Ivana y Aike se fueron de luna de miel, pasaron algunos meses fuera del país. Y cuando regresaron, volvieron a toparse con el gemelo de Aike.
—Llegaron justo a tiempo para el almuerzo. Vamos al comedor y ahí nos cuentan todo lo que hicieron en el viaje —propuso Amaya, madre de Aike.
Todos se dirigieron al comedor, excepto Austin Lanús. Cuando su madre notó que él no les seguía, preguntó: —¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué no vienes?
—Voy a salir—, Amaya se acercó y preguntó.
—¿Por qué? Tu hermano acaba de regresar de su luna de miel, ¿por qué quieres irte y no compartir un momento con él? Llegaste muy tarde el día de la boda, ¿hay algún problema entre tú y tu hermano?
—No. Nunca hemos tenido problemas, pero tampoco hemos compartido como hermanos.
—Es tiempo de que lo hagas —enganchó su brazo con el de Austin. —Ahora que Aike ha vuelto y pasará tiempo aquí, debes pasar tiempo con él.
Austin se sentó en el comedor, al lado de su ex y ahora cuñada. Masticaba la comida lentamente mientras escuchaba todos los planes que Aike tenía.
—Quiero mi parte de la herencia, voy a montar mi propia empresa.
—Pero ya hay mucho trabajo con la televisión, la agencia, la aeronáutica y más negocios que tenemos. Puedes elegir uno de ellos y dirigirlo.
—Te agradezco, papá, pero lo mío no tiene que ver con modelos ni cine, y mucho menos con aeronáutica. Lo mío son los autos y quiero dedicarme a eso.
En el momento de silencio, Austin preguntó:
—¿Piensas quedarte? —Aike asintió. —Pensé que después de pasar la mitad de tu vida en el extranjero, emprenderías una vida lejos—, Aike lo miró con aquellos profundos ojos verdes.
—¿Hay algún problema si me quedo? ¿Acaso esta no es mi casa también?
—No hay ningún problema —dijo Austin levantándose —Solo era una pregunta—, dejó la servilleta a un lado y salió.
Amaya observó con el ceño fruncido a Aike, este la miró e hizo un movimiento de cabeza.
—¿Por qué le hablaste así a tu hermano?
—Solo le respondí —dijo sin gesto de importancia y dirigiendo la mirada a su padre—. Y que dices papá ¿Puedo obtener mi parte de la herencia?
—Si, siempre y cuando me plantees el proyecto que vas a realizar. Si veo que puedes tener éxito, lo hacemos.
—Claro que tendrá éxito —dijo con seguridad.
La noche de ese mismo día, Aike se acostó y antes de que Ivana saliera del baño se durmió. Esta se acomodó en la cama, observaba al hombre dormir a su lado, sentía miedo de perderlo, miedo de que Austin, le contara todo a Aike.
Se quedó despierta hasta la madrugada, preocupada, pensando que iba a hacer para que su esposo no descubriera la relación que tuvo con el gemelo de este, hace años atrás.
Cuando escuchó llegar un auto, se levantó sigilosamente y fue hacia la ventana, al ver a Austin bajar del coche, bajó rápidamente y lo fue a esperar a la cocina. En el poco tiempo que compartió con Austin, sabía que él tomaba agua antes de ir a la cama, por ello lo esperó en la cocina.
—Austin —dijo y se acercó a él—, he estado esperando que regresaras para hablar contigo. Pero no volviste a casa, y esperé toda la noche sin dormir.
—¡Déjame! —dijo Austin cuando ella intentó agarrarlo del brazo. Llenó un vaso de agua, la miró sobre el filo de esta y dijo—. Deberías estar en la cama.
—No he podido dormir pensando que…
—¿Qué? ¿Qué se lo diré? —la miró y forzó una sonrisa—. No te preocupes, nadie en esta casa sabe ni sabrá que tuvimos una relación, y que cuando te dije que en el matrimonio era lo último en lo que pensaba, te acercaste a mi hermano y conseguiste en él, lo que no pudiste conmigo—.
—No fue por eso.
—¿Ah no? —se recostó en el mesón y mientras bebía agua, la miraba— ¿Y cómo sucedió, entonces?
—Aike fue mi novio por un mes cuando tenía catorce años. Lo mantuvimos en secreto por mi padre. Luego se fue al extranjero y no supe más de él hasta que te vi en la universidad. Pensé que eras él, por eso me acerqué de esa forma…
—Así que te equivocaste de persona y me viste la cara de estúpido. Y cuando notaste que no era él, continuaste y no dijiste nada —refutó molesto Austin.
—Quise explicártelo, pero no me dejaste.
—¿Cuándo? Tuviste más de un año para decirlo, y no lo hiciste.
