Elise regresó al apartamento de su hijo, estaba envuelta en un manto de frustración, la mujer que un día le sirvió como si estuviera a su servicio, ahora simplemente la condenaba a la humillación.
—Mamá ¿Se puede saber en dónde estabas? —Charles le preguntó con algo de enojo, la mujer siguió derecho hasta el gran sofá, y se dejó caer sobre este con resignación.
—Que te puedo decir Charles, estamos en un momento de nuestra vida en donde no tenemos ninguna solución a nuestros problemas, nuestra riqueza se terminó, nuestros amigos nos dieron la espalda, y ¿Qué queda? Dime ¿Qué queda?
—Queda la familia madre, nos tenemos a nosotros mismos —Charles le tomó su mano, para tratar de consolarla.
—No intentes cambiar la realidad —Expresó Elise enojada —No intentes hacer que yo vea algo que no existe, ¡Estamos jodidos Charles!
—Mamá, buscaré empleo y te juro que vamos a salir de esto
—Imagínate que estuve en donde tu ex esposa, para decirle que aceptaremos su propuesta, pero la muy prepotente me dijo que ya había caducado, que, si queríamos, nos daría empleo ¿Quién se cree? ¿Se le olvida acaso quienes somos?
—Mamá, es evidente que Isabella no tiene nada que hacer por nosotros, ella no tiene ninguna obligación.
—Sí, si la tiene ¡Fue tu esposa! Fuimos su familia.
—Pero no la tratamos como tal y me incluyo mamá, fui muy cruel con ella, nunca me tomé la molestia de conocerla mejor, y mira la sorpresa que nos dio.
—Debemos planear la forma en que las cosas vuelvan a nuestro favor, y tú mi querido hijo, vas a sacarnos de esto, vamos a aceptar su oferta de trabajo, y cuando estemos cerca de ella, la haremos caer, tú la harás caer de nuevo a tus pies, tu eres poderoso y muy guapo hijo mío, esa mujer ni ninguna se resiste a ti —Charles se sonrojó ante las palabras de su madre
—No es así mamá. Igual en este momento no tenemos empleo y te aseguro que como están las cosas, y con su poca experiencia, es posible que no encontremos nada, podríamos reconsiderar la oferta de Isabella, al menos por un tiempo.
—¡Por el tiempo en que la seduzcas! —Expresó Elise con seguridad, en ese instante llegaron John y Diane, ahora la familia estaba completa, y aunque no los convencía cien por ciento la idea de trabajar para Isabela, por ahora no tenían ninguna opción adicional.
Muy temprano, los Anderson vistieron sus mejores ropas, estaban listos para escuchar la propuesta de Isabela, sin embargo, Charles no estaba convencido, su exesposa cambió tanto, que mirarla de nuevo a los ojos era una patética forma de morir lentamente, pues comprobó que en su corazón existían sentimientos reales por ella, su ausencia despejo toda confusión que había en su mente, y ahora, no sabía qué hacer con ella.
—Mamá, no estoy seguro de ir a esa compañía, yo buscaré entre mis contactos quien me de empleo, no puedo ir donde Isabel. —Elise se giró hacia su hijo, y lo miró de arriba abajo, le arregló el nudo de su corbata, y lo enfrentó.
—¡Pues no es si quieres cariño! Debes hacerlo, tus contactos, al verte sin dinero ya no son tus amigos, y no tenemos ni que comer en los próximos días, estamos en tus manos mi amor.
—Hijo, si no estas convencido, no vayamos, —John intervino
—¡Tu cállate! —instó Elise —Tu fuiste quien recargo toda la empresa a nuestra hijo cuando ya estaba en la quiebra por culpa de tu mala administración, quien debería estar preocupado por nuestras finanzas debes ser tú y no él. Ahora, vámonos.
Los Anderson llegaron a Industrias Feldman, cuando la secretaria los anuncio, Isabela improvisó en que cargos podría ponerlos, pues jamás imaginó que la familia imponente y orgullosa con la que convivió por tres años, se doblegarían a su propuesta; al resolverlo, hizo que ellos entraran.
Los cuatro entraron imponentes, con la cabeza en alto, mostrando el orgullo que siempre los caracterizó, cuando cruzaron sus miradas con la de Isabela, algo dentro de Charles se reveló
>Pensó Charles, quiso salir corriendo, pero su madre lo conocía a la perfección y detrás de su espalda lo pellizco para que se quedara en su puesto.
—¡Los Anderson! No me imagine que vendrían, pero me parece espectacular que hayan aceptado mi propuesta —Isabela los miró de arriba abajo, sin mostrar una sola pizca de empatía, carraspeó su garganta y se sentó en su escritorio, comenzó a teclear frente a su laptop solo con la intención de hacerlos esperar un poco más.
