Greta no solamente llevaba en sus manos el dinero destinado para la inmobiliaria, sino también las instrucciones de cómo debía hablar con Elise, pues esa era la condición de Isabela para poder hacer efectivo el cheque.
La mujer estaba nerviosa, con el corazón destrozado y completamente confundida, pues en el fondo de su corazón era consciente de que se había enamorado de aquel hombre mayor, que la llevó a la cama muchas veces a punta de engaños, le prometió el cielo y la tierra y ella se entregó con la esperanza de que él la amaba.
Con lágrimas en sus ojos, vio como su teléfono timbraba, era su amado que la estaba buscando desde hacía un par de horas, tenían una cita antes de su horario de trabajo y ella, evidentemente, al único lugar al que iba a ir, era a su apartamento.
Isabela
