Capítulo 10. American Team

1105 Words
“Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún”. —J. R. R. Tolkien, George Shutz es ese tipo fuerte, rudo, atlético, durante la universidad fue capitán del equipo de futbol americano, pero perteneciente a la comunidad judía, sus abuelos habían emigrado poco antes de que estallara la segunda guerra mundial debido a la presión del partido Nazi y se habían establecido en los Estados Unidos en una pequeña comunidad judía. Estaba casado con Margaret Shiftl también judía con quien tenia dos pequeños, lo cierto es que aquello estaba al borde del divorcio pues George era un tipo más o menos violento. ¿Por qué digo más o menos?, la cuestión es que George no era golpeador, si bien habrían tenido un par de altercados en donde había soltado algún manotazo, alguna cachetada, ese no era el problema pues habían sido eventos aislados producto de discusiones en donde Margaret tampoco era precisamente la víctima. El principal problema es que George era obsesivo compulsivo, le gustaba tener todo en su lugar, bien ordenado, bien limpio, era una persona sumamente eficiente pero también sumamente demandante, era posesivo le gustaba dar órdenes, testarudo, soberbio, un tanto grosero al hablar y muy, muy celoso. Nadie podía dirigir siquiera una breve mirada hacia Margaret por que inmediatamente vería venirse a esa mole de un metro ochenta de alto y de complexión atlética buscando pelea, no fueron pocas las ocasiones en las que esta actitud causo grandes problemas y discusiones. Margaret recordaba que fue precisamente esa actitud la que la había hecho enamorarse de él, pero, la verdad es que ya no estaba tan convencida de querer continuar aquello. Por esa razón es que al enterarse de que su esposo se iría durante doce años aquello era un respiro para ella, claro está la mantendría vigilada con ayuda de su familia, siempre lo había hecho, pero definitivamente no era lo mismo y eso estaba bien. George por su parte no estaba del todo convencido de querer dejar a su familia por tanto tiempo, pero estaba comprometido y no podía negarse pues aquello significaría desertar. En Estados Unidos ser un desertor se consideraba un problema grave, había que pensarlo muy bien pues aquello quedaba fichado en el expediente y no sería fácil conseguir un trabajo con esa remuneración. Sin embargo, el sabía muy bien que el divorcio venía en camino, lo sentía llegar, pero no la pondría fácil, estando el lejos Margaret no se podría divorciar y por ende no podría casarse, además si llegaba a cometer adulterio no tendría derecho y podría fácilmente quedarse con todos los bienes, así que el proyecto Viling le venía como anillo al dedo. Por otra parte Nataly Being era una mujer afroamericana de Ohaio, su madre la había abandonado al estilo cliché de Hollywood, en las puertas de un convento, así que había sido criada en un internado del estado, desde pequeña su sueño era ser piloto cada vez que veía pasar un avión por encima, con todo en contra logró una beca para estudiar en la escuela de aeronáutica en donde conocería a su profesor Brend Thomson quien la recomendaría a la NASA para que terminara su carrera como ingeniera en radiocomunicación y aeronáutica espacial, ciertamente esta era la primera vez que manejaría una nave espacial, así que era sus sueño hecho realidad y sin nada que perder o dejar atrás acepto el cargo. Lo cierto es que Nataly Being tenía un oscuro pasado, durante su estancia en la universidad habría ejercido la p**********n para poder costear sus estudios, fruto de ello había estado embarazada y se había practicado un aborto clandestino, el resultado es que había perdido la capacidad de tener hijos, así que lo que buscaba en esta misión era básicamente alejarse de todo, darle la espalda al pasado y quizá cuando regresara buscaría una pareja con quien envejecer. Richart Weels por su parte, era el tipo mas caradura del planeta, a sus 49 años ya había sido piloto de aviones de combate, ya había visto la muerte muy de cerca, realmente no era el tipo más calificado para capitán de la nave, pero fue el único que acepto a la primera. La razón es muy simple, acababa de perder a su esposa y a su niña, su gran amor en un accidente de tránsito, aquello desde luego lo había devastado al punto de que casi se quita la vida, realmente no tenía grandes motivaciones, pero si había una cosa que quería, aislarse lo mas posible del mundo, de los compañeros, de los amigos, así que estar doce años en una cápsula con seis desconocidos no sonaba tan mal, sería un largo luto, era todo lo que necesitaba. No obstante, era el más veterano y también el más experimentado de todos, ya había comandado anteriormente algunas misiones pequeñas así que conocía muy bien el trabajo, era bueno dirigiendo y sobre todo tomando decisiones, si bien es cierto no estaba en su mejor momento, no lo dejaba ver, tenía esa máscara de rudeza, pero, a diferencia de Shutz o de Urmakof ciertamente era introvertido. ¿En qué sentido? bueno, era excesivamente hermético con sus asuntos personales, no pedía ni aceptaba ayuda de nadie; la gente que mejor lo conocía le recomendaría ir a terapia psicológica pero nunca lo hizo, en primer lugar por que él consideraba que la psicología era un pseudociencia, si bien no era del tipo de personas que pensaba que solo los locos van al psicólogo, para él era una disciplina si se podía llamar disciplina que no servía para nada, no iba a malgastar su dinero para irle a contar su vida a un tipo que ni conocía y que este le pusiera a hacer planas en una cuaderno. Definitivamente no estaba dispuesto a dejarse ayudar por nadie, disfrutaba de su soledad, siempre fue así, no le gustaba socializar, para él socializar representaba una distracción que lo alejaba de sus proyectos y objetivos que ciertamente para él eran mucho más importantes y que traían mayores gratificaciones a largo plazo. Se consideraba a si mismo una persona sumamente independiente y no le gustaba depender de los demás, si algo se rompía o no funcionaba buscaba la forma de repararlo, en última instancia pagaría o compraría nuevamente el objeto en cuestión, pero evitaba siempre pedir favores. Es por ello por lo que aceptó el proyecto, porque quería irse y olvidar, perderse en el espacio y quizá, solo quizá, morir allá, donde nadie lo reclame, donde nadie lo recuerde.
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