Capítulo 9 ¡Bienvenidos a mi compañía!

1993 Words
Un toque de labial rojo, un poco de rubor en las mejillas y unos mechones ondulados cayendo sobre sus hombros; Isabela ya estaba lista para regresar a la compañía y darles la bienvenida a los Anderson. —Estás preciosa mi amor, ¿A que se debe tanta elegancia? —Dora preguntó, al verla tan preciosa —Buenos días, mamá, no te sentí entrar —Lo hice hace un momento, pero estabas muy concentrada frente al espejo, ¡Que linda! —Estoy igual que siempre mami, bueno con un par de ojeras gigantes, toda la noche me fue imposible conciliar el sueño—Isabela acabó de darle el toque final a su maquillaje tratando de tapar las manchas púrpuras debajo de sus ojos. —¿Por qué no has dormido mi amor?¿Estás enferma? Isabela se quedó en silencio, la única causa por la cual no había pegado el ojo, se llamaba Charles Anderson. —Nada importante mamá, física ansiedad, el cambio de ciudad me ha tenido un poco desubicada, no es nada más. —mintió para no tener que dar más explicaciones —Hija, sabes que puedes confiar en mi —Isabela tomó su bolso, y le dio un beso en la frente a su madre. —Todo está bien cariño, no pasa nada —Seguía mintiendo, mientras que su estómago se revolcaba lleno de sentimientos. Isabela salió de su casa muy temprano, quería ser ella quien personalmente les diera la bienvenida el primer día de trabajo a los Anderson. Estaba tan nerviosa, por más que trataba aparentar ser una mujer fuerte e indomable, en el fondo de su corazón, su esencia era más sensible que eso, aún era una chica que creía en el amor, en los buenos detalles, también en la bondad de las personas, pero sobre todo tenía presente el dolor que los Anderson le causaron. Sus manos temblaban al ver como corrían los minutos en el reloj, ya eran las ocho en punto, y ninguno de ellos había llegado , se suponía que debían ser puntuales. Levantó el teléfono y llamó a su secretaria, pero ella le confirmó de nuevo lo que ya sabía, no había rastro alguno de los susodichos. > gritó en su soledad, sin embargo, unos cuantos minutos más tarde, dos toques en su puerta la sacaron de sus pensamientos. —¡Adelante! —Espetó enojada; Diane Anderson cruzó el umbral de la puerta, con sus mejillas sonrojadas, y vestida de una manera semi elegante, sus pasos eran pesados producto de su nerviosismo —Buenos días, Isabela ¿Cómo estás? —Saludo la chica avergonzada —¿Qué tienen de buenos Diane? Es su primer día de trabajo y llega media hora tarde ¿En donde está el resto? —Isabela, es que tuve que venirme en transporte público y es la primera vez tomó el bus, realmente salí hace mucho del departamento de mi hermano, y hasta ese momento no sé si ellos ya estaban listos para venir. —¡El colmo! ¿Quién se creen? Mira, mi secretaria tiene instrucciones expresas para ti, te sugiero que madrugues más y llegues a trabajar más temprano, tu hora de entrada es a las ocho de la mañana, por hoy lo pasaré por alto. Y tu familia ya no tienen empleo. —Espetó enojada Diane palideció con sus palabras, y levantó sus manos con suplica. —No, Isabela por favor, no, es que el auto de mi hermano está averiado, y nos cuesta mucho el transporte público, en este momento no tenemos nada de efectivo, nuestra situación no es la mejor —Diane reveló los más oscuros secretos de su familia. —A ver no entiendo nada Diane, ¿Así de mal están? —ella asintió con la cabeza, en el fondo Isabela se sintió miserable, pues ella fue participé del declive de la compañía de los Anderson, cuando Charles le tiró el divorcio en la cara. Pero era lo que ellos merecían por haber hecho su último año de matrimonio una miseria. —Con permiso Isabela , iré donde tu secretaria a que me indique las funciones—Dijo Diane para zafarse de la vergüenza —Claro, a partir de mañana, recuerda llegar más temprano, la compañía tiene reglas y estas deben cumplirse. —Diane salió con sus manos entrelazadas, y la cabeza baja. Isabela sirvió una copa de alcohol, era demasiado temprano para empezar a beber, pero la situación con la familia de su exmarido le causaba ansiedad, alcanzó a beber dos copas, cuando la puerta sonó de nuevo. —¡Adelante! —Ordenó, los tres Anderson faltantes entraron, a diferencia de Diane, Elise entró imponente, al igual que Charles. —¡Hola Isabela! —Elise se fue directo hacia el gran sillón, arrojó su bolso sobre este, se sentó sin permiso y empezó a sobarse los tobillos. —El maldito transporte público estaba un asco, y tú nos haces entrar a las 8 de la mañana como si fuéramos los demás empleados ¿Qué te pasa Isabela? ¿Te olvidas de quienes somos nosotros? Isabela se levantó de su silla incrédula por las palabras de Elise, y los miró a los tres. —Llegaron casi una hora tarde al primer día de trabajo —espetó enojada—¿Qué tienen para decir? —Buenos días, Isabela —Charles la saludó avergonzado —Tuvimos un percance con el auto familiar y pues bueno, ninguno de nosotros sabe cómo usar el transporte público. Isabela se fue frente a Charles, estaba pálido, sus ojos rodeados con un par de ojeras, y su cabello a medio peinar. —Eso no es mi problema, ustedes son como todos los empleados de esta compañía, ninguno de ustedes tiene preferencias—Dirigió su mirada hacia Elise —Y tú ¡Levántate de mí sofá Elise Anderson! ¿Quién te crees que eres para estar allí