—¿Entonces, mientras estábamos juntos en la cama, pensabas en mi hermano? —Ivana bajó la mirada y suspiró.
Sí, lo admito. Mi historia con Aike fue un amor a primera vista. Pensé que su hermano gemelo sería igual, pero no fue así. El simple toque de Aike me hacía sentir en el paraíso. Por eso, cuando tuve la oportunidad de volver a verlo durante un viaje, volvimos a estar juntos. Aunque ustedes dos se parecen mucho, Aike está en otro nivel —Austin forzó una sonrisa al escuchar lo que su cuñada decía.
—Qué bien —dijo, conteniendo el dolor que se desató dentro de él. Pero luego le hizo saber lo que le esperaba si su hermano se enteraba de la verdad—. Y te hará sentir en el infierno cuando descubra todo. Porque hay algo que Aike odia profundamente, y es la mentira. Si tan solo conocieras esa faceta de su vida, créeme que preferirías esconderte en el rincón más alejado de este mundo. Pero no pongas esa cara de susto, porque no seré yo quien se lo cuente. Te enfrentarás a las consecuencias de tus propias mentiras, porque sabes que por mucho que las mentiras corran, las verdades siempre las alcanzan —le palmeó la mejilla y salió de la cocina.
Austin no iba a contarle nada a su hermano, porque Aike siempre se había creído muy inteligente, así que si de verdad lo era, descubriría por sí solo que estaba viviendo en una mentira, o que su flamante esposa no era quien decía ser. Días después, el hermano gemelo de Aike partió al extranjero, no quiso quedarse a ver cómo la vida de la mujer que creía querer, se desarrollaba junto a su hermano.
*
Tras presentar un impresionante informe a su padre sobre los planes que tenía, Aike recibió su parte de la herencia y meses después montó su propio negocio.
También se mudó a la antigua casa de Lanús. Ahí donde creció su abuelo y padre y tíos. Era una impresionante mansión antigua, demasiada grande para ellos dos. Pero el lugar perfecto para someter a su esposa a la sumisión, sin que su madre y demás estuvieran interfiriendo en sus vidas.
En los últimos años, Aike se había convertido en el joven empresario más importante de Tuntaqui. Era envidiado, odiado y admirado por muchas personas, incluyendo a su suegro, que era dueño de una pequeña empresa de autos, y que después de que su hija se casara con Aike, pensó sacar provecho de aquella situación, pero le fue imposible hacerlo, ya que Aike se negó a hacer una sociedad con él, porque siempre había evitado mezclar los negocios con la familia.
Lo suyo era suyo, y nadie más que él podía tenerlo o tocarlo. Incluso durante su infancia, nunca compartió juguetes con sus hermanos. Sus juguetes eran suyos y nadie los tocaba. Así de egoísta era Aike Lanús, un hombre que detestaba las concesiones.
Por eso, cuando su suegro quebró y le pidió ayuda, Aike se negó a ayudarlo. Solo cuando su suegro quedó postrado en la cama, tras sufrir un derrame cerebral, Aike decidió fusionar ambas empresas mediante un contrato en el que la hija menor del señor Badawi y su esposa, le concedieran la empresa en su totalidad. Pagaría las deudas y salvaría la empresa, pero a cambio la quería para él. Porque según Aike, era su dinero el que estaba invirtiendo, y si estaba salvando la empresa, tenía que asegurarlo de alguna manera.
Dana Badawi, después de compartir más tiempo con su cuñado y hermana, al darse cuenta la forma déspota, con la que este se dirigía su padre y hermana, empezó a verlo con repulsión. Detestaba su egocentrismo, machismo y egoísmo. Con el tiempo, no podía ni verlo en pintura.
Se encontraba reunida con él y su hermana. Dana no podía creer que su hermana se dejara manipular por Aike Lanús, y que no se diera cuenta de que él solo quería quedarse con lo poco que les quedaba.
—Anda Dana, firma — dijo Ivana. Aike observaba con una sonrisa a la joven de diecinueve años que dudaba en entregarle el control de la empresa.
—Ivana, ¿no te das cuenta de que vamos a perder lo poco que nos queda?
—No perderás, porque ya no les queda nada. Te estoy dando la oportunidad de que obtengas un beneficio — dijo Aike—. Yo salvaré la empresa de tu padre y cuando te gradúes podrás trabajar en ella si así lo deseas. De lo contrario, te recomendaré a cualquier empresa en la que quieras trabajar.
—¿Y pasar el resto de mi vida siendo una empleada? ¡No, gracias! —dijo levantándose— No firmaré.
Aike la miró con furia. ¿Por qué no podía ser tan dócil como su hermana? Se preguntó para sí mismo.
