Alejandro había pasado la noche en vela, sentado en una incómoda silla en la sala de espera del hospital. No podía dejar de pensar en Valerie y en el bebé que está estaba esperando, su mente daba vueltas a todas las posibles consecuencias de la noche anterior. Las horas pasaron lentamente, y la preocupación y la culpa lo mantenían en un estado de alerta constante. Cuando finalmente amaneció, Alejandro se levantó de la silla y se estiró, tratando de aliviar el dolor en sus músculos. Sabía que tenía que ocuparse de las tarifas médicas de Valerie, así que se dirigió a la recepción del hospital y se encargó de eso. Con todo arreglado, se dirigió nuevamente a la habitación de Valerie, sintiéndose un poco más tranquilo pero aún abrumado por la situación. Al entrar, la encontró despierta, sent