FASTIDIO DE HOMBRE.

3138 Words
—Dana estuvo aquí? —inquirió la mujer que bajaba las escaleras—. Me pareció escuchar su voz —estaba durmiendo, últimamente los sueños la dominaban. —Sí, acaba de irse —llenó un poco de licor y bebió. —¿Para qué vino? —preguntó la mujer. —A decirme que aceptaba el trato. Me cederá su parte. —Eso es bueno. —Sí —dijo Aike dejando el vaso de licor a un lado—. También vendrá a vivir a esta casa porque embargaron la suya. —¿En serio? —Aike asintió. Bajó la mirada al reloj. —Me tengo que ir. —¿No almorzarás en casa? —preguntó la mujer, a lo que Aike negó. —No, quedé en almorzar con mi abuelo. Solo vine a ver cómo estabas, la empleada me dijo que estabas acostada y que no te habías levantado —le tocó la frente—. ¿Estás enferma? —preguntó Aike. La mujer negó—. Solo siento mucho cansancio —Aike levantó las cejas—. No pensarás que estoy fingiendo estar cansada… —No he dicho nada —agarró su esmoquin y lo lanzó tras su espalda—. Nos vemos en la noche —dejó un beso en los labios de su esposa y salió. Dana pasó recogiendo sus cosas por la casa de su amigo. Cuando las tuvo listas, se despidió de ambos y les agradeció por todo. —Te acompañaré —se ofreció Deny. Dana se rehusó, pero su amigo no solía dar marcha atrás, incluso cuando su esposa parecía querer asesinarlo con la mirada. Sentía celos de Dana. La amabilidad que su esposo expresaba hacia ella era como si le arrancaran los pelos de su pelvis. Ya instalado en el coche, Dana reprochó: —¿Quieres que tu esposa me odie más? —Deny sonrió. —Hay que darle motivos reales para que su repentino desprecio hacia ti tenga algo de lógica. Antes solían llevarse bien, casi podría considerarla su amiga, pero de repente surgieron los celos y no se molestó en ocultarlos. Los dejaba a la vista de Dana y Deny. Eran tan notorios que lograban incomodar a Dana. Cuando se estacionaron en la mansión Lanús, se quedaron un rato conversando en la puerta. —Dana, vuelvo a pedirte disculpas por todos los desaires que Fatma te hizo. —Tranquilo. No tienes que disculparte por nada. Bajaron del coche. Deny sacó las maletas de la cajuela, las llevó hasta la entrada y luego se despidió de Dana con un fuerte abrazo. —Cualquier cosa que necesites, algún problema que tengas, no dudes en decírmelo, ¿de acuerdo? —Dana asintió. Volvió a abrazar a su amigo. En ese preciso momento, Aike llegó. Aquellos verdes ojos observaron a la pareja abrazada en la entrada de la puerta. Bajó de su coche, puso el seguro y se dirigió hacia la entrada. Cuando Dana lo vio, se alejó—. Nos vemos en la Universidad —Deny se retiró, pasó saludando a Aike, pero este pareció no escuchar, ya que ni se detuvo a responder. Pasó como un pavo real, ignorando lo que estaba más debajo de su hombro. Después de cerrar la puerta, miró hacia arriba y al no ver a nadie, se acercó a su cuñada, que comenzaba a subir las escaleras. —Una cosa. A tus novios, amigos con derechos o amantes, lo que sean, no los traerás a esta casa. Aquí vivimos personas decentes. La entrada de mi casa no es una plaza de enamorados para que te veas con ellos enfrente, ¿de acuerdo? —Dana rodó los ojos. —No te preocupes, no traeré a nadie a esta casa —bufó y continuó subiendo las maletas. —Deja que el chofer lo haga —Dana hizo oídos sordos y continuó subiendo la maleta. Estaba muy pesada, por eso subía escalón a escalón. Al verla luchar, Aike subió a ayudarla— ¿Por qué eres terca? —le quitó la maleta—. Quieres ser como un hombre, pero solo eres una niña débil —espetó y subió la maleta— ¿Llevas piedras en esta maleta? Dana inhaló profundamente, conteniendo las ganas de golpear a ese hombre. Solo cerró los ojos y esperó a que Aike subiera. —Xavi, puedes entrar un momento —el asistente entró a la mansión—. Sube esa maleta. Al escuchar la voz de su esposo, Ivana salió. —Llegaste —se acercó y le dio un beso, como cada vez que Aike llegaba. Después de besar a su esposo, miró a su hermana— Dana, ¿ya te mudaste? —ella asintió. —¿Qué habitación me darán? —Xavi subió la otra maleta. Dana le agradeció