Pero Aike, como un hombre que no rogaba ni suplicaba, se levantó y recogió su carpeta.
—Bueno, entonces te quedarás sin nada, porque no pienso hacer nada para pagar las deudas que tu padre tiene. Perderás la casa, la empresa y todo lo que pertenece a los Badawi —agarró la mano de su esposa y la ayudó a levantarse—. Y cuando ese momento llegue, no permitiré que mi esposa te tienda la mano —aseguró.
—Me las arreglaré por mi cuenta, pero no voy a regalar mi empresa —respondió ella.
—También es la empresa de tu hermana. Y por ella estoy aquí, tratando de ayudar. Pero dado que no quieres mi ayuda, no voy a rogarle a una niña estúpida —dijo Aike, enfureciendo aún más a Dana.
Dana intentó atacarlo, pero su hermana se interpuso para evitar que le golpeara a su esposo.
—Eres un aprovechado —le espetó Dana señalándole con el dedo—. Sí, eso es lo que eres, un miserable aprovechado que se está aprovechando de la situación para quedarse con la empresa de mi padre.
—Niña, no tengo porque aprovecharme de nadie, ya que soy un hombre, millonario, guapo y exitoso —se alabó a sí mismo—. Solo estoy siendo misericordioso, pero en vista de que no quieres mi ayuda…
—Si realmente quisieras ayudar, ¿por qué no pagas las deudas…?
—¿Y desperdiciar mi dinero sin recibir nada a cambio? No, eso no, preciosa. No soy Santa Claus que va dando regalos por ahí. Conmigo, es algo a cambio o nada.
—Pues no obtendrás nuestra empresa.
—Bien, sé que llegaras a suplicar mi ayuda, y estaré ansioso esperando que ese momento llegue.
—Espéralo sentado, porque no llegará— aseguró Dando la vuelta y saliendo del comedor.
Aike forzó una sonrisa y dijo para sí mismo “Ya veremos”. Estaba acostumbrado a que nadie le dijera que no. En sus veintitrés años de vida, siempre había conseguido lo que se proponía. De niño, adolescente, joven adulto, siempre obtenía un sí. Incluso sus padres siempre le decían que sí a todo, y su cuñada no sería la primera en negarle algo.
—Solo podrías ayudarla…
—¿Por qué debería hacerlo? —refutó con frialdad—. No tengo por qué ayudarla si no me da nada a cambio —Curvó las comisuras cuando su esposa lo miró con enojo- ¿Qué quieres? ¿Qué invierta en una empresa que está en la quiebra para que tu hermana se la quede?
—También tu esposa es la dueña. Podrías dejar de ser egoísta y pensar en mí, ¿no?
—Mientras estés conmigo, no te faltará nada.
—¿Mientras? Y si algún día dejamos de estar juntos, ¿con qué me quedo?
—Tendrás que trabajar y salir adelante sola, yo no voy a estar manteniéndote solo por ser mi ex —aclaró—. En esta vida todos nacemos con una mente brillante. Solo que muchos esperan que otros les resuelvan sus problemas, como tu querida hermana. Espera que yo pague, para luego apoderarse de la empresa, porque tú, tú no mueves ni un dedo por nada, querida esposa.
—¿Me estás diciendo vaga?
—Que conste que lo dices tú —aquello molestó a Ivana. Su esposo solía ser muy dulce cuando se lo proponía, pero tan cretino cuando quería—. No te ofendas, solo es una crítica constructiva. Si fueras un poco más despierta como tu hermana, seguro que estarías al frente. Pero…
—¿Puedes callarte? —Aike asintió—. Hay veces que pienso que quisieras que Dana fuera tu esposa —Aike soltó una carcajada, detuvo el carro para poder reír a gusto.
—Amor, puedo decirte algo. Acabas de decir un montón de estupideces —se acercó a ella—. A mí no me gustan las mujeres que se creen iguales que los hombres. Me gustan las mujeres como tú —le mordió el labio—. Frágiles, sumisas, a las que pueda manejar a mi antojo. Eres la esposa ideal para mí —aseguró y le cubrió los labios, luego empujó el asiento hacia atrás y la subió sobre su regazo, le levantó el vestido y la poseyó ahí mismo, en plena vía y de día.
Al día siguiente, Dana recibió la visita del banco—. Debe desalojar esta casa en veinticuatro horas, de lo contrario la sacaremos.
—¿Por qué tengo que abandonar mi casa?
—Porque está hipotecada y su padre nos debe varios meses.
—¿Cuánto es la deuda? —miró la cantidad y supo que sería imposible pagarla. Sus ahorros no le alcanzaban, además, pensaba usarlos para su siguiente semestre en la universidad.
Cuando los del banco se fueron, se dejó caer sobre el mueble y suspiró profundamente.
