Capítulo 1

1454 Words
Mira por última vez la pequeña oficina en la que le había sentido tan feliz de trabajar. Pensando inocentemente que al fin había encontrado un lugar para salir a delante. Nunca pensó que le pasaría esa desgracia. La acaban de despedir y no sabía qué hacer. Su compañera de trabajo le había tendido una trampa y ahora estaba en la calle. No hizo falta que recogiera nada, ya que no tenía mucho tiempo trabajando en ese lugar, por lo que en este momento iba caminando sin rumbo. Se le formó un nudo en la garganta, por el esfuerzo que estaba haciendo para retener las lágrimas. Estaba desesperada y no tenia idea de cómo salir de esta situación. Todavía le faltaba pagar las deudas del hospital de su madre; de lo contrario, la sacarían a la calle. Sin embargo, ahora mismo, lo único deseaba era olvidarse de todo. Valerie continuaba avanzando sin una dirección en específica, con la mente nublada por la preocupación y el dolor. No solo de la traición por parte de la compañera que creía que era su amiga, sino por lo cerca que estuvo de ser ultrajada, debido a la trampa que esta le había tendido. La chica de aspecto decaído paso al lado de un bar siendo atraída por la música que salía del lugar, una melodía animada que parecía ofrecer un respiro a su mente cansada. Sin pensarlo mucho, entró en el bar, decidida a tomarse un trago para aliviar la tensión. ―¿Qué va a querer señorita? — preguntó el hombre que preparaba los tragos detrás de la barra. ―Cerveza — musitó Valerie pensando en la cantidad de dinero que aún le quedaba en su cartera. ―Aquí tiene. La mujer tomo la botella, percibiendo la frialdad de la misma. Su entrecejo se arrugó por un momento, reconsiderando su decisión pero finalmente cayó bajo la influencia de su miseria. El primer sorbo de cerveza se sintió refrescante, y sintió que una pequeña parte de su carga se aligeraba. Pero no fue suficiente. Uno tras otro, los tragos se sumaban y, sin darse cuenta, habían transcurrido tres horas y no había sido solo un trago, sino más de diez. Intentó ponerse de pie con la cerveza en mano, con el deseo de bailar, pero sintió que todo da vueltas. Al lograr pararse el mundo dio un giro incomprensible para la mente una borracha. Esta se giro muy rápido, y sintió como su cuerpo chocaba contra un muro y la cerveza que sostenía en ella mano se aflojaba de su agarre, derramándose por el suelo y unos zapatos lustrados. Valerie frunció el ceño tratando de comprender, lo sucedido. Cuando levantó la mirada, había un hombre trajeado frente a ella, que le sacaba por lo menos tres cabeza. Miró su rostro y, para su sorpresa, le sonrió. —¿Estás bien? —le preguntó con una voz suave, pero firme. Su cuerpo un poco más cerca del de la chica y su cabeza inclinada hacia ella, para hacerse oír por encima de la música. —Sí... creo —respondió, tambaleándose un poco. Miró el desastre en el suelo y en los zapatos del hombre para luego volver a mirarlo. —Te ves un poco perdida. ―L-lo siento…— susurró aún sin poder apartar la mirada del hombre. ―No hace falta que te disculpes. Ha sido mi falta, estaba un poco distraído. — dice el hombre asumiendo la responsabilidad y dejándola sin oportunidad a que continuara disculpando. ―Oh…bien. Yo, digo, eso creo. — una sonrisa nerviosa se dibujo en la comisura de los de Valerie. ―Ya que estamos de pie, y si no lo crees muy imprudente, pero ¿Te gustaría bailar? — pregunta el hombre, extendiendo su mano. La sonrisa en su rostro no se borraba, haciendo que su petición luciera mas que atractiva. Valerie posó sus ojos en la mano masculina, descubriendo un reloj dorado adornando la muñeca de este. La duda pasó por la mente de la chica solo un instante antes de aceptar. Está asintió y alzo la mano hacia la del desconocido dejando que la guiara hacia la pista de baile. Mientras avanzaban podía distinguir la calidez que desprendía la palma del hombre contra la suya. Inmediatamente el hombre tomó el mando. Sus extremidades influenciadas por el alcohol, lucían sobria bajo la dirección de este. La música estaba por lo alto y el ambiente estaba lleno