Tampoco los invitó a sentarse, simplemente los dejo ahí, de pie frente a ella, comiendo ansias por saber que era lo que les esperaba.
Charles por su parte no dejaba de mirarla, ella estaba tan impresionante, que de no ser porque él conocía su físico a la perfección, podría jurar que se trataba de otra mujer, y no era para menos, Isabela irradiaba todo su esplendor.
Pasaron unos quince minutos, en los cuales ninguno dijo una sola palabra, hasta que Elise, carraspeó su garganta y atrevida le hablo a Isabela.
—Isabela, querida—Isabella levantó su cabeza y la miró despectiva —Llevamos mucho tiempo esperando, si estás ocupada, podemos ir afuera a esperar, estos tacones están acabando con mis pies.
Isabela levantó una ceja, y les dio una falsa sonrisa con la comisura de sus labios.
—Como lo siento, me surgió algo, pero ya lo estoy resolviendo, y ya estoy con ustedes. —Respondió Isabela sarcástica
—Igual, te podemos esperar afuera Isabela —Insistió Elise, mientras que los otros apenas hacían gestos de desacuerdo
—Bueno es su decisión si quieren estar afuera, pero yo de ustedes no sería tan insensatos, ya que si no es ahora, no es nunca —Isabela nuevamente fijó su mirada sobre la pantalla de la laptop y continuo, estaba disfrutando lo que hacía, evidentemente no estaba haciendo ninguna gestión laboral, pero gozaba al ver los Anderson retorcerse por la espera, quiso reírse frente a ellos, pero no era necesario, pues si decidían trabajar con ella, el tiempo que estuvieran allí sería lo más similar al infierno.
—¡Claro que te esperamos cariño! —Elise resopló sarcástica, lo que menos quería era perder la oportunidad.
Charles apenas conservaba su postura, sus manos estaban cruzadas en su pecho y su mirada estaba carente de cualquier expresión, John apenas hacía poses, pero no podía musitar palabra frente a su esposa, y la noble Diane, simplemente estaba cabizbaja jugando con sus dedos, era tan joven para poder comprender la situación.
Otros quince minutos más tarde, Isabela cerró la tapa de su laptop y levantó la mirada hacia los Anderson.
—¡Listo! Ahora si estoy disponible para ustedes, siéntense por favor, —Isabela señaló las sillas que estaban organizadas en su despacho, Elise quería cogerla a golpes, ¡Que arrogante era esa mujer! Pensó.
<<¿Cómo pudo dejarnos de pie todo este tiempo? ¿Qué le pasa? —Elise maldijo para sus adentros.
—¿Han traído sus currículos? —Isabela los miro con expectativa, estiró sus manos y subió sus cejas, esperando su respuesta.
Charles se cogió la cabeza, estaba tan sofocado, que no sabía si soportaría un minuto más a su exesposa.
—¡No! No hemos traído nada isabela, no nos imaginamos que estuviera algo tan formal —Charles intervino, se arregló su chaqueta y se quedó mirándola fijamente, ella por un momento pensó en flaquear, pero él jamás la vería de nuevo como menos, aunque por dentro de su corazón el amor que sentia estaba intacto, él no lo merecía en absoluto.
—¿Entonces Charles? Vienen a una entrevista de trabajo, ¿Y como pretenden que yo sepa en donde puedo ubicarlos?
Charles resopló y se enderezó en su silla.
—Tu sabes a la perfección en que somos expertos, mi padre es un excelente contador público, Diane hasta ahora va a la universidad, yo soy un administrador, era el CEO de nuestra antigua compañía, y pues mi madre es la única que no tiene certificación profesional.
—Las mujeres en mis tiempos nos dedicamos al hogar cariño, pero me considero en la capacidad de atender cualquier puesto administrativo, —Elise interrumpió a su hijo.
—Me parece muy bien todo lo que me están diciendo, pero para mi y mi compañía, lo que nos sirve es una certificación avalada, ahora bien, si no la tienen, entonces tendré que ubicarlos en los puestos disponibles, cualquier persona podría hacer esos trabajos.
Los Anderson se miraron entre sí y luego le devolvieron la mirada.
—Bueno, dinos entonces ¿Qué hay para nosotros? —Elise ansiosa preguntó.
Isabela se quedó en silencio y comenzó a rodearlos con la mirada, se levantó de su escritorio y empezó a dar vueltas en el despacho, haciendo que la tensión creciera más entre ellos. Fijó sus ojos en cada uno de los presentes, ninguno se imaginaba lo que ella tenía para proponerles.