Lo primero que hizo fue llamar a su hermana, pero cuando esta se enteró de la razón de la llamada, solo dijo—. Acepta la propuesta de Aike y todos tus problemas se solucionarán.
—¿Mis problemas? También es tu herencia.
—¿De qué herencia me hablas, Dana? Si papá está endeudado hasta el cuello, no nos ha dejado nada más que deudas.
Dana cerró la llamada porque sabía que su hermana no le daría una solución. A su hermana parecía no importarle lo que pasara con ella, total, tenía casa y un esposo que la mantenía. Pero ella no tenía a nadie, solo a su padre, quien estaba hospitalizado y sin poder mover un dedo.
Salvar la casa era imposible. Ahora tenía que pensar en buscar trabajo y un lugar donde vivir, porque estaba segura de que la casa de su hermana sería el último lugar donde pediría ayuda.
Por la mañana fue a la universidad, se sentó junto a sus amigas y solicitó— ¿Alguien puede darme vivienda? Buscaré un trabajo y ayudaré con los gastos de la casa —varias se excusaron diciendo que vivían con sus padres, otras que no tenían espacio porque estaban casadas. Solo le quedó una que vivía sola.
Salió de allí, fue a su casa, recogió lo más importante que tenía y se mudó a casa de su amiga. Por las noches no podía dormir, su amiga parecía dedicarse a vender su cuerpo. Varios hombres entraban por la noche y estaban con su amiga.
Pasó un mes allí. La gota que colmó el vaso fue cuando uno de esos hombres intentó forzarla después de que ella se negara a estar con él. Si no hubiera aprendido a defenderse, esa misma noche habría sido abusada.
Un amigo le ofreció su casa, pero después de tres días, la esposa de ese amigo parecía no soportarla más, así que decidió abandonar ese lugar e ir a casa de su hermana.
Cuando la puerta se abrió, se encontró con su cuñado, quien se mostró muy amable—. Cuñadita, ¿qué te trae por aquí? —dijo él. Dana rodó los ojos, lo apartó con un brazo e ingresó. Aike fue tras ella, llegaron a la sala y se desafiaron con la mirada—. Está bien, firmaré, pero con una condición —dijo Dana.
—¿Condición? Sabes que no estás en posición de poner condiciones, ¿verdad? -respondió Aike cruzado de brazos.
—Escúchame —apretó los dientes y lo fulminó con la mirada—, acepto que te quedes con la empresa, siempre y cuando me des la opción de pagar en un futuro.
—¿Podrás hacerlo? —inquirió Aike.
Dana asintió y dijo—. Me voy a graduar, tendré mi profesión y cuando me gradúe formaré parte de la empresa de mi padre. Trabajaré duro para devolverte hasta el último centavo.
—¿Quieres que sea como un préstamo? —preguntó Aike. Dana asintió nuevamente y suspiró—. Tengo que decirte que igual se incluirá impuestos —dijo Aike. Dana volvió a asentir —De acuerdo. Haré un nuevo documento y mañana pasarás por mi oficina para firmarlo. Si no tienes más que decir, puedes retirarte…
—Hay algo más que quería pedirte —dijo Dana aclarando su garganta.
—¿Qué cosa? —respondió Aike.
Dana lanzó su orgullo a un lado y dijo—. No tengo dónde quedarme—. Aike llevó su mano derecha a la boca y cubrió sus labios para tapar la sonrisa dibujada en ellos—. Necesito que me dejes quedarme en tu casa. Buscaré un trabajo y cubriré mis gastos —suspiró profundo porque se estaba arrepintiendo de pedirle favores al idiota de su cuñado.
—¿Me pagarás alquiler, comida, luz y agua? Preguntó Aike. Dana entrecerró los ojos y asintió—. Está bien. El mes que no me pagues, lo incrementaré a la deuda de la empresa. ¿Estás de acuerdo? —volvió a preguntar Aike.
—¡Haz lo que quieras, idiota! Cóbreme hasta el aire que respiraré en tu lujosa mansión, pero déjame vivir aquí.
Con una amplia sonrisa, Aike culminó.
—De acuerdo. Puedes mudarte hoy mismo si así lo deseas —respondió Aike.
—¡Gracias! —dijo Dana al pasar por el lado de él.
—Ya viste que si tuviste que venir a rogarme. Y no tuve que sentarme a esperar, porque llego más pronto de lo que imaginé —Dana se detuvo un momento, recordando el momento en que aseguró no hacerlo. Pensó que podía, que saldría de ese bache, sin embargo, era más complicado de lo que imaginó, las cosas no salieron como las tenía pensadas. Sin decir una palabra más, salió , dejando un exquisito aroma tras de ella que le sacó más de un suspiro a Aike.