Capítulo 3

1252 Words
Valerie se dirigió hacia la oficina del doctor con el corazón en un puño. Su respiración agitada. Sintiendo que en cualquier momento le iba a dar una crisis de nervios. Está llegó al lugar, respiró profundo y luego tocó la puerta. ―Pase. Al entrar, vio al doctor sentado detrás de su escritorio, con una expresión grave. ―Buenos días, doctor —dijo Valerie, tratando de sonar calmada. ―Buenos días, Valerie. Siéntate, por favor —respondió el doctor, señalando la silla frente a él. La chica no pudo apartar la mirada del hombre, debido a la forma en que este la observaba. No le agrada que la vieran así. Con lástima. Está cerró la puerta detrás de si, y luego tomó asiento frente al hombre. En el momento que se sentó, sintió una creciente ansiedad escalándole que la hizo estremecer. —¿Por qué? — fue lo único que se le ocurrió preguntar, luego de estar en un silencio para nada cómodo. Aunque no tenía la fuerza suficiente para enfrentar la realidad que la había estado persiguiendo desde la primera vez que se atraso con el p**o, tampoco era cobarde. —Valerie, debo ser honesto contigo —empezó el doctor —. Hemos hecho todo lo posible para continuar el tratamiento de tu madre, pero necesitamos discutir la situación financiera. No has realizado los pagos necesarios y, lamentablemente, no podemos seguir así. La chica trago en seco, sintiendo deseos de vomitar. Sin embargo, no tenía nada dentro del estómago para hacerlo, ya que había corrido hacia allí antes de poder hacerlo. —Tu madre lleva bastante tiempo ocupando una cama, sin someterse a los tratamientos de manera continua que le hemos ofrecido. — continuo el doctor —. Además, estas nuevamente en el límite de tiempo para pagar, es probable que no te aprueben otro acuerdo de p**o. — explicó el hombre con el porte característico de un médico. —Por favor, doctor, solo necesito un poco más de tiempo. Estoy haciendo todo lo posible para conseguir el dinero —suplicó Valerie. —Entiendo tu situación, pero el hospital tiene políticas estrictas. Necesitamos que encuentres otro lugar donde puedan atender a tu madre, a menos que puedas pagar el tratamiento requerido en los próximos días —dijo el doctor con un tono compasivo pero firme. —¿No hay otra manera? ¿No podemos llegar a otro acuerdo? —preguntó Valerie desesperada.— No pudo llevar a mi madre a otro lugar. Usted sabe que no lo soportaría. —Hemos hecho todo lo que está en nuestras manos, Valerie. — zanjó el hombre sin el mínimo titubeó—. Te doy hasta el final de la semana para encontrar una solución. De lo contrario, tendremos que transferir a tu madre a otra institución —respondió el doctor. Valerie asintió con la cabeza, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos. —Gracias, doctor. Haré todo lo posible —dijo, levantándose lentamente de la silla. Tragándose sus súplicas ya que serían como derramar agua en un vaso agrietado. Salió de la oficina con una sensación de impotencia. Sabía que le sería imposible encontrar el dinero en esta semana. Nadie se arriesgaría a prestarle a una persona sin un trabajo fijo y bien remunerado. Al menos, no alguien decente y no quería más problemas de los que ya tenía. La chica avanzó arrastrando los pies, con un nudo en la garganta y sin ánimo para fingir que estaba bien. Aunque no quería que su madre la viera así, tampoco podía hacer nada para acortarlo. Valerie entró a la habitación del hospital en la que su madre se hospedaba. Prácticamente era una segunda casa, ya que ambas se pasaban la mayor parte del tiempo allí. Está ingreso en silencio, viendo a su mamá descansar en la cama, lo cual le saco un suspiro de alivio. No tenía que pretender que su mente no estaba hecha un lío. Sus pasos se arrastraron en silencio por el lugar, hasta llegar al asiento situado al lado de la cama de su madre. Valerie tomo asiento observando como la luz del sol que traspasaba la cortina caía sobre la piel pálida de su madre. Ya habían pasado más de dos años desde que había empezado a hacerse cargo de los gastos del hospital de su madre y parecía que nunca lograría ahorrar suficiente para el tratamiento que está necesitaba. Cada día se hacía más eterno e insoportable que el otro. —Me siento tan cansada.— la chica tomó la mano de su madre y la sostuvo con ternura, a pesar del lío de emociones que la embargaban. — Estoy haciendo lo mejor que puedo, pero sigue sin ser suficiente. La chica no recibió ninguna respuesta o consuelo. Solo se quedó ahí aturdida, mientras pensaba en que más podía hacer. —Mamá, te prometo que encontraré una solución. —susurró, volviendo en si, y recobrándose de la angustia que constantemente la atacaba. Aunque no estaba segura de cómo cumpliría esa promesa, sabía que haría lo posible para lograrlo. — No te preocupes. Deposito con cuidado la mano de su madre sobre la cama y la cubrió mejor con la manta. Luego se levantó y fue al baño. Puso el bolso sobre el lavamanos y se miró en el espejo. Sin sorprenderse por lo que su reflejo le mostraba. Ciertamente estaba agotada. Aunque su belleza no se veía opacada por eso, aún así era capaz de notar los rastros de descuido. Desvío la mirada y abrió su bolso con la intención de buscar su teléfono. Justamente al agarrar el dispositivo, sus ojos captaron la pequeña tarjeta blanca con dorado que había encontrado en la habitación del hotel. Sacó la tarjeta y la miró por un largo rato. Pensando en lo absurdo que sería hacerle caso al mensaje que tenía escrito detrás. ¿Para qué llamaría? Valerie continuó observando la tarjeta, para luego desviar la mirada hacia la puerta del baño, visualizando a su madre durmiendo, inconsciente de lo cerca que estaban de ser echadas del hospital. Era absurdo, pero no perdida nada con intentarlo, se dijo, armándose de coraje. Finalmente, decidió hacer la llamada. Marcó el número y esperó mientras el teléfono sonaba. —Buenos días, gracias por llamar a la oficina de Alejandro Hansenz. ¿En qué puedo ayudarla? —respondió una voz femenina. —Hola, me llamo Valerie. Me dieron esta tarjeta y me dijeron que llamara.—dijo Valerie, tratando de sonar segura. —¿Está llamando por la oferta de trabajo para asistente? —preguntó la mujer. Valerie dudó un momento, pero decidió seguir adelante. —Sí, así es. Estoy interesada en el puesto de asistente —respondió. —Perfecto. Puede pasar por nuestra oficina con su currículum para una entrevista. La dirección está en la tarjeta. ¿Le parece bien mañana a las 10 a. m.? —dijo la mujer. —Sí, está bien. Muchas gracias —respondió Valerie, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. —Nos vemos mañana. Que tenga un buen día —dijo la mujer antes de colgar. Valerie guardó el teléfono y se miró en el espejo una vez más. — Tal vez esto sea una oportunidad. Voy a hacer todo lo posible por conseguir ese trabajo y sacarnos de esta situación —dijo, sintiendo una pequeña chispa de esperanza en medio de su desesperación. Sin atreverse a pensar que esa oportunidad solo había sido una recompensa por haberse acostado con el hombre del cual no recordaba ni su nombre.
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