Capítulo 9. El hotel

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“¡Toma partido! ¡Siempre toma partido! Algunas veces te habrás equivocado; pero el hombre que rechaza tomar partido siempre está equivocado”. — Robert A. Heinlein El hotel Harmani, es uno de esos hoteles diseñados para la gente que le gusta viajar, que le gusta ir a lugares ciertamente diferentes, que le gusta hospedarse en un hotel que le ofrezca una bonita habitación, pero claro, no cualquier habitación costosa y ya, sino algo en donde se perciba el amor, no solo que el edificio sea bonito y que la comida sea buena, sino también que haya espacios amplios, con bellas escaleras y en los pasillos coloridos adorno y distintas cosas que ver, que cada una de las habitaciones cuente su propia historia. Un lugar en el que la estancia tenga un significado ya sea que este haciendo un viaje de negocios o turístico o simplemente este pasando una noche después de una larga jornada en la cual usted venga exhausto o exhausta y encuentre entonces esta habitación amplia, elegante, con ese sabor a antiguo y tan placentero que pueda trasmitirle esa sensación de sentarse en una mecedora con una cobijita en un pórtico esperando el amanecer. Créame, si no sabe de lo que hablo, se ha perdido de mucho. Imagine la situación, está usted lo suficientemente cansado o cansada como para tener esa imperante necesidad de tomar un baño y cuando entra a su habitación y se dirige al lugar adecuado se topa de frente con una de esas tinas extrañas de hierro, muy a la usanza de la época victoriana, así que no puede evitar meterse, tomar un baño calientito, vaporoso, relajante. Cuando termina se envuelve en una toalla y una de esas batas de baño sumamente confortable y a la cama, no se diga más, es casi como dormir arriba de una nube. Es de esos hoteles construidos por obra de la casualidad, no es precisamente de esos nuevos hoteles de lujo, no. El terreno en el que está construido fue comprado alrededor 1904 de tal manera que tendrá algo así como 110 años de antigüedad años más, años menos, lo importante es que fue construido por el capitán de infantería Jerald Brown, que no era cualquier personaje. Verá usted, en aquel entonces no era como ahora que tenemos todo al alcance y que no tenemos más que presionar unos cuantos botones o en el caso más extremo caminar al centro comercial más cercano para hacer la despensa. Si bien, aquello contaba con un número poblacional ciertamente importante tampoco era una urbanización y el capitán Jerald formó su fortuna a partir del transporte de bienes a la región, estos bienes eran muy variados y venían de muchas zonas diferentes de Estados Unidos, desde vegetales y hortalizas, carnes, hasta muebles y objetos decorativos de la época. Para ello compraba ganado, si, su fuerte nunca fue la crianza, él compraba ganado y armaba una suerte de esas caravanas que recorrían amplios lugares comprando artículos y trayéndolos a ésta zona del país, todo ello apoyado por una comitiva de trabajadores que eran sumamente leales y a quienes pagaba muy bien. Pero también tenía otro montón de negocios, era prestamista, prestaba dinero a cambio de cobrar una cantidad considerable de intereses, no solo compraba para las caravanas también arrendaba caballos y bueyes a campesinos que no tenían y que los requerían para actividades propias de la agricultura como lo es el arado del campo, pero uno de sus más fuertes negocios era la política. Es por esta razón que decide invertir una gran parte de su dinero en la construcción de éste hotel, en aquel momento era una ¡excentricidad bárbara!, pues como ya lo dije aquello no era una urbe, era más bien uno de esos pueblos polvosos con calles de tierra donde la gente solía andar a caballo, no había energía eléctrica, mucho menos automóviles y lo más moderno que tenía el pueblo era la vieja estación del ferrocarril. Para construir su hotel el capitán trajo a un arquitecto de Texas el cual diseñaría un edificio increíblemente lleno de detalles, contaba pues con cuatro entradas cada una con una función diferente, cinco pisos con una preciosa y muy cuidada escalera central, acabados de mármol y maderas finas, la ornamentación interior era impresionante, un segundo piso con amplio restaurante y un sofisticado salón de baile, en el recibidor en la parte de abajo se encontraría una barra, una barbería y por supuesto una armería, pues todos los invitados sin distinción debían dejar sus armas ahí, en el recibidor, para evitar que hubiera incidentes producto de disputas. Había también una entrada propia y una zona exclusiva para las damas, ello para evitar que estuvieran expuestas al fuerte humo del tabaco y al lenguaje soez y vulgar de los caballeros, eran otros tiempos, téngalo presente. Contaría originalmente con alrededor de setenta habitaciones y además otras excentricidades como un baño turco y algunas habitaciones tenían baño propio, eso era algo nuevo, antes no se estilaba y en aquel momento era un detalle de gran lujo, claro está éstas habitaciones estaban reservadas para la gente de mayor poder. No pierda de vista que todo aquello tenía la finalidad de atraer a la clase política para que celebraran ahí sus convenciones y acuerdos. El punto es que aquello, inicialmente no salió como se esperaba, a pesar de que se inauguró con bombo y platillo en 1906, se invitó a toda la clase política, nacional y extranjera, sin embargo, para el año siguiente estaba cerrado, muy pronto sería vendido, hay quienes aseguran que no lo vendió sino que lo perdió en una apuesta, lo cual es poco probable porque el capitán Jerald no era del tipo de personas que solía apostar. producto de un invierno terrible, gran parte del ganado que poseía murió, poco después enfermaría gravemente y moriría en bancarrota en 1908. En cuanto al edificio este sería remodelado en 1940, en donde se construiría un anexo de 10 pisos, pero no sería hasta los años 60’s cuando vería por primera vez la gloria, con grandes personalidades del cine y la política hospedándose en él. Es aquí, justamente en este hotel, ubicado cerca de Florida en donde los miembros del equipo de astronautas del proyecto Viling, pasarían sus últimas 5 noches antes del despegue.
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