de energía. Bailaron durante un rato, y aunque el equilibrio de Valerie a veces flaqueaba, continuaba sin dudar. Por algún motivo la presencia del hombre le daba una extraña sensación de seguridad. O quizás su mente estaba tan arruinada por los problemas y el alcohol y tomaba esta situación solo como otra forma de escapar de su realidad. —¿Cuál es tu nombre? — le pregunta, inclinándose cerca de su oído para que pueda escucharlo. Su voz se escuchaba un poco agitada. Su cercanía le erizó la piel. Su aliento derramándose tan cerca de ella, inicio una chispa en un bosque casi muerto. ―Valerie —respondió en el mismo estado de agitación, sintiendo el calor constante de su respiración contra su piel, estaba logrando que esa pequeña chispa que se había encendido hiciera contacto con el alcohol y encendiera una llama ardiente. —Valerie. — el hombre saboreó el nombre de la chica entre sus labios, logrando que la respiración de esta se detuviera por un minuto. — Es un placer conocerte, Valerie. Soy Alejandro. Siguieron bailando, y por un momento, logró olvidarse de sus problemas. Alejandro la sostuvo con firmeza, pero con gentileza. Mientras que ella de dejaba llevar por la música y el ritmo de sus movimientos. Después de un tiempo, se inclina de nuevo y le susurra al oído. —Este lugar es ruidoso. Podemos continuar conversando en un lugar más tranquilo.— susurró en un tono que debajo ver que si aceptaba sucedería de todo, menos una conversación. Valerie sintió una mezcla de emociones. Parte de ella estaba tentada a aceptar, a seguir escapando de su oscura realidad por un poco más de tiempo. Pero otra parte de ella recordaba a su madre, las deudas, y la razón por la que estaba aquí en primer lugar. Miró a Alejandro, tratando de decidir qué hacer. Su razonamiento ahogado por el alcohol estaba tratando de salir a flote, gritándole lo malo que sería irse con un extraño. —No sé... —murmuró, sintiendo la confusión y la desesperación mezclarse en su mente. —No tienes que decidir ahora —dice él con una sonrisa tranquilizadora—. Vamos a tomar un poco de aire, ¿te parece? Valerie accedió, agradecida por la pausa. Salieron del bar y el aire fresco de la noche la golpeó con fuerza, despejando un poco su mente. Alejandro le pone una mano en la espalda mientras caminamos un poco por la acera, provocando un escalofrío le recorriera el cuerpo completo. ―Parece que compartimos algo Valerie. Tienes muchas cosas en la cabeza. ¿Quieres hablar de ello? —pregunta con una voz llena de comprensión. Y entonces, como si una presa se rompiera dentro de ella, empezó a hablar. Le contó casi todo: su despido, la traición de su compañera, las deudas del hospital, su madre. Sin embargo, no fue capaz de decir en voz alta lo cerca que estuvo de perder la poca dignidad que la mantenía de pie. Alejandro escuchó en silencio, asintiendo de vez en cuando. La mujer de cabellera negra nunca se imaginó que acabaría contándole su penosa vida a un hombre que acababa de conocer. —Siento mucho lo que estás pasando —dice suavemente cuando terminó—. Nadie debería enfrentar todo eso sola. —Gracias —dice, sintiendo su voz temblorosa—. No sé qué hacer ahora. —Vamos a buscar una solución juntos, ¿te parece? —propone—. Por ahora, permíteme ayudarte a encontrar un lugar seguro donde puedas descansar. Lo miró, dudosa pero esperanzada. A veces, la ayuda llega de las maneras más inesperadas. Quizás este encuentro no sea solo una coincidencia, sino una oportunidad para empezar de nuevo. O ese era el consuelo que se daba a si misma, para no admitir que lo que estaba haciendo era una completa locura. —Está bien —aceptó, sintiendo una pequeña chispa de esperanza en medio de su desesperación. Momento después de aceptar, un carro n***o apareció frente a ellos y Alejandro la invita a subir, empezando su trayecto. Sin vacilación, y empujada por el alcohol y la atención obtenida por alguien en medio de un momento caótico, dejo que este la dirigiera al hotel. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía menos sola.
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