y este se marchó. —Mandé a arreglar esta —la guio hasta el final del pasillo. Aike ingresó a su habitación, fue directamente al vestidor, se quitó la corbata y las mancuernillas, luego soltó los botones de la camisa. Se quitó la camisa y, solo con pantalones, se dirigió al balcón para responder a la llamada. Ivana dejó a cargo a la empleada de Dana y fue a la habitación, se acercó al balcón y lo abrazó por detrás. —¿Con quién hablas? —Eran preguntas que Aike detestaba. Cerró la llamada y miró a su esposa—. Lo siento —dijo cuando la miró de esa forma. Aike ingresó molesto, fue al vestidor y ella lo siguió—. No es para tanto. Solo era la secretaria. —Lo que me molesta es eso, que sabes con quién hablo y preguntas. Y todo para que al otro lado escuchen que estoy contigo. —¿Y hay algún problema en que sepan que estás conmigo? —Ninguno. Pero evita hacerte películas en la cabeza, porque detesto a las locas de ático que inventan lo que no saben o no ven —dijo cuando estrelló la puerta del baño. Cuando salió, Aike encontró a Ivana llorando en la cama. Había momentos en los que creía que Aike la veía como un fastidio. Este se acomodó a su lado, la abrazó y se disculpó por la forma en que la trató, pero le resultaba imposible medir sus palabras cuando se enfadaba. Era el tipo de persona que odiaba las interrupciones, sobre todo las desconfianzas de doble sentido. Si Ivana dudaba de que él le fuera infiel, debía decírselo sin necesidad de armar esos espectáculos ridículos. Dana, por su parte, despidió a la empleada que Ivana dejó para que le ayudara. No quería que su cuñado le cobrara el tiempo que aquella empleada invirtió en ayudarle cuando ella podía hacerlo. Acomodar sus cosas no era nada del otro mundo. En estos últimos años, cuando se quedó sin empleada, aprendió a preparar su comida y arreglar sus cosas. Ya no tenía dinero para pagar que se lo hicieran. Cuando terminó, se metió en la bañera. Estuvo un buen rato ahí, relajándose con el agua tibia. Hacía varios meses que no se daba un baño de bañera. Al recordar que tenía que pagar todos los servicios en esa casa, salió rápidamente de la bañera y la limpió. —No parece que esté usada —se dijo a sí misma. Bajó a comer cuando la empleada subió a decirle que la esperaban en el comedor. Bajó después de unos minutos. Al llegar, Aike le informó: —En esta casa hay reglas, y una de ellas es que se cena a las siete en punto. Quien no está a esa hora, no cena. —¿Estamos en el cuartel o qué? —preguntó sarcásticamente. —No estás en el cuartel, pero sí en mi casa, y en mi casa se hace lo que yo diga y como se diga. ¿Entendido? —replicó, y sonó la campana. Dana suspiró y dijo para sí misma: “¿Cómo soportas a ese hombre, Ivana? Joder, es tan arrogante y dictador que me revienta los ovarios”. —Ah, otra cosa. No me gustan los celulares en la mesa del comedor. Así que, por favor, te pido que cuando bajes a cenar lo dejes en tu habitación—, dijo Aike. Dana maldijo a ese hombre en su interior. Como una niña obediente, se levantó y fue a dejar su móvil en la sala. Al volver y sentarse, cuestionó: —¿Contento? —Sí. Pero estaría más contento si te lavaras las manos. ¿No te han dicho en la universidad cuántos microbios albergan esos aparatos? —respondió Aike. —Mi estómago será el que se trague esos microbios, así que relájate. Ivana permanecía en silencio, escuchando la discusión de su hermana y esposo. En el momento que las empleadas colocaron la comida en la mesa, sintió su estómago revuelto, cubrió su boca y corrió al baño. Aike no hizo por levantarse, continuó comiendo y disfrutando de la exquisita comida que preparaba la empleada que su tía le cedió. Se había acostumbrado tanto a la comida de esa mujer que tuvo que pagarle para que se mudaran a su país. Dana miró a ese hombre con fastidio. Continuaba comiendo como si nada sucediera con su hermana, mientras esta parecía ahogarse vomitando en el baño de la sala. Soltó un suspiro y fue hasta su hermana. —¿Qué tienes? —preguntó. Ivana pasó la mano por sus labios. —Nada, solo se me