Capítulo 2

1114 Words
Valerie se despertó en una habitación completamente extraña para ella. Con un dolor de cabeza, que la hizo pestañar varias veces, acostumbrándose a la luz del lugar. Al principio se sintió confusa, pero después de un minuto, todos los detalles de la noche anterior llegaron a la mente de esta, o casi todos, ya que por más que trataba de recordar el rostro del hombre con el que aparentemente se había acostado, no era capaz de recordar su rostro. No recordaba absolutamente nada de él, aparte de que le había derramado una cerveza en los zapatos y que luego se había ido junto a él. Valerie sintió su desnudez debajo de las sábanas. Afirmando cada vez más que lo de la noche anterior no había sido un sueño. ―Mierda, mierda. — la mujer se incorporó y comenzó a envolver la sabana alrededor de su cuerpo, sintiendo como todo su cuerpo caía en la influencia de los nervios. — j***r, Val, ¿Qué mierda hiciste? Preparaba para buscar su ropa, Valerie se sentó en el borde de la cama, con la intención de pararse. La chica miró hacia todas partes sin ver rastro del hombre con el que había pasado la noche, sintiéndose aliviada de que este no estuviera en la habitación. Esta comenzó a pasear por la habitación, distinguiendo los detalles lujosos de la misma. Su ceño se frunció, al pensar en lo caro que debía ser quedarse en este lugar por una noche. Con la intención de no pasar un minuto más allí dentro, buscó su ropa sin lograr nada. —¿Acaso el hombre se la había llevado? —murmuró para sí misma. —¿Me habré acostado con un pervertido? Valerie entró al baño, con la esperanza de hallarla allí, pero tampoco lo hizo. Sintiéndose un poco molesta, volvió al área de la cama, quedándose parada a un lado, tratando de rememorar en dónde había dejado su ropa. Sujetó con fuerza el borde de la sábana que la mantenía cubierta, sintiendo que su nerviosismo aumentaba. —¿Qué voy a hacer si esa persona regresa? —se preguntó en voz alta. No sabía qué era peor: que la encontrara semidesnuda y sin saber qué hacer, o que simplemente no regresara. Valerie soltó un quejido, sin querer resignarse, y empezó a buscar nuevamente sus cosas. Esta vez revisó todo. Finalmente, encontró sus pertenencias dentro de los cajones que funcionaban como mesita de noche. Por un instante quiso darse un cabezazo, pero desistió. Tomó sus cosas y empezó a vestirse con rapidez. Lo único que le interesaba era salir de ese lugar y olvidarse de todo. Ya con todo puesto, agarró su teléfono y encontró una tarjeta con el nombre y el número de una empresa famosa. —¿Qué demonios...? —murmuró, observando la tarjeta con curiosidad. Esta la giro para ver si encontraba el nombre de esa persona, pero lo que encontró casi hace que la tarjeta se le resbale de la mano. La tarjeta tenia la palabra “Llama” en letras grandes escrita detrás con tinta azul. El corazón de Valerie se agitó al pensar en la posibilidad de que este quisiera estar en contacto con ella. ―Llama… ¿Acaso trabajará en ese lugar? —se preguntó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Guardó la tarjeta en su bolso, sintiendo que la situación se volvía más extraña con cada minuto que pasaba. Se dirigió hacia la puerta de la habitación, con la esperanza de salir sin ser vista, pero antes de poder alcanzarla, escuchó pasos acercándose. —Oh, no —murmuró, deteniéndose en seco. La puerta se abrió lentamente, y Valerie contuvo la respiración. Sintiendo como su corazón volvía a latir, al ver a una mujer detrás de un carrito de comida. —Buenos días. ―¿Esto que es? — preguntó sin querer asumir nada. ―Su desayuno señorita, lo ordenaron temprano para que lo trajeran alrededor de las nueve y media. — respondió la mujer dándole una mirada de arriba abajo para nada disimulada. — ¿Hay algún problema? Valerie la miró incrédula. No porque está estuviera haciendo su trabajo, sino por el gesto del desconocido. ―¿Puedo pasar? Valerie se hizo a un lado y dejó que la señora entrara. Sus ojos siguieron cada paso de la mujer, para luego acercarse. La pelinegra no se dio cuenta cuando la mujer del servicio salió. Se quedó parada como una estúpida viendo el plato tapado batallando con el deseo de destaparlo y ver lo que esa persona había ordenado. La chica se decidió y quitó la tapa. Sus ojos se abrieron de par en par al ver el increíble manjar que había dentro del plato. La boca se le hizo agua. Casi pudo sentir como la saliva se le salía por la comisura de los labios. Justo cuando iba a tomar el tenedor para probar la comida, el sonido de su teléfono la interrumpió. Valerie dejo el tenedor a un lado y contesto inmediatamente. Era una llamada del hospital en dónde su madre estaba interna. Su rostro perdió el color cuando escucho lo que la voz del otro lado le decía. ―Ya voy en camino. — atinó a decir antes de colgar y salir corriendo de la habitación. Sus pasos se dirigieron apresurados por el pasillo, entrando al ascensor antes de que este cerrara sus puertas, recibiendo miradas indiscretas por parte de la dos mujeres que estaban adentro. Valerie presiono el botón y esperó a que llegara al primer piso, sintiéndose incomoda todo el trayecto. Tanto las dos mujeres como Valerie se bajaron en el primer nivel. Está última no se detuvo a ver, si estás continuaban acosándola con la mirada. Volvió a salir corriendo, sin importarle siquiera el p**o de la habitación. No sabía porque pero estaba casi segura de que el hombre se había encargado de eso. Si se tomó la molestia de pedirle desayuno, uno que no pudo llegar a probar, seguramente había pagado antes de irse o eso esperaba. O sino tendría otra deuda adornando su listado. Al salir del hotel, la mujer miró a ambos lados, queriendo llorar al no ver una parada de autobús cercana. Con varias maldiciones retenidas en la garganta, paro un taxi y se dirigió hasta el hospital en dónde su mamá estaba ingresada. ―Maldición… — susurró para si misma luego de llegar a su destino y ver cuánto le habían cobrado. Sus pasos se dirigieron a la oficina del doctor, olvidándose por completo de la noche de locura que había tenido y del hombre que la había hecho olvidarse de su miseria por unas horas. Era como si no se mereciera un respiro.
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