de la habitación. Se acercó y cuando estaba a punto de abrir la puerta, escuchó algo tan aberrante que esa mujer le proponía a su hijo, y sintió una profunda decepción hacia él.
Aike lanzó una estatua de su escritorio al suelo, mordió su labio interno y maldijo en sus adentros. No a su padre, sino a la mala suerte que hizo que lo encontrara junto a su amante.
Ahora que sus padres sabían sobre el embarazo de su esposa, todo se complicaba aún más. Aike se sentó y suspiró frustrado. Todo era culpa de Ivana, esa mujer había quedado embarazada a propósito para atraparlo, de eso no tenía duda. Ahora iba a casa de sus padres, le confesaba sobre el embarazo, sabiendo que ellos la apoyarían sin importarle que él fuera su hijo.
Indignado, salió de la oficina, fue hasta su casa y pidió a las empleadas llamar a Ivana, pero resultó que esta no se encontraba en casa. Había salido de compras con Dana. Iban de tienda en tienda eligiendo ropas para el bebé.
Dana se sentía muy feliz por su hermana. Hacía mucho que no la veía sonreír de esa manera—. Mira esto —dijo, mostrándole unos preciosos trajes rosados.
—¿No crees que es demasiado pronto para elegir los colores?
—Tienes razón, por eso llevaré de ambos colores, así el día que lo sepa, me quedaré con las prendas de lo que sea.
Continuaron visitando más tiendas y compraron algunas cosas, luego se dirigieron a casa. Al llegar, Ivana ordenó al chofer que llevara las cosas a su habitación. Cuando los verdes ojos de Aike se posaron en ella, Ivana tembló, esa mirada era aterradora. Imaginaba porque estaba así. Al ver a Aike dirigiéndose al despacho, fue una señal de que debía seguirlo.
—Sube esto y déjalo en mi cama —ordenó a su hermana, luego fue tras su esposo, cerró la puerta y se preparó para escuchar esa voz fría.
—¡¿Llamaste a mi madre y le contaste sobre eso!? —apuntó la barriga de Ivana, se refería a su hijo.
—¿Le llamas eso? —los ojos de Ivana se nublaron y su voz se entrecortó—. Es nuestro hijo, Aike, no es eso…
—¡Yo no planeé esto! —rugió— ¿Por qué te embarazaste sin mi consentimiento? ¿por qué tuviste que decírselo a mi madre? ¿Para evitar que me divorcie de ti? ¿Es por eso que te quedaste embarazada? ¿Es por eso que le dijiste a mis padres sobre el embarazo? ¿Crees que con un hijo no puedo divorciarme de ti? ¿En serio piensas que con contarle a mis padres podrán evitar que llegado su momento te deje?
—¡¿Y por qué querrías divorciarte de mí si estamos bien?! ¡¿Cómo por qué me abandonaras!?
Aike se quedó mirando a la mujer, que apresar de llorar le había respondido de una forma que nunca antes lo había hecho.
—Las parejas suelen tener crisis, y si llega a pasar en nuestra relación, un hijo no será impedimento para que nos separemos — dijo más calmado. Seguido se acercó a ella, le acarició el cabello y preguntó— Además, no puedo estar seguro de que sea mío —Ivana sintió como un hoyo se formaba en su pecho. Esa pregunta provocó que las lágrimas cayeran como gotas en invierno. —Tengo que preguntar, porque si eres capaz de hacer cualquier cosa para retener a un hombre, podrías haberte embarazado de otro para conseguirlo. ¿Es mío?
—¿Por qué me preguntas eso? Sabes que te amo y que nunca te sería infiel. Me lastima tus palabras —Aike suspiró, se giró para volver a mirar por la ventana, pero Ivana lo abrazó desde atrás y sollozó— Te juro que jamás te podría hacer eso. Eres mi vida, Aike, y nunca podría engañarte. No entiendo por qué te comportas así. A veces eres muy cariñoso y otras veces pareces mi enemigo, me lastimas con tus palabras y acciones. ¿Acaso no me amas? —no obtuvo respuesta. Pues Aike solo se dedicó a escuchar.
—Ve a descansar. No llores mucho, que podría afectar al embarazo —le quitó la mano que envolvía su cintura, pero no la miró—. Anda, sube a la habitación y descansa.
Ivana se quedó observando la espalda de su esposo, la frialdad que este mostraba le dolía. Sin molestarlo más, se dio la vuelta, limpió sus lágrimas y subió a la habitación.
Por la noche, estaban invitados a una cena familiar en casa de los padres de Aike. Mientras esté esperaba que su esposa bajara, observaba por la ventana. Un auto se estacionó frente al portón de su casa, Aike giró el rostro hacia las gradas cuando escuchó los pasos. Al ver bajar a su cuñada, no despegó la mirada de ella.
Dana podía sentir esa intensa mirada cayendo sobre ella. Pero no hizo por devolverle la mirada.
—¿Dónde vas? —. Dana le miró con el entrecejo fruncido a su cuñado.
—¿Tengo que dar razones de dónde voy?
—Sí, porque en esta casa no se sale y entra a la hora que se te dé la gana. Menos si vas de fiesta.
—Soy joven y tengo derecho a divertirme. Y pierde cuidado que no vendré a dormir está noche a tu casa. Me quedaré a pasar la noche a fuera —sin decir más, salió.
Aike odiaba que lo dejaran hablando solo. Esa mujer en más de una ocasión lo dejaba con la palabra en la boca y eso le indignaba. Se quedó el auto viendo partir, apretó los puños y los dientes.
Ivana bajó al poco rato, al verlo con esa cara de póker no hizo por cuestionar, sabía los motivos del porque su esposo estaba enojado. Una vez que subieron al auto y partieron hacia la casa de sus suegros, Aike le preguntó:
—¿Dónde iba tu hermana? Debes hacerle saber que la casa no es un hotel para que entre y salga a la hora que le dé la gana.
—No volverá, se quedará a dormir en casa de su amiga.
—¿Estás segura que se quedará con una amiga? No vaya a quedarse con el novio y salir con su domingo siete —curvó las comisuras al momento de decir esas palabras.
—Dana no tiene novio —la saliva de Aike rodó gruesamente—, ella nunca ha tenido un novio. Tampoco ha Sido de salir, pero en esta ocasión decidió salir con su amiga.
—¿Es lesbiana? Digo, porque para la edad que tiene y que nunca haya tenido novio, sobre todo, que le guste dormir con amigas, debe ser porque le gusta las mujeres ¿No crees?
—No sé. Casi no habla de sus cosas —dijo al suspirar, ya le estaba molestando el tema de su hermana—. En caso de que así fuera ¿Tienes algún problema con eso? Supongo que no ¿Verdad? Porque es mi hermana, no la tuya ¿Cierto? Por lo tanto, debe darte igual lo que pase con ella.
Aike le pegó una mirada rápida a su esposa. Guardó silencio y se mantuvo callado el resto del camino.