revolvió el estómago. —¿Estás cuidándote? —Sí. Por supuesto que sí—, mintió, ya que hacía un par de meses dejó de inyectarse porque deseaba tener un hijo, a pesar de que Aike le había dicho que no quería hijos por el momento —Aike no quiere hijos por ahora, así que me estoy cuidando. —Mejor, porque si no, pobre de mi sobrino. —Pobre, ¿por qué? —Olvídalo —dijo y se marchó. Cuando Aike la vio regresar, hizo una mueca de desagrado. Odiaba a las personas que iban al baño cuando estaban comiendo. Apenas se sentó, se lo hizo saber. —Otra cosa que detesto es, que mientras esten en la mesa se levanten para ir al baño. Todas las necesidades debes hacerla antes de sentarte aquí. Porque el comedor es un templo sagrado, y lo irrespetas al momento de levantarte e ir hasta el baño, para luego volver. Si te levantas, no vuelves a sentarte. Y si tienes ganas de ir, vas cuando ya hayas terminado todo y así no contaminas el lugar. ¿No te enseñó eso tu padre? —Definitivamente, detestas todo —se levantó y lanzó la servilleta sobre la mesa—. Y una cosa más —se acercó a él—. No nombres a mi padre… Aike sonrió—. ¿Te molesta que te enseñe modales? —pasó la servilleta por sus gruesos labios y miró a su cuñada intensamente. Ella soltó un suspiro y apartó la mirada, se dio la vuelta y se marchó reprochando—. Qué fastidio de hombre. Antes de ir a su habitación, pasó por la de su hermana. No entró para no dejar los microbios dentro de la lujosa habitación de su cuñado. Solo desde la puerta preguntó. —¿Estás bien? —Ivana asintió—. Si las náuseas continúan, deberías visitar a un médico. Mañana iré. Dana cerró la puerta e iba hacia su habitación cuando Aike subía. Se paró en lo alto de las escaleras y, con los brazos cruzados, observó fijamente los ojos de su cuñado. —Me das permiso. —Podrías preocuparte un poco por mi hermana. —¿Preocuparme? ¿Por qué o qué? —respondió Aike con molestia. —En serio, el gran Aike Lanús es tan idiota que no se da cuenta de lo que le pasa a su esposa-, la mandíbula de Aike se tensó cuando lo llamó idiota. —Tú —subió un escalón más, quedando muy cerca de Dana. Esta tuvo que declinar su espalda hacia atrás porque su cuñado se había acercado demasiado—. Mide tus palabras cuando te dirijas a mí. No soy ningún idiota-, posó sus anchas manos en los hombros de Dana y la apartó hacia un lado. Sin decir más, se dirigió a su habitación. Antes de entrar, miró hacia donde estaba Dana. Esta aún permanecía donde la dejó. Tras apartar la mirada de Dana, ingresó a la habitación—. ¿Estás enferma? —preguntó. No le daba importancia a las cosas de su esposa, ya que cada vez que discutían, buscaba diversas maneras de llamar su atención. —Solo comí algo que me hizo mal al estómago-, respondió Ivana. Aike fue al baño, cepilló sus dientes y se metió en la cama. —Deberías visitar a un médico. ¿Quieres que vayamos mañana? —No es necesario —Aike se giró de espaldas y apagó la luz—. O bueno, vamos —dijo al abrazarlo desde atrás. —Duerme —aconsejó—. Así mañana despiertas temprano —Se giró frente a ella, le dio un beso rápido y la abrazó. Cuando cerró los ojos, suspiró. Muy temprano se levantó, bajó a la sala de ejercitación y ejercitó su cuerpo durante una hora. Cuando el primer rayo de sol pegó en su ventana, fue hasta la cocina y ahí encontró a Dana preparándose el desayuno. —¿Te levantas a esta hora? —cuestionó al tiempo que servía agua de la cantinflora. —Viviendo aquí me queda lejos la universidad, por eso debo madrugar —bajó la tapa de la sandwichera y esperó a que su sándwich se cocinara. —Puedes decirle a Xavi que te lleve —se giró para mirarla con esos ojos profundos. —Y que aumente más mi deuda. No, gracias, puedo caminar hasta la parada principal y tomar el autobús-, las comisuras de Aike se curvaron. Para ocultar la media sonrisa, pasó su dedo índice por debajo de la nariz y dijo. —Si así lo prefieres, qué le vamos a hacer —salió y subió corriendo a la habitación. Fue directamente al baño, se desnudó y se metió a la ducha. Mientras se bañaba, cuando ya estaba por salir, las