Capítulo 11. La bitácora

1154 Words
“Nosotros debemos pensar que somos una de las hojas de un árbol, y el árbol es toda la humanidad. No podemos vivir los unos sin los otros, sin el árbol”. —Pau Casals. Los vuelos llegarían escalonados, Urmakof llegaría a las diez, Azumi a las once, Yarikova llegaría a las trece y Jenk llegaría a las diecisiete. En el aeropuerto internacional de Orlando estaba todo preparado. Conforme iban llegando serían abordados por agentes de la CIA uniformados con ese característico traje n***o y corbata, con un trato cortés y formal cada uno fue introducido a una camioneta blindada y fueron trasladados en una comitiva fuertemente custodiada hasta el hotel Harmani. Ya en éste estaban asignadas y preparadas las habitaciones, se les dijo que podían pedir lo que quisieran, pero por cuestiones de seguridad no podrían salir del hotel, era como estar en una cárcel de lujo, pero al final de cuentas no podían evitar sentirse atrapados. Urmakof pidió unos cortes de carne de estilo argentino, Yarikova comería una ensalada sencilla, Azumi preferiría un sushi, no quería probar algo que no fuera de su país, y Jenk cenaría pescado. Si bien al día siguiente a las once tendrían una reunión privada en el comedor del hotel, los americanos, aunque también estaban citados a la misma, no se hospedarían ahí, sino que permanecerían en sus casas hasta el día del lanzamiento. Para Jenk el gran confort de aquel hotel era inigualable, casi como estar en un palacio, de todos fue el que mejor la pasaría, en primera por que no estaba muy acostumbrado a la libertad así que, la restricción de no salir del hotel no le preocupaba tanto, en segunda porque nunca había dormido en una cama, en su casa en China tendían una cobija en el piso para acostarse a dormir. Por su parte Urmakof si se sentía sofocado, salía a los pasillos, iba y venía, un momento estaba en la recepción y al otro ya estaba en el comedor y luego en su habitación y después en el gimnasio, no había forma de controlarlo. Azumi por su parte, al no tener nada que hacer optó por leer un libro, traía varios para el viaje, pero la venció temprano el sueño y se quedó profundamente dormida, habían sido muchas emociones. En cuanto a Helena, Helena comenzaría una especie de diario o bitácora que llevaría durante todo el viaje escribiendo sus experiencias: “–11 de abril de 2020 La pandemia ha dificultado todo, esto de andar todo el tiempo con cubrebocas no es lo mío, de cierta manera me preocupa mi mamá, siento pena, creo que la estoy abandonando, quisiera regresar en este momento y abrazarla, pero no será posible. El hotel es bastante bueno y la comida es genial, la camarera me ha parecido muy amable, se ha quedado a platicar un poco conmigo lo cual me ha dado mucho gusto, pero me temo que tengo que practicar más mi inglés jaja. Se llama Rosa, es mexicana, me ha platicado un poco de su país, me siento identificada con ella de cierta forma, pues ella también tuvo que dejar a su familia y amigos para venir a trabajar aquí y no sabe cuándo los volverá a ver por que dice que si se va ya no es tan fácil entrar, ya no me siento tan sola. Le prometí que en cuanto regresara iría conocer México, me ha dicho que con gusto me llevaría, no quise ser grosera ni quitarle la intención, así que no le dije por cuánto tiempo me iría solo le agradecí y le dije que sí, que me parecía estupenda la idea. Mañana tengo una reunión a las once, me presentarán al resto del equipo, que nervios, espero que nos llevemos bien, si no será bastante difícil, hace un momento me asomé a la recepción para ver si veía a alguno de ellos, pero no vi a nadie, le he preguntado a mi escolta y solo se ha reído, me dijo que tuviera paciencia. Me parece una mujer muy seria tendrá unos cuarenta años, intenté conversar con ella, pero me ha respondido con puros monosílabos así que me aburrí y regresé a mi habitación, estoy entre nerviosa y emocionada no sé qué me espera, pero ya estoy en este camino, creo que tomaré un baño y trataré de dormir hace demasiado calor, me estoy sofocando–.” La mañana trascurrió bastante rápido a pesar de que el tiempo para alistarse era holgado, ninguno bajó al comedor todos pidieron comida en su habitación, nadie quería aguantar la presencia de los escoltas que habían permanecido toda la noche en la puerta. Más o menos a las 8 de la mañana harían un relevo, pero finalmente salía la misma, no eran gente particularmente agradable o una compañía muy deseable para pasar un rato. La gente de servicio era cosa muy diferente, el trato era cordial y respetuoso, pero también veían con cierta curiosidad a los agentes dispuestos afuera de las habitaciones, preguntándose entre si y armando toda clase de historias fantasiosas. Que si se trataba de convictos peligrosos en prisión domiciliaria, que si estaban infectados de aquella enfermedad rara que había surgido hace poco, sobre todo por el c***o que se veía bastante enfermo o que si eran parte de una conspiración. Lo cierto es que sus habitaciones estaban estratégicamente dispuestas en distintas áreas del hotel, los elementos de la CIA estaban en coordinación para evitar que coincidieran en espacios, al menos antes de tiempo, la idea es que interactuaran lo menos posible antes de la misión para evitar que hubiera roses personales previos y que estos retrasaran el lanzamiento. Helena realmente se moría de calor, imagínese usted estaba muy acostumbrada a la gélida temperatura de Rusia y ahora mismo se encontraba en la Florida en plena primavera, definitivamente no usaría saco, solo iría con la ligera blusa blanca y el pantalón de color beige que había dispuesto para esa ocasión. Urmakof no le dio tanta importancia iría de playera y bermudas, después de todo estaba en un hotel, no en una oficina y ya tendría mucho tiempo para estar cubierto de pies a cabeza por el traje de astronauta así que pues –¡que se jodan! – pensó. Azumi pasó toda la mañana planchando su traje, no quería llevar la más ligera arruga así que pidió una plancha al hotel y aunque la asistencia se ofreció ella insistió en hacerlo por si misma. Jenk por su parte pidió un traje sencillo, se lo llevaron listo y aunque le quedaba "zancón" un sastre se encargó de dejárselo a la medida en apenas unos instantes. Justo cuando el reloj marcaba las diez con cincuenta minutos los cuatro como si se tratara de un evento coordinado abrieron las puertas de sus habitaciones y acompañados de sus respectivos escoltas se abrieron paso por el largo pasillo que los llevaría al comedor.
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