sentada? —Isabela la señaló con su mano, y la mujer se levantó de un sobre salto, jamás imagino que Isabela la gritaría así. —Isabela por favor, no tienes que hacer esto —la increpó Charles, pero en el interior de Isabela, ya estaban haciendo estragos los efectos del alcohol en ayunas, y la rabia por tener que enfrentarlos. Isabela ahora arremetió en contra suya. —¡Tú tampoco tuviste que hacer muchas cosas Charles! Ahora, si no les gusta las condiciones laborales, la puerta está abierta—Charles apenas tragó un duro nudo en la garganta, sabiendo que no tenían ninguna opción, pues delante de ellos, todas las puertas habían sido cerradas. —Isabela, permite que mis padres ocupen sus lugares de trabajo, necesito que hablemos dos minutos. Isabela, tomó aire y apeló a la suave voz de Charles. —Entonces Elise, tus funciones son en el segundo piso en la cafetería, allí te está esperando Ana, la persona encargada, ella ya sabe que hacer contigo. Y tú John, debes ir al cuarto piso, hay un pasillo a la derecha y una puerta con aviso de seguridad, allí está Teresa, también tiene instrucciones para ti. Los Anderson asintieron con la cabeza y ya cuando estaban a punto de salir de su oficina, ella de nuevo se dirigió a ellos. —Una última cosa, primera y última vez que llegan tarde, una segunda vez y todos están despedidos ¿Entendido? —Elise entreabrió la boca con unos profundos deseos de mandarla al carajo, pero un pequeño pellizco que le dio John a su espalda, la hizo retraerse, así que simplemente hizo un movimiento de aceptación con su cabeza. —¿Qué quieres Charles? —Las mejillas de Isabela estaban sonrojadas, y en su frente brillaban un par de gotas de sudor, estaba tan nerviosa, que solía ser confuso para ella. —Isabela—él se acercó un poco más —Yo sé que el último año que vivimos juntos fui una mala persona contigo, y de paso mi familia también lo fue —¿Y? —Isabela lo interrumpió —Eso a mi ya no me interesa Charles ¿Quieres restregarme en la cara lo que alguna vez lloré por ti? —No, claro que no, quiero darte las gracias por habernos permitido entrar en tu compañía—él le hablaba desde el corazón —Despues de tanto dolor que te causamos, y que nuestro matrimonio fracasó, tú ni siquiera tenías porque habernos dado un empleo en tu empresa. Isabela se quedó mirándolo, solamente ella sabía lo que albergaba su corazón, esa profunda ira y sus deseos de venganza. —Eso demuestra que no soy igual que ustedes Charles, pero quiero decirte que ustedes son unos empleados comunes de esta empresa, así que te exijo que cumplan con sus deberes sino se quieren ir de patitas a la calle. Charles bajó su cabeza y respiró profundo, a él no le dolía lo que ella le decía, pues sabía que sus palabras las encontraría en cualquier lado, lo lastimaba la forzosa manera en la que ella se dirigía a él para mostrarle un odio que tal vez no sentía. —Isabela, haremos lo posible por trabajar lo mejor que podamos, te lo prometo, todo va a estar bien. —Lamento mucho lo que le está pasando en este momento, pero creo que la vida es justa con cada uno y al final, cada uno tiene lo que merece. —Charles apretó sus labios, tratando de contener los deseos inmensos de hablar con ella, pero Isabela esbozaba ira, y cualquier cosa que dijera en ese momento podría ser utilizado en su contra. —No pasa nada Isabela, desde que estábamos juntos, tú sabías que esto estaba por suceder, menos mal no seguiste conmigo. —Sí, menos mal, por cierto, Charles ¿Qué pasó con tu mujer? Por la que me cambiaste y me tiraste los papeles del divorcio. —Isabela le dio un trago a su tercera copa de licor, su tensión estaba en aumento y se sentía más desinhibida para hablar. —Ella se fue con otro, robándome lo poco que me quedaba. —Con sus palabras Isabela sintió un fresco en su pecho —¡Karma! ¿Crees en el karma? Eres la fiel muestra del que a que obra bien le va bien y al que no, termina como tú —Ella lo miró todavía más enojada, al menos la hubiera cambiado por alguien que si valiera la pena. —¿Por qué me ocultaste tu identidad? —Esa pregunta no dejaba dormir los últimos días a Charles. —Como siempre lo dije, buscaba a alguien que me amara por quien soy, no por lo que tengo , y tú, nunca me amaste, ni por quien soy y mucho menos por lo que tenía —la voz de Isabela se cortó —Ahora ve a trabajar Charles, necesito que consigas dos negocios mínimo a la semana, o te vas despedido. —Isabela, ¿Por qué me tratas de esa manera? —Charles estaba completamente abatido —¿Cómo? ¿Cómo a un empleado más? En tu casa yo era tu esposa y me trataban peor de que a una sirvienta. —Está bien, me iré a conseguir los negocios que necesito para permanecer aquí. —Charles no quería salir de la oficina de Isabela, pero ella no le daba más opción. Así que tuvo que resignarse —Charles—ella lo llamó suavemente, él se giró con vanas esperanzas —Dime —Ahí en esa maleta —ella le señaló una que estaba sobre la mesa —Está todo tu portafolio ¡Éxitos! Él sonrió meneando la cabeza y salió de la oficina, Isabela se bebió el último sorbo de licor, y se descontroló por completo, a su cabeza vinieron los recuerdos reales con las razones por las cuales se había enamorado de Charles, y su corazón se retorcía, ¿Jamás iba a olvidarse de él?
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