2 RACHEL Finalmente, alcancé a verlo. “Matt”, me corregí a mí misma. Él tenía un nombre y era Matt. O señor Algo u otra cosa, y no era señor Belleza. Estaba hablando con uno de los otros coleadores, y aunque había conejitas vaqueras revoloteando cerca, él no parecía notarlas. Me obligué a mí misma a dar un paso en su dirección, y luego otro. Un paso más y él alcanzó a verme. Oh, santo cielo. Sus ojos eran de color gris y aterrizaron sobre mí con la intensidad y la precisión de un sistema de misil guiado. Por un segundo, no podía respirar y mis pies se tambalearon. “Jefe. Jefe. Jefe”, me recordaba a mí misma. Todo mi cuerpo parecía colapsar mientras esos ojos me examinaban. Sin apartar la mirada, le dijo algo al coleador y el otro hombre se marchó. El camino estaba despejado. Él se qued