manos de su esposa lo rodearon desde atrás. Las largas uñas recorrieron sus pectorales llegando hasta su m*****o, el cual se endureció de inmediato. Aike se giró, besó a su esposa, sus manos atraparon las nalgas de ella, la levantó al nivel de sus caderas y ahí mismo la hizo suya. Después de tener relaciones sexuales en el baño, salieron, se cambiaron, se arreglaron y procedieron a bajar a desayunar. —¿Podrías subir y despertar a mi hermana? — solicitó a la empleada que servía el desayuno. —Ella ya no está en casa —comentó Aike—, la vi salir muy temprano. Continuaron desayunando y una vez que terminaron, se dirigieron al hospital. Aike caminaba tomado de la mano con su esposa. Entraron al consultorio y ahí los esperaba una hermosa doctora, quien al verlo le sonrió coquetamente. La mujer no le pasó desapercibida y eso solo hizo enfurecer a Ivana. —No sabía que te habías casado, Austin —la sonrisa coqueta que Aike tenía en los labios desapareció. No le gustaba que todo el mundo creyera que él era su hermano. Si bien era cierto que su apariencia era idéntica, había muchas cosas que los diferenciaban. —No soy él —dijo seriamente. Esa mujer ya no le pareció interesante. Pensó que si lo miraba y le sonreía de esa forma, era porque había tenido algún romance con su gemelo, y él no recogería lo que su gemelo dejara, ya fuera para una aventura o coqueteo. —¿No eres Austin? Si… —Soy Aike Lanús, el gemelo de Austin —expuso con rudeza—. He venido aquí para que atienda a mi esposa. Comió algo ayer que le hizo daño. —¿Gemelo? —quedó sorprendida porque Austin nunca le mencionó que tuviera un hermano, y mucho menos gemelo—. Pero no sabía que tenía un hermano gemelo. —¿Va a atender a mi esposa o va a cuestionar sobre mi vida personal? —Ahora mismo. Definitivamente él no era Austin, porque él nunca la trataría así. Y si se hubiera casado, estaba descartado, ya que él no pensaba casarse hasta después de los treinta. Ivana expresó todo lo que sentía—. ¿Cuándo fue tu última menstruación? —¿Por qué le pregunta eso si mi esposa se está cuidando? —Es para descartar un posible embarazo. —Pues descártelo de una vez, porque ella no está embarazada, no planeamos tener hijos por el momento —si se casaron fue porque solo así su padre podía entregarle su herencia. Al verlo casado, con un matrimonio estable, no dudaría en cederle su parte de la herencia. —Mi menstruación llegó hace mes y medio —expuso Ivana atrayendo la mirada de Aike. —¿Estás usando algún método anticonceptivo? —Sí, pero no me ha llegado la menstruación. Aike cerró los ojos e inhaló profundamente. Esperaba que lo que se suponía no fuera lo que estaba imaginando. Sin embargo, cuando le entregaron las pruebas de embarazo y salieron positivas, Aike fulminó a Ivana con la mirada. Salió del hospital dejándola muy atrás. Sus zancadas eran largas y rápidas. Cuando ingresó al coche, inhaló y exhaló para no explotar. —No lo planifiqué —dijo ella al entrar—. Si eso es lo que estás pensando, debes saber que no lo hice a propósito, simplemente sucedió. —Te dije que te cuidaras por todos los medios, que no quería hijos por el momento —espetó con indignación. —¿Y cuándo es el momento? Llevamos más de dos años de casados, ¿no crees que ya es hora de agrandar la familia? —Aike curvó las comisuras y forzó una sonrisa. —¿Y con ese pensamiento quieres que crea que no te embarazaste a propósito? —No fue a propósito, te lo juro… —A otro con ese cuento —encendió el coche y arrancó. —¿No te hace feliz tener un hijo conmigo? —¡No! —dijo sin titubear—. Me acabas de confirmar que lo planificaste. Y no sabes cuánto detesto a las personas que hacen lo contrario de lo que les digo. Si piensas que con un hijo me retendrás, estás equivocada. Usaste medios bajos para que nunca me aleje de ti, eres igual a tu padre. —¿Por qué dices esas cosas, Aike? ¿Por qué me tratas así? —Cállate, que tú voz me irrita —Ivana sollozó—. No quiero un hijo, no quiero ser padre aún —“menos contigo”. Dijo para sí mismo.
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